Juan Antonio Moldes: de servidor doméstico a exitoso prestamista
virreinal
Moldes fue oriundo del arzobispado de San Pedro de Villalonga, Galicia, hijo de
Plácido Moldes y Bernarda de Arcaballas. Arribó a Buenos Aires en 1765, cuando esta
aún pertenecía al virreinato de Perú y luego se trasladó a Salta en 1767, ciudad de
la gobernación de Tucumán. Cruzó el Atlántico en calidad de criado del comerciante
peninsular Juan Pérez Sánchez, junto a su par sevillano Martín González.3
Su llegada a tierras americanas se produjo en el contexto de las migraciones de
peninsulares hacia las Indias, motivados por una mejor calidad y condición de vida,
impulsados por el entorno favorable creado por las reformas borbónicas y el relativo
crecimiento económico general por el que atravesó el espacio en esos años (Gelman, 2014).4
Desconocemos cuál fue el móvil que lo llevó hasta Salta una vez que descendió en
Buenos Aires, tampoco sabemos sobre el paradero de su par criado ni de su amo
comerciante al que sirvió en alta mar. Las fuentes son más fiables y permiten seguir
su trayectoria una vez que se afincó como residente en la ciudad de Salta, plaza en
la cual abrazó el éxito económico y construyó una nueva posición e identidad social
diferente con la cual desembarcó en América (Justiniano, Madregal y Anachuri, 2019).
La ciudad de Salta fue un centro mercantil significativo en toda la etapa virreinal y
en relación con otras ciudades colindantes como Tarija, Jujuy, Tucumán, Catamarca,
Santiago del Estero y el distrito de la Puna, es la que registró mayor actividad
comercial y financiera (Acevedo, 1965, pp.
223-318; Mata, 2000, pp.
27-52).5 Con las reformas
propiciadas por Carlos III, la ciudad se constituyó en capital de la Intendencia de
Salta del Tucumán, en división administrativa y territorial que controló entre sus
límites jurisdiccionales los anteriores centros urbanos, a los cuales se sumaría San
Ramón de la Nueva Orán; abarcó una enorme extensión geográfica y heterogénea
realidad socioeconómica. Con este nuevo reposicionamiento administrativo pasó a ser
sede del gobernador intendente y despacho de las cajas reales mayores.6 Ello confirma la gravitante posición
económica frente a las demás urbes vecinas.
Según Santilli (2013) las reformas borbónicas
impactaron de modo positivo en toda la región. El crecimiento económico fue
impulsado por la legalización comercial del puerto de Buenos Aires y la creación del
virreinato del Río de la Plata; esta bonanza relativa se evidencia en el incremento
de la actividad comercial, productiva y demográfica. López (2002) remarcó que la Intendencia de Salta del Tucumán experimentó
un mayor dinamismo, se acrecentaron los circuitos comerciales y las actividades
productivas, reconoció el periodo 1785-1789, como el de mayor crecimiento económico
de esta división administrativa creada por los borbones.7
La plaza salteña, constituida ahora en capital de la flamante intendencia, no quedó
exenta de este florecimiento económico. Gracias a su estratégica ubicación
geográfica se constituyó en un polo articulador entre el centro minero potosino con
Buenos Aires, la cual lejos de ocupar una posición marginal como la que tuvo en la
centuria anterior; en esta etapa se constituyó en un centro portuario de envergadura
que articuló mercados distantes, exportó e importó bienes (Jumar, 2008), asimismo las transformaciones económicas globales
a causa de la industrialización inglesa incidió en la significativa función que
comenzó a tener este puerto (Camarda,
2016).
Para este periodo, los yacimientos potosinos y novohispanos aumentaron
significativamente su producción argentífera (Bakewell, 1990, pp. 49-88). La plata que irradió de estos centros
mineros se constituyó, no solamente en una mercancía altamente apreciada, sino en
una de las monedas metálicas de mayor difusión global del antiguo régimen (Marichal, Topik, Frank y Zamudio, 2017, pp.
38-41). América exportó durante la etapa moderna más de 80% de la plata
que circuló a nivel mundial (Flynn y Giráldez,
1995).
Estas monedas inyectaron a economías europeas, asiáticas, orientales, bálticas, rusas
e indias, circularon vía Pacífico y Atlántico, constituyéndose en el motor de los
intercambios intercontinentales.8
Palma y Silva (2016) subrayaron que el efecto
de los metales preciosos americanos fue seis veces mayor al descubrimiento de nuevas
rutas comerciales, estos aumentos sustanciales de dinero metálico persistieron
durante mucho tiempo y llevaron a un aumento exógeno del pib real de las
economías globales, el cual alcanzó su punto más alto con un aumento promedio de
1.3% anual.
Desde temprano la historiografía económica reconoció la relevancia del crédito en la
economía virreinal. Desde esta perspectiva analítica, Garzón (1968, pp. 27-35) señaló a la escasez crónica como uno
de los factores principales que promovieron su desarrollo; reconoció también la
“penuria de monedas metálicas” e identificó la concomitancia de una economía natural
y otra monetaria. Por su parte, Braudel (2014, pp.
56-65) subrayó que, en esa economía moderna metálica, el crédito y el
dinero se constituyeron en instrumentos que dominaron los intercambios. Bernal (2000) caracterizó al crédito como una
necesidad insoslayable de medio de pago. De igual forma, Pérez (1989) relacionó el aumento de la producción metalífera
con la expansión del crédito. Wasserman (2018, pp.
23-30) remarcó al crédito como un factor condicionante para la
consolidación de la economía de la Buenos Aires del siglo xvii.
Juan Antonio Moldes desplegó sus actividades mercantiles en ese entorno favorable
económicamente para la Intendencia de Salta del Tucumán en el virreinato del Río de
la Plata. A diferencia de sus contemporáneos, dedicados al comercio mular y la
producción rural, concentró sus inversiones en préstamos transregionales.
Su itinerario en el crédito también arroja luz sobre el espacio de acción de estos
comerciantes salteños que superó el tradicional espacio peruano articulado por el
polo potosino. Se vuelca desde temprano hacia el Atlántico, la mayoría de sus
transferencias las realizó en Buenos Aires. Suponemos que antes de su llegada a
Salta en 1767, estableció vínculos con los comerciantes porteños a quienes
representó una vez afincado en la plaza salteña. Alonso Vázquez fue uno de ellos,
quien al momento de transferir el poder que anteriormente había puesto en otras
personas al prestamista salteño en 1767, destacó su honradez y eficacia en el ámbito
de los negocios: “Revocando como revoco otros cualesquiera así especiales como
generales que habría conferido a otras personas, asimismo, por esto ante bien
dejarles como les dejo en su buena reputación y fama y en dicha conformidad otorgo y
conozco por el presente instrumento que doy todo mi poder el que por derecho se
requiere y necesario sea a Juan Antonio Moldes del comercio y almacén en esta Ciudad
de Salta.”9
Reconocidos comerciantes y estancieros de Salta también depositaron potestad en
Moldes apenas arribado a la gobernación del Tucumán. Su introducción en la plaza
local incluyó rápidamente el desplazamiento de otros agentes del ámbito
comercial.
En 1770 Cayetano Viniegra, quien registró todo su crédito mercantil en el rubro
mular, administrador de temporalidades, alcalde de segundo voto del cabildo
capitalino y emparentado con Nicolás Severo de Isasmendi, quien sería el último
gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán, otorgó el poder que anteriormente
asignó a su hermano Juan Viniegra, al recién llegado Juan Antonio Moldes.10 Su vínculo será dilatado en el
tiempo y revistió diferentes momentos. Años más tarde, en 1777, compartieron en
sociedad una empresa redistributiva de efectos de castilla junto a Juan de la
Centolla, Sanforizo Rioja y Francisco Maurín.11
En 1779, Viniegra se constituyó en deudor de Moldes por un préstamo monetario de 15
000 pesos que este último otorgó a favor de él y sus socios, Nicolás Severo de
Isasmendi, Gregorio Martearena, Felipe Mendiolaza y Manuel Salvador Fernández.
Moldes formalizó el préstamo como obligación de pago ante el escribano público del
número Antonio Gil Infante en la ciudad de Salta. En esta escritura notarial los
deudores se reconocieron como tal y manifestaron cancelar el crédito en un plazo de
tres años. Por cada lustro se obligaron “con su persona y los bienes habidos por
haber” a entregar 5 000 pesos más los intereses correspondientes según “práctica y
estilo del comercio”. Ante el notario y los testigos presentes manifestaron:
“Debemos pagar llanamente y sin pleito alguno al expresado Juan Antonio Moldes o
quien su dicho representante en cualquier manera que sea a saber los expresados 5
000 pesos cada un año por el término de tres contenidos desde el 5 de febrero de
1779 en delante de cuya cantidad se constituyen líquidos llanos y verdaderos
deudores.”12
Moldes entretejió redes de corresponsales transregionales que se encargaron en
disipar y agilizar la cancelación de sus préstamos transferidos en otros puntos del
virreinato, la cual podía surtirse en oro, plata sellada y labrada, piñas, joyas,
mercaderías, esclavos, frutos, géneros de Castilla o de la tierra, ropas y
diferentes especies de valor. Si el caso lo requería, el representante o apoderado
debía llegar a instancias judiciales ante el deudor moroso. Agentes cercanos a su
entorno y de reconocida buena reputación en el ámbito de los negocios ejercieron la
recaudación de sus préstamos otorgados en ciudades distantes a Salta.
Manuel Antonio Tejada fue uno de estos corresponsales. La relación entre ambos
expresa familiaridad, seguridad y perdurabilidad en el tiempo. Tejada fue tesorero
de Salta, cabildante, comerciante y prestamista, que tempranamente estableció
ligámenes con notables mercaderes porteños como Belgrano Pérez, se emparentó con
Moldes al contraer nupcias con Catalina Fernández Arias, hermana de María Fernanda
Loria Arias Velázquez, mujer que eligió Moldes como su consorte.13 En 1771, Juan Antonio Moldes indicaba a su
apoderado Tejada y José Estévez las instancias para exigir la cancelación de los
préstamos que aún no habían sido cancelados:
convengan deban y puedan hacer los pedimentos, requerimientos, citaciones y
protestaciones necesarias, presenten escritos, escrituras […] testimonios,
certificaciones, escrituras y demás probanzas […] pidan prisiones, excusiones,
mandamientos de solturas, embargos y desembargos, remate de bienes pidiendo su
posesión a los rematados […] apelen y supliquen y sigan las apelaciones y
supliquen por todo grado e instancias, hasta su final conclusión […] saquen y
ganen las provisiones con fuerzas como otros despachos a mi favor.14
La perdurabilidad en la relación entre ambos sujetos se evidencia en dos momentos. En
1799 al compartir una sociedad mercantil junto a Francisco Maurín y Mateo Gómez
Zorrilla, comerciantes y prestamistas salteños, y Juan Nadal y Guarda, administrador
de temporalidades y apoderado de Moldes en Salta,15 más tarde en 1804 Tejada fue albacea de tercer voto en
el testamento de Moldes.
En Buenos Aires, ciudad en la cual concentró gran parte de sus préstamos, Antonio
Obligado y Thomas de Insua, fueron los agentes en quienes depositó su poder para la
cobranza de los empréstitos que allí otorgó.16 Ambos fueron sujetos influyentes y conocidos del mundo
mercantil rioplatense.
Obligado fue un comerciante-hacendado de distinguida participación en la política
mercantil porteña del siglo xviii, miembro honorario del gremio de los
hacendados y el cabildo de Buenos Aires (Mir,
2013). Thomas de Insua fue un comerciante porteño (Bolsi, 2013) quien supo mantener una relación prolongada con su
apoderado, en 1790 participó como intermediario de una red mercantil que unió Cádiz,
Filipinas, Buenos Aires y administró Moldes desde Salta.17
La aparición de deudores en Buenos Aires invita a revisar aquellas afirmaciones
historiográficas, que marcaron una situación de dependencia por parte de los
comerciantes del interior respecto de unas cuantas líneas de crédito habilitadas por
los comerciantes porteños (Gelman, 1990).
Obsérvese que la cadena espacial de circulación de los préstamos de Moldes no se
concentró en el espacio peruano, sino al sur, en la capital del virreinato del Río
de la Plata (véase cuadro 1). El importe
total adeudado por los porteños en 1772 asciende a casi 30 000 pesos.
CUADRO 1
PRÉSTAMOS DE JUAN ANTONIO MOLDES A VECINOS DE BUENOS AIRES, 1772
Deudores de Buenos Aires |
Monto en pesos reales del ocho |
Manuel Caviedes
|
8 930
|
Manuel Rodríguez de La Vega
|
5 555
|
Bernardo Sancho Larrea
|
4809
|
José Luis Feduche
|
1 243
|
Antonio Miguel Folch
|
1 300
|
Jacobo Felipe Gómez
|
1 068
|
Francisco Balvinos
|
500
|
Vicente Andino
|
330
|
Pedro Ceferino San Martin
|
166
|
Juan Mojaime
|
734
|
Manuel Escalada
|
795
|
Gonzalo Doblas
|
691
|
Sancho Quiñones
|
323
|
Juan Lesica
|
337
|
Manuel Baldan
|
0.94
|
Saturnino Álvarez
|
1
|
Manuel Antonio Tejada
|
800
|
Monto total
|
27 884
|
Muchos de los prestatarios radicados en Buenos Aires son representativos del mundo
mercantil porteño de la segunda mitad del siglo xviii. Manuel Caviedez al
momento de la tasación ya es un comerciante instalado de la plaza, también dedicado
al préstamo de dinero y bienes. Manuel Rodríguez de la Vega, de actividad política
en la ciudad, fue elegido en diferentes oportunidades por sus pares para diversas
gestiones, tales como la instalación del Tribunal del Consulado, o manifestar la
posición del comercio ante el virrey. Bernardo Sancho Larrea también ejerció la
labor pública, y junto con Rodríguez de la Vega participó de la demanda del comercio
de la época para la instalación de un consulado en Buenos Aires. Gonzalo Doblas
estaba dedicado al préstamo y al comercio de efectos y géneros de Castilla (Schlez, 2016). También, puede mencionarse a
Juan Lezica, reconocido por Socolow (1978) y
Halperin (1972, p. 42) como importante
comerciante porteño y propietario de una de las fortunas más grandes del virreinato
con 160 000 pesos.
El espacio de circulación de sus transferencias crediticias se amplía aún más si
consideramos a sus deudores en Chile y Cochabamba, en la Intendencia de Santa Cruz.
En Chile, fue Manuel Conchas quien contrajo un préstamo por 300 pesos, su deudor en
la ciudad altoperuana fue el comerciante Juan Carillo y Albornoz por 4 600 pesos,
crédito que invirtió para financiar sus ventas de efectos de castilla en la plaza
cochabambina (véase cuadro 2).18
CUADRO 2
PRESTATARIOS EN CHILE Y COCHABAMBA, 1772
Deudor |
Capital prestado |
Residencia |
Destino del préstamo |
Tasa de interés anual |
Manuel Conchas
|
300
|
Chile
|
Comercio
|
5
|
Juan Carillo
|
4600
|
Cochabamba
|
Efectos de castilla
|
5
|
El monto total adeudado por los salteños es de casi 20 000 pesos. Con algunos de
estos prestatarios estableció vínculos que superó lo meramente económico (véase
cuadro 3).
CUADRO 3
DEUDORES DE MOLDES EN LA CIUDAD DE SALTA
Deudores |
Monto en pesos de real del ocho |
Nicolás Ignacio de Aramburu
|
307
|
Juan Alonso Arroyo
|
206
|
José Colunga
|
336
|
Cristóbal Gordillo y Jacinto Antonio Carro
|
216
|
Bernardo Valdez
|
1 319
|
Juan Mójame
|
2 063
|
Miguel Antonio Alurralde
|
23.70
|
José Antonio Alurralde
|
324.70
|
Mateo Salcedo
|
0.70
|
Ramón Antonio Gil Taboada
|
160.40
|
Pedro Montero
|
461
|
Antonio Quiroz
|
314.20
|
José Martínez
|
300
|
Ignacio Fernández
|
38.70
|
Vicente Jiménez Cisneros
|
77.30
|
Antonio Cornejo
|
0.94
|
Joseph Estévez
|
303
|
José Javier Dorado
|
9.210
|
Francisco Gavino de Arias
|
1 983
|
Antonio Ruiz Carabajal
|
9 023
|
Juan Sandoval
|
12.70
|
José Hinojosa
|
407.40
|
Diego Reyes
|
0.12
|
Marcos Velasco
|
1 093
|
Pablo Vidal
|
72.30
|
Valenciano Arias
|
14.30
|
Pedro Arias
|
108.30
|
José Antonio Cruz
|
33.60
|
Monto total
|
19 292
|
Nicolás Ignacio de Aramburu fue maestre de campo de la plaza salteña y apoderado de
Moldes; años más tarde se asocian para el remate del año de alcabalas en 1805.19 Juan Antonio Quiroz y Juan
Mojaime, dos comerciantes de efectos ultramarinos que depositaron su representación
en Moldes. Francisco Gavino Arias fue un importante estanciero salteño quien figura
con la deuda más significativa de 1 900 pesos.20 Resalta también en la lista de los deudores salteños
familiares de Moldes. Pedro y Valenciano Arias Velázquez fueron tíos de María
Fernanda Loria Arias Velázquez, su cercanía se evidencia al constituirse en testigos
de la escritura de la última voluntad de su acreedor en 1804.
Los créditos que figuran en los cuadros 1, 2 y 3 fueron registrados en su tasación de 1772 (véase Apéndice, cuadro 6). Las
transferencias crediticias que realizó ante un escribano figuran en los protocolos
notariales salteños como obligación de pago (véase Apéndice, cuadro 7).21 Esta forma de registrar formalmente una operación de
crédito, ante un notario, le ofreció garantías legales, una protección relativa,
ante un deudor desconocido en un mercado de crédito especulativo e inseguro con
altos índices de riesgos financieros (Caballero,
2011; Quintanar, 2017, pp.
157-199).
Según Wasserman (2010), la obligación de pago
posibilitó la configuración de compromisos crediticios normalmente vinculados al
gran comercio, se constituyó en uno de los principales instrumentos notariales
utilizados para realizar operaciones crediticias, constituía un contrato por el cual
el deudor se obligaba a reintegrar a su acreedor un monto dinerario determinado en
un plazo establecido, se definía las garantías materiales ofrecidas, junto con las
cláusulas y penalidades Wasserman (2018, p.
167).
El crédito notariado se gravaba con hipotecas, bienes raíces, títulos, efectos,
pulperías, etc. En su estudio sobre la relevancia de las redes crediticias en el
comercio novohispano, Quintanar (2017, pp.
157-199) manifestó que la presentación de garantías no necesariamente
mantuvo una relación directa con el monto prestado, sino que pareció estar ligada
con el cálculo del riesgo según la capacidad de pago del deudor y el destino del
dinero.
Formalmente los escribanos del antiguo régimen participaban en distintos grupos de
profesionales; mientras que los escribanos públicos del número desarrollaban el
ejercicio de sus tareas en un territorio asignado, a los escribanos reales no se les
asignaba territorio y sus tareas eran en principio secretariales. El escribano
fungió como parte contractual, instituía y proveía la información al prestamista
sobre su futuro prestatario (Wasserman, , 2018, p. 147).
El notario público de número Antonio Gil Infante fue a quien Moldes acudió con mayor
frecuencia para registrar sus transacciones crediticias realizadas en la ciudad de
Salta, posiblemente los negocios en común que mantuvieron explicarían la inclinación
del prestamista por este notario.22
Analizar los protocolos de escribano es importante y enriquecedor para abordar las
prácticas económicas en comunidades que dieron gran relevancia a la cultura escrita,
como fuente legitimadora de la monarquía hispánica, instrumento de poder de unos
frente a otros y marco jurídico para emprender cualquier tipo de actividad.23 A pesar de la diversidad de
instrumentos empleados al momento de registrar una deuda, las obligaciones de pago
se caracterizaron por asentar transferencias de montos significativos. Estas
escrituras habrían de legitimar el compromiso cuyo cumplimiento fuese reclamado si
el caso lo demandaba.
La información que otorgaba el notario permitió al prestamista evaluar rigurosamente
y seleccionar a aquellos prestatarios que se hallaban en mejores condiciones para
acceder al crédito y poder devolverlo en el plazo fijo pactado. Juan Antonio Moldes
otorgó préstamos, comúnmente a sujetos acaudalados, dedicados a actividades
redituables, de reconocida participación política en la ciudad local y distinguido
capital social.
En 1771 el alcalde de segundo voto del cabildo local, Pedro Lucas Allende,
comerciante y estanciero en el valle de Lerma, dedicado a la invernada y remesa de
mulas al Alto Perú, requirió un préstamo por 5 761 pesos, para el flete de sus
tropas de mulas a Perú, obligándose a devolverlo a finales del mes de diciembre del
año en curso.24 Ese mismo lustro,
Antonio Ruiz Carabajal, hombre dedicado a la producción y el comercio ganadero,
también demandó de los préstamos de Juan Antonio Moldes, en aquella oportunidad lo
hizo por 12 080 pesos, para adquirir efectos de castilla, responsabilizándose de su
rembolso en un plazo fijo de seis meses.25
En 1775 Francisco Gavino Arias Rengel, hacendado salteño que ejerció numerosos cargos
militares en la gobernación del Tucumán,26 pidió un préstamo por 8 700 pesos con el compromiso de
cancelarlo en un plazo fijo de seis meses mediante la entrega de 500 quintales de
jabón; aclaró que “de no saldar la deuda en el plazo estipulado queda obligado a
pagar todo el resto del total a fines de febrero o principio de marzo del próximo
año en plata, moneda corriente”.27
El comerciante de efectos ultramarinos Francisco Lima solicitó un crédito a su favor
por 3 200 pesos, se obligó a retribuirlo en dos partes: una primera mitad del monto
en cuatro meses y la segunda en ocho.28 Juan Miguel Salazar recibió a crédito 800 pesos para abrir
una botica y vender efectos de castilla en la ciudad de San Salvador de Jujuy,
centro urbano colindante a la ciudad de Salta.29
El señor Francisco Luján fue otro comerciante mular y productor rural que solicitó un
crédito a Moldes por 1 500 pesos a un plazo fijo de siete meses, el deudor manifestó
ante el escribano que asentó la operación, que en caso de no corresponder el pago en
el plazo pactado “han de correr en adelante los intereses correspondientes conforme
a estilo y práctica del comercio sin prejuicio de lo ejecutivo en cuanto al dinero
principal con los gastos y prejuicios que en la cobranza se le causasen y
perjudiquen al dicho acreedor”.30
El interés, definido como el precio que paga el prestatario por el uso del fondo
prestable, fue una ganancia considerable de los prestamistas, aunque no siempre se
constituyó en el único criterio para la colocación de recursos crediticios (Wasserman, 2015, pp. 77-86). Generalmente se
expresó como un porcentaje anual entre 5 y 7%, aunque también se manifestó como un
tanto por ciento mensual o quinquenal (Chacón,
2010).31 Los diferentes
tipos de intereses dependieron de la duración y riesgo del préstamo, mientras más
largo fue el tiempo del empréstito y su riesgo financiero más elevado, mayor fue la
tasa de interés.
Aun cuando no todos los préstamos notariados por Moldes registran el interés, algunos
sí. Por ejemplo, el que transfirió en 1774 a Diego Lorenzo Ríos y Ramón Ugarteche, a
su favor por 3 000 pesos, ambos dedicados al comercio ultramarino, se obligaron a
pagar el préstamo en un plazo fijo de ocho meses, con un interés de 6% anual, es
decir, que abonaron quince pesos mensuales por esta unidad de crédito.32
El segundo caso es el del transportista tucumano Francisco Javier Sánchez de
Lamadrid; en este caso, le prestó la suma de 1 000 pesos plata, que debía ser
devuelta a 8% anual y en seis meses. Es decir que se abonó 6.67 pesos de interés por
cada mes a favor del prestamista salteño. En ambas oportunidades la tasa de interés
superó a la moralmente aceptada de la época.
Desde un punto de vista comparado para estos años, economías como las de Bogotá,
Medellín, Popayán o Nueva España, mostraron la misma tendencia en la tasa de
intereses, al igual que la Intendencia de Salta del Tucumán en el virreinato del Río
de la Plata, se fijó comúnmente a 5% anual, tasa porcentual éticamente admisible.
Torres (2014) indicó que a finales del
siglo xviii las tasas de interés prosiguieron unívocamente a disminuir en
todo el espacio hispanoamericano, enfatizó en dos posibles causas: ocultamiento
usurero del préstamo e impacto del libre comercio.
Las operaciones crediticias que Juan Antonio Moldes registró ante un escribano en la
plaza salteña, como obligación de pago, entre 1771 hasta 1803, en su conjunto superó
la cantidad de 72 000 pesos, la que se incrementaría si computamos los intereses
correspondientes de cada unidad de crédito asentado de esta forma (véase cuadro 4).
CUADRO 4
AMORTIZACIÓN DE LAS OPERACIONES DE CRÉDITO NOTARIADAS DE MOLDES EN SALTA,
1771-1800
Año |
Deudor |
Capital prestado (pesos) |
Destino del préstamo |
Tasa de interes (porcentaje) |
Plazo del préstamo (meses) |
Interés (pesos) |
1771
|
Antonio Ruiz Carabajal
|
12 080
|
Efectos de castilla
|
5
|
6
|
302
|
1773
|
Francisco Luján
|
1 500
|
Mulas
|
5
|
12
|
75
|
1774
|
Diego Lorenzo Ríos
|
3 000
|
Efectos de castilla
|
5
|
8
|
100
|
1775
|
Gavino Arias Rengel
|
9 000
|
Efectos de castilla
|
5
|
6
|
225
|
1775
|
Manuel Salvador Fernández
|
3 000
|
Alquiler de inmueble
|
5
|
12
|
150
|
1775
|
Gavino Arias Rengel
|
2 700
|
Efectos de castilla
|
5
|
8
|
90
|
1776
|
Lucas Allende
|
6 000
|
Mulas
|
5
|
1
|
250
|
1777
|
Francisco Campo Lima
|
3 200
|
Efectos de castilla
|
5
|
12
|
160
|
1777
|
Ramón Ugarteche
|
3 000
|
Efectos de castilla
|
6
|
8
|
120
|
1777
|
Francisco Javier Sánchez de Lamadrid
|
1 000
|
Transporte
|
8
|
6
|
40
|
1777
|
Carmen Lima
|
3 200
|
Efectos de castilla
|
5
|
12
|
160
|
1777
|
Miguel Salazar
|
800
|
Habilitación de una farmacia en Jujuy
|
5
|
8
|
27
|
1779
|
Nicolás Severo de Isasmendi y Compañía
|
15 000
|
Remate de alcabalas de Salta
|
5
|
36
|
2 250
|
1790
|
Gavino Arias
|
2 600
|
Efectos de castilla
|
5
|
8
|
87
|
1800
|
Manuel Rivero
|
6 000
|
Efectos de castilla
|
5
|
8
|
200
|
1803
|
Antonio Capela
|
400
|
Arreglo de una iglesia
|
5
|
6
|
20
|
Juan Antonio Moldes destinó una porción significativa de sus activos financieros al
crédito a lo largo de su vida. En 1772 declaró un patrimonio neto de 48 000 pesos,
de los cuales 30 200 pesos se encontraban dispersos en préstamos. En su testamento
redactado en 1804, atestiguó una fortuna conyugal de 73 000 pesos, más de la mitad
aún estaba invertida en créditos que no habían sido cancelados, con un líquido de 50
000 pesos. La suma total que este hombre transfirió a crédito a lo largo de su vida
asciende a 178 000 pesos, monto que habilitó en préstamos monetarios o físicos.33 El promedio de los montos que
acreditó rondó los 2 500 pesos, significativo para el periodo.34
Su exitoso y redituable derrotero como prestamista le permitió incrementar
notablemente su fortuna. Desde su afincamiento en Salta, en 1767, hasta la fecha en
que redactó su testamento, 1804, su patrimonio neto creció 52% en términos
relativos.35 Ahora bien, del
análisis global de su actuar como prestamista se pueden conjeturar diferentes
momentos, respecto a las cantidades en dinero transferido y operaciones realizadas,
expensa a las situaciones coyunturales del entorno económico y político en que
desplegó sus actividades.
En toda la década de 1770 distribuyó créditos de modo constante, por significativas
cifras que habilitó tanto a productores rurales como comerciantes transregionales.
Es sugerente que durante el decenio de 1780 no figura en los protocolos notariales
locales ni en otras fuentes que registren habilitaciones crediticias realizadas en
la ciudad de Salta; posteriormente, la etapa de 1790 está determinada por el
contexto bélico que enfrentó a la corona española e inglesa y trastocó negativamente
los intercambios transoceánicos (Mazzeo, 1999, pp.
1-17).
La presencia de barcos ingleses en los mares aumentó la especulación y el riesgo en
el envío de productos desde España a puertos americanos; esta situación de
permanente hostilidad perjudicó a aquellos comerciantes transoceánicos que adquirían
mercancías en las fábricas de Cádiz o Inglaterra para luego venderlos en sus tiendas
locales de América. El mismo Moldes vio afectado sus negocios ultramarinos por esta
contienda internacional.
El 2 de octubre de 1798 Francisco Javier Sanfis, agente encargado en adquirir y
remitir los géneros desde Cádiz, manifestó su preocupación por la hostil situación a
causa de la coyuntura bélica que bloqueo los puertos peninsulares y obstruyó la
habitual vía atlántica, Islas Canarias-Cabo Verde-Cabo de San Agustín-Montevideo y
Buenos Aires. En una misiva comunicaba a su sucio Moldes:
[...] no puedo remitir a usted nada de lo que me tiene pedido y tengo la mayor
parte comprada porque seguramente sería perderlo todo a causa de estar bloqueado
este puerto con 22 navíos de guerra ingleses y muchas fragatas y los mares
cubiertos de corsarios a no ser que usted quiera correr estos riesgos y me lo
ordene expresadamente […] aunque nosotros nos hallamos con muchísimos géneros
apropiados y otros muchísimos pedidos a las fabricas para que sean de los más
selectos no me determino a hacer las remesas algunas ni de cuenta de vuestra
merced ni de la nuestra, pues es mejor tener los géneros existentes que
aventurarnos a perderlo todo, porque al fin aunque no se gane no se pierde,
espero vuestra merced tendrá a bien esta determinación, atendidas las
insistencias del días, y que aquí tenemos la cosa presente y según se ve
operamos como en asunto propio pero si la corte determina dar combói suficiente
hasta el Río de la Plata (como se tiene pretendido) procurare en este caso
remitir a vuestra merced su dinero empleado para que de este modo no se
perjudique con la demora, en la inteligencia que si el combói no es más que
hasta la altura de las Canarias no remitiré nada porque después quedan que pasar
muchos riesgos como son las Islas de Cabo Verde, Cabo de San Agustín, y altura
de Janeiro donde los ingleses es regular tengan los navíos y fragatas de guerra
para interceptar los barcos nuestra que descargan y varían para el sur […].36
Durante los años que duró el enfrentamiento transoceánico, Moldes enfatizó su
participación como fabricante regional. En 1798 celebró la fundación de una fábrica
productora de lienzos en sociedad con Mariano Antezana, comerciante de Cochabamba en
la Intendencia de Santa Cruz. Los nuevos socios manifestaron ante el escribano
público:
[...] por la presente otorgan que fundan y establecen la compañía en los términos
condiciones fama y manera siguiente: primeramente que el fondo de ella se debe
componer de la cantidad de 48 000 pesos introduciendo cada socio el capital de
20 400 pesos cuya cantidad a regir por mano del contenido de don Mariano
Antezana invirtiéndolos inicialmente en la compra y escogió los algodones en la
costa conduciéndolos a Cochabamba vendiéndose allí, bien sea en la propia
especie o bien después de reducidos a lienzos o tucuyos según mayor cuenta haga
y ofrezca el tiempo [...].37
Finalizada la guerra entre las monarquías, las transferencias crediticias de Moldes
se recuperaron, aunque no con la frecuencia que lo habría caracterizado años
previos. Juan Antonio Moldes hacia 1800, era un hombre veterano y más sedentario en
sus negocios, pese a realizar pocas operaciones crediticias, estas mantuvieron
montos semejantes a las anteriores, con intereses elevados y plazos fijos que
excedieron los 24 meses (véase gráfica 1).
GRÁFICA 1
MOVIMIENTOS EN LOS VOLÚMENES ACREDITADOS POR JUAN ANTONIO MOLDES (1767-1807) (PESOS REALES DEL OCHO)
Fuente: elaboración propia con base en créditos registrados en su tasación (1772),
Protocolos de Escribanos, letra M (1771-1800). AHS. Testamento, 1804, carpeta 8.
Biblioteca Atilio Cornejo.
Decidido a asegurar su fortuna, el futuro y la posición de sus herederos en la
comunidad salteña contemporánea, redactó su testamento en 1804 ante el escribano
José Rodríguez. En este documento manifestó los saldos de sus deudores (véase cuadro 5). Reconoció, además como débitos
incobrables aquellos préstamos que no fueron devueltos, los cuales adeudaban en su
conjunto 2 610 pesos.
CUADRO 5
DEUDORES DE MOLDES CONSIGNADOS EN SU TESTAMENTARIA, 1804
Deudor |
Residencia del deudor |
Monto (pesos) |
Francisco Javier Sanfis
|
Cádiz
|
13 693
|
Gerardo Posse
|
San Miguel de Tucumán
|
4 600
|
Antonio Martínez San Miguel
|
Buenos Aires
|
2 000
|
Antonio Martínez San Miguel
|
Buenos Aires
|
27 787
|
Antonio Chavarría
|
Buenos Aires
|
1 902
|
José María La Hora
|
Salta
|
900
|
Santiago Costas (párroco)
|
Salta
|
7
|
Mercedes Surlín
|
Salta
|
40
|
María Elena Toledo Gallo
|
Salta
|
70
|
Total, adeudado
|
51 000
|
|
Juan Antonio Moldes mantuvo vínculos mercantiles o familiares con la mayoría de sus
deudores consignados en su testamentaria. Encabeza la lista Francisco Javier Sanfis,
hombre que se encargó de remitir productos desde Cádiz a Moldes para surtir su
tienda en la plaza salteña.38 En
segundo lugar, Gerardo Posse, reconocido comerciante y transportista tucumano (Bolsi, 2013) le administró dinero al prestamista
salteño en Buenos Aires.39
Antonio Martínez San Miguel, quien figura con un total adeudado de 29 000 pesos, se
emparentó con Juan Antonio Moldes al casarse con su hija, Josefa Moldes. Antonio
Chavarría, a quien podemos considerar como uno de los “nuevos actores” salteños de
principios del siglo xix, también se vinculó matrimonialmente con una hija
de la familia Moldes, Manuela Moldes fue la elegida como su consorte. El matrimonio
con las jóvenes hijas de su acreedor permitió a los dos comerciantes peninsulares
posicionarse en la sociedad coetánea y administrar las transacciones crediticias de
su suegro en la capital del virreinato del Río de la Plata.
La fortuna que construyó a lo largo de su vida fue dividida en tercios y repartida
entre sus hijos, según consta en testamento. Falleció el 16 de mayo de 1807 a los 66
años, momentos antes de que la monarquía –a la cual juró fidelidad “manifestando
siempre los sentimientos más sinceros de un fiel vasallo y buen servidor del rey–
implosionara y entrara en crisis.40
Sus descendientes vivieron una nueva etapa política, algunos de ellos abrazaron la
causa revolucionaria y tuvieron finales trágicos, como José Moldes, otros quedaron
sumidos en las facciosas luchas que envolvió a la ciudad de Salta tras la revolución
de 1810, ninguno continuó los negocios de su padre, sus hijas emparentadas con
comerciantes españoles experimentaron las disquisiciones de los empréstitos forzosos
impuestos por los flamantes Estados para mantener económicamente la causa
revolucionaria.