América Latina en la historia económica | Jan-Apr, 2019 | vol. 25, núm. 3 | pp. e951 | ISSN: 1405-2253 | eISSN: 2007-3496 |
DOI:
10.18232/alhe.951
Crisis económicas en una economía pequeña y abierta: Ecuador,
1900-1999
Economic Crisis in a Small Open Economy: Ecuador,
1900-1999
Julio Oleas1, ORCID: 0000-0002-1368-4638
[1
]
Instituto de Altos Estudios Nacionales,
Quito, Ecuador.
Resumen
Resumen. Se analiza siete crisis económicas ocurridas entre 1900 y 1999. Se
considera tres momentos, correspondientes a tres etapas del capitalismo en el
siglo XX: la de la hegemonía de la Gran Bretaña y el patrón oro; la de la
hegemonía de Estados Unidos y el patrón monetario del sistema de Bretton Woods,
y, la de la globalización financiera, en las décadas finales del siglo. Se
identifican las causas de las crisis y la forma de resolverlas (rupturistas o
continuistas). Este trabajo podría servir de punto de partida para una
investigación profunda y sistemática.
Abstract
Analysis of seven Ecuadorean economic crisis, from 1900 to 1999. We
assume three terms, belonging to three phases of 20th Century
capitalism: The Gold Standard and Great Britain hegemony, Bretton Woods and US
hegemony, and globalization during the latest decades of the 20th
Century. In each term we identify the crisis causes and the way they were solved
(continuist or rupture). This research could be a beginning of a more deep and
accurate research.
Palabras Clave: capitalismo; dependencia; crisis; patrón oro; Bretton Woods;
globalización.
Key Words: capitalism; dependency; crisis; gold standard; Bretton Woods;
globalization.
Clasificación JEL: N16; N46.
Fecha de recibido: 12 de 1, 2018.
Fecha de aceptado: 24 de 7, 2018.
Fecha de publicado: 16 de 1, 2019.
Introducción: crecimiento, crisis y macroeconomía
En América Latina los ciclos de crecimiento económico por lo general terminan en
eventos de crisis –etapas de inflexión o transición– que dificultan el
avance hacia el desarrollo.1 Esto se traduce en volatilidad, causada por los ciclos
del comercio internacional, cambios demográficos o tecnológicos y flujos de capital.
Perfiles de inserción internacional basados en recursos naturales “expuestos a
cambios muy bruscos, tanto de oferta como de demanda, han mostrado una volatilidad
de precios muy alta” (Bértola y Ocampo, 2013, p.
33) que, conjugados con canastas de exportación poco
diversificadas, complican la gestión macroeconómica y la capacidad de adaptación al
cambiante escenario mundial. Flujos internacionales de capital procíclicos provocan
una volatilidad mayor a la que sería de esperar (Bértola y Ocampo, 2013).
En la región estas coyunturas transicionales y su sobrevolatilidad han sido objeto
prioritario de estudio. H. W. Singer (1950)
asevera que el comercio internacional “es de importancia muy considerable […] y los
beneficios que ellos [los países subdesarrollados] obtienen del comercio y cualquier
variación de este afectan profundamente su ingreso nacional” (p. 473). Urquidi y Thorp (1976) afirman que “las
relaciones externas han constituido un problema esencial del desarrollo económico
latinoamericano” (p. 11). Salgado (1978),
economista ecuatoriano de raigambre cepalina, argumenta que “hasta ahora todas las
posibilidades de expansión de la economía [ecuatoriana] han dependido de [las]
exportaciones. Ellas significan movimiento y dinamismo. Son como las velas de un
navío que se hinchan con los vientos del mundo para impulsar el casco. Este, sin
ellas, podría flotar, pero no avanzar” (pp. 26-27). Bértola y Ocampo (2013) puntualizan que las “crisis se producen por
fuertes caídas de las exportaciones en medio de coyunturas internacionales críticas
[…] que generan fuertes deterioros de los precios de productos básicos y se
traducen, a su vez, en saldos negativos de las balanzas comerciales” (p. 37).
De acuerdo con Reinhart y Rogoff (2009), Bértola y Ocampo (2013) aceptan que las crisis
pueden ser cambiarias, de deuda externa o bancarias (p. 36), lo que refiere al
síntoma (la devaluación, el default de pagos o el pánico bancario)
y no a sus causas originarias, y supone la pérdida temporal del equilibrio –la
situación normal de la economía, según el pensamiento tradicional. ¿Cuán intensos
deben ser los eventos naturales o políticos que alteran ese supuesto equilibrio,
para considerarlos constitutivos de una crisis, es decir, de una coyuntura en la que
se produce una inflexión macroeconómica?
Por su parte, la epistemóloga María L. Svampa
(2016) afirma que crisis es un concepto que ha sufrido
blanqueamiento semántico, es decir, la pérdida de connotaciones
precisas y “un amortiguamiento debido a la variedad de sus usos en el plano médico,
económico y político, entre otros” (p. 139). Reinhart Koselleck sugiere que en “un
espacio político secularizado, todas las tintas [de las crisis] se cargan sobre la
acción de los agentes políticos” (citado en Svampa
2016, p. 143). La voz crisis, en general ¿es “una experiencia que remite
a la unicidad o a la repetición”? En el primer caso, “implicaría […] un tono más
dramático, que ilustra una situación luego de la cual nada volverá a ser igual” –un
resultado rupturista. En el segundo, el tiempo histórico sería circular –un
resultado continuista (Svampa, 2016, p.
145).
Fuera de la tradición de la economía del equilibrio se afirma que el capitalismo
depende de las crisis y que, en consecuencia, no serían situaciones excepcionales.
James O’Connor (1988) precisa esta idea
proponiendo que las crisis operan como un mecanismo económico disciplinario,
aprovechadas por el capital para reestructurarse y restaurar su capacidad de
acumulación y explotación del trabajo.2 Serían, entonces, consustanciales a este modo de
producción.
Esta investigación analiza varias crisis ocurridas en el siglo xx, agrupadas
en tres etapas: la del capitalismo del patrón oro (hasta 1932), la del capitalismo
de Bretton Woods (décadas de 1940 hasta 1980), y la del capitalismo especulativo
(décadas de finales del siglo xx), con el objetivo de caracterizar esos
eventos de crisis, considerándolos como coyunturas transicionales –rupturistas o
continuistas.
Estas reflexiones conducen a una tercera deliberación. Para la macroeconomía
convencional la crisis es el resultado del debilitamiento de la demanda agregada
asociada a situaciones de alto desempleo involuntario. Esto ocurre en economías con
profundos y variados mercados internos, como los de los países capitalistas
centrales. Este supuesto no es tan realista en la mayoría de países en desarrollo.
En el caso de Ecuador, la conformación de los mercados internos ha sido un difícil
proceso que todavía no habría concluido. Los factores determinantes del proceso de
crecimiento no han sido los relativos al consumo interno, sino los relacionados al
sector externo, como sugiere la elegante alegoría de Germánico Salgado. En este
sentido, el Ecuador del siglo xx bien puede caracterizarse como un país que
atravesó sucesivos auges de monoexportación alterados por crisis cambiarias,
tecnológicas, fiscales o especulativas, que también afectaron al consumo interno y
que no en todos los casos se resolvieron mediante transiciones rupturistas.
El patrón oro y las crisis cambiarias
En la era del patrón oro la moneda de un país podía ser canjeada por oro (amonedado o
en barras) o por giros-oro (por lo general sobre Londres o Nueva York), a una
relación de cambio previa fija. Este patrón fue instituido en Ecuador, por primera
vez, mediante un acuerdo de caballeros negociado en Guayaquil en 1897, ratificado
mediante la promulgación de la ley de monedas del 4 de noviembre de 1898 (Carbo, 1978, p. 51). Este sistema cambiario
estuvo vigente hasta julio de 1914, y su finalización es materia del primer evento
de crisis analizado.
Con la revolución Juliana (1925), y tras una década de moratoria y medio siglo de
libertad bancaria, en 1927 se fundó el Banco Central del Ecuador (bce),
como una caja de conversión que reinstauró un patrón oro de cambio. Por ley el
bce debía mantener una paridad cambiaria fija, a razón de cinco sucres
por dólar oro que, en la Gran Depresión, condujo al país a una aguda crisis
deflacionaria, materia del segundo evento analizado.
El fin del primer patrón oro y la moratoria de 1914
Entre 1890 y 1920 Ecuador experimentó un extraordinario auge económico liderado por
la exportación de cacao. En 1894 produjo 28.3% de la producción mundial, pero para
1903 “la cosecha ecuatoriana representaba apenas 18.3%” (Alexander, 1992, p. 124). Al cambiar el siglo, Brasil y
San Tomé eran los dos principales competidores del cacao ecuatoriano en un mercado
mundial controlado por los centros de demanda y sus entidades financieras.
Como piedra angular de este auge, el 29 de noviembre de 1897 se firmó un acuerdo
entre exportadores, importadores y banqueros, que fijó el tipo de cambio en diez
sucres por libra esterlina. El Banco de Inglaterra era el centro de la gestión del
sistema monetario internacional de esa época. Entre 1900 y 1913 el público confió en
el patrón oro administrado por los bancos guayaquileños. La estabilidad cambiaria
ayudó a regular la balanza comercial: entre el 1 de enero de 1900 y el 31 de
diciembre de 1913 se importaron 18 300 000 sucres oro –correspondientes en su
mayoría a ingresos por exportaciones de cacao– y se exportaron 12 100 000 –para
pagar importaciones de todo tipo (Oleas, 2004, p.
433). El auge cacaotero impulsó una tasa anual de crecimiento del
pib estimada en cinco por ciento.3
Al estallar la primera gran guerra europea, el 28 de julio de 1914, el Banco de
Inglaterra suspendió la convertibilidad de la libra esterlina. Esto interrumpió el
comercio internacional y marcó el inicio de la crisis. Tras la interrupción de los
circuitos comerciales, la agresiva propagación de las plagas en las plantaciones
ecuatorianas (escoba de bruja y monilia) provocó el colapso del ciclo del cacao.
En medio de la especulación y la incertidumbre, mediante decreto ejecutivo del 6 de
agosto de 1914, menos de diez días después de iniciada la guerra, el presidente
Plaza suspendió “el cambio de billetes con oro, en los bancos de toda la República,
por el término de treinta días, a fin de evitar los fraudes en la exportación de
oro”; también prohibió “toda nueva emisión de billetes” y la exportación de oro
(Carbo, 1978, p. 71). El gobierno respaldó
los billetes de los bancos de emisión, pero se les prohibió hacer nuevas
emisiones.4
Este decreto fue llamado Ley Moratoria, ratificada por el Congreso el 30 de agosto de
1914, prorrogada “mientras puedan normalizarse las operaciones bancarias y de
importación y exportación” (Carbo, 1978, p.
72). El Congreso confirmó el decreto de Plaza hasta cuando se normalizase el
comercio exterior, con lo que una moratoria que inicialmente debía durar 30 días
terminó extendiéndose por más de una década.
La crisis comercial fue atenuada con la garantía pública a los billetes emitidos por
las entidades privadas. Pero luego de la moratoria cambiaria los bancos reaccionaron
según sus propios intereses. El Banco del Ecuador siguió convirtiendo sus billetes
por oro, aduciendo que la ley no prohibía canjear billetes, sólo los autorizaba a no
hacerlo. El Banco Comercial y Agrícola, con una cartera de clientes distinta, se
convirtió en el principal agente financiero de los gobiernos de la bancocracia.5
Entre 1914 y 1925 el crecimiento de los precios experimentó una variación absoluta de
145%. La población se empobreció y la protesta social recrudeció, pero fue reprimida
con dureza.6 La política fiscal de
los gobiernos liberales y a la expansión de la oferta monetaria de los bancos de
emisión agravaron las consecuencias de la crisis. En 1925, antes de la revolución
Juliana, el Banco Comercial y Agrícola emitió 71.5% del valor total de los billetes
en circulación, con un respaldo oro de 14%. Desde el inicio de la moratoria el total
de la circulación monetaria se triplicó; en el caso de la emisión del Comercial y
Agrícola, era prácticamente fiduciaria (véase cuadro
1).
CUADRO 1
BILLETES EN CIRCULACIÓN, RESERVAS ORO Y DEUDA PÚBLICA, 1913-1925
(MILES DE SUCRES CORRIENTES)
|
1913 |
1914 |
1915 |
1917 |
1920 |
1923b |
1925b |
Billetes en circulación
|
10 040.1
|
10 897.1
|
11 855.7
|
18 399.9
|
22 455.9
|
29 633.2
|
36 082.6
|
Banco del Ecuador
|
3 838.9
|
2 438.9
|
1 554.4
|
1 544.4
|
3 882.4
|
1 381.8
|
2 996.2
|
Banco Comercial y Agrícola
|
4 321.2
|
6 217.6
|
7 406.6
|
13 337.0
|
13 082.8
|
21 481.5
|
25 790.4
|
Banco del Pichincha
|
1 880.0
|
1 848.8
|
2 468.8
|
3 007.0
|
4 423.4
|
5 445.4
|
5 803.0
|
Banco del Azuay
|
s. d.
|
391.9
|
426.0
|
511.6
|
1 067.3
|
1 324.5
|
1 493.0
|
Reservas oroa |
49.0
|
45.0
|
60.0
|
42.0
|
40.0
|
32.0
|
26.0
|
Banco del Ecuador
|
55.0
|
102.0
|
202.0
|
145.0
|
53.0
|
147.0
|
68.0
|
Banco Comercial y Agrícola
|
38.0
|
19.0
|
34.0
|
27.0
|
28.0
|
17.0
|
14.0
|
Banco del Pichincha
|
50.0
|
55.0
|
50.0
|
51.0
|
63.0
|
51.0
|
48.0
|
Banco del Azuay
|
s. d.
|
52.0
|
58.0
|
52.0
|
50.0
|
56.0
|
50.0
|
Deuda del gobierno
|
5 627.1
|
9 579.1
|
10 015.5
|
12 585.8
|
15 487.0
|
15 262.1
|
33 358.1
|
Banco del Ecuador
|
3 023.9
|
3 122.9
|
3 300.1
|
3 752.5
|
4 597.0
|
3 352.5
|
6 095.6
|
Banco Comercial y Agrícola
|
2 409.0
|
6 247.9
|
6 715.4
|
7 712.9
|
9 636.3
|
11 909.6
|
27 262.5
|
Banco del Pichincha
|
194.2
|
208.2
|
s. d.
|
1 120.4
|
1 253.7
|
s. d.
|
s. d.
|
El valor de las exportaciones de cacao se redujo de casi 10 000 000 de dólares en
1915 a 5 500 000 en 1926 (Alexander, 1992, p.
128). Para contrarrestar esta tendencia se devaluó la moneda,
levemente hasta 1918 y más rápidamente entre 1920 y 1924. Esta decisión permitió
mantener en sucres los ingresos de los exportadores, pero contribuyó a incrementar
los precios y trasladó el costo de la crisis a la población (Oleas, 2004, p. 439). A pesar del encarecimiento de las
importaciones, las reservas oro de los bancos de emisión bajaron de 60 a 26% en
relación con los billetes en circulación y la deuda del gobierno con los bancos
guayaquileños subió de 10 000 000 de sucres a más de 33 000 000 (véase cuadro 1).
Esta crisis rompió la estabilidad cambiaria proporcionada por el patrón oro, y se
prolongó más de una década, hasta el 23 de junio de 1926, cuando se prohibió a los
bancos particulares emitir nuevos billetes y se transfirió el oro y la plata que los
respaldaban a la Caja Central de Emisión y Amortización (Oleas, 1995, p. 10). Un año antes, el 9 de julio de 1925,
varios militares constituyeron una junta militar de gobierno que transfirió el poder
a otra junta provisional que creó la Caja Central de Emisión y Amortización, entidad
predecesora del Banco Central del Ecuador (bce), encargada de retirar de
circulación los billetes emitidos por los bancos comerciales y de preparar el camino
para monopolizar la emisión monetaria y centralizar el mercado cambiario.7
El segundo patrón oro y la crisis deflacionaria de 1927-1931
El bce se fundó el 10 de agosto de 1927. Edwin Walter Kemmerer recomendó
establecer una entidad autónoma de derecho privado, cuyo objetivo central sería
velar por la estabilidad cambiaria. Durante 52 meses este banco operó como una caja
de conversión: el valor del sucre se fijó en 0.300933 gramos de oro fino,
equivalente a una quinta parte del dólar oro de la época. Con este respaldo metálico
se asumió un tipo de cambio fijo de cinco sucres por dólar.8
En condiciones externas adversas, la rigidez cambiaria de la regla de conversión
produjo estancamiento del sistema productivo y deflación general de precios. Al
finalizar 1931 la oferta monetaria bajó a un mínimo de 37 000 000 de sucres, es
decir, una reducción absoluta del circulante equivalente a 43%, en relación con el
saldo de la oferta monetaria de 1927, año inicial de operaciones del bce
(véase cuadro 2). El índice de precios al
consumidor tuvo tasas decrecientes en 1927-1928 y en 1930-1932, llegando en 1931 a
registrar una deflación de 25.8 por ciento.
CUADRO 2.
INDICADORES ECONÓMICOS 1927-1937
|
Balanza comerciala |
M1b |
Reservas orob |
Índice de precios |
Variación anual IP |
1927
|
7 809
|
65
|
44
|
169.7
|
-6.9
|
1928
|
3 150
|
65
|
38
|
138.9
|
-18.1
|
1929
|
193
|
57
|
35
|
144.3
|
3.9
|
1930
|
3 300
|
45
|
29
|
143.3
|
-0.7
|
1931
|
2 470
|
37
|
15
|
106.4
|
-25.8
|
1932
|
2 130
|
56
|
17
|
100.9
|
-5.2
|
1933
|
2 025
|
82
|
18
|
134.5
|
33.3
|
1934
|
2 511
|
103
|
27
|
185.6
|
38.0
|
1935
|
1 172
|
100
|
39
|
180.5
|
-2.7
|
1936
|
2 489
|
127
|
43
|
220.3
|
22.0
|
1937
|
2 093
|
138
|
39
|
264.1
|
19.9
|
Entre agosto de 1927 y enero de 1932 el bce se concentró en defender el tipo
de cambio (cinco sucres por dólar), a costa de la pérdida del control de la oferta
monetaria y de la reducción de las reservas internacionales, que llegaron a un saldo
mínimo de 15 000 000 de sucres en 1931, es decir 65.1% menos que el saldo registrado
el primer año de su operación. Esta crisis deflacionaria afectó a todos los sectores
económicos del país y se hizo insostenible cuando el Banco de Inglaterra decidió
suspender la convertibilidad de su moneda por oro el 21 de septiembre de 1931. Esto
ocasionó el congelamiento de cerca de 7 000 000 de sucres oro depositados por el
bce en ese banco. La reserva monetaria bajó a menos de 50% de la oferta
monetaria (Oleas, 1995, p. 16). Bajo esas
condiciones, si se decidía respetar la relación de respaldo legal, hubiera sido
necesario extraer más circulante, agravando la crisis deflacionaria.
Al mantener la regla cambiaria fijada por Kemmerer, el bce condujo al país a
la peor crisis recesiva de su historia. Cuando en enero de 1932 la reserva legal del
bce bajó a menos de 14 000 000 de sucres, el presidente encargado,
Baquerizo Moreno, promulgó varios decretos supremos que cambiaron las reglas
monetarias: el número 32, para restablecer la inconvertibilidad; el número 33, que
obligaba al bce a conceder al gobierno un préstamo por 15 000 000 de
sucres,9 y el número 34,
exonerando de tasas portuarias a las exportaciones. El más cuestionado de estos fue
el que ordenó conceder crédito al gobierno. Como el directorio del bce no
accedió de inmediato, el ejecutivo emitió un nuevo decreto, el número 56, ordenando
la intervención del instituto emisor. Esta crisis política se resolvió en Guachalá,
hacienda de propiedad de Neptalí Bonifaz (primer presidente del directorio del
bce y candidato a la presidencia de la república), morigerando los
requerimientos de Baquerizo. Pero este arreglo no evitó la especulación cambiaria,
que trató de controlarse con un nuevo decreto, el número 90 de abril de 1932, de
incautación de cambios, a una cotización oficial de 5.95 sucres por dólar, lo que
oficializó una devaluación de 19% respecto al tipo de cambio de la convertibilidad.
El bce fue autorizado a negociar giros sobre el exterior o, en caso de
escasez, a priorizar su uso.
Estos cambios de política rompieron con la independencia del bce y
terminaron definitivamente con el segundo patrón oro. Pero facilitaron la
recuperación del sector externo de la economía, lo que se reflejó en los saldos de
la balanza comercial y en las reservas oro, que experimentaron incrementos
constantes hasta 1936. Pero la oferta monetaria, que bajó a un mínimo de 37 000 000
de sucres en 1931, se cuadruplicó hasta 1937, impulsando el incremento de los
precios (véase cuadro 2).
Las crisis en la era de Bretton Woods
El orden internacional de la segunda posguerra obedeció a los designios de Estados
Unidos, lo que se expresó en los acuerdos de Bretton Woods que crearon el Fondo
Monetario Internacional (fmi) y el Banco Mundial (originalmente el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento [birf]), así como un nuevo
sistema monetario internacional basado en el dólar estadunidense con respaldo
oro.
Durante tres décadas se generalizó la idea de que la industrialización era la única
forma de alcanzar el desarrollo. En América Latina, la política de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (cepal) estuvo enfocada hacia ese
objetivo. Pero Ecuador, dada la situación de su economía al final de la década de
1940, recibió el consejo de incursionar en algún cultivo de exportación para generar
los niveles de acumulación de capital necesarios para, posteriormente, intentar su
industrialización, como ya la habían iniciado Brasil, Argentina, México, Colombia y
Chile, antes incluso de que la Cepal teorizara sobre esa estrategia. Ese
cultivo fue el banano, protagonista de un nuevo auge exportador interrumpido en 1965
por varios cambios promovidos por las empresas transnacionales estadunidense en
Centroamérica.
En el caso ecuatoriano la industrialización dirigida por el Estado se intensificó en
la década de 1970, gracias a un nuevo auge exportador que incrementó la dependencia
externa del país.10 En 1975, en
parte por el forcejeo de la dictadura de Rodríguez Lara con el consorcio
Texaco-Gulf, la principal empresa extractora de petróleo, y en parte por la presión
de los grupos importadores por lograr una mayor participación en la renta petrolera,
se produjo una nueva crisis. Ya terminado el auge petrolero, en la década perdida de
1980, ocurrió otro evento crítico (el quinto de este estudio), en el que confluyeron
factores políticos, estructurales y naturales.
Los cambios tecnológicos en el mercado mundial de banano
Al final de la década de 1940 se intensificó el cultivo de banano, aprovechando las
condiciones naturales de las planicies costeras, las capacidades instaladas dejadas
por el ciclo monoexportador del cacao y la bonanza externa de la segunda postguerra
europea. En 1955 Ecuador ya era el primer proveedor internacional, con una
participación de 20% de las exportaciones mundiales. Una década más tarde, en 1965,
se disponía de 175 361 hectáreas en producción, en 2 592 unidades agrícolas
distribuidas en todas las provincias de la Costa (Larrea, 1987).
La expansión del cultivo propició la propagación del mal de Panamá.11 El 90% de la fruta exportada era
vendida a ocho empresas, capaces de fijar los precios internos.12 Desde 1962 se exportó solo la mitad de la
producción, lo que contribuyó a que los exportadores mantuvieran deprimidos los
precios internos, incrementando su participación en el valor agregado total generado
en el proceso de producción-exportación. Así, en menos de dos décadas, Ecuador
setransformó en país bananero.
Durante las décadas de 1950 y 1960 el banano representó en promedio casi 50% de las
exportaciones totales. Hasta 1964, 60% de la fruta exportada se dirigió a Estados
Unidos, donde el producto ecuatoriano competía exitosamente con la fruta
centroamericana (Oleas, 2004, p. 450). En la
década de 1960 el mercado mundial experimentó una fuerte sobreoferta y las
exportaciones ecuatorianas retrocedieron. “Las ventas del Ecuador a Estados Unidos
se redujeron a la mitad entre 1964 y 1973, mientras en el caso europeo la
declinación fue menor” (Larrea, 1987, p.
56).
A esto se sumaron varios cambios tecnológicos en el mercado mundial. La United Fruit
introdujo el Cavendish, variedad de la fruta más resistente a las plagas y con una
productividad superior al Gros Michel. Ecuador producía esta última; era una planta
más alta, pero con un racimo menos voluminoso y más propensa a contraer la sigatoka
y el mal de Panamá. Si no se reconvertían las plantaciones a la nueva variedad, el
país quedaría fuera del mercado. Además, las transnacionales modificaron la
tecnología de transporte, de racimos a cajas de cartón, y establecieron estándares
fitosanitarios más exigentes. El Cavendish, desarrollado en Honduras por la United
Fruit, es una variedad inmune al mal de Panamá, tiene un tallo más pequeño y, sin
embargo, produce un racimo más grande.
El ministro de Fomento José Corsino contrató:
[…] con proveedores privados la compra de colinos cuyo transporte correría por
cuenta de ellos mismos hasta su entrega en Guayaquil. Según recuerdo, el costo
total de la negociación ascendía a unos 15 000 dólares y se trataba del viaje de
un avión DC-3. La operación se hizo con todo éxito y la propagación geométrica
de los colinos […] permitió la repoblación en un corto número de años. Esto es,
entre 1964 y 1966, el Ecuador se vio enfrentado al problema de tener que cambiar
sus plantaciones para mantenerse en la competencia y conservar su presencia como
líder en el mercado bananero mundial (Corsino,
1995, p. 66).
A pesar de la reacción de Corsino y de los bananeros, empeñados en la rápida
reconversión tecnológica de procesamiento de la fruta para su exportación y en la
reposición de las plantaciones con los colinos traídos de Honduras,13 en 1965 el déficit comercial subió
a 31 700 000 de dólares y el crecimiento de 1966 fue de apenas 2.4%. En 1965 el
valor de las exportaciones de banano cayó más de 25%, por primera vez desde 1946.
Entre 1965 y 1966 el precio de la fruta ecuatoriana fue el más bajo de la década y
el déficit comercial subió a casi 3% del pib (véase cuadro 3).
Esta crisis de cuenta corriente se superó gracias a la audacia de los productores,
auspiciados por un prestante funcionario público. El sector privado asumió el reto
reconvirtiendo las áreas productivas e invirtiendo en los cambios tecnológicos
requeridos por el mercado mundial. Entre 1965 y 1970 se erradicaron unas 70 000
hectáreas de Gros Michel, se sembraron 50 000 hectáreas de Cavendish, el país siguió
compitiendo y la política macroeconómica continuó bajo los mismos criterios
acordados para los países periféricos en el consenso de Bretton Woods. Pero las
ventas de banano a Estados Unidos bajaron de 524 000 toneladas métricas en 1964 a
274 000 Tm en 1973, y la Standard Fruit y United Fruit retomaron el liderazgo (Oleas, 2004, p. 452). Luego de 1966 el banano
siguió siendo el rubro de exportación más importante. Pero el esfuerzo no fue
suficiente. Los gobiernos de la segunda mitad de la década de 1960 –la junta
militar, Clemente Yerovi y José María Velasco Ibarra– sufrieron un creciente e
inusual déficit comercial provocado por los requerimientos de la inversión necesaria
para iniciar la era del petróleo (véase cuadro
3).
La enfermedad holandesa
Ecuador inició la exportación de petróleo en agosto de 1972.14 Aunque las expectativas nacionales eran muy
altas y positivas, las dificultades para aprovechar el nuevo auge fueron
considerables, dado el extraordinario cambio de magnitudes que significó el auge
petrolero para un país que no había modernizado la institucionalidad heredada de la
revolución Juliana.
CUADRO 3.
INDICADORES ECONÓMICOS 1962-1968
Indicadores económicos |
1962 |
1963 |
1964 |
1965 |
1966 |
1967 |
1968 |
Reserva monetaria internacionala |
32.0
|
41.0
|
45.0
|
34.0
|
45.0
|
54.0
|
41.0
|
Balanza comercialb |
19 141.0
|
20 684.0
|
-7 795.0
|
-31 675.0
|
-26 630.0
|
-48 174.0
|
-78 906.0
|
Tipo de cambio oficialc |
18.18
|
18.18
|
18.18
|
18.18
|
18.18
|
18.18
|
18.18
|
Tipo de cambio mercado libred |
22.73
|
20.60
|
18.59
|
18.73
|
19.75
|
20.22
|
21.70
|
Total ingresos del gobierno centrale |
1 426.0
|
1 340.0
|
1 718.0
|
1 991.0
|
2 274.0
|
2 708.0
|
2 703.0
|
Total egresos del gobierno centralf |
1 581.0
|
1 647.0
|
2 110.0
|
2 405.0
|
2 725.0
|
3 230.0
|
3 418.0
|
Cuasidinerog |
474
|
551
|
627
|
712
|
856
|
935
|
1 249
|
pibh |
44 769
|
45 712
|
49 098
|
50 706
|
51 945
|
55 512
|
57 749
|
Crecimiento del pib |
4.9
|
2.1
|
7.4
|
3.3
|
2.4
|
6.9
|
4.0
|
Variación anual del índice de precios al
consumidor
|
1.69
|
3.04
|
1.34
|
6.35
|
3.73
|
4.80
|
2.97
|
Con la nueva bonanza nadie pudo anticipar que, pocos meses después de iniciada, el
país sufriría una aguda crisis de la cuenta corriente, que alteró la política
económica y propició el relevo del gobierno militar. Esta crisis sirvió de punto de
partida para relajar el control del endeudamiento externo, congelar los salarios
hasta 1979 y endurecer la política laboral. El fácil financiamiento internacional
apalancado por la riqueza petrolera contribuyó a mantener la política industrial, a
pesar de la creciente carga que irrogaba a la cuenta corriente la importación de
materias primas. El petróleo también permitió sostener fijo el tipo de cambio en 25
sucres por dólar.
El auge petrolero marcó un hito en la historia económica de Ecuador. Cuando comenzó
la exportación de crudo, el barril se cotizaba en 2.8 dólares; este precio se
duplicó en 1973, se quintuplicó en 1974 y se estabilizó en 1975 en 14.3 dólares por
barril hasta 1978; en 1979 nuevamente escaló a 25.9 y una vez más, en 1980, a 39.5
dólares. Ni el gobierno ni el sector privado estuvieron preparados para absorber
este flujo de ingresos: las exportaciones de crudo pasaron de poco más de 1 000 000
de dólares en 1971 a 1 393 000 en 1980 (véase cuadro
4).
La absorción de la economía ecuatoriana, que se había mantenido por sobre el 100%
hasta 1972, debido al gasto de inversión requerido para iniciar la explotación
petrolera, bajó en 1973 a 88.1% debido a la incapacidad institucional para canalizar
las nuevas rentas y a la carencia de proyectos de desarrollo en los cuales se debía
“sembrar el petróleo”. Fue necesario que la Junta Nacional de Planificación
reformule la planificación nacional para ampliar y acelerar la industrialización,
recapitalizar al Banco Nacional de Fomento y a la Corporación Financiera Nacional,
crear nuevos mecanismos para la inversión privada, expandir los subsidios a la
población, crear empresas de economía mixta y preparar proyectos de inversión. Estos
cambios sólo comenzaron a concretarse desde el segundo semestre de 1974, con lo que
la absorción se recuperó a 99.4% y en 1975 sobrepasó el 100%, con tasas de inversión
superiores a 23% del pib, según requería la industrialización sustitutiva
(véase cuadro 5).
La balanza comercial, negativa desde 1964, se tornó superavitaria en 1972. Entre 1972
y 1974 las exportaciones fob de petróleo se multiplicaron por 2.45 veces
(véase cuadro 4) y, sin embargo, en 1975 el
déficit comercial regresó a las cuentas del sector externo y el saldo en cuenta
corriente nuevamente fue negativo. Ese año las exportaciones de petróleo
representaron 65.4% del valor total exportado, mientras que las importaciones de
materias primas representaron 39.8% y las de bienes de capital 47.5% del valor total
importado. El índice de apertura económica bordeó por primera vez 60% del
pib (véase cuadro 5).
La riqueza petrolera incentivó el crecimiento de la oferta monetaria. El medio
circulante pasó de 7 423 millones de sucres en 1972 a 15 539 millones en 1975. La
inflación se aceleró y, como al mismo tiempo el tipo de cambio se mantuvo fijo en 25
sucres por dólar, la apreciación del tipo de cambio real abarató las importaciones
(Oleas, 2013, pp. 54, 402).
CUADRO 4.
PETRÓLEO: PRODUCCIÓN Y EXPORTACIONES, 1970-1980
|
Petróleo crudo |
Derivados |
Participación producción
ecuatoriana en producción mundial |
Año |
Barriles por día |
Exportaciones anuales FOB (dólares x 1
000) |
Dólares/barril (promedio) |
Producción anual (barriles x 1
000) |
Exportacione s anuales FOB (dólares x 1
000) |
1970
|
4 055
|
0.90
|
s. d.
|
8 944.20
|
101
|
0.01
|
1971
|
3 711
|
1 154
|
s. d.
|
9 832.60
|
899
|
0.01
|
1972
|
63 646
|
59 452
|
2.80
|
10 289.50
|
448
|
0.12
|
1973
|
208 825
|
282 057
|
4.70
|
11 513.40
|
689
|
0.35
|
1974
|
178 450
|
692 769
|
15
|
12 849.90
|
3 951
|
0.30
|
1975
|
155 359
|
587 118
|
14.30
|
14 733.70
|
s. d.
|
0.27
|
1976
|
187 292
|
739 290
|
15.80
|
15 592.60
|
1 637
|
0.31
|
1977
|
183 567
|
702 280
|
17.90
|
16 467.40
|
15 827
|
0.29
|
1978
|
202 386
|
622 555
|
15
|
29 383.10
|
91 380
|
0.32
|
1979
|
210 084
|
1 036 212
|
25.90
|
31 768.80
|
145 418
|
0.31
|
1980
|
204 833
|
1 393 927
|
39.50
|
33 922.90
|
192 659
|
0.32
|
CUADRO 5.
INGRESO, ABSORCIÓN, EXPORTACIONES E IMPORTACIONES, 1970-1980 COMO
PORCENTAJE DEL PIB
|
1970 |
1971 |
1972 |
1973 |
1974 |
1975 |
1976 |
1977 |
1978 |
1979 |
1980 |
PIB
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
100
|
Absorción
|
113.8
|
116.8
|
102.1
|
88.1
|
99.4
|
106.3
|
103
|
108.8
|
108.6
|
107
|
110.1
|
Consumo
|
90.7
|
89.3
|
81.2
|
69.6
|
75.3
|
79.7
|
79.8
|
82.4
|
80.8
|
81.4
|
83.5
|
Inversión
|
21.6
|
25.7
|
18.4
|
16.6
|
19.8
|
23.1
|
21.5
|
23.3
|
24.7
|
23.4
|
23.7
|
∆ Existencias
|
1.5
|
1.8
|
2.5
|
1.9
|
4.3
|
3.4
|
1.7
|
3.2
|
3
|
2.2
|
2.9
|
I. Apertura
|
40.3
|
44.6
|
49.9
|
55.7
|
59.8
|
58.9
|
55
|
55.2
|
53.6
|
51.9
|
51.8
|
Exportaciones
|
13.2
|
13.9
|
23.9
|
33.8
|
30.2
|
26.2
|
26
|
23.2
|
22.5
|
22.4
|
20.9
|
Importaciones
|
27.1
|
30.7
|
26
|
21.9
|
29.6
|
32.7
|
29
|
32
|
31.1
|
29.5
|
30.9
|
Mientras tanto, la dictadura de Rodríguez Lara disputaba el control del sector
petrolero al consorcio Texaco-Gulf. El ministro de energía, contralmirante Gustavo
Jarrín Ampudia, propuso a la Corporación EstatalPetrolera Ecuatoriana
(cepe) comprar 51% de las acciones del consorcio. La Texaco-Gulf respondió
con un boicot: mientras en 1974 se extrajeron 178 450 barriles por día, el siguiente
año se extrajeron sólo 155 359 barriles por día, de manera que en 1975 las
exportaciones de crudo fueron más de 100 000 000 de dólares inferiores a las del año
previo y no se exportaron derivados (véase cuadro
4). Estos factores provocaron algo que parecía imposible: un déficit en
la cuenta corriente de 468 900 000 de dólares, equivalente a 10.9% del pib,
a escasos 42 meses de iniciadas las exportaciones de petróleo. En 1976 el déficit se
redujo a 5.9% del pib, pero el resto de la década siguió creciendo, a pesar
de que el precio del petróleo también siguió ascendiendo.
Para controlar el déficit comercial se establecieron depósitos previos para las
importaciones, se transfirieron bienes de la Lista I a la Lista II (en la que se
debía pagar un arancel adicional de 30% sobre el valor cif), y se prohibió
en forma temporal la importación de automóviles y otros bienes considerados no
esenciales (Decreto supremo número 738).15 Estas medidas, aplicadas con la primera intención de
controlar el déficit comercial, fueron presentadas como un punto de inflexión, para
profundizar la industrialización dirigida por el Estado. Pero fueron duramente
criticadas y la noche del 31 de agosto de 1975 el general Raúl González Alvear
intentó un golpe de Estado contra el general Rodríguez Lara. En esa fracasada
asonada murieron 22 personas, pero la retórica nacionalista quedó herida de
muerte.
Rodríguez Lara fue relevado por un consejo supremo de gobierno compuesto por otros
tres militares (12 de enero de 1976). Este consejo comenzó su gestión esterilizando
el decreto supremo número 738. También suspendió la vigencia del Comité de Crédito
Externo (decreto supremo número 1043, del 30 de diciembre de 1976). El sector
privado comenzó a cuestionar el intervencionismo público, conductor de la
industrialización. La presión empresarial logró el restablecimiento de la
representación corporativa de terratenientes, industriales, comerciantes y banqueros
en instituciones clave del Estado.
El nuevo gobierno se mostró más permisivo con las empresas petroleras extranjeras y
redujo el impuesto a la exportación de crudo. El salario mínimo fue congelado en 1
750 sucres, mientras la inflación se mantuvo sobre el 10% anual hasta el final de
esa década. También se flexibilizó la decisión 24 del acuerdo de Cartagena en el
tratamiento a la inversión extranjera de fuera del Pacto Andino.
A pesar de estos cambios, la resolución de la crisis de 1975 siguió una trayectoria
de continuidad, expresada en el sostenimiento del tipo de cambio. El déficit externo
persistió durante el resto de la década, hasta desembocar en una aguda y
generalizada crisis de deuda, de dimensiones regionales, que dio inicio a la década
perdida y, en Ecuador, al proceso de sucretización de la deuda externa privada en
1983.16
El terremoto de marzo de 1987
El gobierno de Febres Cordero (1984-1988) fue, en opinión de los expertos, ejecutor
del primer ajuste macroeconómico mediante un conjunto coherente de políticas
ortodoxas. En los primeros dos años aplicó una política de choque, según los
lineamientos del Fondo Monetario Internacional. El Plan de Estabilización Económica
iniciado el 4 de septiembre de 1984 dispuso reducir el gasto fiscal, contraer el
crédito a la banca privada y una vigilada expansión de la oferta monetaria, con el
fin controlar la inflación. La reforma a la Ley General de Bancos (agosto de 1985)
liberalizó las actividades bancarias y facilitó la concentración del capital
financiero.
El sucre se devaluó en dos ocasiones (a 96 sucres por dólar, en septiembre de 1984 y
43% adicional en noviembre de 1985). La Junta Monetaria del bce modificó a
su antojo las listas de importación para acelerar la apertura comercial y propiciar
que la mayoría de las transacciones internacionales se realice en el mercado libre
de cambios.
Este ajuste detuvo el crecimiento de la economía, pero anuló el déficit de cuenta
corriente, reduciéndolo a 13 000 000 de dólares. Se alcanzó un superávit comercial
de 1 205 millones de dólares, y un superávit de caja en el presupuesto general del
Estado de 22 000 000 de sucres (Oleas, 2013, p.
133), que no pudieron mantenerse debido a dos factores exógenos: a partir
de 1985 se produjo un significativo descenso de los precios del petróleo (véase
cuadro 6), y el 5 de marzo de 1987 se
interrumpió la exportación de crudo durante cinco meses, por consecuencia de dos
terremotos ocurridos en el Nororiente ecuatoriano.
CUADRO 6.
EXPORTACIONES DE PETRÓLOE Y DERIVADOS, 1984-1988
|
1984 |
1985 |
1986 |
1987 |
1988 |
Crudo
|
Volumena |
61.3
|
70.6
|
71.4
|
45.4
|
69.0
|
Valorb |
1 678.2
|
1 824.7
|
912.4
|
739.4
|
875.2
|
Dólares x barrilc |
27.4
|
25.9
|
12.8
|
16.3
|
12.7
|
Derivados
|
Volumena |
6.2
|
4.8
|
6.7
|
5.7
|
9.6
|
Valorb |
156.3
|
101.9
|
70.1
|
78.2
|
100.5
|
Dólares x barrilc |
25.2
|
21.0
|
10.5
|
13.7
|
10.5
|
Valor totalb |
1 834.5
|
1 926.6
|
982.5
|
817.6
|
975.7
|
En julio de 1986 el petróleo bajó a 8 dólares por barril y en enero de 1987 se
suspendió el pago de la deuda externa negociada dos años antes. Una vez más, el
descenso del precio internacional del principal producto de exportación sumió al
país en una nueva crisis de cuenta corriente, que se agravó con los terremotos de
marzo de 1987.17 El gobierno
declaró el estado de emergencia, se negoció con el Banco Mundial un préstamo de 80
000 000 de dólares para reconstruir la infraestructura petrolera y se recibió ayuda
de Nigeria, Venezuela y Colombia.
En esas circunstancias, la ortodoxia profesada por el equipo económico del gobierno
aconsejaba reducir el crédito para adaptarlo a las nuevas e inesperadas condiciones
de la producción. Meses antes de la catástrofe, Carlos Julio Emanuel (1985), gerente del bce, declaró que “se ha
implantado, desde enero de 1985, una política monetaria ortodoxa […] que permita que
la economía crezca de acuerdo a su potencial, sin que se generen presiones
inflacionarias” (p. 27). Pero, contradiciendo este canon económico, en 1987 la
oferta monetaria18 creció 32.3%,
mientras el pib se contrajo en 6%. El cuasidinero del sistema bancario
creció 46.3% y la inflación sólo subió a 32.5% anual (Oleas, 2013, p. 141). Pero las decisiones monetarias y
crediticias tomadas luego del terremoto almacenaron el combustible para que los
precios sigan subiendo.
El gobierno obligó al bce a emitir dinero en forma inorgánica, con lo que 21
meses después del terremoto la variación anual del índice de precios alcanzó un
inédito 75.6%. La expansión monetaria provocó inflación, vació la reserva monetaria
internacional y el déficit del sector público no financiero subió hasta 4.1% del
pib (Oleas, 2013, pp. 144,
414).
Luego del terremoto la ortodoxia se transformó en clientelismo. Es decir, la crisis
provocada por el terremoto interrumpió –rompió temporalmente– la cadencia de ajustes
ortodoxos iniciados en 1982 por el presidente Hurtado y continuados durante los
gobiernos de Borja y Durán Ballén. El déficit fiscal se disparó hasta 10% del
pib, con Febres Cordero dedicado a promover obras públicas, en especial
en Guayaquil y su zona de influencia. El crédito neto a los bancos privados se
contrajo en 28 527 millones de sucres, mientras que el bce concedió al
gobierno créditos por 16 000 millones de sucres, con lo que el crédito neto al
sector público se incrementó en 18 136 millones de sucres (Oleas, 2013, p. 144).
En agosto de 1988 la reserva monetaria internacional registró un saldo negativo de
330 000 000 de dólares y la inflación cerró el periodo de gobierno en 66% anual. La
liberalización cambiaria fue revertida, mientras el nerviosismo y la especulación
ampliaron a 109% la diferencia entre el tipo de cambio de intervención y el de
mercado libre (Oleas, 2013, p. 145).
Crisis especulativas de fines del siglo xx
La década final del siglo xx presenció el avance incontenible de la segunda
ola de globalización del capital. En 1989 varios economistas propusieron diez
recomendaciones de política económica para países en desarrollo compendiadas por
John Williamson en lo que al poco tiempo se llamó el Consenso de Washington. En
noviembre de ese año cayó el muro de Berlín y, con la disolución de la URSS
(diciembre de 1991), terminó la Guerra Fría. Francis Fukuyama (1992) proclamó el fin de la historia, una nueva etapa en la
que la democracia liberal prevalecería en el mundo entero.
Tras una década de intermitentes ajustes recesivos, en Ecuador el tipo de cambio
(sucres por dólar) se había convertido en la variable económica más importante,
persistía una inflación de dos dígitos altos, la deuda externa seguía siendo un
problema grave y estaban pendientes todas las “reformas de segunda generación”
aconsejadas por el Consenso de Washington, salvo la desgravación arancelaria y la
liberalización del mercado de trabajo emprendidas al final del gobierno de Borja.
Mientras en la economía las “expectativas racionales” parecían explicarlo todo, la
política nacional comenzó a derivar hacia un estado de anomia provocado por los
efectos sociales de los sucesivos paquetazos y por la creciente distancia que
separaba a la gente común de mandatarios cada vez mejor cooptados por los grupos
económicos dominantes.
Expectativas y especulación son como las dos caras de una misma moneda, y se
encuentran en el centro de los frecuentes eventos críticos de fines del siglo
xx. Este trabajo aborda dos de ellos. El primero, ocurrido en 1992, a
la luz del proceso eleccionario que llevó a la presidencia de la república a Sixto
Durán Ballén. Este evento configuró las pautas fundamentales de los frecuentes
ataques especulativos ocurridos en esa década, facilitados por la mecánica de ajuste
macroeconómico, que relacionaba al tipo de cambio con la tasa de interés (interna e
internacional) y con la inflación (interna e internacional). El segundo se incubó
con más lentitud, desde la reforma a la Ley de Régimen Monetario que entró en vigor
“por el ministerio de la ley”, al final del mandato de Borja; dio su primera
advertencia entre 1995 y 1996, cuando quebró el Banco Continental, y finalmente se
transformó en la más aguda crisis económica y financiera de la azarosa historia
económica ecuatoriana.
El ataque a la reserva internacional en las elecciones de 1992
En 1992 Ecuador vivió una intensa y costosa campaña electoral que enfrentó a dos
partidos de derecha. La campaña alteró las expectativas sobre la cotización futura
del dólar, la variable más importante para empresarios, exportadores e importadores.
A pesar de una década de ajustes la inflación era de dos dígitos altos; la deuda
externa creció, en parte porque se la dejó de pagar desde enero de 1987, y en parte
porque Borja nunca llegó a un acuerdo con los acreedores. El gobierno saliente se
había esforzado en fortalecer el sector externo, gracias a un nuevo repunte del
precio del petróleo, lo que se expresó en un cómodo stock de
reservas internacionales.19 Todos
esperaban un nuevo ajuste macroeconómico, quienquiera que ganase las
elecciones.20
En medio de la campaña, según un vocero oficial del Banco de Guayaquil, el sistema
financiero adolecía de “marcada iliquidez” debido a que a fines de junio el gobierno
retiró unos 30 000 millones de sucres de la banca privada y los depositó en el
bce. Ese banquero también señaló que existía un “sobre
stock de importaciones [para anticiparse a] una futura
devaluación que tendrá que hacer el nuevo gobierno [y que al mismo tiempo] el
exportador está tratando de retrasar sus exportaciones o disminuir sus anticipos a
futuras exportaciones previendo una mejor liquidez producto de una devaluación
futura”.21
Como todos esperaban la devaluación, quienes podían comenzaron a comprar dólares. El
bce sabía que algunos bancos se habían dedicado a especular contra el
sucre, lo que provocó una escalada de la tasa de interés interbancaria a 110%,
mientras el gobierno saliente trataba de mantener la cotización de la divisa. Varias
entidades privadas se desencajaron. El gobierno había logrado que la reserva
monetaria internacional subiera de 103 000 000 de dólares en enero de 1990 (menos de
un mes de importaciones) a 760 000 000 de dólares en diciembre de 1991 (cuatro y
medio meses de importaciones).
Mientras se desarrollaba la campaña electoral, la especulación cambiaria drenó de la
reserva monetaria internacional más de 420 000 000 de dólares y, para agosto de
1992, esta se había reducido a 224 000 000 de dólares, es decir, menos de mes y
medio de importaciones (Oleas, 2013, p. 195).
Durán ganó las elecciones con 57.9% de los votos válidos y el 3 de septiembre de
1992 ejecutó un ajuste sin precedentes. Se decretó una macrodevaluación monetaria,
se redujo el gasto fiscal y elevó las tarifas de varios servicios públicos y de los
combustibles. El ajuste frenó la inflación, pero detuvo el crecimiento, promovió el
ingreso de capitales golondrina que hicieron más difícil la estabilización
económica, y suscitó un ambiente especulativo y cortoplacista adverso a la inversión
productiva.
Este plan continuó el modelo de ajuste macroeconómico auspiciado por el fmi,
pero perfeccionándolo con un ancla cambiaria. El sucre se devaluó 35% en relación
con el dólar estadunidense, se modificó el sistema cambiario y en octubre el dólar
del bce se cotizó en 2 000 sucres para la compra y la venta, es decir 5.6%
más caro que en el mercado libre. Los importadores podían adquirir dólares a ese
precio en el mercado de intervención o en el mercado libre, pero a los exportadores
privados se les obligó a vender sus divisas al bce y a cambio recibían 85%
en efectivo (1 700 sucres) y 15% en un bono cambiario cero-cupón, a 180 días plazo,
denominado en dólares y de libre negociación (Oleas,
2013, pp. 201-202).
El gasto presupuestario del Estado se redujo en 70 000 millones de sucres, lo que
prácticamente eliminó el déficit del sector público no financiero. Se elevaron las
tarifas de energía eléctrica (120% en promedio) y los precios de los combustibles
(115% en promedio), y se creó el impuesto especial a los activos de las empresas
–vigente desde diciembre de 1992. Desde la visión ortodoxa, este ajuste pareció
exitoso, pues se cumplieron todos los objetivos propuestos (véase cuadro 7). Pero en 1993 el pib sólo
creció 2%, la tasa más baja desde 1987, el consumo final del gobierno se redujo 1.2%
y la inversión del gobierno bajó 11.3% (véase cuadro
8).
CUADRO 7.
RESUMEN DE RESULTADOS DEL PLAN MACROECONÓMICO, 1992-1993
|
1992 |
1993 |
|
Objetivo |
Resultado |
Inflación (a diciembre de cada año)
|
60%
|
30%
|
31%
|
Reserva monetaria internacional (millones de dólares
estadunidenses)
|
782
|
1 042
|
1 252
|
Déficit del sector público no financiero
|
-1.7%
|
-0.5%
|
-0.4%
|
Crédito neto al sector público no financiero (millones
de sucres)
|
-1 182
|
-1 959
|
-2 034
|
Crecimiento del pib |
3.6%
|
2.2%
|
2.0%
|
Esta crisis especulativa, y el overshooting cambiario con el que se
la resolvió, tuvieron consecuencias de corto y de largo plazo. Aliviadas las
expectativas cambiarias, regresaron los capitales, se recuperó la reserva
internacional y se fortaleció la monetización de la economía. El dinero se volvió
endógeno, la inflación demoró dos años en bajar a 25% y la tasa de interés se tornó
muy inestable. Esto promovió las conductas especulativas de los empresarios y en
general inhibió la inversión productiva. También marcó el inicio de la dolarización
de los depósitos de los agentes económicos y una etapa de especulación contra el
tipo de cambio anunciado por el bce, que sólo terminó con la pérdida de la
política monetaria, el 9 de enero de 2000.
CUADRO 8.
PRINCIPALES VARIABLES MACROECONÓMICAS, 1991-1996 (MILLONES DE SUCRES DE
1995)
|
PIB
|
Consumo final
|
Formación bruta de capital fijo
|
Importaciones de bienes y servicios
|
Exportaciones de bienes y servicios
|
Índice de apertura
|
Años
|
Total
|
Per cápita
|
Administraciones públicas
|
Hogares
|
Administraciones públicas
|
Resto de agentes
|
1990
|
181 531
|
17 686
|
21 431
|
122 184
|
5 250
|
18 711
|
36 692
|
51 159
|
48.4
|
1991
|
190 638
|
18 153
|
20 950
|
125 264
|
4 996
|
21 606
|
42 551
|
56 523
|
52.0
|
1992
|
197 436
|
18 382
|
20 289
|
128 107
|
5 352
|
23 082
|
42 984
|
61 940
|
53.1
|
1993
|
201 447
|
18 345
|
20 036
|
131 332
|
4 746
|
23 996
|
43 309
|
64 552
|
53.5
|
1994
|
210 150
|
18 728
|
20 036
|
135 130
|
4 943
|
25 086
|
45 898
|
70 140
|
55.2
|
1995
|
215 074
|
18 767
|
20 416
|
138 104
|
4 800
|
26 817
|
50 417
|
73 629
|
57.7
|
1996
|
219 335
|
18 749
|
20 216
|
140 776
|
5 046
|
27 127
|
47 436
|
76 290
|
56.4
|
Tal vez el efecto más pernicioso de esta especulación fue el notorio cambio que
sufrieron las preferencias de los agentes económicos, enfrentados por la lógica del
ajuste con ancla cambiaria a especular en medio de un trilema (tipo de cambio, tasas
de interés nominales e inflación esperada) que se agudizó conforme tomaba cuerpo la
crisis final del siglo xx.
Crisis moral y comercial al final del siglo xx
La Ley General de Instituciones del Sistema Financiero (1994) garantizaba el libre
flujo de divisas y capitales, según lo prescribía el Consenso de Washington.22 En febrero de 1996 las autoridades
financieras constataron que, en tres meses, desde noviembre de 1995, habían salido
del Banco Continental 300 000 000 de dólares. El 20 de marzo la Junta Monetaria
autorizó un crédito subordinado por 121 700 000 de dólares para salvar al mismo
Banco Continental. Días más tarde la prensa especializada denunció que un aumento
del capital registrado en noviembre de 1995, por 42 300 000 de dólares, se había
contabilizado gracias a un crédito ficticio del Banco Continental Overseas de
Curaçao, con el que se había inflado el patrimonio de la matriz en Ecuador. Ambas
entidades, la de Ecuador y la de Curaçao, pertenecían al holding Conticorp. El
presidente del Banco Continental fue removido de su cargo el 16 de mayo y en junio
el bce constató que, en medio de juegos financieros y préstamos
subordinados, habían desaparecido más de 100 000 000 de dólares (Oleas, 2013, pp. 277-278).
Este evento puede considerarse como el inicio de la crisis financiera de finales del
siglo xx. Las autoridades económicas (Ministerio de Finanzas,
Superintendencia de Bancos, bce y juntas Bancaria y Monetaria) justificaron
su decisión en la necesidad de evitar el riesgo sistémico que provocó un efecto
dominó entre las entidades del sistema financiero. Pero al tomar esa decisión
inauguraron la fase de riesgo moral23 que en los próximos cinco años contribuiría a aniquilar la
mitad del sistema financiero nacional, a amputar la política monetaria y a
retrotraer el bienestar general de los ecuatorianos a condiciones similares a las de
1980.24
Este episodio mostró la penetración de los intereses privados en las decisiones de
las autoridades monetarias y financieras, y agravó la inestabilidad política
empezada cuando el vicepresidente Dahik, gestor intelectual de las reformas
promercado iniciadas diez años atrás, abandonó el país apresuradamente en octubre de
2015. El presidente electo en agosto de 1996, Abdalá Bucaram, fue derrocado a los
seis meses de asumir su cargo; le sucedió Fabián Alarcón, interino que durante 18
meses preparó un nuevo proceso electoral, en el que Jamil Mahuad ganó el balotaje a
Álvaro Noboa, con un estrecho 51.2% de los votos. Mahuad duró en su cargo otros 18
meses y fue depuesto en enero de 2000. Esta inestabilidad se desarrolló en forma
paralela a una incertidumbre jurídica que no pudo ser revertida ni por la masiva
reforma a la Constitución de 1979 elaborada en la Academia de Guerra de Sangolquí en
1998.
La Ley General de Instituciones del Sistema Financiero propició esta anómala
condición del mercado financiero y dio inicio a la dolarización del país (véase
cuadro 9). Este proceso se conjugó con
dos eventos exógenos: el fenómeno climático de El Niño de 1997-1998 y una aguda
disminución del precio de las materias primas exportadas por Ecuador, que indujeron
una nueva crisis de cuenta corriente.
Desde junio de 1997 El Niño provocó desajustes climáticos y pérdidas de vidas humanas
y económicas. El fenómeno afectó a 60% de la población ecuatoriana; entre octubre de
1997 y junio de 1998 fallecieron 292 personas por causas relacionadas con él,
desaparecieron otras 40 y 162 resultaron heridas. Los casos de malaria incrementaron
a 63% y los de cólera a 253%. Unos 2 547 km de carreteras principales, 5 975 km de
vías secundarias y 2 935 km de vías de tercer orden, así como muchos de sus puentes,
sufrieron daños directos e indirectos (Oleas, 2013,
pp. 315-316).
CUADRO 9.
DOLARIZACIÓN DE LA ECONOMÍA ECUATORIANA, 1990-1999. PORCENTAJE DEL
AGREGADO TOTAL CORRESPONDIENTE
Año
|
Fondos disponiblesa |
Cuasidineroa |
Ahorrob |
Créditoc |
1990
|
29.3
|
7.5
|
0.1
|
1.6
|
1991
|
30.4
|
7.6
|
0.3
|
3.0
|
1992
|
37.8
|
10.9
|
2.4
|
6.8
|
1993
|
32.0
|
12.6
|
4.5
|
13.5
|
1994
|
44.1
|
15.7
|
8.1
|
19.9
|
1995
|
59.2
|
24.3
|
18.5
|
28.3
|
1996
|
63.7
|
28.0
|
23.7
|
32.8
|
1997
|
63.1
|
36.9
|
33.6
|
44.7
|
1998
|
46.1
|
43.7
|
39.6
|
58.9
|
1999d |
60.1
|
59.3
|
56.1
|
66.5
|
En el sector productivo las pérdidas habrían alcanzado los 1 421 millones de dólares.
El lucro cesante habría sido de 8% del pib y las pérdidas en
infraestructura representaron 7% de la formación bruta de capital fijo nacional. El
impacto negativo en la balanza comercial se estimó en 721 000 000 de dólares, como
resultado de la combinación de una cantidad mayor de importaciones (420 000 000 de
dólares) con una menor de exportaciones (300 000 000 de dólares). Para reconstruir
los daños causados por el fenómeno se debía invertir unos 2 200 millones de dólares
(Oleas, 2013, p. 316).
En 1998 el precio promedio del crudo ecuatoriano descendió a 9.2 dólares por barril y
el volumen exportado se redujo 6.1%, debido a la necesidad de más combustible para
las plantas de termogeneración. La importación de derivados saltó de 6 600 000 de
barriles en 1996 a 15 300 000 en 1998. Mientras el precio del crudo ecuatoriano se
redujo 49% entre 1996 y 1998, el precio de los derivados sólo disminuyó 13.4%, con
el consiguiente impacto en la cuenta corriente (Oleas, 2013, pp. 309-313).
Ese año las exportaciones disminuyeron 3.2%. Con excepción del cacao, los precios
internacionales de los principales productos de exportación bajaron, así como sus
volúmenes exportados. Pero las importaciones de bienes y servicios crecieron 5.5%
debido a la necesidad de sustituir los productos alimenticios no cultivados por
causa de El Niño, y de materias primas y bienes de capital para la industria. Con la
crisis financiera de Asia los productos provenientes de esos países ganaron
competitividad. La agudización de la crisis económica en Rusia perjudicó las
exportaciones agrícolas de flores y banano. Con estas restricciones la cuenta
corriente alcanzó un déficit de 9.3% del pib, equivalente a 2 169 millones
de dólares, el más alto de la década final del siglo xx (véase cuadro 10).
CUADRO 10.
INDICADORES ECONÓMICOS SELECCIONADOS, 1995-1999
Indicadores económicos |
1995 |
1996 |
1997 |
1998 |
1999 |
piba |
2.3
|
2.0
|
3.4
|
0.4
|
-7.3
|
Saldo en cuenta corrientec |
-3.6
|
0.5
|
-3.0
|
-9.3
|
5.7
|
Exportacionesa |
5.0
|
3.6
|
4.3
|
-3.2
|
-0.4
|
Importacionesa |
2.3
|
2.0
|
3.4
|
0.4
|
-7,3
|
Reserva monetaria internacional b |
1 557
|
1 831
|
2 093
|
1 698
|
1 276
|
Deuda externac |
69.0
|
68.6
|
63.9
|
70.5
|
97.6
|
Sector público no financiero d |
-1.4
|
-3.1
|
-2.6
|
-6.0
|
-4.9
|
Ingresos petrolerosd |
7.4
|
8.2
|
6.4
|
4.6
|
7.6
|
Ingresos no petrolerosd |
15.1
|
13.6
|
15.8
|
15.6
|
16.8
|
Gasto corriented |
20.1
|
19.7
|
20.0
|
20.1
|
22.8
|
Tipo de cambioe |
26.9
|
23.1
|
22.3
|
49.8
|
175.6
|
Inflacióne |
22.8
|
25.5
|
30.7
|
43.4
|
60.7
|
Petróleof |
14.8
|
18.0
|
15.4
|
9.2
|
15.5
|
La dolarización de los agregados monetarios y de varios tipos de transacciones
comerciales redujo la efectividad de la política monetaria, limitó las opciones de
política cambiaria y exacerbó el riesgo cambiario de las entidades financieras,
dadas las condiciones de crisis interna e internacional. En 1999 la crisis
financiera, agravada por el feriado bancario,25 la anomia social promovida por la desidia del gobierno
y, sobre todo, el congelamiento de los depósitos en el sistema financiero y el
decrecimiento esperado de la producción, hicieron caer las importaciones por primera
vez en quince años. Los precios de los productos de exportación siguieron cayendo,
con excepción del petróleo, que subió a 15.5 dólares por barril, con lo que el año
final del siglo cerró con un superávit de cuenta corriente de 955 000 000 de
dólares.
En esta crisis los problemas de la cuenta corriente de 1998 fueron un factor menos
gravitante que la condición de los portafolios de los agentes económicos, tras casi
una década de paulatina sustitución de la moneda nacional (el sucre) por la moneda
estadunidense, en condiciones de libre movilidad de capitales. En este proceso, los
pasivos denominados en dólares llegaron a ser mucho más significativos que los
pasivos denominados en moneda nacional (véase cuadro
9). En estas condiciones, los agentes con deudas en dólares urgieron a
Mahuad a eliminar el riesgo cambiario. Dicho de otra manera, lo conminaron a
dolarizar unilateralmente la economía ecuatoriana, lo que en efecto ocurrió el 9 de
enero de 2000, provocando una de las más drásticas rupturas institucionales
registradas en la historia económica de Ecuador.
Conclusiones
Este artículo presenta un primer acercamiento al estudio de las crisis económicas de
Ecuador durante el siglo xx. Se trata de una aproximación descriptiva, con
el propósito de investigar los atributos generales de siete crisis, identificadas a
partir de una periodización histórica asumida ex ante. En esta
caracterización se ha constatado que cuatro de ellas han sido rupturistas y tres
continuistas. Queda para futuras –y extensas– investigaciones dilucidar, en el
dominio de la explicación histórica, los cambios que esas crisis pudieron haber
provocado en las fuerzas productivas y en las relaciones de producción de una
economía periférica como la ecuatoriana.
Se puede anticipar que las siete crisis revisadas en este artículo provocaron
intensos y persistentes efectos en la economía del país, en cuanto a distribución
del ingreso y retrocesos en la reducción de las brechas de desarrollo.
La periodicidad asumida parece adecuada. En el siglo xx se distinguen con
claridad tres etapas. En la primera se investigan dos eventos críticos
correspondientes a sendas crisis internacionales del patrón oro. En 1914 la
moratoria declarada por el Banco de Inglaterra, a raíz del inicio de la primera gran
guerra europea del siglo pasado, inició el fin del ciclo expansivo de exportación
del cacao. Luego, en 1931-1932, el colapso final del patrón oro, también detonado
por una nueva cesación de pagos del Banco de Inglaterra, que precipitó la
intervención del poder ejecutivo en el bce y el inicio de un primer ciclo
expansivo de la oferta monetaria bajo el monopolio de emisión ideado por E. W.
Kemmerer. Entre estas dos crisis se produjo el cambio de polaridad de la dependencia
ecuatoriana respecto del centro del sistema capitalista, desde el ya decadente eje
financiero de Londres hacia el emergente centro de Nueva York.
En la segunda etapa se analizan tres eventos críticos, todos relacionados con la
balanza de bienes. El de 1965 fue detonado por los cambios tecnológicos del mercado
mundial del banano impulsados por las transnacionales estadunidense. A partir de ese
año, y a pesar de la eficaz reacción empresarial, comenzó a declinar el ciclo
bananero, lo que se tradujo en un continuo déficit comercial. El de 1975 fue
desencadenado por el consorcio Texaco-Gulf, en su afán de boicotear la extracción de
petróleo, para oponerse al avance nacionalista de la dictadura militar. El de
1986-1987 fue provocado por el descenso del precio internacional del petróleo y el
terremoto de marzo de 1987. Esto doblegó la inicial ortodoxia del gobierno y
descubrió su carácter clientelar.
En la tercera etapa se examinan dos crisis en las que participó de manera
determinante la especulación financiera, favorecida por la tendencia hacia la
liberalización de las cuentas de capitales promovida por el Consenso de Washington.
La de 1992 consistió en un ataque especulativo contra la reserva internacional,
encabezado por el sector financiero. Esta crisis fue sofocada con la adopción de un
modelo de ajuste con ancla nominal (sobre el tipo de cambio).26 En la crisis final del siglo xx
concurrieron circunstancias comerciales, como la reducción de la oferta exportable y
el incremento de las importaciones –provocados ambos por El Niño–, el agudo descenso
de los precios del petróleo y otras materias primas exportadas por el país y, en
especial, el riesgo moral instaurado desde 1996. La alteración de las variables
macroeconómicas inducida por la forma de gestionar la crisis financiera fue
extraordinaria, al punto que en 1999 se revirtió el déficit comercial del año
previo, dado el represamiento de la demanda de importaciones y la relativa expansión
de las exportaciones, alentadas por la devaluación monetaria.
La mayoría de estas crisis produjo transiciones rupturistas en la gestión de la
política macroeconómica. Rápidas modificaciones de la política monetaria y cambiaria
ocurrieron en 1914, con la promulgación de la Ley Moratoria; en 1932, con el fin de
la convertibilidad administrada por el bce, y en 2000, con la dolarización
unilateral de la economía. La radical alteración de las políticas fiscal y monetaria
luego del terremoto de 1987, también se puede considerar una transición rupturista,
pues interrumpió el avance de las reformas neoconservadoras iniciadas en 1982, a
raíz de la crisis de la deuda externa.
Las tres crisis restantes produjeron transiciones continuistas. Si bien la crisis de
1965 marcó la fase final del auge bananero y el progresivo debilitamiento de la
estabilidad macroeconómica inaugurada en 1947, no alteró la lógica general de la
política macroeconómica. Así mismo, la fracasada asonada de agosto de 1975 no
perturbó en forma significativa la confianza desarrollista en la palanca petrolera,
pero aparecieron los primeros cuestionamientos al modelo cepalino y se ampliaron las
opciones de financiamiento externo. La más significativa de las transiciones
continuistas se dio tras la crisis especulativa de 1992, contrarrestada mediante el
overshooting cambiario de septiembre de ese año, que controló
temporalmente las expectativas devaluatorias y atenuó la inercia inflacionaria
desatada en 1987. En esta ocasión la lógica del ajuste macroeconómico se fortaleció
y perfeccionó.
A pesar del blanqueamiento semántico propuesto por Svampa (y de acuerdo con
Koselleck), el concepto crisis es adecuado para categorizar las alteraciones
macroeconómicas detalladas en este artículo. Más aún, el mismo recupera
significación si se lo adjetiva con nociones como cuenta corriente, especulación,
boicot o El Niño.
No parecen necesarios los criterios operativos que con base en la arbitraria
tipología cuantitativa de Reinhart y Rogoff
(2009) siguen Bértola y Ocampo
(2013). Desde una perspectiva de historia económica, el estudio de las
crisis tiene complejos contenidos y causalidades políticas, sociales y económicas.
O, dicho de otra manera, cada evento en particular puede concebirse dentro de
condiciones específicas de economía política que hacen preferible no circunscribirlo
dentro de márgenes cuantitativos (déficit de cuenta corriente como porcentaje del
pib, tasa de decrecimiento del pib).
El análisis de estas siete crisis remite, fatalmente, a una noción de proceso
histórico carente de teleología. Luego de cada evento crítico todo, o prácticamente
todo, aparenta volver a la normalidad. Las crisis estudiadas se resolvieron, en
forma paulatina mediante el reacomodo de los factores subyacentes, o mediante la
inesperada bonanza de un nuevo ciclo de auge exportador, o en forma violenta
mediante la modificación del régimen cambiario, o incluso mediante su
radicalización. Pero, los rasgos fundamentales de una estructura económica comandada
por las exportaciones de bienes primarios se resisten empecinadamente al cambio.
Esta resistencia destaca la importancia de los resultados del sector externo para la
normalidad macroeconómica del Ecuador del siglo xx. A diferencia de lo que
solía ocurrir en las economías del centro del sistema capitalista –al menos hasta la
década de 1980– donde las crisis macroeconómicas se originaban en alteraciones de la
demanda agregada, las crisis de la economía ecuatoriana se originaron en cambios de
las condiciones del sector externo. Esos cambios tuvieron su inicio en fluctuaciones
de la demanda de las exportaciones ecuatorianas, en el colapso de los regímenes
cambiarios, en cambios tecnológicos y desastres naturales, o en motivaciones
políticas y distributivas que alteraron las condiciones del intercambio
internacional. Parafraseando a Germánico Salgado
(1978, pp. 26-27), si por cualquiera de estos factores las exportaciones
dejaban de hinchar las velas del navío, el casco se detenía, iniciaba la deriva y
sobrevenía la crisis. Esta constatación remite a la necesidad de evaluar las
perspectivas teóricas desde las cuales se enfrentaron esas crisis. Es decir, a
identificar la matriz o matrices conceptuales desde las cuales se las conjuró, así
como a revisar la pedagogía económica relacionada a ellas. También queda pendiente
el análisis de las mecánicas disciplinarias y de los cambios en las fuerzas
productivas y en las relaciones de producción aprovechadas por el capital para
reestructurarse en los eventos de crisis. Lo que confirma el carácter exploratorio
de este trabajo.