Introducción
El estallido de la gran guerra produjo un cambio significativo en las fuentes de
financiamiento de Argentina. En los años previos a 1914, como producto de la mejora
en las condiciones de financiamiento y de la abundancia de capital externo, el
gobierno emprendió una serie de obras públicas, particularmente en ferrocarriles
hacia los territorios nacionales y obras de saneamiento en la ciudad de Buenos
Aires. Hacia 1914, los contratos firmados con destino a las obras sanitarias
alcanzaban los 40 000 000 de dólares y requerían un financiamiento de largo plazo
que las condiciones de los mercados europeos no hacían factible (Regalsky, 2002;
Vázquez, 1978). El gobierno intentó entonces una serie de negociaciones en Londres
al cabo de la cual sólo se pudieron conseguir 5 000 000 de libras (aproximadamente
20 000 000 de dólares). Este fue el contexto que dio lugar a la intervención de
un
nuevo interlocutor: los bancos de la plaza de Nueva York.
En la primera década del siglo xx, el mercado de Nueva York había tenido
escasa participación en los negocios de financiamiento público de los países
sudamericanos. Los pocos títulos de la región que cotizaban en dicha plaza eran
producto de que las principales firmas bancarias estadunidenses, City y Morgan,
se
habían asociado a sindicatos europeos, cuya conducción había estado generalmente
a
cargo de Baring Brothers. El gobierno argentino, acuciado por la imposibilidad
de
obtener el financiamiento necesario en Londres, inició negociaciones directas
con
bancos estadunidenses, que dieron lugar al primer préstamo de finales de 1914
con el
National City Bank. Esta operación fue sucedida por otras de creciente magnitud
entre 1915 y 1916, aunque siempre de corto plazo por la precariedad de la coyuntura
internacional. A fines de 1916 el nuevo gobierno de Yrigoyen comenzó a avizorar
la
posibilidad de consolidarlas en un empréstito a largo plazo, pero la oposición
en el
Congreso, en una primera instancia, y luego el cambio de condiciones del mercado
neoyorquino –con la entrada de Estados Unidos en el conflicto bélico– hicieron
imposible concretar ese proyecto. Fue a partir de la crisis de 1920 que volverían
a
darse las condiciones para que se planteara la obtención de nuevos fondos externos,
pero antes de eso, Argentina habría de terminar de reembolsar la última operación
de
crédito que mantenía, precisamente, con bancos de Inglaterra y Estados Unidos.
En este trabajo se busca revisar el derrotero seguido por estas negociaciones, y las
cambiantes relaciones que involucraron actores de ambos mercados –el neoyorquino
y
el londinense– con el objeto de contribuir a esclarecer este aspecto central del
impacto financiero y económico de la primera guerra mundial en Argentina, que
también pretende aportar a las discusiones sobre la historia de las relaciones
económicas argentino-estadunidenses, y la economía y finanzas del primer
radicalismo. Para ello, se pondrá especial atención a la incidencia de los agentes
financieros, y particularmente aquellos que ya operaban en Argentina en el periodo
previo, en un contexto en el cual las firmas de la plaza de Nueva York carecían
de
redes propias de contacto ya establecidas para introducirse en este nuevo medio.
El
trabajo se ha basado en la consulta de una serie de fuentes correspondientes a
las
esferas oficiales argentinas, así como a los círculos financieros de las plazas
involucradas (Londres, Nueva York), a los que se debe agregar el acceso a la
correspondencia del Archivo Baring Brothers durante este periodo.1
Estado de la cuestión
El impacto de la gran guerra en Argentina ha sido un tópico abordado en la
bibliografía más clásica. Muchos de los trabajos se han detenido en los aspectos
económicos, señalando por ejemplo los efectos que la conflagración europea provocó
en una economía abierta ante el repliegue del comercio internacional, los flujos
migratorios y las inversiones externas (Di Tella y
Zymelman, 1967; Ford,
1966).2
En los últimos años hubo un renovado interés por el tema, poniéndose el acento en
impacto social y cultural de la guerra en América Latina. Los trabajos de Stefan
Rinke (2017) buscan romper con las
periodizaciones que abarcan a la Gran Depresión y brindar una mirada global y/o
regional al impacto de la guerra en Latinoamérica. Otros, tomando como punto de
partida el desempeño de la opinión pública, echan luz sobre las afinidades
culturales e ideológicas con los diferentes países beligerantes y la función de
la
prensa durante la guerra (Tato, 2008).
En lo que concierne a la esfera económica, algunos de los trabajos más clásicos han
puesto el énfasis en los vínculos diplomáticos y comerciales durante la gran guerra.
Al respecto destacan los trabajos de Tulchin (1990) y Peterson (1964), que
abordan la política neutralista argentina durante la guerra, así como las presiones
diplomáticas y económicas que recibió el país por parte de Estados Unidos, Gran
Bretaña y Alemania.
En relación con la cuestión comercial, desde una mirada comparativa Albert (1988) confronta el caso argentino con el
de otros tres países latinoamericanos cuyas economías también se estructuraron
alrededor del modelo agroexportador. El autor plantea que los resultados inmediatos
del conflicto no implicaron un quiebre en la línea de desenvolvimiento económico
de
los países analizados ni tampoco en lo que hace a su dependencia respecto de Europa.
No obstante, desde su perspectiva, existió una ruptura al debilitarse la influencia
comercial germana y de la hegemonía británica y el avance de los intereses
estadunidenses, que continuaría durante la entreguerra en Latinoamérica. Sobre
la
relación comercial con Alemania y el Reino Unido, Gravil (1985) destaca el reforzamiento de los vínculos comerciales con
los aliados, así como el establecimiento de controles sobre el comercio con América
Latina. Por su parte Dehne (2009) analizó la
estrategia británica de instalar las listas negras contra los intereses comerciales
alemanes establecidos en Latinoamérica durante la contienda.
Respecto a la integración de los mercados financieros en el siglo xx y su
impacto en el crecimiento económico, (Díaz, 1975, p.
43) destaca que durante el periodo de la entreguerra se verificó una
consolidación del mercado de capitales en Argentina. Al mismo tiempo, señala que,
si
bien durante la conflagración, Argentina comenzó a desplazar sus vínculos hacia
el
mercado de Nueva York, el flujo de capitales no fue tan pujante como el generado
por
Gran Bretaña entre 1900 y 1913. Por su parte, Taylor propone que la desintegración
de los mercados mundiales fue una parte importante para explicar la retracción
de
las economías periféricas, puesto que el mercado de capitales local entre 1914
y
1939 fue débil (Taylor, 1997, p. 7).
Mientras que Díaz (1975) sostiene que la
confianza crediticia argentina no era muy diferente a la de Australia y Canadá
en
los años veinte, Taylor señala el limitado acceso que tuvo Argentina al mercado
de
Nueva York, lo cual lo lleva a postular que generó una caída en la acumulación
de
capital (Taylor, 1992). Della Paolera y Taylor (2003, p. 169) por su parte, afirman que,
en ausencia de ahorros externos, los menguantes déficits de la cuenta corriente
significaron que Argentina debió financiar la mayor parte de su inversión doméstica
con ahorro interno, sin que el sistema financiero local lograra responder
adecuadamente a tal desafío. Por el contrario, Nakamura y Zarazaga (1997, pp. 1, 3) sostienen que
durante la entreguerra Argentina se mantuvo firmemente integrada a los mercados
financieros internacionales y que incluso su integración fue mejor en la década
de
1920 que en el periodo previo a la guerra. Así, destacan que, si bien la colocación
de deuda en los mercados europeos fue difícil, la colocación en el mercado doméstico
y en Nueva York fue considerable (Nakamura y Zarazaga,
1997, p. 7). En un trabajo posterior Nakamura y Zarazaga
(2001) examinan las fallas de las finanzas
argentinas para llenar el vacío provocado por el declinamiento de Londres y del
sistema financiero mundial durante la entreguerra. Según los autores, esto fue
consecuencia del enorme peso adquirido por el Banco de la Nación Argentina, creando
un desequilibrio en la estructura financiera (Nakamura
y Zarazaga, 2001, p 3). Sostienen, al igual que Della
Paolera y Taylor (1999), que la declinación de
la banca privada en relación con el Banco de la Nación Argentina fue un componente
crucial en la mediocre respuesta de la economía argentina a los desafíos planteados
por la declinación británica (Nakamura y Zarazaga,
2001, p. 4).3
Las primeras investigaciones sobre el impacto que tuvo el desplazamiento del centro
financiero de Londres a Nueva York en el financiamiento argentino fueron realizadas
en la década de 1930 por Harold Peters (1934) y
Vernon Phelps (1938). Ambos autores destacaron
que las relaciones entre Estados Unidos y Argentina para el periodo previo a la
guerra eran casi insignificantes, aunque reconocían que antes de 1914 Estados
Unidos
había empezado ya a prestar atención al mercado argentino (Phelps, 1938). En su libro, Peters (1934) realiza un análisis pormenorizado de las emisiones en Estados
Unidos para el periodo 1914-1930, destacando el poco conocimiento que tenía el
inversor estadunidense de los mercados latinoamericanos –en especial de Argentina–
y
cómo el estallido de la primera guerra llevó a un cambio en la actitud de los
bancos
de Nueva York respecto de la región. Peters (1934) adjudica relevancia a la apertura de la primera sucursal del
National City Bank of New York, en Buenos Aires en 1914, y a la conformación del
South American Group, sindicato bancario que tenía por finalidad concentrar los
negocios financieros.
En la década de 1980 la historiografía económica volvió a centrar la atención en la
vinculación entre Estados Unidos y Latinoamérica. Stallings (1987, p. 64) plantea que los bancos estadunidenses
comenzaron a interesarse en Latinoamérica por la expansión del comercio y las
inversiones directas. Destaca que, antes de 1914, la legislación estadunidense
prohibía la apertura de sucursales bancarias fuera del país y cómo, con la remoción
de ese obstáculo a finales de 1914 –principalmente por los esfuerzos de Frank
Vandelip del National City Bank– comenzó el acercamiento entre Estados Unidos
y
Argentina.
Marichal (1989) analiza el auge de préstamos
estadunidenses a Latinoamérica en la década de 1920. Afirma que a pesar de que
los
bancos británicos siguieron manteniendo una actuación central en la región, se
sintieron amenazados por el surgimiento de rivales que trataron de minar la primacía
londinense.4 Previamente, destaca que los banqueros
de Estados Unidos habían avanzado de manera lenta pero progresiva formando parte
de
los principales sindicatos financieros internacionales que participaban en
empréstitos sudamericanos antes de 1914. Los principales bancos de Nueva York
como
el National City Bank o Nakamura & Co., reconocían que, a pesar de las
posibilidades de expandir sus negocios en la región, el público estadunidense
era
reacio, y que los banqueros europeos tenían mayor experiencia en ese campo (Marichal, 1989, pp. 171-172).
Sobre la participación de los merchant banks británicos en la
colocación de títulos de deuda externa en el mercado de Londres, se destacan los
trabajos de Flandreau y Flores. Los autores destacan que el prestigio y la
reputación de esos intermediarios permitían afrontar los problemas de asimetría
en
la información de los mercados financieros (Flandreau y Flores, 2011). Los inversionistas dejaban la supervisión a
los bancos encargados de la emisión de dichos títulos al contar con una relación
directa con los gobiernos implicados (Flores,
2012, p. 13). Por lo tanto, la actuación del intermediario
financiero era fundamental para el éxito de la emisión. Los bancos actuaban como
proveedores de consejo e información a los inversionistas (Flores, 2012, p. 16). El prestigio también actuaba como
estrategia de inversión al crear una barrera a la entrada de otros bancos.
Si bien el estallido de la primera guerra produjo un abrupto cambio en el sistema
financiero, para Marichal (1989) el
desplazamiento del centro financiero de Londres y Nueva York recién se consolidaría
hacia 1920. Entre 1914 y 1918 los gobiernos latinoamericanos recurrieron a
diferentes fuentes de financiamiento como, por ejemplo, los excedentes de su balance
comercial o la financiación en el mercado interno (Marichal, 1989, p. 173). El cambio se produciría hacia 1921, cuando los
gobiernos de la región comenzaron a explorar las posibilidades de financiamiento
a
largo plazo en la plaza de Nueva York, luego de la crisis de 1920-1921 (Marichal, 1989, p. 179). Respecto al
financiamiento del gobierno argentino durante la primera guerra mundial, Regalsky y
Salerno (2009) postulan que la guerra inició
uno de los periodos más traumáticos en la historia fiscal. Destacan, a su vez,
que
lo singular de la experiencia argentina luego de 1914 fue la aparición de nuevas
formas de financiamiento –en especial– en el mercado local tanto de corto y largo
plazo, como en el mercado externo. Destacan que hasta fines de 1916 el papel
principal en la financiación lo siguieron desempeñando los bancos extranjeros
aportando casi 60% del total. Sin embargo, 40% fue asumido desde el inicio por
el
mercado local, mediante fuertes pedidos de adelanto a los bancos locales,
principalmente el Banco de la Nación Argentina, y la emisión de Letras de Tesorería
de corto plazo (Regalsky y Salerno,
2003, pp. 5-6). La cuestión del endeudamiento y las finanzas
públicas durante la guerra y la entreguerra también ha sido trabajada de manera
minuciosa por Cortés (2008).
Recientemente, varias investigaciones se han centrado en la conducta de los
intermediarios financieros que operaron en el mercado de Nueva York durante el
periodo de la entreguerra. Los trabajos sugieren que el deseo de construir y
mantener el prestigio y la reputación de los intermediarios financieros fue
determinante y que, los bancos líderes, preocupados por su prestigio, eran
particularmente cuidadosos a la hora de suscribir un título (Flandreau, Gaillard y Panizza, 2010). Flandreau (2015) sostiene que el sistema londinense de las
emisiones de deuda de países extranjeros fue trasplantado a Nueva York, y que
la
mayor transformación ocurrió mucho más tarde, con el establecimiento del New Deal
y
la ley Glass-Steagall.5
Las finanzas en los tiempos radicales
La guerra puso en evidencia las debilidades del modelo de crecimiento argentino y
su
extrema vulnerabilidad respecto del mercado internacional. De acuerdo con Tulchin
(1990, p. 96), desde Buenos
Aires se tardó mucho en apreciar que la guerra habría de modificar las relaciones
de
poder entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
Para Gravil (1985, p. 112), el objetivo
general de Inglaterra durante la guerra en América Latina fue asegurar la
cooperación económica con los aliados como fuente de alimentos. La mayoría de
los
países latinoamericanos se mantuvieron neutrales. Durante la presidencia de De
la
Plaza, el gobierno se sintió tranquilo de que los países beligerantes tomarían
en
cuenta los intereses de Argentina, dada la importancia de sus exportaciones, sin
considerar que la guerra implicara un corte abrupto con el pasado (Tulchin, 1990, p. 98). La elite
argentina consideraba a la guerra como un fenómeno temporario al cabo del cual
el
mundo volvería a la normalidad y Argentina continuaría el curso ascendente del
periodo previo (Tulchin, 1990, p.
104).
Con el ascenso al gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922) comenzó a apreciarse más
cabalmente el impacto de la coyuntura internacional, por el cierre de los mercados
de capitales y la fuerte reducción en el comercio internacional (Rayes, 2014). La estructura tributaria argentina
descansaba en los aranceles aduaneros que gravaban las importaciones y, por ello,
la
caída de las importaciones tuvo un impacto negativo en los ingresos fiscales.
Hasta
fines de 1917 el nivel de los ingresos fiscales había caído 30% en términos
nominales y 50% a valores constantes (Regalsky y
Salerno, 2009, p. 209).
Ante la imposibilidad de reducir en la misma medida los gastos públicos, estos
comenzaron a superar ampliamente a los recursos, generándose un déficit que sólo
pudo ser afrontado con un aumento del endeudamiento público. En gran medida este
déficit obedecía a la imposibilidad de reducir aún más los gastos administrativos
ordinarios, ya que los gastos en obras públicas, con la excepción de los de obras
sanitarias en 1914-1915, habían disminuido. Ya en el presupuesto de 1915 se había
procurado no autorizar erogaciones que podían ser postergables, disponiéndose
que
los pagos por obras públicas afectadas por contratos y aquellas de carácter urgente
se efectuaran con letras de tesorería. También se disponía la reducción de 10%
de
todos los gastos ordinarios, de 75% en los subsidios para construcciones y de
50% en
los otros (Soares, 1922, p. 61).
Sin embargo, fue imposible reducir el gasto público en la medida necesaria, en
parte
por el contexto de alza de precios y por sus implicaciones sociales (Regalsky y Salerno, 2009).
CUADRO 1
EVOLUCIÓN DE LOS INGRESOS Y EGRESOS DEL GOBIERNO ARGENTINO (EN MILLONES DE PESOS ORO)
Año |
Ingresos |
Egresos |
Déficit/superávit |
1913
|
163.2
|
117.5
|
45.4
|
1914
|
124.2
|
184.6
|
-60.4
|
1915
|
111.4
|
176
|
-64.6
|
1916
|
112.2
|
164.8
|
-52.6
|
1917
|
111.9
|
171.4
|
-59.5
|
1918
|
145.2
|
185.3
|
-40.1
|
1919
|
180.9
|
188.3
|
-7.4
|
1920
|
228.4
|
214.6
|
13.8
|
1921
|
205
|
246.5
|
-41.5
|
Las medidas tomadas por el gobierno de Hipólito Yrigoyen persiguieron como objetivo
compensar la disminución de los recursos tradicionales mediante la creación de
nuevos gravámenes, o a través del aumento de las tasas de los ya existentes. A
pesar
de ello, se redujo también el gasto 20% en términos reales durante los dos primeros
años de su gestión (Gerchunoff y Aguirre, 2006, p.
58). Gran parte de esa reducción recayó sobre la inversión pública: si en
los años que precedieron a la guerra se ubicaba en alrededor de 15% del gasto
público total, durante la posguerra y hasta mediados de los veinte permaneció
comprimida a la mitad de ese valor (Gerchunoff y
Aguirre, 2006, p. 58). La imposibilidad de hacer mayores ahorros obligó a
continuar haciendo uso del crédito para cubrir los saldos de años anteriores y
continuar las obras sanitarias y demás trabajos impostergables (Soares, 1922, p. 66). Apenas en 1920
se pudo lograr un pequeño superávit de las cuentas públicas (Regalsky y Salerno, 2009).
En cualquier caso, la necesidad de financiar este déficit fiscal en un contexto en
el
que por la guerra no se podía recurrir a los clásicos mercados europeos de emisión
de títulos, dio lugar a la expansión de la deuda flotante. Parte del incremento
de
esta fue soportado por el mercado local, mediante fuertes pedidos de adelanto
a los
bancos locales, principalmente el Banco de la Nación Argentina (Regalsky y Iglesias, 2015), así como también, por
la emisión de Letras de Tesorería entregadas como pago a contratistas y proveedores
del Estado que también eran descontadas en los bancos locales (Regalsky y Salerno, 2009, p. 215). Por otro lado, el
gobierno comenzó a colocar deuda a corto plazo en el mercado de Nueva York.
La deuda flotante entre 1913 y 1921 aumentó ocho veces. El aumento de la deuda a
corto plazo en 1915 se debió, en parte, a la contratación de un préstamo por 50
000
000 de dólares, colocado a cinco años en Londres y Nueva York convirtiéndose en
la
mayor operación de su tipo durante el transcurso del conflicto bélico. La reducción
en 1920 se debió al pago de dicho préstamo. Asimismo, la deuda externa consolidada
desde el inicio de la guerra se reduce poco a poco, por las amortizaciones y la
falta de nuevas emisiones, producto del cierre del mercado financiero europeo
y de
la incapacidad de acceder al mercado de Nueva York con préstamos a largo plazo
(véase cuadro 2).
CUADRO 2
EVOLUCIÓN DE LA DEUDA PÚBLICA NACIONAL (MILLONES DE PESOS ORO)
Año |
Deuda total |
Deuda consolidada |
Deuda externa |
Deuda interna |
Deuda flotante |
1913
|
586.1
|
544.7
|
308.8
|
235.8
|
41.4
|
1914
|
657.8
|
545
|
312.4
|
232.6
|
112.8
|
1915
|
723.4
|
537.5
|
309.3
|
228.2
|
185.9
|
1916
|
773.7
|
546.7
|
301.2
|
245.5
|
227
|
1917
|
871.5
|
595.4
|
294.6
|
300.7
|
276.1
|
1918
|
891.2
|
578.2
|
282.8
|
295.3
|
313
|
1919
|
888.7
|
565.5
|
275
|
290.4
|
323.2
|
1920
|
853.4
|
553.2
|
262.5
|
290.6
|
300.2
|
1921
|
890.1
|
562.1
|
246.7
|
315.4
|
327.9
|
De acuerdo con Tulchin (1990), el gobierno de
Victorino de la Plaza, dentro de un marco de neutralidad, tuvo una actitud más
proclive hacia Estados Unidos, que lo que mostraría Yrigoyen. A poco de iniciada
la
guerra, el ministro argentino de Relaciones Exteriores, José
Murature,6 encomendó al embajador en Washington,
Rómulo Naón,7 realizar todos los esfuerzos posibles
para estimular el comercio con Estados Unidos y alentar a su población a invertir
sus capitales en el país (Tulchin, 1990,
p. 98). Con la llegada de los radicales al poder Murature fue reemplazado
por Carlos Becú,8 quien instruyó a Naón para
desligarse de la Unión Panamericana liderada por Estados Unidos. De acuerdo con
el
autor, había sectores dentro del gobierno que veían con desconfianza una posible
penetración del gran país del norte.9
Es importante destacar que durante la presidencia de Yrigoyen se pensaba que
Inglaterra permitiría que continuara el comercio con Alemania, porque no formaba
parte de los intereses británicos lesionar el comercio argentino (Tulchin, 1990, p. 98). Gravil
plantea que, hasta principios de 1916, los productos argentinos estaban casi libres
de regulación, pero que luego se impuso una serie de controles para reservar las
exportaciones argentinas para el consumo aliado, a pesar de la condición neutral
del
país (Gravil, 1985, p. 113). En
marzo de 1916 los aliados establecieron listas negras que fueron extendidas a
América Latina. Las compañías mencionadas en esas listas tenían prohibido utilizar
bancos, transportes y comunicaciones británicos (Dehne, 2009). El gobierno consideró esta medida como una “interferencia
ultrajante en los problemas internos argentinos” (Tulchin, 1990, p. 104).
Apenas llegado al poder, a fines de 1916 el gobierno de Yrigoyen solicitó en el
Congreso la autorización para emitir un empréstito interno y/o externo a fin de
consolidar la cuantiosa deuda flotante y dejar un remanente de fondos frescos
para
la financiación de las obras publicas. El proyecto no fue tratado, sufriendo el
mismo destino de casi todas las iniciativas del poder ejecutivo en este periodo,
en
el marco de un fuerte conflicto de poderes. En 1917 se volvió a presentar en el
marco de una importante propuesta de reforma financiera, pero nuevamente quedó
sin
ser tratado. No obstante, los excedentes comerciales y la abundante liquidez de
la
plaza local a partir de 1917, permitieron que la totalidad de los créditos externos
(con excepción del bono de cinco años) fueran reembolsados, en gran medida con
adelantos del Banco de la Nación Argentina. Así, gran parte del crecimiento de
la
deuda flotante fue soportado enteramente por el mercado local (Regalsky y Salerno, 2009).
La declaración de la guerra submarina en enero de 1917 tornó más difícil para el
gobierno mantener la neutralidad. Por un lado, los alemanes hundieron tres barcos
argentinos10 y se supo que el ministro alemán
Luxburg había calificado al canciller Pueyrredón como “un notorio idiota y
anglófilo”. Por el otro, Estados Unidos declaró la ruptura de relaciones con
Alemania en febrero y en abril entraron en la guerra. Sin embargo, y pese a las
presiones estadunidenses (Tulchin, 1990,
p. 106), Yrigoyen continuó manteniendo la neutralidad. Para algunos,
reflejaba sus posturas nacionalistas y antiimperialistas y su renuencia a aceptar
presiones externas (Weinmann, 1994), mientras
que, para otros, se enraizaba en sus principios pacifistas (Siepe, 1992).
Los primeros acercamientos al mercado de Nueva York
El estallido de la primera guerra y el cierre del mercado europeo, principalmente
el
de Londres, hizo que el gobierno argentino mirase al mercado de Nueva York como
una
fuente posible de financiamiento.
Por entonces el presidente Wilson convirtió en ley el Acta de la Reserva Federal que
permitía a los bancos estadunidenses abrir filiales en otros países. En noviembre
de
ese año el National City Bank abrió su sucursal en Buenos Aires y en 1917 lo haría
el Bank of Boston. La apertura de dichos bancos permitió un contacto más fluido
entre el gobierno nacional y Estados Unidos en momentos en que Inglaterra restringía
los préstamos a los países fuera del imperio. El gobierno argentino había contratado
una serie de créditos para la consecución de obras públicas en los años previos
a la
guerra, que debían ser abonados o refinanciados. En diciembre de 1914, bajo la
presidencia de Victorino de la Plaza (1914-1916) se realizó el primer préstamo
con
el National City Bank, conjuntamente con el Guaranty Trust Co. y Harris, Forbes
& Co. El monto fue de 15 000 000 de dólares a una tasa de 6%, contra tres series
de letras de tesorería, con vencimientos en 1915, 1916 y 1917. Esta emisión trajo
alivio a las cuentas del Estado, puesto que los pagos a los contratistas y
proveedores se realizaban con letras de Tesorería a seis meses.
En abril de 1915 se iniciaron nuevas conversaciones para la realización de un
préstamo por 50 000 000 de dólares por cinco años.11 El motivo era el vencimiento de un adelanto para las obras sanitarias
que había sido contratado en Inglaterra por 8 000 000 de
libras.12 Los banqueros que habían otorgado el
adelanto ofrecieron tomar la mitad a cinco años y el resto fue derivado a una
serie
de casas financieras de Estados Unidos con las que ya habían
operado.13 Esas casas fueron Nakamura & Co.,
National City Bank, Kuhn, Loeb & Co. y el First National Bank, mientras que
Baring Brothers y Morgan-Grenfell yamp; Co. lo hacían por Londres. Esta sería
la
última operación en la que el sindicato londinense participaría hasta la década
de
1920.
CUADRO 3
EMISIONES DE CORTO PLAZO EN ESTADOS UNIDOS 1914-1917 (VALORES EN DÓLARES)
Fecha
|
Emisión
|
Banqueros
|
Monto
|
Interés
|
Vencimiento
|
15 de diciembre de 1914
|
6% notas oro 1914
|
National City; Harris, Forbes y Guaranty Trust
|
15 000 000
|
6
|
15 de diciembre de 1915; 5 de diciembre de 1916; 15 de diciembre de 1917
|
15 de mayo de 1915
|
Bonos Tesorería
|
National City; J. P. Morgan; First National; Kuhn, Loeb
|
25 000 000
|
6
|
15 de mayo de 1920
|
8 de diciembre de 1915
|
Crédito bancario
|
National City; J. P. Morgan; First National; Kuhn, Loeb
|
6 000 000
|
6
|
28 de junio de 1916
|
21 de febrero de 1916
|
Notas oro
|
Hallgarten & Co., A. B.; Leach & Co.; N. W. Halsey & Co. y Kountze Bros
|
18 500 000
|
4.7
|
21 de febrero de 1917
|
1 de marzo de 1916
|
Notas de descuento
|
Guaranty Trust
|
15 000 000
|
5
|
1 de marzo de 1917; 1 de abril de 1917; 1 de mayo de1917
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15 de diciembre de 1916
|
Notas seis meses
|
J. P. Morgan; National City, Lee Higginson; Guranty Trust; Harris, Forbes
|
16 800 000
|
5
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15 de junio de 1917
|
1 de marzo de 1917
|
Notas seis meses
|
J. P. Morgan; National City, Lee Higginson; Guranty Trust; Harris, Forbes
|
5 000 000
|
5
|
1 de octubre de 1917
|
1 de abril de 1917
|
Notas seis meses
|
J. P. Morgan; National City, Lee Higginson; Guranty Trust; Harris, Forbes
|
5 000 000
|
5
|
1 de octubre de 1917
|
1 de mayo de 1917
|
Notas seis meses
|
J. P. Morgan; National City, Lee Higginson; Guranty Trust; Harris, Forbes
|
5 000 000
|
5
|
1 de octubre de 1917
|
Según las publicaciones financieras de Nueva York, los miembros del sindicato
estadunidense declararon que casi la mitad de la emisión había sido vendida y
que
las suscripciones recibidas habían sido satisfactorias.14
En el último año del mandato de De la Plaza (1915-1916), el ministro de Hacienda,
Francisco Oliver, pudo colocar bastante deuda interna, y además puso en marcha
un
programa para que los déficits de presupuesto pudiesen ser absorbidos por los
bancos
locales hasta que mejoraran las condiciones para hacer una emisión a largo plazo
a
una tasa de 5 o 5.5% con objeto de consolidar la deuda
flotante.15 No obstante, a finales de 1915 vencía
la primera serie del crédito contratado en 1914 por 5 000 000 de dólares. La
decisión del gobierno fue contratar un préstamo de corto plazo con los principales
banqueros de la plaza de Nueva York,16 por 6 000
000 de dólares a 6% y con vencimiento en junio de 1916. Los fondos serían utilizados
para el pago de los servicios de la deuda externa y de obligaciones corrientes,
tal
como se esperaba que al vencimiento el gobierno comenzaría negociaciones para
un
nuevo préstamo a mayor plazo.17
A pesar de los ajustes realizados por el gobierno nacional se tuvieron que emitir
en
el primer trimestre de 1916 dos préstamos de corto plazo, uno por 18 500 000 dólares
a través de Hallgarten & Co. a un año y otro por 15 000 000 de dólares con el
Guaranty Trust Co. Este último, en tres series con vencimiento entre marzo y mayo
de
1917. El National City Bank también ofreció al gobierno un préstamo por 15 000
000
que no fue considerado, probablemente porque sus condiciones fueran menos atractivas
que los otros dos.18
Con el recambio presidencial y la llegada al gobierno de Hipólito Yrigoyen en octubre
de 1916 se esperaba contar con la aprobación del Congreso para la consolidación
de
la deuda flotante. En el mes de diciembre –en sesiones extraordinarias– el poder
ejecutivo envió varios proyectos de ley con este fin. Uno de ellos buscaba la
autorización para contraer un empréstito externo o interno por la suma de 250
000
000 de pesos oro, a una tasa no mayor a 6% y una amortización no menor de 1% anual
acumulativa. La intención del gobierno era consolidar las deudas a corto plazo,
las
letras de tesorería y los créditos pendientes, y que incorporara los vencimientos
de
1917. El servicio de esta emisión se efectuaría con el producto de las obras
sanitarias y con las generales de la nación. El segundo proyecto buscaba la
autorización para emitir hasta 100 000 000 de moneda de curso legal o su equivalente
en oro sellado en títulos de deuda interna o externa pública, que sería utilizado
para la constitución del banco agrícola, la creación de la marina mercante y la
explotación de los yacimientos de petróleo de Comodoro
Rivadavia.19 A los pocos días de la presentación,
la Nakamura & Co. le compró al gobierno la suma de 16 800 000 dólares en letras
a seis meses a 5% de interés. Este dinero fue utilizado para pagar el vencimiento
de
la tercera serie de 1914, así como el crédito por 6 000 000 de dólares contraído
en
diciembre de 1915.
Un mes después de presentados los proyectos, ninguno había sido tratado por la Cámara
de Diputados, por lo que el ministro de Hacienda solicitó que se tratara el tema
con
preferencia.20 Unos días más tarde, la Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados –por cuatro votos contra
uno–21 aconsejó la sustitución de los proyectos
enviados por el poder ejecutivo, por otro que autorizaba la emisión de hasta 265
000
000 de pesos oro. Para Marco Avellaneda, las autorizaciones solicitadas por el
ejecutivo eran urgentes y necesarias.22 Continuó
su presentación aduciendo que si bien era cierto que el país necesitaba de los
bancos estadunidenses para negociar su empréstito, ellos necesitaban un cliente
como
Argentina para colocar ventajosamente los enormes capitales
disponibles.23 Por su parte, Martínez Zuviria
planteó que la comisión había observado el error de proyectar un empréstito a
oro y
el otro a pesos papel y por eso el despacho sólo autorizaba uno. Además rechazó
la
calificación de empréstito de consolidación puesto que no sólo se trataba de
consolidar la deuda flotante, sino de costear obras públicas.24
Para marzo de 1917, casi tres meses después de haber sido presentado, el proyecto
enviado por el poder ejecutivo no había sido aprobado. De modo que se lo retiró
de
la discusión y se cerraron las sesiones extraordinarias. El gobierno tuvo que
abonar
23 500 000 de dólares para reembolsar los primeros adelantos que
vencían.25 De acuerdo con las fuentes oficiales,
el gobierno habría recibido varios ofrecimientos por parte de bancos estadunidenses
para la contratación de un empréstito en condiciones favorables para el país (Departamento de Hacienda. Argentina, 1917, p.
xiv). Para algunas publicaciones de la época, existía la
posibilidad de que se negociara en Estados Unidos un gran préstamo para el pago
de
las obligaciones contraídas. En febrero, The Sun publicaba que el
gobierno había logrado una ley que lo autorizaba a colocar un empréstito de
consolidación en Estados Unidos, cosa que finalmente no había
ocurrido.26 Ya para entonces, la crítica relación
entre Estados Unidos y Alemania hacía imposible la colocación de un empréstito
en la
plaza de Nueva York.27 En el mismo mes de febrero
el gobierno tuvo que reembolsar el préstamo de Hallgarten & Co. por 18 500 000
dólares luego de que fracasaran las negociaciones de renovación con dicha
casa.28 Los fondos fueron obtenidos de las divisas
disponibles en Estados Unidos a favor de Argentina.29
A los pocos días vencía la primera cuota del préstamo del Guaranty
Trust & Co. El gobierno emitió notas a seis meses para su renovación con el
South American Group, liderado por la Nakamura & Co. Dicha emisión no fue
ofrecida al público y el gobierno esperaba que sucediera un arreglo similar con
los
próximos vencimientos.30 Las notas de abril y mayo
fueron renovadas por el mismo grupo y con vencimiento en
octubre31 (véase cuadro 3).
Con la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el 26 de junio de 1917, el
gobierno volvió a enviar proyectos para la consolidación de la deuda flotante.
Según
el gobierno, varios grupos estadunidenses habrían presentado ofertas por montos
y
tasas de interés conveniente, pero las condiciones internacionales no permitían
la
firma de contratos ad-referéndum.32
Finalmente, la participación de Estados Unidos en la guerra impidió la
reanudación de las negociaciones y el gobierno debió recurrir a la banca local
para
el pago de la deuda flotante (Departamento de
Hacienda. Argentina, 1917, p. xxv). En junio
vencía un préstamo de Nakamura & Co., que en parte fue renovado por 90 días y
el
resto pagado con depósitos argentinos en Nueva York.33
Según el Commercial and Financial Chronicles, uno de
los banqueros anticipaba que estos préstamos serían liquidados pronto puesto que,
para ese momento, el balance comercial era favorable a Argentina. Por otro lado,
informaba que Argentina estaba trabajando en un plan para reducir las necesidades
de
préstamos en el exterior mediante una gran emisión interna.34
Así, la deuda interna pasó de 245 000 000 de pesos oro a 300 000 000
entre 1916 y 1917 (véase cuadro 2).
En el mes de septiembre el gobierno pagó, a través del Banco de la Nación Argentina,
las notas que habían sido renovadas en junio con el grupo Morgan. De este modo,
las
obligaciones del gobierno en Nueva York quedaban reducidas a 20 000 000 de dólares,
de los cuales 15 000 000 vencían en octubre y 5 000 000 en diciembre. El crédito
del
país en el mercado estadunidense era bueno, pero los banqueros apuntaban que
cualquier nuevo adelanto al país debía ser realizado con la aprobación del gobierno
de Estados Unidos.35 Para finales de año se
terminaron de pagar los préstamos a corto plazo en Nueva York. De esta forma,
quedaban canceladas las obligaciones contraídas en Estados Unidos desde el inicio
de
la guerra.
La fuerte posición acreedora de Argentina en el mercado de cambios, tanto con Estados
Unidos como con Inglaterra y Francia llevaría a efectuar un préstamo a estos dos
últimos países por 200 000 000 de pesos oro durante 1918 y 1919, así como a mantener
depositado su superávit cambiario en Estados Unidos, para evitar que se apreciara
aún más el peso frente al dólar. El préstamo fue negociado en los últimos meses
de
1917 y firmado en el mes de diciembre. Según se informaba, su vigencia sería por
dos
años y sería progresivamente cancelado por el pago de los intereses de los préstamos
que el país tenía con estas naciones, incluyendo el préstamo de 5 000 000 de libras
con la Baring que vencía en 1920.36
En 1919 el gobierno de Yrigoyen apoyó la realización de un Congreso Panamericano en
Estados Unidos y envió como delegado al ministro de Hacienda, Domingo Salaberry.
Varios periódicos plantearon que el viaje del ministro era para negociar un préstamo
que permitiera afrontar el vencimiento en 1920 del préstamo contratado en
1915.37 Por su parte, The
Economist publicó que grupos financieros estadunidenses le habían
ofrecido al gobierno 300 000 000 de dólares.38
Según la prensa estadunidense, Salaberry contaba con el poder para realizar un
acuerdo ad-referendum por 300 000 000 de pesos oro. Ricardo Aldao,
uno de los participantes de la delegación argentina, había comentado en varias
conferencias privadas en el marco de la conferencia panamericana que se había
tratado la cuestión de la provisión de fondos para el vencimiento de
1920.39
De acuerdo con las fuentes, el 17 de marzo de 1920 Salaberry se reunió con un grupo
de banqueros en las oficinas de la J. P. Morgan y comentó la intención del gobierno
de renovar la mitad del préstamo de 50 000 000 que vencía en el mes de mayo, pero
aclarando que si los banqueros recomendaban su pago completo estaría dispuesto
a
hacerlo.40 The Economist
publicaba que la recepción de la propuesta del ministro argentino, tanto en
Washington como en Nueva York, había sido desalentadora, y que para los banqueros
el
préstamo debía pagarse por completo puesto que la balanza comercial entre Estados
Unidos y Argentina era favorable para esta última.41
En esta misma línea, el Commercial and Financial
Chronicles afirmaba que Argentina podía pagar fácilmente el
préstamo.42 Al igual que el National City Bank
aconsejaba al gobierno el pago completo.43 La
situación financiera de Estados Unidos había cambiado por el momento, ahora era
imposible brindar ayuda financiera a Latinoamérica; Argentina debía resignar
cualquier esperanza de colocar una nueva emisión en ese
mercado.44 Según informaba la prensa
internacional, Salaberry anunciaba que el préstamo por 50 000 000 sería cancelado
al
vencimiento, pero sin mencionar de dónde provendrían los fondos.
Frustradas las negociaciones en Nueva York, el ministro de Hacienda se dirigió a
Londres a fin de obtener un préstamo que permitiera abonar las letras de tesorería
que vencían en mayo en Londres y en Nueva York.45
El acuerdo establecía que el gobierno británico realizaría un préstamo por 50
000
000 de dólares en Nueva York el día 15 de mayo de 1920 para abonar las letras
pendientes (Departamento de Hacienda. Argentina, 1922,
1920, p. cviii). La fecha de vencimiento fue establecida para el
14 de enero de 1921 y el tipo de interés, de 5%, libre de toda comisión o cargo.
Puesto que el poder ejecutivo no contaba con la autorización del Congreso, se
decidió que el Banco de la Nación tomara a su cargo el pago
adeudado,46 que luego se le reintegraría con el
producto de la operación de crédito a realizarse con destino a las obras sanitarias
en conformidad de las leyes 8889 y 9468 (Departamento
de Hacienda. Argentina, 1921, 1920, p.
cvii). Dicha operación era posible por la fuerte posición
acreedora que el Banco de la Nación Argentina tenía sobre Inglaterra y Francia
como
resultado de los préstamos de 1918-1919. De esta manera se pagó el empréstito
angloamericano contratado en 1915, cerrando el ciclo de préstamos en la plaza
de
Nueva York.
Las relaciones Londres-Nueva York
Desde finales del siglo xix Argentina había entablado un sólido vínculo
financiero con Londres y principalmente con la casa Baring Brothers. Dicha casa
no
sólo tenía un agente propio en el país, sino que también había generado una relación
financiera con la firma Ernesto Tornquist & Cía., una empresa con fuertes
contactos políticos y económicos, tanto en Argentina como en Europa, al menos
desde
1897.
Por otra parte, en el mercado de Nueva York se carecía de experiencia en las
cuestiones financieras sudamericanas (Rippy,
1950). Los préstamos externos que cotizaban en Nueva York eran porque los
bancos estadunidenses habían formado parte de los sindicatos internacionales (Caroso y Sylla, 1991). La única emisión
argentina en Nueva York fue el Crédito Argentino Interno de 1909 puesto que la
firma
estadunidense Nakamura & Co. integró el sindicato europeo liderado por Baring
y
Morgan, Grenfell yamp; Co. (Regalsky, 2002). El
mercado estadunidense estaba más interesado en Centroamérica por las posibilidades
de negocios en la zona dada su cercanía, a diferencia de Sudamérica que había
desarrollado una fuerte relación financiera con Europa (Marichal, 1989, pp. 170-172).
Las relaciones comerciales y financieras entre Argentina y Estados Unidos comenzaron
con la apertura de las sucursales de los bancos estadunidenses en Buenos Aires
en
1914. Las dos firmas financieras más importantes de Nueva York eran Nakamura &
Co. (banco de inversión) y National City Bank (el banco comercial más dinámico).
Según Parrini, sólo había entre ambos momentos ocasionales de cooperación (Parrini, 1969, p.
55).47 En rigor Nakamura & Co. se
hallaba conectada con Londres a través de la casa Morgan & Grenfell, y con París
a través de Morgan-Harjes (Parrini,
1969, p. 56). Esta cooperación permitió a los europeos
colocar títulos en Nueva York y a los estadunidenses en la plaza europea.
Siempre, según Parrini, mientras que Nakamura & Co. y sus asociados se oponían a
rivalizar con la banca británica, el National City Bank mantenía una relación
competitiva con los intereses exportadores y bancarios ingleses. Frank Vanderlip,
William Rockefeller y el National City Bank buscaban desarrollar un sistema
americano independiente. Por su parte, Nakamura & Co. sostenía que la
cooperación bancaria angloamericana traería el mayor ingreso posible para ambas
economías (Parrini, 1969, pp.
56-61). En 1915 se organizó la American International
Corporation,48 en cuyo directorio se encontraban
representadas las tres principales firmas: Kuhn, Loeb & Co., el National City
Bank y la Nakamura & Co. La participación de J. P. Morgan evidencia que, a pesar
de la cooperación con Inglaterra, dicha casa estaba interesada en un sistema
americano independiente (Parrini, 1969,
p. 63). Para Marichal, el National City Bank era el único banco
estadunidense que estaba en condiciones de desafiar a los bancos europeos en
Sudamérica (Marichal, 1989, p.
180).
En enero de 1915 el Bank of England prohibió las emisiones de capital para países
que
no formaran parte del imperio. Argentina obtuvo un permiso especial que le permitía
emitir hasta 8 000 000 de libras (monto que había sido adelantado en 1914). A
pesar
de esta decisión, Baring Brothers mantuvo a sus agentes en Buenos Aires con el
objetivo de reforzar sus vínculos en el gobierno frente al avance estadunidense.
En
1912 la firma Ernesto Tornquist & Cía. había dejado de ser la representante de
los intereses de la Baring en el país. La desvinculación ocurrió luego del fracaso
en la negociación de un préstamo en 1911.49 La
casa londinense sugirió entonces la incorporación de dos nuevos agentes: Manuel
Augusto Montes de Oca e Hilary Howard Leng, de Leng, Roberts & Co. La firma
Tornquist se opuso a la incorporación de Leng porque lo consideraba como una pérdida
de prestigio que debilitaría su posición50 y ante
la insistencia de Baring debió desvincularse. H. H. Leng y Manuel A. Montes de
Oca
se convirtieron en los representantes oficiales de Baring en Buenos Aires, con
la
asistencia de Everard Meynell, enviado desde Londres.51
Para Baring, si bien la firma Leng, Roberts & Co. era pequeña,
estaba conducida por hombres de carácter, de nacionalidad inglesa, que se podía
confiar en que pondrían los intereses de la Baring en primer lugar (Ziegler, 1988, p. 309). Tanto el
salario de Meynell como el de Montes de Oca eran abonados por Baring Brothers
(Ziegler, 1988).52
La misión de Montes de Oca era reportar a Leng las opiniones de los
ministros de Hacienda y de Obras Públicas y del presidente.53
Cuando en 1916, Carlos Alfredo Tornquist se dirigió a Nueva York, con vistas a
establecer relaciones para un futuro negocio, no fue tomado a la ligera por la
Baring, puesto que consideraba que cualquier relación que se estableciera en Nueva
York tendría un impacto en el consorcio angloamericano.
La actuación de J. P. Morgan tanto para los intereses estadunidenses como para los
ingleses, se puede observar en la profusa correspondencia disponible entre Nakamura
& Co. y Morgan-Grenfell yamp; Co. a lo largo del periodo de la guerra. Para la
casa estadunidense, si bien los asuntos de Buenos Aires eran atribución de Baring
Brothers y del consorcio londinense, las solicitudes de préstamos del gobierno
argentino en Nueva York hacían necesario comunicar al grupo europeo esta situación
con el fin de evitar malos entendidos.54 Por otro
lado, la tesis de Flandreau (2015) respecto
de que el mercado estadunidense trasplantó el sistema de sindicato europeo se
puede
comprobar en la conformación del sindicato liderado por la J. P. Morgan llamado
American Group. En 1916 se creó el South American Group, que contaba con la
participación de la Nakamura & Co., el National City Bank, Kuhn, Loeb & Co.
y el First National Bank de Boston. El objetivo de dicha organización era concentrar
y retener para sí todas las negociaciones en el mercado financiero estadunidense
con
la región.
Para el periodo comprendido en este trabajo –y para el caso argentino– no se observó
una rivalidad o competencia entre el National City Bank y la Nakamura & Co.,
sino más bien una cooperación entre ambas, junto con el sindicato londinense,
frente
a otras casas financieras estadunidenses como, por ejemplo, el Guaranty Trust
Co. y
Hallgarten & Co. Estas dos últimas habrían entablado negociaciones con el
gobierno argentino, mientras este se encontraba negociando con el South American
Group un préstamo por 15 000 000 de dólares a principios de 1916. Estas firmas
entraron en competencia con el grupo y Hallgarten aumentó la oferta a 18 500 000
dólares al gobierno.55 El consorcio al enterarse
de que el gobierno se encontraba negociando de manera simultánea con otros banqueros
decidió retirarse de las negociaciones. Mientras que el First National Bank decidió
retirarse del South American Group, el Guaranty Trust llegó a un entendimiento
con
el grupo liderado por Nakamura & Co. y se incorporó al
sindicato.56
El representante del South American Group en Argentina era John Allen, del National
City Bank, quien, de acuerdo con la correspondencia, no tuvo una buena relación
con
el ministro de Hacienda Salaberry. Este último le habría comunicado a Leng que
las
relaciones con el grupo estadunidense y con Allen habían sido poco confortables,
desafortunadas y tensas.57 El ministro comentaba
que no entendía los métodos de Nueva York y que un poco más de cortesía no habría
estado mal.58 Por su parte, el National City y
Allen reconocían que eran nuevos en el negocio y que tenían poco personal y
equipamiento para tener éxito en las negociaciones.59
Los banqueros estadunidenses habían solicitado que la emisión de 250
000 000 de pesos oro, presentada a finales de 1916, estuviera garantizada por
la
creación de nuevos impuestos o por las rentas de la Aduana. Para Leng, esto era
un
problema, puesto que el gobierno nacional no iba a acceder a una cláusula que,
ya a
principios de 1900, había suscitado una fuerte reacción
popular.60 Para Baring esto se debía al
desconocimiento de los banqueros estadunidenses y consideraba una pérdida de tiempo
presionar para que el ministro de Hacienda aceptara la incorporación de la garantía.
Tanto los banqueros estadunidenses como Leng, esperaban que los contactos y la
influencia de Montes de Oca, tanto en los miembros como en la Comisión de Finanzas,
tuvieran sus frutos y que la ley fuera sancionada.
En este contexto debe entenderse la solicitud de Nakamura & Co. a Baring Brothers
para que sus agentes, Leng y Montes de Oca, trabajaran para el South American
Group.61 Esto se debía a que habían tenido éxito
en el pasado ganándose la confianza de los sucesivos ministros
argentinos.62 Ambos aceptaron la oferta, y Leng
ahora debía reportar directamente a Allen y al South American Group durante la
guerra.63 Finalmente, Allen se retiró de las
negociaciones, las cuales quedaron bajo la conducción de Leng.64
Los nuevos agentes debían transmitir que la dignidad y los intereses materiales del
gobierno serían mejor servidos por un grupo con poder y representativo de los
principales actores de Estados Unidos, que serían los más capaces de infundir
confianza en el crédito argentino, en una comunidad cuya inexperiencia en
inversiones internacionales la hacía depender de la guía de los
banqueros.65 El sindicato londinense afirmaba que
durante muchos años se habían esforzado por prevenir el daño por los gastos
excesivos del gobierno argentino y ahora que los bancos europeos habían quedado
fuera del negocio era más importante que nunca que el grupo estadunidense tomara
a
su cargo el control de los gastos.66 Tanto el
consorcio europeo como el estadunidense consideraban que el gobierno argentino
negociaba con grupos irresponsables (en relación con Hallgarten) sin darse cuenta
de
que el sindicato podía lidiar mejor con los fuertes vencimientos que tenía el
país.67 El grupo estadunidense sugería firmeza,
puesto que el gobierno no se había dado cuenta que estando la casa Baring fuera
del
negocio era imposible conseguir grandes cantidades de dinero.68
El consorcio estadunidense quería evitar que las casas más chicas se
quedaran con el negocio ofreciendo mejores condiciones, como ocurrió en las
negociaciones de 1911.
Esto permite comprobar, para el caso argentino, lo sugerido por la historiografía
sobre la importancia que las casas bancarias le otorgaban al prestigio y la
reputación (Flandreau y Flores, 2011; Flandreau, Gaillard y Panizza, 2010), del mismo
modo que los intermediarios financieros en el éxito de la emisión (Flores, 2012). Los bancos actuaban como
consejeros de los inversionistas al contar con una relación directa con los
gobiernos, por lo que el prestigio del banco emisor era la garantía para el
inversor. En este sentido, Stillman, presidente del National City Bank, reconocía
que uno de los problemas que debieron enfrentar fue que varias firmas negociaban
directamente con el gobierno argentino por lo que sugería recomendar al gobierno
confiar sus negociaciones a un grupo únicamente, el de Nueva
York.69
Ante el vencimiento del préstamo de Hallgarten el gobierno esperaba poder renovarlo.
Por su parte, el South American Group pensó en enviar a dos representes de primera
clase para fortalecer los lazos con Argentina.70
Los informes que llegaban al consorcio estadunidense y londinense respecto de
si el
préstamo de Hallgarten sería renovado o pagado al vencimiento eran contradictorios.
Algunos hacían referencia a que se renovaría,71
mientras que otros notificaban que las negociaciones se habían
roto.72 A mediados de febrero se conoció que
Hallgarten había rechazado la renovación. El gobierno se sintió engañado, porque
hasta el último momento la firma estadunidense de manera verbal había asegurado
la
renovación,73 dejándolo en una rara situación. El
presidente del Banco de la Nación Argentina, Manuel de
Iriondo,74 se entrevistó con Allen –a pedido del
ministro de Hacienda– para la consecución de un adelanto en vista del fracaso
de la
renovación. Allen respondió que el grupo no participaría de la
operación.75 El consorcio estadunidense esperaba
que la caída de Hallgarten fuera una lección objetiva para el gobierno sobre la
futilidad de negociar con casas bancarias de segundo orden,76
y que comprendiera que el mercado de Estados Unidos era distinto al
europeo, puesto que su público estaba poco educado en relación con los negocios
sudamericanos y eso complicaba la colocación de deuda
soberana.77 Entre abril y mayo de 1917 vencían las
notas emitidas con el Guaranty Trust. El gobierno intentó un acercamiento con
el
grupo de Nueva York para la renovación de los vencimientos y el South American
Group
se mostró dispuesto y la fecha de pago se estableció para el mes de octubre (véase
cuadro 3).
Esta renovación debe entenderse en el contexto del tratado de venta de trigo a los
aliados de 1918. Entre julio y noviembre de 1917 se llevaron a cabo las reuniones
con las autoridades británicas y francesas respecto de la compra de trigo y otros
cereales. Robert Lansing78 instruyó a Stimson a
que trabajara de manera conjunta con los representantes de las misiones europeas.
A
cambio Argentina debía ofrecer un crédito a los aliados para concertar el acuerdo
(Peterson, 1964, p. 316). En
diciembre de 1917, frente a las exigencias argentinas en las negociaciones, los
representantes de los aliados amenazaron con hacer públicas las negociaciones
y que,
en caso de no arribarse a un acuerdo, se verían obligados a interrumpir la compra
de
productos argentinos. A finales de mes, el gobierno de Yrigoyen aceptó la propuesta
frente a la presión estadunidense79 y el acta fue
firmada en enero de 1918.80 La negociación
demostró el liderazgo de Estados Unidos sobre Europa.
En 1920, cuando se estaba por producir el vencimiento del préstamo angloamericano
de
1915 por 50 000 000 de dólares, el gobierno argentino a través de su encargado
de
negocios en Londres, Jacinto L. Villegas, consultó a Baring sobre la posibilidad
de
que el gobierno británico le adelantara a Argentina los fondos necesarios para
cubrir el vencimiento.81 Por su parte, Leng
consultó a Baring qué curso de acción le recomendaban tomar al gobierno argentino,
y
sugirió que las negociaciones debían ser pospuestas hasta el mes de abril de
1920.82 Sin embargo, las conversaciones se
iniciaron en el mes de marzo luego de que el ministro Salaberry no obtuviera la
renovación del préstamo en Nueva York. El ministro aducía que la sugerencia habría
provenido de los bancos estadunidenses, pero que el gobierno nacional podría
disponer de los fondos para levantar la obligación.83
El 19 de abril de 1920 el contrato fue aceptado por Londres y Buenos
Aires.84 Vale la pena destacar que los fondos
terminaron siendo aportados por el Banco de la Nación Argentina, puesto que el
poder
ejecutivo carecía de la indispensable autorización legislativa.
En 1921, el grupo J. P. Morgan decidió disolver el South American Group. Para la casa
estadunidense los gobiernos latinoamericanos habían evitado ajustes dolorosos.
Los
gobiernos en principio decían que sí a todo, pero cuando alguien les ofrecía un
préstamo a una tasa más favorable de la que podían conseguir con el grupo,
abandonaban todos los planes para fortalecer su crédito. Cuestión similar planteó
Otto Kuhn, de Kuhn, Loeb & Co., en las audiencias del Congreso de Estados Unidos
de 1932. Allí, planteó que lo usual era que se estableciera una relación entre
el
banco y el país. Pero varios países, entre ellos Argentina, iban de un banquero
a
otro (Congress US., 1932). Por su parte, Leng
le escribía a Gaspar Farrer comentándole que la reciente experiencia del gobierno
en
préstamos de corto plazo habría sido una lección suficiente para tentar a la fortuna
de nuevo en la misma forma. Y agregaba, “lamentaríamos ver las finanzas argentinas
temporalmente en manos de Kuhn o de cualquiera fuera de nuestro
grupo”.85 Por su parte, J. P. Morgan le decía a
Morgan-Grenfell: “esperamos que Leng le pueda mostrar al gobierno las ventajas
de
reasumir relaciones con nosotros y ustedes”.86
Estas dos frases hacen referencia a dos cuestiones que seguirán presentes en la
primera mitad de la década de 1920. La primera era la relación con los
outsiders, las firmas bancarias estadunidenses de menor
envergadura, que, según ellos, les arrebatan los negocios. La segunda concernía
a la
vigencia de la relación angloamericana en el grupo City-Morgan.
Conclusiones
El estallido de la primera guerra mundial en 1914 tuvo una fuerte repercusión en las
condiciones de financiamiento del gobierno argentino. De un lado, el aumento
vertiginoso del déficit fiscal por la caída de la recaudación y, del otro, el
cierre
de los tradicionales mercados europeos para las emisiones de largo plazo, pusieron
al gobierno argentino en la disyuntiva de buscar nuevas fuentes de recursos a
través
del aumento de su deuda flotante interna y exterior. Si la primera pudo efectuarse
a
través de los bancos locales, y notablemente, del Banco de la Nación Argentina,
la
consecución de la segunda llevó tempranamente a negociaciones para acceder al
único
mercado financiero externo entonces disponible, el de Nueva York.
Estas negociaciones, que formaron parte inicialmente de un acercamiento con Estados
Unidos también en el plano comercial y diplomático, habrían de tener un giro a
fines
de 1916 con el ascenso a la presidencia argentina de Hipólito Yrigoyen, celoso
defensor de la postura de neutralidad argentina, y más aún cuando la entrada de
Estados Unidos a la guerra supuso el incremento de las presiones para que Argentina
se incorporase al bando aliado.
En cualquier caso, el desplazamiento del centro financiero internacional a Nueva York
no implicó innovar respecto del sistema de negociación y el accionar de los
intermediarios financieros mientras Londres era hegemónico. Sí merece mención
la
crisis que hubo en la intermediación local al abandonar la firma Tornquist la
tradicional representación de los intereses del grupo Baring, que de todos modos
halló nuevos agentes mejor vinculados con las esferas oficiales que la nueva banca
estadunidense. La formación de un South American Group por los establecimientos
estadunidenses mejor posicionados, y su colaboración con la banca inglesa fue
uno de
sus corolarios, al igual que la preocupación frente a la participación en el negocio
de jugadores de menor porte, que pudieron en 1916 obtener una tajada del mercado
ofreciendo mejores condiciones al gobierno argentino.
La situación pretendió ser encarada por el flamante gobierno radical a través de una
consolidación de la deuda y la emisión de títulos de largo plazo sobre el mercado
estadunidense. Las dificultades para hacer aprobar internamente dicha iniciativa,
y
el desmejoramiento de las condiciones para la misma cuando Estados Unidos ingresó
a
la guerra, llevaron finalmente a una reversión de las operaciones de endeudamiento
externo, que serían reemplazadas hasta 1920 por el financiamiento del sector público
en el mercado interno y aun el préstamo de fuertes cantidades a los países
previamente acreedores de Argentina. La crisis de 1920 clausuraría esa reversión
abriendo un nuevo ciclo de endeudamiento externo argentino que se proyectaría
durante toda la década de 1920, y por plantearse en un contexto bien diferente,
deberá ser objeto de futuras investigaciones.