Introducción
La Compañía Ferrocarrilera de Petróleo fue una empresa poco conocida a la
que la historiografía no ha prestado prácticamente atención. En ella
coinciden dos historias específicas, la de los ferrocarriles y la
del petróleo en Argentina, que han padecido durante mucho tiempo, y
aun padecen, el grave defecto de sostener teorías no fundadas en
hechos (Platt, 1985, p. 38).
Intentar reconstruir la historia de dicha compañía puede ser
entonces un aporte relevante para comprender mejor nuestro pasado,
dejando de lado afirmaciones que se han hecho sin ninguna
fundamentación y que aún perduran.
Entre las afirmaciones: “Las grandes empresas consumidoras de carbón, de
propiedad británica –en especial los ferrocarriles, que consumían
casi 70% del carbón importado– contaban con el carbón británico como
decisión política” (Solberg, 1982,
p. 24).1
O, “[c]on el paso del tiempo, la oposición de las compañías ferroviarias
al desarrollo de la industria local de los hidrocarburos se fue
instalando como uno de los principales obstáculos que se citan para
explicar el fracaso de los primeros emprendimientos […] la sospecha
era que este comportamiento obstruccionista respondía a los nexos de
los ferrocarriles con la importación de carbón inglés” (Gadano, 2012, p. 21).2
Este artículo pretende discutir estas afirmaciones con base en datos
obtenidos de fuentes primarias; poner en discusión creencias como
las contenidas en las citas precedentes, y ayudar a comprender cómo
fue el comportamiento de las empresas ferroviarias de capital
británico en Argentina.3
En ese sentido, dos construcciones teóricas nos parecen especialmente de
interés en esta tarea: la de la llamada free standing
company autónoma y la teoría del imperialismo del
libre cambio y su concepto vinculado de imperio informal. El
concepto de free standing company (Wilkins, 1988) surgió como
un intento de explicar una de las formas más frecuentes de inversión
externa llevada a cabo por británicos desde comienzos del siglo
xix. Con esta expresión se pretendió caracterizar
la constitución de compañías por acciones, independientes unas de
otras, con el propósito de llevar adelante un negocio determinado en
un lugar determinado. Dentro del universo de este tipo de compañías
cobraron especial relevancia las denominadas empresas autónomas, por
no estar controladas por ninguna otra empresa y no formar grupos
permanentes (Miller, 1998).
Se ha sostenido que las grandes compañías ferroviarias británicas
con actuación en Argentina han sido de esta clase (López, 2018).
La idea de autonomía implica que no existían en este tipo de compañía
ferroviaria accionistas que pudieran dominar las asambleas y que por
el contrario los títulos estaban repartidos en pequeñas y medianas
tenencias entre miles de individuos. Esa ausencia tenía como
resultado que las decisiones fueran tomadas por un directorio, que
no dependía de ninguna otra voluntad y que no era cuestionado en la
medida de que el resultado del negocio ferroviario fuera suficiente
para remunerar el capital invertido de acuerdo con las expectativas
que el mercado de capitales establecía. Cada directorio estaba
formado por hombres de negocios y por profesionales de la actividad
ferroviaria que aportaban su conocimiento para manejar la empresa de
la forma más eficiente posible. Se esperaba de ellos que no
subordinaran su desempeño como directores a ningún otro interés, más
allá del de la propia empresa y, en general, cumplían con ello.
La idea de imperio informal surgió como una crítica a los historiadores
del imperio británico que limitaban su objeto de estudio al ámbito
de las colonias dependientes políticamente de Gran Bretaña,
sosteniendo que la expansión del poder británico también fue lograda
mediante la penetración económica a territorios constituidos como
Estados independientes. El grado de control alcanzado de este modo
fue similar al del imperio formal dando lugar al denominado
imperialismo del libre cambio (Gallagher y Robinson, 1953). La expansión
imperialista, en definitiva, en esta versión, siguió dos caminos
indistintos: o fomentando la penetración económica, en territorios
con gobiernos organizados pero complacientes, mediante la promoción
del librecambio que beneficiaba a las empresas británicas; o usando
la fuerza militar en aquellas regiones que no presentaban
condiciones satisfactorias para el desarrollo de los negocios (Gallagher y Robinson, 1953, pp.
3-8). En esa estrategia de expansión fue fundamental
la actuación de las compañías ferroviarias y las de navegación a
vapor (Gallagher y Robinson, 1953,
pp. 9-10), como ocurrió en Argentina donde su acción
logró transformar un país autónomo en una economía satélite (Robinson, 1991, p.
184).
La teoría del imperio informal fue objetada prácticamente desde su
surgimiento, negándole a ese concepto toda utilidad para la
comprensión histórica (Platt,
1968). Pero, a pesar de todo, su difusión fue extensa
y se vinculó a otras teorías de origen diverso, muchas de ellas
anteriores, pero de contenido similar, como las que se han agrupado
bajo la denominación de teorías de la dependencia que también
sostienen la existencia de una acción coordinada entre las elites
locales y el gobierno y las empresas británicos.4 Tanto la teoría del
imperialismo del libre cambio como las teorías de la dependencia se
asientan en la afirmación de una comunidad de intereses y de una
actuación concertada entre las múltiples empresas y el gobierno
británico.5
Las fuentes primarias utilizadas, que se detallan al final, son
principalmente las memorias de empresas y las estadísticas
elaboradas por la Dirección General de Ferrocarriles del Ministerio
de Obras Públicas argentino, entre las impresas, y los expedientes
de esa misma Dirección de Ferrocarriles, entre las inéditas. También
se ha recurrido a las noticias incluidas en las publicaciones
periódicas de la época en análisis. Esta comprende los años que van
desde las vísperas de la primera guerra mundial hasta el desenlace
de la segunda. Además, se usarán fuentes secundarias, en especial
las referidas a la historia del petróleo en Argentina.
El trabajo partirá del efecto que tuvo la crisis de 1913 y el estallido
de la Gran Guerra sobre los costos de la explotación ferroviaria, en
especial el precio del combustible. Continuará con una breve
descripción del comienzo de la explotación petrolera en Argentina y
la política que pretendió diseñar el gobierno nacional. A partir de
allí, se describirá el proceso de sustitución de carbón por petróleo
como combustible en las locomotoras a vapor y los pasos seguidos
para crear la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo. Luego se
analizará el impacto que todo ello tuvo en el desempeño de las
empresas ferroviarias y la relevancia de aquella compañía en el
ámbito de la producción de petróleo en el país. Las conclusiones
finales se centrarán en relacionar las afirmaciones citadas
anteriormente respecto del compromiso que los ferrocarriles
británicos supuestamente tenían con la importación de carbón.
Encarecimiento del precio del carbón y dificultades para su
obtención, 1912-1920
La economía argentina fue hondamente afectada por la crisis que comenzó
en Europa en 1913 y que se agravó al desencadenarse la guerra entre
los imperios centrales por un lado y Francia y Gran Bretaña por el
otro (Regalsky, 2018, pp.
36-50). Como no podía ser de otro modo, las compañías
ferroviarias también resultaron afectadas, tanto por la caída del
tráfico, que redujo sus ingresos, como por el incremento del precio
de los materiales, combustible y salarios, que llevaron los gastos
de explotación a límites no conocidos antes (López, 2012, pp. 69-77). Nos interesa
especialmente ahora entrar en detalle en la cuestión del principal
combustible usado por los ferrocarriles: el carbón mineral.
Las grandes compañías ferroviarias instaladas en la zona productora de
cereales y carnes usaban carbón importado desde Gran Bretaña como
combustible. Era un insumo de precio bajo, además de destacarse por
su eficiencia. Las locomotoras de dichas empresas estaban
especialmente adaptadas para su uso. En los primeros años del siglo
xx el uso de carbón como combustible tuvo como
resultado que el gasto en este rubro rondara de 10 a 13% del total
de los gastos de explotación. Por ejemplo, en el Ferrocarril Sud ese
porcentaje osciló, de 1909 a 1911, entre 9.9 y 12%, en el
Ferrocarril Oeste (en adelante F. C. Oeste) entre 12.4 y 13.6% y en
el Central Argentino (en adelante F. C. Central Argentino) entre
10.8 y 12.6%.6 A
partir de 1912 el precio del carbón comenzó a aumentar. Para 1914
costaba 20% más que en 1910. La guerra aceleró el alza. Para 1920,
cuando alcanzó el pico, el precio del carbón en Gran Bretaña se
había multiplicado por 4.2 respecto de 1910 (Mitchell, 1988, pp. 248-249). La guerra,
además, perturbó la navegación marítima y el precio de sus fletes se
multiplicó. Para 1920 las exportaciones de carbón de Gran Bretaña se
habían reducido 2.5 veces (Mitchell,
1988, p. 257).
En esas circunstancias no es sorprendente que el costo por consumo de
combustible se multiplicara en cada una de las empresas
ferroviarias, lo que constituyó el núcleo del problema generado por
el aumento general de los gastos de explotación. Para 1919, que
constituyó también un punto crítico, el combustible representó 34%
de los gastos totales de explotación en el F. C. Sud, 26.5% en el F.
C. Oeste, 26.6% en el F. C. Central Argentino y 28.2% en el
Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (en adelante F. C. Buenos
Aires-Pacífico).7 Además, el suministro de carbón de
ultramar se había hecho difícil, primero por la perturbación directa
por la guerra en el mar y, luego, en la inmediata posguerra, por la
disminución en el tonelaje de las flotas mercantes que aquella había
dejado y por las huelgas que afectaron a la minería.
El problema creado fue encarado rápidamente. La primera idea fue recurrir
masivamente a la leña, que ya se usaba como combustible por los
ferrocarriles instalados en el norte del país y que en pequeñas
cantidades también usaban las empresas pampeanas. Para 1916 el F. C.
Central Argentino, que llegaba a zonas forestales con su línea a
Tucumán, cubrió casi la tercera parte de sus necesidades de
combustible con leña. El F. C. Buenos Aires-Pacífico alcanzó un
cuarto. Mientras tanto el F. C. Oeste llegó a cubrir 11.6%. En el F.
C. Sud –más alejado de las zonas productoras del combustible
alternativo–, el porcentaje solo fue de 2.3%. El consumo de leña
siguió incrementándose. Para 1918 los porcentajes cubiertos con leña
crecieron a 68.9% en el F. C. Buenos Aires-Pacífico, 62.6% en el F.
C. Central Argentino, 45.1% en el F. C. Oeste y 27.1% en el F. C.
Sud.8 Sin
embargo, el combustible sustituto tenía sus problemas. Al aumentar
en forma tan pronunciada su consumo, se hizo cada vez más difícil
encontrar leña de buena calidad. Pero, sobre todo, su poder calórico
era entre tres y cuatro veces inferior al del carbón, dependiendo de
la calidad de cada uno, lo que implicaba mover volúmenes que debían
multiplicarse por ese coeficiente.9
Si se pretendía enfrentar el problema creado por la dificultad de obtener
carbón y por el aumento de su precio debía pensarse en otra
sustitución. El descubrimiento de yacimientos de petróleo cerca de
Comodoro Rivadavia en la Patagonia argentina en 1907 mostró esa
posibilidad que no fue desperdiciada por las compañías
ferroviarias.
El comienzo de la explotación de petróleo en Argentina,
1907-1922
En diciembre de 1907 personal del Departamento de Hidrología, dependiente
del Ministerio de Agricultura de Argentina, encontró petróleo en
Comodoro Rivadavia. En forma inmediata el gobierno del presidente
José Figueroa Alcorta dispuso crear una zona de reserva en la que no
podría darse concesiones. Hasta 1910 los escasos trabajos realizados
y el no otorgamiento de concesiones a particulares tuvieron como
resultado que prácticamente no se explotara el nuevo yacimiento
(Solberg, 1982, pp.
28-30). A partir del gobierno de Roque Sáenz Peña,
sin embargo, se dio impulso a la acción estatal, que el decreto de
reserva de Figueroa Alcorta había previsto. Se reorganizó la
dependencia responsable del yacimiento creando la Dirección General
de Petróleo de Comodoro Rivadavia y se designó presidente de su
comisión administrativa al ingeniero Luis A. Huergo. Para 1914 la
producción creció hasta cubrir ese año 16% de las necesidades del
país. Argentina adoptó un camino no transitado hasta el momento:
crear una empresa estatal productora de petróleo (Gadano, 2012, p. 25; Solberg, 1982, pp.
30-46).
Al mismo tiempo, a partir de 1910, comenzaron a presentarse pedidos de
concesión por particulares en la zona de Comodoro Rivadavia. Se lo
hizo de manera especulativa y los beneficiarios fueron, en su
mayoría, personas sin solvencia que pretendían transferir el
privilegio. El gobierno de Sáenz Peña frenó ese modo de actuar y
decretó la caducidad de múltiples concesiones. Para 1916, solo
existían tres productores privados incipientes de petróleo: la
Compañía Astra, el Sindicato de Perforadores y la Compañía Argentina
de Comodoro Rivadavia. Las compañías petroleras extranjeras –con
larga trayectoria en distintas regiones del mundo– optaron en
Argentina, al principio, por ser importadoras y distribuidoras del
nuevo combustible (Gadano,
2012; Solberg,
1982).
La Gran Guerra también afectó a la nueva actividad. Por un lado, produjo
el encarecimiento y escasez de todo tipo de materiales y
combustibles e hizo aún más necesario acelerar la producción de
petróleo local. Por otro lado, privó al Estado de fondos para
financiar la empresa estatal (Solberg, 1982, pp. 49-60). Pero, además, se
agregaron otros problemas derivados de actitudes personales y
comportamientos políticos. El ingeniero Huergo falleció, luego de
generar conflictos innecesarios con un discurso agresivo en contra
de los inversores privados. Su sucesor fue el ingeniero Alberto
Schneidewind, quien dio eficiencia a la repartición, pero terminó
renunciando ante el estilo del gobierno iniciado en 1916. El nuevo
presidente, Hipólito Yrigoyen, no se interesó mayormente por la
nueva actividad y aunque la producción siguió creciendo, lo hizo
ahora sobre todo a partir de lo hecho por las escasas empresas
privadas. En materia de distribución y venta de combustible a los
consumidores, una empresa extranjera, vinculada a la Standard Oil,
fue tomando hegemonía (Gadano, 2012,
pp. 41-47; Solberg,
1982).
Hacia el final de la primera presidencia de Yrigoyen, la producción local
aumentó su participación, en un comienzo por la acción estatal y
hacia el final por la privada, pero lentamente, todo ello en un
ambiente en el cual el consumo de petróleo en Argentina iba
creciendo en forma constante (véase cuadro 1).
CUADRO 1
IMPORTACIÓN, PRODUCCIÓN Y CONSUMO DE PETRÓLEO
EN ARGENTINA, 1914-1922
Año |
Importación |
Producción estatal |
Producción privada |
Porcentaje
producción/consumo |
Porcentaje
privada/estatal |
Consumo |
1914
|
235 000
|
43 795
|
–
|
15.7
|
–
|
278 795
|
1916
|
–
|
129 780
|
7 771
|
–
|
5.6
|
–
|
1918
|
–
|
197 586
|
17 281
|
–
|
8
|
–
|
1920
|
–
|
227 156
|
35 339
|
–
|
13.5
|
–
|
1922
|
1 040 000
|
348 888
|
106 610
|
30.5
|
23.4
|
1 495 498
|
Las empresas privadas extranjeras, Anglo Mexican Petroleum Company,
perteneciente a Shell, y West India Oil Company, perteneciente a
Standard Oil, todavía seguían concentrando sus esfuerzos en la
importación y distribución.10 Las empresas privadas
argentinas, que habían sobrevivido a las caducidades decretadas por
el gobierno de Roque Sáenz Peña eran, como dijimos, Astra que tenía
concesiones sobre 1 500 hectáreas en Comodoro Rivadavia, el
sindicato de perforadores que actuaba en la misma zona, aunque con
muchas dificultades para obtener capital, y la Compañía Argentina de
Comodoro Rivadavia que se vincula directamente con nuestro tema como
enseguida veremos (Gadano, 2012, p.
52; Solberg, 1982,
pp. 99-100). Esta sociedad había iniciado sus
actividades a fines de 1915 con un capital suscrito de 4 400 000
pesos moneda argentina (equivalente a 400 000 libras esterlinas,
aproximadamente).11 Su presidente era Octavio S.
Pico, un ingeniero que había ocupado por un tiempo, a partir de
1898, el cargo de director de Tierras y Colonias del recientemente
creado Ministerio de Agricultura. Para principios de 1920 la
compañía había alcanzado una relevante producción con los pozos
instalados en su concesión, que se hallaba entre los yacimientos
estatales de Comodoro Rivadavia y la concesión de Astra, y había
pagado 6% de dividendo.12
El comienzo del uso de derivados de petróleo como combustible para
ferrocarriles en Argentina
Las compañías ferroviarias en Argentina se interesaron en el petróleo
como posible combustible tan pronto como se tuvo noticia de que el
mismo podía obtenerse localmente. El primer caso, efímero, fue el
del Ferrocarril Gran Oeste Argentino y sus relaciones con la
Compañía Mendocina de Petróleo. En 1889 este ferrocarril tuvo
inconvenientes para obtener carbón importado por haberse
interrumpido las comunicaciones con Buenos Aires por inundaciones y
recurrió al petróleo que había comenzado a extraerse poco antes en
Cacheuta, Mendoza. Pero la producción local cesó pronto y el
experimento se abandonó (Barneda,
2007).13 Otro antecedente sucedió en 1893, el
F. C. Sud, ante la oferta de un particular sobre la posibilidad de
usar petróleo importado, adecuó dos locomotoras y realizó pruebas
entre las estaciones de Buenos Aires y Altamirano. Sin embargo, al
cabo de seis meses se desistió del proyecto y las locomotoras
volvieron a usar carbón (Topham,
1935, pp. 687-688).14
El descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia tuvo consecuencias
mucho más importantes que la experiencia mendocina y los ensayos de
1893. Casi en forma inmediata, el F. C. Sud propuso adecuar una
locomotora para consumo de petróleo y en julio de 1909 llevó a cabo
las pruebas corriendo un tren desde la estación Constitución en
Buenos Aires a Temperley con resultados satisfactorios. Al ensayo se
le dio gran importancia y el ministro de Agricultura fue uno de los
pasajeros del tren con la locomotora convertida (Rögind, 1937, pp.
404-405).15 Poco después, el F. C. Central
Argentino hizo lo mismo.16 Los ensayos por el momento no llevaron
a otras acciones en estas empresas ya que el precio del carbón era
por entonces muy bajo y la producción de petróleo nacional tenía un
panorama incierto.17 Sin embargo, sí hubo avances tempranos
en la sustitución de combustible dentro del grupo del F. C. Buenos
Aires-Pacífico. Desde 1912 una de las empresas del grupo, el
Ferrocarril Bahía Blanca y Noroeste comenzó a usar el nuevo
combustible, de origen importado y, aunque con oscilaciones,
incrementó las toneladas de petróleo consumidas pasando de 2 000 en
aquel año a 5 800 en 1916. Para entonces otras empresas habían hecho
lo mismo aunque en forma muy limitada.18 En 1915, cuando ya la Gran
Guerra comenzaba a crear un problema grave con el carbón, la
posibilidad de usar petróleo nacional era un hecho y eran múltiples
las experiencias realizadas.19 El petróleo, también, era
propuesto para reemplazar al carbón como combustible en
instalaciones a vapor no ferroviarias.20
En principio, ante los problemas con el carbón, algunas de las grandes
empresas ferroviarias recurrieron como remedio a la leña.21 Pero en muy
poco tiempo se mostraron desilusionadas por los inconvenientes que
esta ocasionaba, en especial la necesidad de quemar un mayor volumen
y peso, alrededor de tres a cuatro veces más, para obtener el mismo
poder calórico.22
De allí que, rápidamente, se optó por recurrir al petróleo, cuya
efectividad estaba comprobada. El F. C. Sud, para el cual la
obtención de leña era más difícil, fue el más entusiasta en esta
sustitución.23 En la asamblea de accionistas de
octubre de 1916 se informó que la empresa había decidido convertir
30 locomotoras a petróleo.24 A partir de 1917 el F. C. Sud
incluyó en los informes anuales de la gerencia general el plan de
reemplazar al carbón por petróleo en todas las locomotoras del
servicio suburbano y para 1919 ya se estaba realizando la conversión
de una importante cantidad de locomotoras y la construcción de
tanques de almacenaje.25 En 1919 el F. C. Oeste también optó
por el petróleo como solución al problema y un año después el F. C.
Central Argentino por su parte decidió la conversión de las
locomotoras del servicio suburbano.26 No obstante, para el F. C.
Buenos Aires-Pacífico, fue distinto. En 1919 el directorio ordenó
usar más fuel oil en el controlado F. C. Bahía
Blanca y Noroeste, pero cuando esta línea pasó a depender del F. C.
Sud en 1924, el F. C. Buenos Aires-Pacífico demoró en convertir sus
propias locomotoras al uso de combustible líquido y recién avanzó
decididamente en ello a partir de 1926.27
No obstante, la producción de petróleo nacional progresaba lentamente en
Argentina y el país dependía en gran proporción de la importación
del nuevo combustible cuyo consumo aumentaba día a día. Con lo cual
los problemas de suministro del carbón podían repetirse con el
combustible líquido, como efectivamente ocurrió.28 De allí que la seguridad en
la provisión que se buscada y la cuestión del alto precio que
afectaba a las compañías exigiera alguna acción mayor que la mera
conversión de las máquinas a vapor y la construcción de tanques.
Desde el punto de vista técnico, en cambio, la cuestión era más
clara y el uso del petróleo podía ser beneficioso. Lo que había
resultado de los primeros ensayos fue confirmado por diversos
trabajos de especialistas que mostraban que el fuel
oil simplificaba el trabajo de los foguistas y que
los trenes ganaban en autonomía porque al tener el combustible
líquido un poder calórico 30% superior al carbón ocupaba menos
espacio y representaba menor carga muerta. También podían obtenerse
beneficios en el mantenimiento de las calderas (Gee, 1921, pp. 151-162;
Jaramillo, 1922, pp.
741-742).29
Creación de la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo y sus primeros
resultados
En 1919 los presidentes de los directorios de los FF. CC. Sud y Oeste,
Bowen y Bell, hicieron una visita de larga duración a Argentina
durante la cual llegaron a entrevistarse con el presidente Yrigoyen.
En el transcurso de ella entraron en contacto con representantes de
la Compañía Argentina de Comodoro Rivadavia. La empresa local
ofreció a los británicos la posibilidad de que estos invirtieran en
la explotación, que ya había comenzado con éxito pero que no
progresaba por falta de capital (Rögind, 1937, p. 549). La oferta fue considerada.
Las empresas ferroviarias contrataron a un experto en el tema,
Campbell Hunter, quien estudió los yacimientos ofrecidos y produjo
un informe favorable.30 Los FF. CC. Sud y Oeste trataron de
sumar a otros ferrocarriles y lograron la participación del F. C.
Buenos Aires-Pacífico que contaba con tanques en el puerto de Bahía
Blanca y venía usando petróleo. Con base en el informe de Hunter se
preparó una contraoferta y se convino crear una empresa formada por
las tres compañías británicas en la que cada una sería propietaria
de un tercio.31
Al promediar 1920 se llegó a un acuerdo entre las partes que fue aprobado
por una asamblea extraordinaria de accionistas de la Compañía
Argentina. Con base en este los ferrocarriles adquirían el usufructo
de los yacimientos por 20 años con opción a otros veinte años más.
Por la cesión, la Compañía Argentina cobraría anualmente 150 000
pesos moneda argentina y el valor de 12.5% del producto bruto de
petróleo. Por las instalaciones, que también se cedían, los
ferrocarriles pagarían 1 000 000 de pesos moneda argentina en diez
cuotas anuales. Las compañías ferroviarias se comprometían a
perforar 20 pozos en tres años y luego seis por año por tres años.
El acuerdo implicaba un ingreso importante para la cedente. Solo por
las sumas fijas que recibía podría pagar un dividendo de más de 5% a
sus accionistas y si el emprendimiento llegaba a producir 200 000
toneladas anuales, lo que era esperable, los dividendos podrían
trepar a más de 40%.32 La Compañía Argentina de Comodoro
Rivadavia, una vez firmado el contrato con los tres ferrocarriles,
procedió, en diciembre de 1920, a modificar sus estatutos, llevando
su vencimiento a 1961, fecha hasta donde podía extenderse el
usufructo, y otorgando dividendos provisorios a medida que la
sociedad tuviera fondos, lo que debería ocurrir cada vez que las
compañías británicas hicieran pagos.33
Al momento de firmar el convenio de usufructo por los yacimientos seguía
siendo presidente del F. C. Sud Albert Bowen, quien, por su familia
política, estaba vinculado al negocio del comercio de carbón y él
mismo fue director en alguna época de compañías exportadoras de
carbón (Damus, 2008, pp.
29-30). Sin embargo, la expectativa como presidente de una
compañía ferroviaria era que su comportamiento estuviera dirigido a
reducir los costos de explotación del servicio ferroviario y no a
beneficiar las ventas de combustible. La permanencia en el cargo
dependía de ello.
La inversión a realizar por los ferrocarriles era importante. En
estimaciones hechas por la prensa se consideraba que tendrían que
invertir inmediatamente 10 000 000 de pesos en moneda argentina en
perforaciones y 15 000 000 más en instalaciones.34 Para cumplir con las
obligaciones asumidas los FF. CC. Sud, Oeste y Buenos Aires-Pacífico
resolvieron conformar un condominio al cual cada uno aportaría la
suma de 300 000 libras. Un año después ya se había consumido casi la
mitad del aporte en nuevas perforaciones, instalaciones varias y la
construcción de una destilería para 1 300 metros cúbicos diarios de
petróleo. Campbell Hunter se convirtió en el gerente general y los
resultados cumplieron ampliamente las expectativas. El gas que
resultaba de los yacimientos se usó como combustible local y la
nueva inversión fue rentable desde el inicio (Solberg, 1982, p. 99).35 Fernando Guerrico, el
presidente del directorio local del F. C. Sud, se convirtió en el
conductor de la nueva empresa petrolera que se denominó Compañía
Ferrocarrilera de Petróleo (Gadano,
2012, p. 238).
La producción de los yacimientos aumentó de forma considerable. Para
mediados de 1921 ya se producían 750 toneladas de crudo por mes y
poco más de un año después esa producción se alcanzó por
semana.36
En los doce meses transcurridos entre el 1 de julio de 1921 y el 30
de junio de 1922 la producción total alcanzó 18 152 t. En los tres
años subsiguientes, dentro de las mismas fechas, la producción fue
creciendo, respectivamente, a 25 807, 36 187 y 70 434
toneladas.37 El crecimiento fue constante hasta
1929, cuando alcanzó la cifra de 246 373 t. El desarrollo del
emprendimiento fue consumiendo el aporte comprometido por los
ferrocarriles. Para 1924 cada uno había entregado 269 000 libras.
Dos años después ya casi se habían ingresado las 300 000 libras
fijadas en 1920 y para 1933 el aporte acumulado por cada condómino
llegó a 320 000 libras.38 La Compañía Ferrocarrilera de Petróleo
fue por entonces la compañía privada que ocupó el primer lugar en la
producción de petróleo en Argentina (véase cuadro 2), lugar que solo perdió a
partir de 1931 en manos de la compañía Diadema, subsidiaria local de
Shell.39 La
nueva empresa tuvo temprana conexión por riel con Comodoro Rivadavia
cuando la línea estatal que de esa ciudad iba a Colonia Sarmiento
construyó un ramal a los yacimientos de la vecina Astra que pasó por
las tierras de la Compañía Ferrocarrilera. Esta, por su parte,
colaboró con esa línea estatal en la construcción del faro San Jorge
suministrando camiones para mover materiales (Belini y Rougier, 2008), primera parte, cap.
ii). El cuadro 2 muestra el lugar destacado de esta
compañía en la producción nacional medida en toneladas.
CUADRO 2
PRODUCCIÓN DE PETRÓLEO EN ARGENTINA,
1924-1929 (EN TONELADAS)
|
Comodoro
Rivadavia |
Plaza
Huincul |
Año |
Estado |
Compañía Ferrocarrilera de
Petróleo |
Astra |
Comercio e industria |
Diadema |
Estado |
Standard Oil |
1924
|
544 367
|
60 274
|
90 538
|
29 849
|
–
|
–
|
–
|
1925
|
609 272
|
119 705
|
97 564
|
102 108
|
–
|
–
|
–
|
1926
|
720 243
|
185 760
|
144 568
|
142 740
|
–
|
–
|
–
|
1927
|
792 364
|
199 252
|
122 362
|
140 015
|
–
|
–
|
–
|
1928
|
828 610
|
212 430
|
103 310
|
97 395
|
47 395
|
49 675
|
67 640
|
1929
|
807 214
|
246 373
|
96 855
|
83 954
|
16 899
|
61 853
|
88 781
|
Las compañías ferroviarias propietarias de la nueva petrolera, además de
señalar en sus informes los cambios en su actividad cotidiana
producto del uso del combustible líquido, mostraron los buenos
resultados obtenidos con aquella. En el F. C. Sud, el presidente de
su directorio local, y conductor de la Compañía de Petróleo, comenzó
a informar, año tras año, la evolución de la producción petrolera
argentina, distinguiendo lo realizado por cada empresa. Asimismo, en
las memorias de los tres ferrocarriles se consignó la producción
anual de la Compañía Ferrocarrilera, el porcentaje de combustible
que cada empresa ferroviaria cubría con dicha producción y todo tipo
de información relevante como, por ejemplo, cuándo quedó concluida y
en funcionamiento la nueva destilería, qué tipo de combustibles
producía esta y la forma de su transporte y comercialización a
través de la empresa estatal. Parte central de toda esa nueva
información fue referida a los dividendos que la Compañía
Ferrocarrilera comenzó a pagar a cada uno de sus tres propietarias,
los que, desde 1925 a 1931 alcanzaron la suma promedio de 40 000
libras anuales.40
La cesión de usufructo a favor de los tres ferrocarriles británicos
también benefició a la Compañía Argentina de Comodoro Rivadavia. Sus
accionistas se liberaron de la carga de obtener capital y con los
pagos que fue haciendo la Compañía Ferrocarrilera pudieron remunerar
generosamente su capital inicial, alcanzando los dividendos de
alrededor de 20% anual.41
El uso de fuel oil como combustible por los
ferrocarriles en la década de 1920
Las compañías ferroviarias realizaron diversas acciones para poder usar
el combustible líquido. Pero, entre todas, tomó la delantera el F.
C. Sud. Ya antes de la puesta en marcha de la Compañía
Ferrocarrilera, esta empresa había dispuesto la construcción de
tanques de almacenaje de petróleo que, en principio, se pensaba
comprar a otros productores.42 En definitiva, en 1920 se
resolvió erigir dos tanques de 8 000 t cada uno en Buenos Aires y
dos más en Bahía Blanca y se puso como objetivo inmediato cubrir un
tercio de las necesidades de combustible con fuel
oil, objetivo que se logró al año siguiente.43 Si bien, a
partir de 1922 el precio del carbón bajó sustancialmente, el F. C.
Sud no modificó su política y en 1926 el gerente general pudo
señalar con satisfacción en su informe anual que el uso del
fuel oil le había permitido a la empresa
pasar sin sobresaltos la falta momentánea de carbón que había
generado la gran huelga desatada en Gran Bretaña.44 Mientras tanto la conversión
de locomotoras de carbón a fuel oil continuó sin
pausa.
Después de los tempranos ensayos de 1909 el F. C. Sud no avanzó en el
tema hasta que los problemas creados por la Gran Guerra lo
impulsaron a volcarse rápidamente al combustible líquido. Pero ya en
fecha tan temprana como 1916 inició la conversión de locomotoras
para servicios suburbanos.45 En 1917 se continuó con el
proceso de adaptación en locomotoras mixtas, y a partir de 1920 no
solo se aceleró la reconversión, sino que además se adoptó la
política de que todo el material de tracción nuevo que se adquiriera
viniera preparado para quemar fuel oil.46 El resultado
fue que en poco tiempo el F. C. Sud logró hacer funcionar con
combustible líquido alrededor de 500 locomotoras, sobre un total que
no llegaba a 800, y mantuvo ese número de ahí en adelante, por lo
menos hasta la guerra de 1939-1945 (Purdom, 1977, p. 92).47 Lo realizado en materia de
sustitución de combustible se vio claramente reflejado en las
cantidades relativas de carbón y petróleo usadas por el F. C. Sud a
lo largo de la década iniciada en 1920. En ese año se gastaron para
mover los trenes 194 000 toneladas de carbón, 22 000 toneladas de
petróleo, equivalentes a 29 000 de carbón por su poder calórico, y
374 000 de leña, equivalentes a 122 000.48 Dos años después lo
consumido fue 176 000 toneladas de carbón, 128 000 de petróleo,
equivalentes a 170 000 y prácticamente nada de leña. Ese ritmo de
cambio acelerado continuó y para 1930 lo consumido fue 160 000
toneladas de carbón y nada menos que 352 000 toneladas de petróleo
que equivalían a 441 000.49
El F. C. Oeste, al presentarse el problema de combustible tuvo más
facilidades para volcarse a la leña por la existencia de bosques en
las zonas atravesadas por sus líneas.50 Sin embargo, para 1919 al
persistir los altos precios del carbón y los problemas en su
suministro, la empresa resolvió recurrir al petróleo. Para el año
siguiente comenzó la transformación de locomotoras y entre 1920 y
1922 procedió a cambiar quemadores en más de 100 locomotoras.51 Sin embargo,
en este último año la baja del precio del carbón llevó al directorio
a dudar sobre la conveniencia de continuar en la transformación y
para 1924 se tuvo el convencimiento de que ya no había mayores
incentivos para sustituir el combustible de las locomotoras a
vapor.52 De
allí que el F. C. Oeste no siguió con el plan de reemplazo en la
misma forma que el F. C. Sud e, incluso, en algún momento, dio
marcha atrás con transformaciones ya iniciadas.53 La razón principal que llevó
a un comportamiento diferente al de la compañía vinculada fue la
electrificación de los servicios suburbanos iniciada antes de la
Gran Guerra y concluida en 1923. Pero eso sí, la usina eléctrica
erigida a partir de 1912 en la ribera Este del Dock Sud, en conjunto
con el F. C. Sud, fue convertida para consumir fuel
oil en lugar de carbón y así permaneció hasta el
final.54 Lo
dicho explica que en el F. C. Oeste, al igual que en el F. C. Sud,
el consumo de petróleo aumentó de forma rápida llegando a equiparar
al carbón en 1922 (72 toneladas de carbón contra 51 de petróleo,
equivalente a 68) pero, más adelante, bajó a representar no más de
40% del combustible consumido, aunque con oscilaciones.55
El F. C. Central Argentino, a diferencia de los dos anteriores, desistió
rápidamente del uso de petróleo. Ante una temprana preocupación por
los problemas de combustible esta empresa recurrió a la leña, la que
obtenía sin mayores problemas de flete por la proximidad de la línea
a Tucumán a la zona productora.56 Sin embargo, en 1919, ante un
alza en el precio de carbón sin precedentes y los problemas
operativos causados por la madera, el F. C. Central Argentino
resolvió probar con el petróleo y planear cubrir un cuarto de las
necesidades de combustible con él.57 Al año siguiente este camino
fue refirmado por la pretensión del gobierno argentino de fomentar
el uso del petróleo de producción nacional. Pero, en ningún momento
esta compañía pensó en sumarse a las demás para conformar la empresa
petrolera local.58
En 1921, el F. C. Central Argentino tomó nota de la normalización de
los precios del carbón y su política de girar al petróleo se cortó
abruptamente, alcanzando el pico en el consumo de este combustible
en 1922 cuando llegó a 20% del total.59 En cuanto a la conversión de
locomotoras, la empresa las llevó a cabo en 1919 y 1920, pero para
1925 inició el proceso inverso para volver nuevamente al uso de
carbón.60
El resultado fue que a partir de 1926 el petróleo representó solo 4%
del combustible consumido, manteniéndose en esos niveles por unos
años para, apenas pasado el año 1930, desaparecer
completamente.61 El F. C. Central Argentino, como el F.
C. Oeste, también había resuelto electrificar los servicios
suburbanos y ello tuvo influencia en su actitud frente al petróleo.
En 1916 se inauguró el nuevo tipo de tracción en el ramal a Tigre
del ex Ferrocarril Norte. Las obras en el ramal del Ferrocarril
Buenos Aires y Rosario fueron suspendidas por la guerra. En la
medida de que estas fueron reanudadas en la década de 1920 el
subsistente consumo de petróleo fue cayendo y la conclusión de los
trabajos de electrificación al final de dicha década implicó el
abandono del combustible líquido. Pero como muestra de una diferente
política de la del F. C. Oeste cabe hacer notar que la usina
eléctrica de Canal San Fernando del F. C. Central Argentino, a pesar
de que tenía sus instalaciones preparadas para el uso de ambos
combustibles, siempre funcionó a carbón (Sintes, 1944, pp. 51-52).
El F. C. Buenos Aires-Pacífico, si bien recurrió tempranamente al uso del
petróleo en la sección del F. C. Bahía Blanca y Noroeste, fue lento
en adaptar su material rodante al combustible líquido.62 Recién a
partir de 1922 comenzó a adecuar sus locomotoras y para 1926 había
avanzado en forma importante.63 La proporción de petróleo
sobre el total de combustible consumido bajó drásticamente al
desprenderse del F. C. Bahía Blanca y Noroeste llegando a un mínimo
en 1926 para luego subir rápidamente. En 1927 lo gastado en petróleo
representó 18% del total gastado en combustible. Dos años después el
porcentaje se elevó a 25% para comenzar a bajar en 1930
estabilizándose alrededor del 20% de ahí en adelante.64
El F. C. Sud fue la compañía ferroviaria que más petróleo consumió en el
conjunto de las grandes compañías británicas. Fuera de ellas, el
otro ferrocarril que recurrió masivamente al fuel
oil fue el estatal F. C. Central Norte Argentino.
Sin embargo, hasta 1930 estuvo muy lejos del F. C. Sud. Había
comenzado a usar combustible líquido en 1924. Hacia 1928 alcanzó una
cantidad que luego mantuvo estable. En 1930 sus locomotoras
consumieron 84 084 toneladas de petróleo y 595 438 de leña. En ese
año el consumo de combustibles por todos los ferrocarriles en
Argentina alcanzó las siguientes cifras: 1 356 856 toneladas de
carbón, 621 012 de petróleo, de las que el F. C. Sud usaba 57%, y
622 037 de leña.65
La Compañía Ferrocarrilera de Petróleo en la década de 1930
La compañía de propiedad conjunta del F. C. Sud, el F. C. Oeste y el F.
C. Buenos Aires-Pacífico gozó desde su inicio de una buena relación
con el gobierno argentino, mucho mejor que la que tuvieron y
tendrían en el futuro otras empresas petroleras privadas. Tenía
acuerdos con el Estado para el transporte y la comercialización de
su producción. No tenía mayores ambiciones de expansión y no chocaba
con las decisiones que los sucesivos gobiernos iban tomando. Además,
había mostrado ser extremadamente eficiente. Sus yacimientos fueron
de los más productivos desde el comienzo. De allí que, en cierto
momento, el gobierno del presidente Alvear pensara en algún tipo de
asociación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (en adelante,
ypf)66 y la Compañía Ferrocarrilera a fin de
formar una compañía mixta que combinara la presencia estatal, la
afluencia de capitales del sector privado y la eficiencia
administrativa que se había puesto de manifiesto. También en esa
asociación, que en definitiva se frustró, podrían haber ingresado
Astra y Diadema. La Standard Oil creyó ver en estas ideas la
influencia británica en perjuicio suyo (Gadano, 2012, pp. 211-239).
Pero el optimismo de Alvear, que iba de la mano de un aumento constante
de la producción, terminó con él. Los años siguientes mostraron un
estancamiento y para 1930 Argentina solo cubría con producción
nacional 42% de sus necesidades de petróleo (Solberg, 1982, p. 201). La crisis afectó
particularmente a las empresas locales y en los primeros años de
1930 la producción creció de la mano de las empresas extranjeras
(véase cuadro 3).
CUADRO 3
PRODUCCIÓN DE PETRÓLEO EN ARGENTINA
(TONELADAS), 1931-1935
Año
|
Comodoro Rivadavia
|
Plaza Huincul
|
Salta
|
YPF
|
CFP
|
Astra
|
Diadema
|
YPF
|
S. Oil
|
YPF
|
S. Oil
|
1931
|
748 337
|
236 873
|
181 232
|
280 182
|
101 895
|
135 405
|
23 359
|
75 835
|
1932
|
788 899
|
228 784
|
191 249
|
397 849
|
93 525
|
151 552
|
19 579
|
142 395
|
1934
|
749 542
|
215 494
|
189 842
|
480 194
|
55 176
|
108 619
|
26 248
|
288 707
|
1935
|
824 021
|
238 066
|
174 269
|
543 125
|
56 003
|
73 104
|
18 133
|
287 492
|
A partir de 1935 se dio el proceso inverso. La producción de ypf
creció y la de las compañías privadas extranjeras retrocedió. La ley
12161 de 1935 y los convenios de reparto de mercado de 1936
pretendieron poner un poco de claridad en la política petrolera,
pero provocaron una inusitada reacción nacionalista que no llevó
tranquilidad a la actividad. El mercado internacional no ayudaba
pues había deprimido sensiblemente los precios y hacía que
ypf no pudiera competir con el crudo importado.
Para 1940 la producción local, aunque había crecido, respecto de
diez años atrás, no había aumentado su participación en el total
consumido por el país. El 58% del petróleo seguía siendo importado
(Gadano, 2012, pp.
363-454).
En ese contexto la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo mantuvo su
actividad en los mismos niveles produciendo algo más de 200 000
toneladas de petróleo crudo al año, que era el máximo de producción
que podía pasar por su refinería. Esta, por la capacidad de
refinación, solo era superada por las refinerías de ypf,
Standard Oil y Shell (Gadano, 2012,
p. 375). La Compañía generaba ingresos que hacía que
las tres empresas ferroviarias propietarias percibieran importantes
sumas anuales. Ya para los ejercicios cerrados en junio de 1930
tanto el F. C. Sud como el F. C. Oeste informaron que habían podido
pagar un dividendo a sus accionistas ordinarios, aunque menor que el
año anterior, en parte gracias a los ingresos recibidos de la
Compañía Petrolera, a los que hasta el momento no se había dado
destino.67
De ahí en más cada compañía percibió como remuneración a su
inversión una suma que promedió 50 000 libras esterlinas anuales,
cifra realmente importante para los deprimidos ingresos de los
ferrocarriles por esos años (véase cuadro 4). Ese desempeño y el hecho de que la
producción nacional no cubría las necesidades del país requerían,
para cumplir con el objetivo buscado al crear la Compañía
Ferrocarrilera, que la misma expandiera sus actividades. Pero las
compañías ferroviarias propietarias ya no estaban en condiciones de
destinar capital para ello, más allá de que la situación política
enrarecida había creado un clima poco propenso para invertir en
Argentina.
CUADRO 4
PRODUCCIÓN Y DIVIDENDO PAGADO POR LA COMPAÑÍA
FERROCARRILERA DE PETRÓLEO, 1931-1940 (EN
TONELADAS)
Año
|
Producción
|
Dividendo en libras esterlinas
|
1931
|
236 873
|
40 000
|
1932
|
228 784
|
38 293
|
1933
|
207 105
|
87 301
|
1934
|
215 494
|
26 190
|
1935
|
238 066
|
59 613
|
1936
|
241 530
|
69 370
|
1937
|
209 809
|
45 470
|
1938
|
203 884
|
44 957
|
1939
|
231 001
|
63 949
|
1940
|
219 015
|
62 088
|
Durante la década de 1930, el uso de fuel oil como
combustible por los ferrocarriles continuó en forma diferente para
cada compañía. El F. C. Sud fue el que más petróleo quemó en sus
locomotoras. Las toneladas de combustible líquido durante toda la
década más que duplicaron las toneladas de carbón consumidas y en
poder calórico las tres cuartas partes fueron producidas con
fuel oil. En el F. C. Oeste, por su parte,
el consumo de fuel oil fue creciendo levemente en
proporción para representar, siempre medido en poder calórico, 40%
al comienzo de la década y 50% al final. Algo similar ocurrió en el
F. C. Buenos Aires-Pacífico, aunque en menor proporción. Lo gastado
en petróleo se mantuvo en alrededor de 20% hasta 1940. La caída de
la actividad, producto de la depresión económica y de la crisis del
modo ferroviario, llevó a que estas dos empresas limitaran su uso de
fuel oil a las cantidades que obtenían de
la compañía petrolera de la que eran partícipes. En forma opuesta a
ellos, el F. C. Central Argentino, de acuerdo con el plan que se
había trazado en la década anterior, después de 1932 prácticamente
no consumió más petróleo.68 Más allá de las grandes
compañías británicas el otro ferrocarril consumidor de petróleo
siguió siendo el estatal F. C. Central Norte Argentino el cual hacia
el final de la década aumentó sensiblemente la proporción de
petróleo usada por sus locomotoras. En 1931 había consumido 87 000
toneladas de petróleo y 454 000 de leña. Para 1940 las cifras habían
pasado a 239 000 y 557 000. Ese año, el total de combustible
consumido por los ferrocarriles fue de 941 393 toneladas de carbón,
623 717 de petróleo (equivalentes a 829 542 toneladas) y 694 338 de
leña (equivalentes a 243 018 toneladas).69
Discusión sobre las ventajas y desventajas del uso de fuel
oil respecto del carbón
La experiencia llevada a cabo por las compañías ferroviarias desde 1920
permitió, al promediar la década de 1930, hacer una evaluación
acerca de la conveniencia o no de haber adoptado fuel
oil, en mayor o menor medida, en sustitución de
carbón como combustible para las locomotoras a vapor. En el año 1935
un ingeniero del F. C. Sud, W. L. Topham, expuso su opinión frente a
sus pares de los demás ferrocarriles británicos en Argentina y ello
produjo un debate del que resultan opiniones valiosas (Topham, 1935). Topham
comenzó señalando que el F. C. Sud era uno de los ferrocarriles
usuarios de petróleo más grande del mundo y había realizado
importantes inversiones para llevar a cabo su distribución. El
combustible, tanto el nacional como el importado, se descargaba en
tanques erigidos en Bahía Blanca y Dock Sud. Desde allí se habían
diagramado dos redes de distribución, una para el sur y otra para el
norte de la red de la empresa, con base en vagones tanque de 38.5 t
de capacidad y 20 t de tara. De los vagones se pasaba a depósitos
bajo tierra ubicados junto a los galpones de mantenimiento de
locomotoras, salvo en las estaciones menores donde se pasaba
directamente el combustible a la máquina. Un ingeniero de la
empresa, Pedro Saccaggio, había diseñado en 1921 un aparato
combinado que permitía con una sola palanca de control realizar las
cuatro operaciones requeridas para alimentar la caldera. También se
habían perfeccionado las otras modificaciones que las locomotoras
necesitaban por el hecho de que el fuel oil
producía un calor más concentrado que el carbón (Topham, 1935, pp.
690-712).
La experiencia mostraba con claridad, siempre según Topham, lo ventajoso
del combustible líquido: necesidad de menor personal en los
depósitos, mayor velocidad en la provisión del combustible a las
locomotoras y menor tiempo para que estas estuvieran en condiciones
de marcha, posibilidad de realizar recorridos más largos sin
reaprovisionamiento de combustible, menor pérdida de combustible en
su traslado y guarda, menor trabajo para el foguista, no producción
de chispas. Frente a ello el único inconveniente que este ingeniero
encontraba era que el uso del fuel oil podía llevar
al recalentamiento de la máquina, sobre todo en caso de descuido.
Por estas razones y sobre todo por el hecho de que los precios de
ambos combustibles eran parejos mientras que el petróleo tenía mayor
poder calórico Topham sostenía que se ahorraba 20% en el gasto de
combustible en caso de adoptar el fuel oil (Topham, 1935, pp. 713-720).
Los demás ingenieros que comentaron el trabajo coincidieron, en
líneas generales, con las ventajas técnicas del uso del combustible
líquido, pero hubo fuertes observaciones acerca de la ventaja
económica que aquel había afirmado.70 En especial se sostuvo que el
cálculo presentado dejaba de lado el gasto necesario para adaptar
las máquinas y para establecer la red de distribución y que el
precio adjudicado al carbón por Topham era elevado. Si bien la
comparación entre el carbón y el petróleo no era simple, porque la
calidad de ambos era variable.71 L. Falconer (en Topham, 1935, p. 742),
ingeniero perteneciente al F. C. Central Argentino, insinuó que, más
allá del precio, la mayor ventaja se obtenía usando un solo tipo de
combustible porque al comprar en cantidad la empresa podía obtener
mejores precios de los proveedores.
Si se analizan las cifras consignadas en las cuentas de las compañías
ferroviarias la conclusión económica de Topham no parece tener mucho
respaldo. Antes de que el alza del precio del carbón creara el
problema que se relató al comienzo de este artículo, entre 1908 y
1911, el combustible representaba en los grandes ferrocarriles de
capital británico entre 10 y 13% de los gastos de explotación y el
F. C. Sud era el que presentaba porcentajes levemente menores a los
otros. Recordemos que, tras las perturbaciones de la guerra, cuando
el precio del carbón y sus problemas de suministro llegaron a su
punto máximo en 1919, el porcentaje del combustible dentro de los
gastos totales de explotación creció a 34% en el F. C. Sud, a más de
28% en el F. C. Buenos Aires-Pacífico y a más de 26% en el F. C.
Oeste y en el F. C. Central Argentino.72 Se podría explicar la
diferencia en perjuicio del primero en el hecho de su dificultad
para obtener leña. Después de todo lo realizado por las empresas
para obtener un combustible alternativo, combinado ello con la
normalización de los precios del carbón al promediar la década de
1920, los porcentajes del combustible en los gastos de explotación
bajaron sensiblemente, incluso a un nivel inferior al de 1910. Pero
lo cierto es que, si comparamos las diferentes compañías, resulta
que el F. C. Sud quedó en peor situación que el F. C. Oeste y el F.
C. Central Argentino. Mientras que en el primero en 1926 el
porcentaje del gasto de combustible sobre el total de los gastos de
explotación llegó a 11%, en el F. C. Oeste fue de 10.5% y en el F.
C. Central Argentino de 10.8%, tomando en estos dos casos el
porcentaje corregido por el uso de la corriente eléctrica.73 Es decir que
el ferrocarril que más se había volcado al fuel oil
fue el que menos pudo disminuir sus gastos de combustible.74
La década siguiente, en principio, acentuó la tendencia. Hasta 1932, año
en el que el F. C. Oeste vendió la usina de Dock Sud, sus gastos en
combustible, corregidos adicionando la corriente eléctrica,
siguieron siendo menores que los del F. C. Sud. Después ya no. En el
F. C. Central Argentino, por su lado, el porcentaje de los gastos de
combustible corregidos sobre el total de gastos de explotación
fueron inferiores al F. C. Sud durante toda la década. La diferencia
fue mayor que en los años de 1920, sobre todo hasta 1935.75 Que se
acrecentara la diferencia en contra de la empresa que había
recurrido en mayor medida al fuel oil puede haberse
debido a que en la depresión de los precios que caracterizó a la
década de 1930 la caída del carbón fue mayor a la del petróleo.76
Quedaba todavía un argumento a favor de lo realizado sobre todo por el F.
C. Sud, pero también por el F. C. Oeste y por el F. C. Buenos
Aires-Pacífico, a partir de 1920, con el objeto de sustituir el
carbón por el petróleo. El cambio, más allá de los precios,
permitiría, se pensó, lograr un suministro regular. El carbón era
siempre importado ya que no se habían descubierto yacimientos
explotables en Argentina. En cambio, había sí petróleo local,
aparentemente en abundancia. En caso de conflicto internacional o de
cualquier otra perturbación que dificultara la producción y el
transporte del carbón, el país podía usar ese combustible local. En
1926, tanto el F. C. Sud como el F. C. Oeste hicieron notar la
tranquilidad con la que enfrentaron la noticia de la gran huelga en
Gran Bretaña. No tuvieron necesidad de buscar otro proveedor de
carbón ni de improvisar una sustitución porque para entonces ya
usaban una importante proporción de combustible producido en
Comodoro Rivadavia.77 Pero para fines de la década de 1930
Argentina no había logrado una producción de petróleo suficiente
como para cubrir sus necesidades y más de la mitad seguía siendo
importada. Lo que había ocurrido con el combustible en la primera
guerra podía volver a ocurrir. Por la fallida política petrolera la
solución por la sustitución con combustible local no era una
realidad.
Para las compañías ferroviarias privadas que habían optado por el
petróleo ello implicaba tener que recurrir a combustible importado
si no era suficiente lo que obtenían de la Compañía Ferrocarrilera
de Petróleo. Durante la década de 1930 fue política del gobierno
nacional proteger a la empresa estatal ypf. Se reservó para
ella parte del mercado nacional y se restringió la importación y la
producción por empresas privadas, en especial Standard Oil. Ello
significó que no había excedentes disponibles.78 El F. C. Sud obtenía de
Shell Mex el fuel oil que no era de producción
propia pues había perdido la posibilidad de adquirirlo de
ypf, como al comienzo, ya que la empresa estatal
tenía toda su producción colocada.
Ese problema no resuelto se hizo evidente con la segunda guerra mundial
que volvió a perturbar la posibilidad de importar combustible. Por
un lado, el precio de los combustibles comenzó a elevarse; por otro,
la posibilidad de continuar con las importaciones fue cada vez
menor. En cada empresa el primer efecto fue un aumento en los costos
de corrida de los trenes, aumento aún más pronunciado que en la Gran
Guerra. En el F. C. Central Argentino, en el ejercicio cerrado al 30
de junio de 1939, se habían destinado más de 652 000 libras a
combustible y 115 898 libras a corriente eléctrica. Dos años
después, al 30 de junio de 1941 las cifras se habían elevado a 1 032
000 libras y a 292 889 libras.79 En el F. C. Buenos
Aires-Pacífico en el ejercicio al 30 de junio de 1939 se habían
gastado 557 000 libras en combustible y el total de gastos de
corrida de trenes había ascendido a 1 328 000 libras, siendo el otro
componente importante de estos gastos los salarios que habían sumado
643 000 libras. Al 30 de junio de 1945 los gastos de corrida de
trenes se habían elevado a 3 028 000 libras. Puesto que los salarios
no habían crecido en esa proporción, la mayor parte del incremento
se debía al combustible.80 Solo de 1942 a 1943 el aumento del
costo de los combustibles fue estimado en 47 por ciento.81
A ese primer efecto negativo por el aumento de precio se sumó en forma
inmediata otro problema aún más grave por la imposibilidad de
obtener combustible. Ya en septiembre de 1939 los ferrocarriles Sud
y Oeste, dada la experiencia que resultaba de la guerra anterior,
resolvieron, con conformidad de la Dirección General de
Ferrocarriles, suspender algunos trenes. En el primero de esos
ferrocarriles se disponía reducir el kilometraje recorrido por
semana en trenes de pasajeros de las líneas generales, que llegaba a
138 464 kilómetros, en 5.67% y el de la red suburbana, que era de
137 997 kilómetros, en 6.05%. En el F. C. Oeste se reducía el
recorrido de los trenes de pasajeros de las líneas generales (60 601
kilómetros) en 8.25%, mientras que los suburbanos, electrificados,
no sufrían recorte.82 En junio de 1940 el F. C. Central
Argentino dispuso la supresión de algunos trenes locales de
pasajeros y dejó de correr dos veces por semana el tren El Popular
entre Buenos Aires y Córdoba.83
Para 1942 la escasez temida se hizo realidad. El poder ejecutivo dictó
tres decretos por los que creó una oficina para establecer una forma
de racionamiento de combustible y estableció las prioridades, entre
las que el transporte ocupaba el cuarto lugar. Las compañías
ferroviarias, por su lado, argumentando que la escasez era extrema,
hicieron varios pedidos entre los que figuraba la suspensión de
servicios de menor demanda, la eliminación de la obligación de
correr trenes especiales cuando una mayor demanda lo requería, la
autorización para hacer correr trenes con más ejes que el máximo
permitido, la supresión de la calefacción en los servicios de
pasajeros. Las compañías concluían su solicitud señalando que las
reservas eran insignificantes y que el suministro era inferior al
consumo.84
El F. C. Sud anunció, asimismo, que “debido a la escasez de
combustible se veía obligado a reducir aún más el número de trenes
de sus líneas suburbanas, a correr menos trenes a vapor y
reemplazarlos por tracción diésel y a aumentar los trasbordos en la
estación Temperley”.85 La escasez obligó a establecer una
especie de racionamiento y todos los ferrocarriles tuvieron que
continuar con la reducción del número de trenes que corrían. Las
compañías ferroviarias también habían pedido que se aumentara la
producción local de petróleo, pero para ello había demasiados
obstáculos. La Compañía Ferrocarrilera de Petróleo seguía con su
producción al máximo en más de 200 000 toneladas anuales. En 1939
había sido de 231 001 t. En 1942 el resultado fue prácticamente el
mismo: 231 191 toneladas.86
La escasez afectó a todos los combustibles que debían ser importados,
tanto al carbón que se importaba en su totalidad como al petróleo,
del que se importaba más de la mitad de lo que se consumía.
Nuevamente los ferrocarriles debieron recurrir a la leña, y en más
de un caso a sustitutos de ella. Por la disponibilidad existente el
consumo de carbón cayó drásticamente, el del petróleo en menor
medida, y la leña pasó a ocupar el primer lugar. A partir de 1944,
aunque la disponibilidad de carbón siguió siendo muy baja, el
petróleo comenzó a obtenerse con más facilidad y con base en ello el
uso de leña disminuyó. Al finalizar la guerra la tendencia continuó
y, aunque el consumo de carbón se recuperó en algo, el petróleo lo
fue desplazando. Para 1947, para todo el país, el consumo de carbón
fue menos de la mitad del de 1940, mientras que el del petróleo se
había multiplicado por 1.8. En 1940, en cifras para todos los
ferrocarriles, el carbón había producido 47% del poder calórico en
las locomotoras a vapor, el petróleo 31% y la leña 12%. En 1945 esos
parámetros, aun en plena escasez, fueron 9, 28 y 63%,
respectivamente. Para 1947, ahora ya con una vuelta parcial a la
normalidad del suministro, el carbón produjo 17% del poder calórico,
el petróleo 58% y la leña todavía 25%.87 La experiencia en la
sustitución de carbón por petróleo iniciada alrededor de 1920, en la
que el F. C. Sud tomó la delantera, sirvió durante estas
circunstancias. Ante la nueva realidad mundial a la que se
enfrentaba Argentina, la posibilidad de obtener petróleo con más
facilidad que carbón no perturbó la marcha de sus trenes ya que la
sustitución del combustible de las locomotoras a vapor era una
práctica sobre la que había vasta experiencia.88
Lo cierto es que, para el comienzo de la década de 1940, la cuestión del
combustible era solo uno de los problemas que enfrentaban las
compañías ferroviarias de capital británico, y no uno de los más
importantes. El ambiente hostil contra ellas creado a partir de 1930
había hecho pensar a sus directores que la única solución a esos
problemas era la venta de las empresas al Estado argentino y ya
habían comenzado las gestiones para ello (López, 2008, pp. 119-123). Cuando
finalmente se concretó el acuerdo para esa venta en febrero de 1947,
el gobierno argentino se comprometió a pagar 135 500 000 libras por
los activos ferroviarios y 14 500 000 libras más por los activos no
ferroviarios que las compañías poseían en Argentina (López, 2008, p. 132).
Entre estos últimos se encontraba la Compañía Ferrocarrilera de
Petróleo.89
El gobierno argentino en vez de incorporar la petrolera adquirida a
ypf, la mantuvo independiente. Al formarse la
Dirección Nacional de Industrias del Estado se la incluyó como
Petroquímica Empresa Nacionalizada y agregó a sus actividades la
fabricación de cemento a partir de 1950 (Belini, 2009, pp. 190-191; Pampín, 2015, p. 310).90 La empresa se
mantuvo en la órbita estatal hasta 1978 cuando fue convertida en
sociedad anónima y privatizada convirtiéndose en Petroquímica
Comodoro Rivadavia.91
Conclusiones
La conclusión más clara que puede sacarse de los hechos relatados en los
puntos anteriores es que no parecen ser ciertas las generalizaciones
que citamos al comienzo en el sentido de que los ferrocarriles de
capital británico estaban íntimamente ligados a la importación de
carbón de Gran Bretaña y que, por ello, se opusieran al desarrollo
de la producción petrolera argentina. Por el contrario, lo que
resulta es que, en su afán de ser más eficientes en el negocio de
transporte ferroviario, actuaron siempre tratando de reducir los
gastos de explotación. Cuando el precio del combustible se convirtió
en un factor negativo estuvieron dispuestos a reemplazar el carbón
por petróleo, en la creencia de que la sustitución tendría como
resultado una disminución de costos. También, ante los problemas de
suministro que podían estar vinculados al uso de combustible
importado, por dificultades en la producción en el país de origen y
perturbaciones en la navegación, estuvieron dispuestos, siempre en
la búsqueda de eficiencia, a volcarse al uso de combustible
local.
Para mejorar el resultado del negocio ferroviario, las compañías no
dudaron en invertir importantes sumas de capital. En primer lugar,
llevaron adelante una serie de acciones para transformar las
locomotoras, tanto en sus quemadores como en sus depósitos de
combustible, para adiestrar personal para la nueva práctica, para
almacenar el combustible líquido, para transportarlo a lo largo de
las respectivas redes y para traspasarlo de los depósitos locales a
las máquinas. En segundo lugar, para lograr un suministro de
petróleo de fuente local, ante la insuficiencia de la producción
nacional, tres de esas compañías no dudaron en invertir en
yacimientos, convirtiéndose en empresas productoras de petróleo,
realizando gastos en contratar expertos en esa actividad y en erigir
una destilería para mejor aprovechar la calidad de lo que se
extraía. Hicieron todo ello en momentos en que el rendimiento del
negocio ferroviario no era el mejor, afectado por las perturbaciones
económicas de la Gran Guerra y de la inmediata posguerra.
Si las acciones descritas, y cuyo sentido tratamos de resumir en los dos
párrafos precedentes, fueron exitosas es una cuestión que no tiene
una respuesta simple. Las oscilaciones constantes de los precios
hicieron que no fuera evidente que el reemplazo de carbón por
fuel oil se tradujera en una disminución
permanente de los gastos de explotación, y si damos una mirada
abarcadora a todo el periodo entre 1920 y 1940 parecería que
podríamos concluir que la sustitución no fue ventajosa. La compañía
más entusiasta en ella, el F. C. Sud, terminó con gastos en
combustible que pesaban más que la compañía más resistente al
cambio, el F. C. Central Argentino. Esta idea se combina con la que
esbozamos en el sentido de que el ahorro en combustible iba de la
mano de la electrificación y no del uso de fuel
oil. Este tema no puede ser tratado con detalle aquí. Basta
decir que dos de las grandes compañías, el F. C. Oeste y el F. C.
Central Argentino, encararon los proyectos de electrificación en
época bien temprana, antes del comienzo de la Gran Guerra. Pero al
igual que con el petróleo, la búsqueda de eficiencia, las obligó a
incursionar en una actividad ajena a ellos: la generación de
electricidad. Ambas empresas, al mismo tiempo que planearon
electrificar sus líneas suburbanas debieron empezar a construir
usinas generadoras.
Así como el cambio hacia el fuel oil no parece haber
resultado en una disminución de los gastos de explotación, tampoco
brindó mayor seguridad en el suministro de combustible. En ese
sentido, al avanzar la segunda guerra mundial los problemas
experimentados por los ferrocarriles por la falta de combustible
fueron mayores que en la primera guerra. El esfuerzo puesto en la
creación de la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo no fue
suficiente. Las compañías propietarias deberían haber aumentado la
inversión, obtener más yacimientos, ampliar la refinería y así
obtener combustible local suficiente, ya que otros actores en
Argentina, privados o estatales no mostraban capacidad para ello.
Probablemente en 1920 se daba por sentado que el país lograría el
autoabastecimiento de petróleo. Al promediar el gobierno de Alvear
parecía que ello se concretaría en pocos años. Y en ese ambiente, lo
hecho por las compañías ferroviarias como parte del esfuerzo para
alcanzar la autosuficiencia de petróleo era acompañado con la
aprobación oficial. Pero luego todo cambió. Aunque las compañías
ferroviarias no hubieran sufrido la caída de rentabilidad que les
impidió contar con capital para cualquier nuevo emprendimiento, la
política petrolera se hizo errática y en la opinión pública se fue
creando un clima hostil a las inversiones extranjeras, tanto en
petróleo como en ferrocarriles. Lo que ocurrió durante la segunda
guerra en materia de escasez de combustible fue consecuencia directa
de lo ocurrido en la década de 1930 con su auge nacionalista sin
precedentes.
Los hechos relatados en este trabajo son específicos y se limitan a lo
realizado respecto de la sustitución de combustible por cuatro
compañías ferroviarias en una época y territorio determinados, la
República Argentina de 1912 a 1940. Sin embargo, consideramos que la
conclusión con la que comienza este apartado, en concreto el
desinterés demostrado por los ferrocarriles en el comercio del
carbón, es relevante para valorar las construcciones teóricas
enunciadas en la introducción.
El hecho de que al menos algunas empresas ferroviarias en determinadas
circunstancias no valoraran en absoluto una actividad comercial que
ha sido considerada central en la estrategia del supuesto
imperialismo del libre cambio, como lo fue la exportación de carbón
mineral británico véase (Boyns y Gray, 2016), puede ser visto como un
argumento a favor de las posiciones críticas frente a la postulación
de la existencia del imperio informal. Dentro de esta idea se ha
presupuesto siempre que existió una actuación coordinada entre todos
los actores británicos en el exterior, que respondían a una acción
política dirigida desde el gobierno, en pos de intereses comunes.
Sin embargo, en definitiva, como sostiene Platt (1968, p. 304), parecería confirmarse
que cada empresario británico actuaba por su cuenta y riesgo, en
defensa de su propio negocio, en forma independiente al respaldo de
su gobierno y sin atender a otros intereses económicos de otros
actores.
En forma contraria a lo anterior, las decisiones tomadas por las
compañías ferroviarias en materia de sustitución de combustible
parecen confirmar el supuesto de que formaban parte del universo de
las empresas autónomas y que ello llevaba a ciertos modos de acción.
Por ejemplo, liberarse del ámbito cultural en el que actuaba la
empresa cuando ello era conveniente. Los ferrocarriles de capital
británico habían sido creados por británicos. De esa nacionalidad
eran sus directores y la mayor parte de sus altos funcionarios, así
como también los ingenieros consultores y otros profesionales a los
que recurrían para asesoramiento. Ello tenía como consecuencia que
dichas compañías actuaban en un ambiente dominado por esa cultura y
que seguían sus prácticas. En materia ferroviaria Gran Bretaña
estaba vinculada al carbón, donde este combustible era barato y
abundante. Su reemplazo prácticamente nunca fue intentado allí,
porque no era necesario. Pero cuando fue evidente que el consumo de
carbón se había vuelto un inconveniente en Argentina, los directores
e ingenieros del F. C. Sud, como también los de las otras empresas,
no dudaron en salirse de su ambiente cultural y buscaron la
sustitución. E incluso alentaron la innovación tecnológica para
hacer más fácil el cambio, muestra de ello fue el aparato combinado
de Pedro Saccaggio.
Las grandes empresas ferroviarias de capital británico en Argentina eran
sensibles a la política que fijaba el gobierno local. El
descubrimiento de 1907 llevó a que las autoridades argentinas se
preocuparan por la producción de combustible local y por la
promoción de su uso. El directorio del F. C. Central Argentino, al
disponer en 1920 la conversión de una importante cantidad de
locomotoras a combustible líquido, tuvo en cuenta, entre otros
factores, el deseo del gobierno argentino de promover el uso de
petróleo argentino, como antes recordamos.
La autonomía se fundaba en la importancia y éxito de las empresas. Los
ferrocarriles eran empresas enormes, por el capital invertido, por
el giro, por el número de personas empleadas y por las redes de
vinculaciones que habían formado en su actividad. Eran las empresas
más grandes de su época. Quienes las dirigían eran conscientes de
ello y actuaban en consecuencia. Lo más importante era ser
profesionales, era conducir al ferrocarril pensando en él. En
expandir su servicio, en transportar más, y con ello aumentar los
ingresos, y gastar bien y lo menos posible. No respondían a otros
intereses, porque no había intereses más importantes. El ejemplo
dado en la actuación del presidente del F. C. Sud que se recordó al
relatar la formación de la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo es
una muestra de ello. Es absurdo pensar, que quienes eran
responsables de la conducción de compañías tan grandes se dejaran
llevaran por cuestiones ajenas a las mismas.
Archivos
Archivo de la Dirección General de Ferrocarriles, Museo Nacional Ferroviario, Buenos Aires, República Argentina.
Archivo de la Fundación Museo Ferroviario, Buenos Aires.
Hemerografía
Boletín Oficial de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Buenos Aires, República Argentina.
La Prensa, Buenos Aires, República Argentina.
Monitor de Sociedades Anónimas y Patentes de Invención, Buenos Aires, República Argentina.