Desde la compilación editada por Adolfo Meisel en 1994,2 que reunió varias contribuciones para analizar los procesos económicos y sociales por los que atravesó el Caribe colombiano desde la colonia hasta la república, con énfasis en los procesos que fomentaron la unidad regional, no hay mayores esfuerzos por replicar este precedente. Economía del Caribe colombiano y construcción de nación, 1770-1930 retoma esta empresa y reune los trabajos de un variado grupo de académicos que cuestionan algunas de las tesis fundacionales de la historiografía regional y nacional. Este libro tiene entre sus méritos que parte desde una perspectiva amplia que concibe la región como un todo, sin descuidar los matices de su diversidad territorial, y los diferentes desafíos que cada territorio dentro del Caribe colombiano enfrentó en el desarrollo de su estructura productiva y en su incorporación al naciente Estado-nación. Este trabajo se suma también a una corriente de nuevos aportes en América Latina que estudian la formación de las economías nacionales desde la perspectiva de las regiones periféricas y analizan de paso cómo estas se sumaron a la construcción de los Estados nacionales.3 El libro abarca un periodo amplio que va desde las reformas borbónicas de finales del siglo xviii hasta las primeras décadas del siglo xx, pasando por los aciagos años de las guerras por de independencia. Este periodo ha sido prolíficamente estudiado, pero por lo general atiende a una premisa que ha sido objeto de pocos cuestionamientos: una vez la Nueva Granada se liberó del dominio español, el Caribe colombiano entra en un letargo debido al cambio en el orden político y económico, perdiendo así toda relevancia en el universo económico de la nueva nación. Esta tesis ha tenido notables consecuencias en la historiografía colombiana, que ha centrado su interés en las áreas centrales del país, al tiempo que desatiende el papel que las regiones periféricas tuvieron en la formación de la economía nacional.4 Los autores de la compilación cuestionan la tesis de la crisis económica del Caribe colombiano y demuestran, a través de un reposado análisis de la realidad histórica de cada territorio de la región, que el desplome de la economía regional no operó de manera tan lineal, además que las causas de la crisis distan de estar limitadas a los años de la independencia. Por el contrario, son circunstancias del orden político republicano las que desaceleraron el ritmo de una economía regional que daba muestras de relativa prosperidad, aún en los años posteriores a la liberación del yugo español.
La contribución de Hugues Sánchez comienza precisamente por cuestionar lo que se ha argumentado respecto a los efectos de la reforma borbónica, que se han supuesto enteramente negativos. Sánchez, por el contrario demuestra que en el afán de estimular la producción agrícola, las autoridades coloniales planearon implementar una suerte de reforma agraria: el reparto de tierras comunales entre los libres de todos los colores con el fin de aumentar la proporción de tierras cultivables. Esto tuvo implicaciones que fueron más allá de lo económico: la distribución de tierra condujo a la formación temprana de una clase campesina, labradores que ganaron un estatus jurídico que les permitía gozar de un conjunto de derechos y que encontrarían en el Estado colonial un protector y aliado. Por tal motivo, Sánchez considera que las políticas de poblamiento territorial de finales del siglo xviii, más que sólo ordenar y controlar, tuvieron un efecto emancipador en las masas campesinas. El labrador se convirtió en un sujeto productivo empoderado por el respaldo del Estado.
Joaquín Viloria, por su parte, discute la situación económica de Santa Marta durante las guerras de independencia. Su artículo crítica los postulados que naturalizan la pobreza de la ciudad, cosa que se ha tomado por verdad obvia, y argumenta que el estado de la economía estuvo más bien sujeto a las oscilaciones de la política fiscal durante los últimos años de la colonia y durante la independencia, específicamente a las medidas tributarias o coercitivas establecidas para financiar la causa realista o patriota: emisión de dinero, impuestos, y expropiación de los bienes de los enemigos. Para cuestionar la idea de una supuesta pobreza inmanente, Viloria prueba que Santa Marta llegó a convertirse en el puerto más activo de la región durante la independencia, lugar que habría de ceder sólo al término de la guerra, cuando Cartagena recobra su preponderancia. De cualquier forma, dice Viloria, esto demuestra la necesidad de analizar las coyunturas políticas y fiscales para comprender el devenir de la economía local.
Jorge Enrique Elías Caro continúa analizando la situación económica de Santa Marta tras la independencia, y su importancia como punto de conexión con las redes comerciales del Caribe insular, en particular con Saint Thomas, favorecido esto por la fácil conexión con el río Magdalena. El declive de Santa Marta, tradicionalmente visto como permanente a lo largo del siglo xix, sólo inicia con la apertura del puerto de Barranquilla en la década del setenta del siglo xix, con lo que Santa Marta se convirtió en un pequeño embarcadero de productos agrícolas, perdiendo así el vínculo comercial con Saint Thomas. El artículo de Caro se destaca por un estricto análisis cuantitativo que de manera convincente visibiliza la relativa prosperidad que vivía la ciudad a pesar de los trastornos causados por la independencia.
La contribución de Raúl Román sobre la economía de Cartagena durante las primeras décadas de la república es particularmente reveladora. Desafía la idea misma de la crisis del siglo xix para decir que Cartagena inclusive experimentó una relativa prosperidad después de 1830, que sólo fue entorpecida por las restricciones del gobierno central encabezado por Francisco de Paula Santander. Así, Román niega que los únicos detonantes de la crisis hayan sido el sitio y la obstrucción parcial del Canal del Dique, como lo ha sugerido la historiografía de los últimos cincuenta años, para considerar la política económica nacional durante la república, que aceleraron un declive que venía en su curso desde finales de la colonia, debido a la reacomodación de las economías locales y regionales en el contexto de disputas por los espacios económicos de la Nueva Granada. Román dice: “la ciudad y su provincia iniciaron un proceso de recuperación económica que fue castrado en el contexto de una política fiscal y económica contraria a los intereses de la región Caribe colombiana, a lo que se sumaron circunstancias asociadas a la política internacional y del proceso de construcción de las soberanía tanto al interior del país como con el exterior” (p. 146).
Por su parte, Adolfo Meisel realiza un análisis detallado, casi microhistórico, de la economía local de San Andrés en 1846 para argumentar, contrario a lo que comúnmente se ha dicho, que la economía no estaba limitada al monocultivo y exportación del algodón y el coco, sino por el contrario, gozaba de una economía diversificada que permitió una distribución de riquezas más o menos equitativa, además del goce de una calidad de vida entre los pobladores que superaba la de cualquier otro territorio en la Nueva Granada. Todo esto se debió a que la isla no fuera presa de las fluctuaciones inestables de una típica economía que depende del monocultivo.
El artículo de Giussepe D’Amato y Antonino Vidal estudia la importancia del río Magdalena en la integración de las economías regionales en Colombia, y como eje articulador de la economía natural y la economía monetaria. Analizan cómo a través de puertos de cabotaje los pueblos del Caribe se integraron a las redes comerciales que iban hacia el interior andino. Además examinan las políticas de Estado respecto a los asentamientos ribereños, cómo fueron incorporados a la institucionalidad y cómo fueron establecidos mercados locales cuya función primaria era abastecer o aprovisionar al comercio que fluía a través del río en su paso hacia los Andes. D’Amato y Vidal destacan la importancia del oro a finales del siglo xix como activador de los circuitos de intercambio en las zonas ribereñas, que a su vez fortalecieron los movimientos de importación y exportación por los principales puertos del Caribe, lo que liberó la oferta y la demanda restringida antes por las barreras naturales.
Finalmente, Andrea Miranda analiza el proyecto del Packing House de Coveñas a inicios del siglo xx, una iniciativa que se proponía modernizar la economía ganadera del Caribe colombiano, y que terminó condenada al fracaso debido a la oposición del gobierno central que lo consideraba perjudicial para la ganadería del interior andino. A pesar de su desenlace, logró activar la exportación del ganado a pie a México y Panamá, cosa que los ganaderos antioqueños vieron como una amenaza a su bienestar económico, y al dominio que ya intenta consolidar en las sabanas del sur de Bolívar. A su vez, la elite cartagenera temía que los proyectos de conexión vial con Antioquia también pudieran afectar su propio control político y fiscal sobre el sur del departamento. Estos conflictos, sumados a problemas en la higiene y la calidad de la carne para exportación, comprometieron el éxito del Packing House. Miranda recoge los debates historiográficos alrededor de la ganadería, que comúnmente le han asociado con el estancamiento económico y por ser poco proclive a generar un desarrollo económico integral. Para ella, retomando lo ya planteado por Posada Carbó,5 la ganadería fue un dinamizador de las economías locales, y sus beneficios se distribuían en distintos estratos del aparato productivo, considerando igualmente que sus ganancias eran reinvertidas en otros renglones de la economía regional. Lejos de ser atrasada, logró innovarse e incorporar adelantos tecnológicos a los procesos productivos, como puede dar la fe la existencia del Packing House.
A grandes rasgos, Economía del Caribe colombiano y construcción de nación da nuevas luces sobre el devenir histórico de la región durante los últimos años de la colonia y la primera centuria de la república, y lo consigue reevaluando viejos postulados historiográficos tomados como verdades indiscutibles en la literatura de los últimos años. Economía del Caribe colombiano y construcción de nación tiene como merito particular que deconstruye el Caribe colombiano permitiendo así identificar cómo algunos territorios dentro de la región, debido a las ventajas competitivas de las que gozaban, fueron asumiendo posiciones de liderazgo en su contexto inmediato. Esto bien puede servir como punto de partida para nuevos trabajos que aborden las vicisitudes en la formación de una unidad regional de cara a las relaciones económicas y políticas respecto al interior andino.
PhD Candidate, Department of History, University of Connecticut.↩
Adolfo Meisel, Historia social y económica del Caribe colombiano, Barranquilla, Universidad del Norte, 1994.↩
María Eugenia Romero (ed.), Las regiones en la historia económica mexicana, siglo xix, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1999; Antonio Ibarra, La organización regional del mercado Novohispano. La economía colonial de Guadalajara, 1770-1804, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2000; Elisa Itzel García Berumen, Riqueza, poder y prestigio. Los mayoristas de Zacatecas en la segunda mitad del siglo xvii, Zacatecas, Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, 2014; Gladys Lizama Silva, Llamarse Martínez Negrete. Familia, redes y economía en Guadalajara, México, siglo xix, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2014; Jorge Gelman (comp.), La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006; Luz Méndez Beltrán, La exportación minera en Chile 1800-1840. Un estudio de historia económica y social en la transición de la Colonia a la República, Santiago de Chile, Editorial universitaria, 2004.↩
Por ejemplo, todos los trabajos, sean en su calidad de artículos o reseñas, publicados en la revista América Latina en la Historia en Económica sobre la economía de la Nueva Granada en el siglo xix, se enfocan en el estudio de la formación de la economía nacional y el Estado-nación desde la experiencia Santa Fe de Bogotá. Todos a excepción de una contribución del autor del libro aquí reseñado. Véase Raúl Román Romero y Andrea Miranda Pestana, “Conflictos y negociaciones entre los empresarios harineros de la región andina y los de la costa Caribe colombiana, 1904-1912”, América Latina en la Historia en Económica, vol. 21, núm. 3, 2014.↩
Eduardo Posada Carbó, El Caribe colombiano. Una historia regional (1870-1950), Bogotá, Banco de la República-Ancora Editores, 1998.↩