Palabras Clave: Confederación Perú-Boliviana; trigo; agricultura; Chile; Perú.
The war of Chile against the Peru-Bolivian Confederation (1836-1839): Wheat and agriculture as a basis for a national project
[1]
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, Chile, mail: eduardo.cavieres@pucv.cl
[2]
Universidad Adolfo Ibáñez, Viña del Mar, Chile, mail: gserrano@uai.cl
Palabras Clave: Confederación Perú-Boliviana; trigo; agricultura; Chile; Perú.
Key Words: Peru-Bolivian Confederation; wheat; agricultural trade; Chile; Peru.
Ciudad | Arrobas | Pesos |
---|---|---|
Concepción | 12 000 | 33 000 |
Valparaíso | 57 272 | 157 500 |
Coquimbo | 8 000 | 22 000 |
Total | 77 272 | 212 500 |
Ciudad | Fanegas | Monto |
---|---|---|
Valparaíso | 168 000 | 210 000 |
Concepción | 50 000 | 62 500 |
Totales | 218 000 | 272 500 |
[i] Fuente: elaboración propia con base en cuadros de exportación de los puertos de Concepción, Valparaíso y Coquimbo, en Benjamín Vicuña (1856), El Mercurio Peruano, 1793, núm. 608, pp. 30-32.
Balanza | Pesos | Porcentaje | Producto |
---|---|---|---|
Importaciones del Perú | 458 317 | 46 | Azúcar |
Exportaciones de Chile | 622 000 | 44 | Trigo |
Saldo favorable a Chile | 163 683 |
Doce reales ($1,50) por cada 150 libras de trigo extranjero, cuando el chileno no excediese el valor de cuatro pesos; cuando éste valiese de cuatro a cinco pesos, aquel pagaría el derecho de un peso; cuando el precio del trigo nacional fuese de cinco a seis pesos, el derecho de importación se reduciría a cuatro reales, y sería libre la internación del trigo extranjero, cuando el precio del nacional pasase a seis pesos. Un derecho análogo se estableció sobre la importación de la harina. (Sotomayor, 1875, p. 221).
La relación comercial se hizo crítica cuando Perú declaró el Callao como puerto de depósito, acción que fue seguida por una legislación que puso el trigo y la harina de Chile en desventaja en el mercado peruano (Parkerson, 1984, p. 162). Específicamente, lo que hizo el gobierno peruano fue decretar, el 19 de junio de 1832, que el trigo desembarcado en Callao debía ser medido y despachado de inmediato, lo que era imposible poner en práctica y que se explica, según Izquierdo (1990, p. 136), como una medida destinada a entorpecer el comercio con Chile.En respuesta a estas acciones, el gobierno de Prieto impuso un derecho específico de tres pesos en arroba a los azúcares y chancacas peruanas. La reacción peruana fue otro decreto que fijó que el derecho aduanero de tres pesos sobre los trigos chilenos debía ser pagado íntegramente en dinero, y prohibió el pago en papeles. La guerra de los impuestos, como se bautizó más tarde, estaba desatada.En este contexto, José Mariano Escobedo, un emisario peruano, advirtió al presidente Orbegoso de Perú sobre el buen momento que vivían en 1834 los productores chilenos, pero a la vez sobre su falta de visión: “Una demanda extraordinaria de trigo para Buenos Aires y una cosecha poco abundante no les permite, por ahora, a los productores el alarmarse con el amago de excluirnos del mercado. Parece que los productores territoriales, satisfechos con el hecho de no tener grandes existencias, no calculan sobre lo futuro.”6Hacia 1835, según cálculos de Parkerson (1984, p. 161), las exportaciones de trigo y harina de Chile a Perú totalizaban 405 124 pesos por año, lo que equivalía 76% del valor de su comercio con Perú (529 761 pesos). Las exportaciones chilenas, en tanto, eran compensadas con productos peruanos, principalmente azúcar y tabaco, que para ese mismo año totalizaron 351 423 pesos.7Los productores de azúcar en Perú y de trigo en Chile, frente a una situación que nada los favorecía, presionaron por la elaboración de un acuerdo que pusiera fin a las disputas comerciales. El 20 de enero de 1835 los representantes de ambos gobiernos firmaron el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre las Repúblicas de Chile y del Perú que establecía, entre sus múltiples artículos, que los productos naturales o manufacturados de cualquiera de las repúblicas contratantes conducidos en los buques chilenos o peruanos sólo pagarían en las aduanas de la otra la mitad de los derechos de internación con que se hallaran gravadas, o en adelante se gravarían las mismas o equivalentes mercaderías de la nación más favorecida, conducidas en buques que no lograran privilegio por razón de bandera (El Araucano, 30 de julio de 1835).En términos económicos, el convenio favorecía a aquellos círculos peruanos que pensaban que la prohibición simultánea de los bienes estadunidenses y la reanudación del comercio con Chile devolverían a Perú la gloria perdida (Gootenberg, 1997, p. 85).Desde la perspectiva chilena, el tratado se circunscribía a lo que Mario Barros (1970, p. 109) define como un proyecto de mercado común latinoamericano y que se había gestado en el ideario de Portales. Parte de este fue expresado por el ministro Joaquín Tocornal (1835): “Hemos creído conveniente y necesario modificar esta regla general, reservándonos en los tratados de comercio la facultad de conceder favores especiales a las repúblicas hermanas y aplicando con más liberalidad esta excepción a aquellas que por su vecindad y por la naturaleza de sus productos parecían destinadas a formar con nosotros una confederación más estrecha” (Memoria, en Barros, 1970, p. 109).El tratado, que debía ser obligatorio durante seis años, fue ratificado por el Congreso chileno en febrero de 1835 y enviado a Perú. Sin embargo, mientras se abrían nuevas esperanzas respecto al futuro de las relaciones entre ambos países, en Lima se había desatado otra de las tantas revueltas políticas de este periodo. Orbegoso logró consolidarse en el poder gracias al apoyo brindado por el general boliviano Santa Cruz, una de cuyas primeras medidas fue fijar un plazo de cuatro meses para ratificar o anular el tratado que se había firmado con Chile.Según Mario Barros (1970), una de las causas de las reticencias del mandatario peruano al pacto se justificaba, por una parte, “porque había sido impuesto por los grandes terratenientes azucareros peruanos, y por otra porque Orbegoso consideraba que el acuerdo daba demasiadas franquicias a Chile” (pp. 115 y 116). Gootenberg (1997, p. 84) coincide en que el tratado favorecía esencialmente a los hacendados del norte, que vieron en los mercados chilenos su salvación económica. En la vereda del frente, se encontraban quienes, contrarios al Tratado de 1835, se resultaban favorecidos por la política económica de Santa Cruz.8Mientras esto sucedía, las noticias que llegaban a Chile provenientes de Lima eran poco alentadoras sobre el abuso cometido contra algunos chilenos, entre los que se encontraba uno a quien le habían prohibido la conducción de 3 000 fanegas de trigo que tenía resguardadas en el muelle (El Araucano, 5 de febrero de 1836).El 16 de mayo de 1836, Orbegoso declaró en forma oficial que el tratado de libre comercio entre su país y Chile quedaba sin efecto. La postura del gobierno peruano se ajustaba a la política liberal de Santa Cruz y de sus asesores, entre los que el colombiano Juan García del Río era uno de los más importantes. La apuesta del mariscal fue favorecer el comercio directo entre Europa y Perú, para lo cual declaró puertos libres a Arica, Cobija, Callao y Paita, reglamentó las aduanas y fijó derechos adicionales para todos aquellos efectos y frutos que hubiesen tocado otros puertos del océano Pacífico antes de llegar a puertos peruanos (Basadre, 1948, pp. 167-168).El periódico oficialista del gobierno de Chile, El Araucano, desdramatizó la medida al asumir que esta no alteraría mayormente las desgastadas relaciones comerciales entre ambos países:¿Qué beneficio ha reportado con él nuestra agricultura y comercio, que pueda compararse con el que ha recibido la agricultura del departamento de Lima? Los azúcares peruanos han disfrutado completamente la rebaja de derecho en los puertos chilenos, mientras que nuestro comercio de granos ha estado sujeto en el Callao a providencias arbitrarias que han hecho enteramente ilusorias con respecto a ellos, las estipulaciones del tratado […] Creemos que por parte de Chile no habrá dificultad en suscribir a esta medida, y que lejos de reclamar contra ella, debemos más bien felicitarnos de ver disueltas una obligaciones que, según todas las apariencias, iban a pesar exclusivamente sobre el pueblo chileno (El Araucano, 26 de febrero de 1836).
En un análisis publicado en El Telégrafo (25 de mayo de 1836), el nuevo ministro de Hacienda de Orbegoso, Juan García del Río, dejaba en claro cuál era la visión que tenía el gobierno peruano sobre el lugar que debía ocupar Callao respecto a Valparaíso. Así, cualquier acuerdo de igualdad y reciprocidad con Chile terminaba por ser perjudicial a Perú en lo relativo, por ejemplo, al intercambio de azúcar y trigo:La azúcar que se lleva del Perú a Chile, por más que recen lo contrario cálculos apasionados, no pasan de 100 mil arrobas en término medio al año, esto es, no llega a una cuarta parte de la cantidad que allí se consume de este artículo; y así por esta circunstancia de 2 ½ reales en el derecho que paga respecto de la azúcar extranjera de su clase, no puede obtener el monopolio; en tanto que Chile, que está en posesión de surtir las dos terceras partes del trigo o harina que se consume en el Perú, excluirá virtualmente de este mercado, a favor de los privilegios del tratado, las harinas de los Estados Unidos de América y asegurará para sí, la importación exclusiva de trigos del Perú (El Telégrafo, 25 de mayo de 1836).
Días después de expedirse el decreto supremo que invalidaba el tratado, una comisión del Tribunal del Consulado de Lima se presentó en el Ministerio de Hacienda de ese país y solicitó que se reconsiderara la medida por la relevancia de este intercambio, la cantidad de trabajadores que estaban comprometidos en la producción de azúcar y los capitales que “forman una gran parte de nuestra sociedad y riqueza” (El Telégrafo, 30 de mayo de 1836).Otro miembro de la sociedad limeña, José Tiburcio Roldán, iba más allá en sus críticas. De acuerdo con su análisis, el tratado beneficiaba a Perú considerando una balanza comercial favorable, y las razones del fracaso se explicaban por el interés de algunos comerciantes de obtener una comisión por la importación de harinas extranjeras y el provecho de los buques extranjeros sobre “la comisión de venta que deben cobrar al remitente, y otros por el provecho que buques extranjeros obtendrán con perjuicio de los nuestros” (El Araucano, 24 de junio de 1836). Según su cálculo, mientras Chile recibía anualmente 754 700 pesos en frutos peruanos, Perú obtenía sólo 235 840 pesos. Es decir, existía una diferencia de 518 860 pesos en favor de Perú.El Redactor Peruano confrontó las cifras expuestas por Roldán y utilizó como fuente la información proporcionada por “empleados, negociantes y hacendados respetables e inteligentes”,9 que mostraban una clara diferencia entre los cálculos de uno y de otro, pues la exportación de Perú a Chile equivalía a 289 717 pesos y las importaciones de Chile a Perú equivalían a 275 155 pesos; esto da un saldo a favor de Perú por 14 562 pesos.La diferencia de los valores se explicaba, según El Redactor, a que Roldán había calculado la producción potencial y no el real de la cantidad de azúcares que podían producir las haciendas de Perú con destino a Chile. El presupuesto, además, se había hecho sin tomar en consideración el mal estado en que estas habían quedado luego de las guerras internas y externas.10
Si uno compara a grandes rasgos los datos reproducidos de El Mercurio Peruano de 1793, los de Parkerson de 1835 y estos, las cifras de Roldán aparecen como exageradas, tal como reclamaba El Redactor.Frente a esta disputa, El Mercurio publicó su rechazo al acuerdo en una nota editorial cuya extensión era atípica para la época, lo que confirma la relevancia que tenía dicho acuerdo para el comercio. Después de un detallado análisis la editorial señala:Concluiremos el examen de la Memoria diciendo que sería necesario probar que son más útiles para el Perú las importaciones que produjeron un 25 por 100 de beneficio al especulador sobre Inglaterra, con perjuicio de los cultivadores que no cubrieron indudablemente los costos de producción, que los beneficios que estos últimos podrían obtener en el mercado de Chile, para poder aconsejar razonablemente la preferencia que debe darse al mercado de Inglaterra sobre el de Chile para la exportación de la azúcar de Perú (El Mercurio de Valparaíso, 4 de julio de 1836).
La anulación del acuerdo por parte de Perú significó un retroceso en las condiciones anteriores a 1835. Se estableció que los trigos de Chile pagaran un derecho de introducción de dos pesos por fanega y las harinas de cinco pesos, tres y dos tercios reales por saco. Se mandó por el mismo decreto que los importadores de aquellos dos artículos, además, rindiesen fianza, y se obligó al pago doble en el caso de que se aumentaran los impuestos al azúcar peruano en Chile (Sotomayor, 1876, p. 97).Este enfrentamiento demuestra en la práctica lo que Gootenberg (1997, p. 63) ha descrito, en términos generales, como el abismo que se abría entre el desarrollo de una economía de exportación plenamente internacional, basada en vínculos directos con el comercio que se expandía en el Atlántico y los modelos provincianos de comercio a lo largo del Pacífico.¿Y cuáles no serán los perjuicios causados por consecuencia de este acontecimiento en las campañas, en un tiempo en que las cosechas de granos, principal producción de esta provincia, aun no se había conservado en depósito que las preservasen de las aguas? Pero si algo salvó de este elemento, la ruina de aquellos mismos depósitos destruyó las esperanzas de los que se habían anticipado á recoger y conservar sus frutos, según algunos avisos oficiales que he recibido (El Mercurio de Valparaíso, 20 de marzo de 1835).
El gobierno, con el objetivo de matizar las pérdidas, eximió de los impuestos de catastro y alcabala a las provincias más afectadas: Talca, Maule y Concepción.12 Desafortunadamente, las precariedades del país impiden conocer el impacto que tuvo el terremoto en la producción de trigo y en las finanzas del Estado. Sin embargo, las medidas que se aplicaron permiten intuir el interés del presidente Prieto por proteger la industria del trigo. Por ejemplo, a inicios de 1837 se envió una circular a todas las gobernaciones del valle central solicitando a las autoridades locales que:Averigüen con toda exactitud posible el número de fanegas de trigo que produjo cada uno de los departamentos de la Provincia de su mando en el año recién pasado. Se recomienda el pronto despacho de este informe que se necesita como un dato estadístico para formar un juicio seguro sobre nuestras relaciones comerciales con el Perú.13
Ese mismo año, y en los pocos datos estadísticos que existen, a pesar de la guerra, las exportaciones de trigo desde Concepción a Lima se mantuvieron, aunque presentaron una fuerte caída.14 El 28.78% de las exportaciones de grano de la región de Concepción estuvo destinado al mercado peruano. De cerca de 50 000 fanegas de trigo, alrededor de 65% quedó en el mercado local.15Durante 1838 la situación en el sur del país empeoró a raíz de la sequía, dificultad natural favorecida por la pobreza de los campos que no poseían sistemas de riego y que dependían exclusivamente de la lluvia. A esto se agregaba la falta de caminos y la existencia de medios de transporte rudimentarios, lo que fomentaba el autoconsumo y desincentivaba la producción. En respuesta a estos inconvenientes, el gobierno tomó medidas para evitar que los labradores que vendían anticipadamente sus cosechas fuesen perjudicados por la sequía. Junto con la disminución de impuestos que mencionamos antes, el presidente utilizó un decreto de 1824 que establecía que en los años que por fatalidad no se lograra cosechar se impedía cobrar intereses a los productores y sólo se les obligaba a devolver lo que debían, sin usura alguna.16 De hecho, el intendente de Talca, a partir del clamor de los sembradores de trigo, solicitó al presidente que ediara entre estos y los tribunales de justicia que sentenciaban en contra de ellos por sus incumplimientos económicos sin tomar en cuenta la crítica situación en que se encontraban. El labrador insolvente, según denunciaba la autoridad, debía vender la yunta de bueyes, su caballo o la vaca lechera que sustentaba a su familia o el pedazo de tierra que poseía, lo que agravaba su pobreza. La propuesta del intendente era que la máxima autoridad interviniera a favor de un interés moderado para evitar que los labradores, aquejados por deudas que no podían pagar, se inclinaran por la corrupción de sus costumbres.17La desigualdad de condiciones entre los productores y comerciantes fue, justamente, uno de los puntos que llamó la atención del naturalista inglés Charles Darwin. Durante su paso por el valle central, Darwin observó la pobreza de los campesinos y la paradoja que se producía en este intercambio comercial:Los habitantes son propietarios del terreno, cosa bastante rara en Chile. No tienen otro medio de existencia que los productos de un huerto y de un pequeño campo, y son muy pobres. El capital es tan escaso en este país, que los campesinos se ven obligados a vender su trigo antes de segarlo, cuando aún está verde, a fin de poder adquirir lo que es necesario; resulta de ello que el trigo es más caro en el lugar donde se produce que en Valparaíso, donde viven los negociantes, 28 de abril de 1835. (Darwin, 2005, p. 240).
Años que se deseaba una asociación de esta naturaleza; pero faltaba un individuo que al mismo tiempo que concibiese el proyecto de su planteación, tomase á su cargo el realizarlo. El señor de la Barra se presentó al fin espontáneamente. Invitó y reunió en la casa de su habitación algunos vecinos respetables é influyentes, y puede decirse que todos ellos participaron del entusiasmo del patriotismo sin el cual no puede llevarse á cabo ninguna empresa importante (El Agricultor, núm. 1, octubre de 1838).
La idea, según lo que se señala en el párrafo anterior, había sido pensada con anterioridad y se inscribe dentro del proceso modernizador de la agricultura que se comenzó a desarrollar en Europa en el siglo xviii.Según el estudio que realizó Gonzalo Izquierdo sobre la Sociedad de Agricultura, esta surgió a imitación de las asociaciones que se habían formado en España y que tenían como principal objetivo: “conseguir la prosperidad del país y de los súbditos, ya que todos los miembros del Estado tienen derecho a la felicidad” (Izquierdo, 1968, p. 18).Aunque de muy corta vida, el primer antecedente en Chile de este tipo de agrupaciones fue la Sociedad de Amigos del País de 1813, cuya misión era preocuparse del bienestar del pueblo y del progreso (Izquierdo, 1968, p. 21).El acta de la primera reunión de la Sociedad impulsada por De la Barra, y que tiene como fecha de inicio el 20 de mayo de 1838, establece que un número considerable de vecinos se reunieron en la Universidad de San Felipe, presididos por el ministro de justicia Mariano Egaña, con el objeto de fundar la sociedad, que fijó los siguientes artículos:artículo 1.º La Sociedad de Agricultura se establece con el fin - 1.º de estimular, dirigir y propagar en toda la estensión de la República los estudios y los métodos prácticos, para mejorar el cultivo de las tierras, y la cría de ganados - 2.º de proteger la formación y conservación de los bosques y plantios; la aclimatacion de los árboles, plantas &, ya sea trasplantándolos de un punto á otro del territorio, ó importándolos del extranjero - 3.º de emplear su influjo y conocimientos, segun lo permitan las circunstancias, en el establecimiento de una policía rural, y de la legislación agrícola - 4.º y de proteger por todos los medios que estén á su alcance la inmigración de agrónomos y labradores que introduzcan nuevos ramos de industria agrícola ó mejoren los que ya tenemos (El Agricultor, núm. 1, octubre de 1838).
Junto a ello, se establecieron cinco secciones de trabajo a la que los miembros debían adscribirse. Entre estas se encontraba la de labranza y ganadería, bosques y aclimatación, policía rural y legislación agrícola, colonización e introducción de nuevos métodos, y de redacción, sección encargada de la publicación de un periódico en el que se daban a conocer los resultados de los trabajos.El Mercurio celebró su fundación por considerar que Chile necesitaba diversificar su agricultura, circunscrita hasta ese entonces a la siembra de trigo y patatas y a la crianza del ganado vacuno. Al final de la nota destaca con optimismo: “Estamos persuadidos que ella servirá de modelo para otras muchas sociedades fomentadoras de las artes, del comercio, de la literatura, y de la beneficencia y moral pública” (El Mercurio de Valparaíso, 25 de mayo de 1838).Entre las tareas de la Sociedad se encontraba la organización de exposiciones públicas de los productos del suelo chileno y de los nuevos instrumentos y máquinas de agricultura que se hubieran introducido o inventado, recogiendo la experiencia de lo que personajes como el mismo De la Barra y Bello habían observado en Inglaterra. Junto a los ya mencionados, también formaron parte de la sociedad Estanislao Portales, Ramón Rengifo, Ramón Luis Irarrázabal, por nombrar algunos y, como socios protectores, los ministros de Estado Joaquín Tocornal (ministro del interior, relaciones exteriores y hacienda), Mariano Egaña (ministro de justicia, culto e instrucción pública), Ramón Cavareda (ministro de guerra y marina). El presidente, además, fue nombrado patrono de la sociedad en reconocimiento al interés por la formación de la sociedad y protección generosa.Claudio Gay, actor protagónico en la conformación de esta sociedad, aunque no la menciona en su obra sobre la agricultura chilena, destacó los beneficios que a su juicio iba a aportar esta organización: “la agricultura chilena iba a salir del estado de infancia y de empirismo en que las circunstancias y estado colonial la habían dejado” (Gay, 2009, p. 27).Días antes de esta acta, el 18 de mayo de 1838, el presidente Joaquín Prieto emitió un decreto que dio vida a la Sociedad Chilena de Agricultura y Colonización. Las razones oficiales que justificaban esta iniciativa eran que se trataba de una empresa que contribuiría en gran manera a fomentar y mejorar la industria naciente. Detrás de esto estaba lo que Benjamín Subercaseaux ha definido como “voluntarismo liberal”, es decir, la creencia de que las ideas liberales serían motor del progreso y que bastaba educar a la mayoría para cambiar la sociedad y la vida política del país (Subercaseaux, 2011, p. 38.La estrecha relación entre el Gobierno y la Sociedad queda jemplificada por el hecho de que, una vez formada la Sociedad, una numerosa comitiva fue recibida por el presidente en su palacio, donde José Miguel Barra pronunció un discurso que el mandatario contestó manifestando la complacencia que le causaba ver a los principales vecinos de Santiago ocupados en tan filántropos trabajos (El Mercurio de Valparaíso, 25 de mayo de 1838).Si bien este afán modernizador no aparecía mencionado en el acta, detrás de este, del espíritu científico e ideal de progreso, estaba Claudio Gay, quien por entonces se encontraba en Chile contratado por el gobierno.19 En este ámbito, su aporte concreto se materializó por medio de la publicación de varios artículos en el órgano oficial de la sociedad.Sobre este boletín, El Mercurio de Valparaíso, a raíz del primer número, se mostró cauto respecto a los beneficios de esta publicación:No es posible formar todavía una idea exacta de a importancia que podrán tener sus trabajos de redacción. Suponemos que no dejaran de ser útiles y dignos de elogio atendiendo á la solicitud de todos los trabajos consagrados á tan importante objeto, y al inmenso depósito de conocimientos sobre la agricultura generalizados en países mas adelantados que Chile, y que se ignoran por los agricultores nacionales (El Mercurio de Valparaíso, 25 de mayo de 1838).
Una vez que la Sociedad estuvo conformada, una de las primeras medidas que se tomaron para que esta tuviera éxito fue solucionar la poca comunicación que existía entre la capital y algunas provincias de la república, considerando la importancia que poseía para esta institución mantener contacto con el resto del país:Pudiera ser que no se tuviera en ellas noticias de la Sociedad de Agricultura, a que por escasos informes no se alcanzara a comprender toda la utilidad que promete a nuestra industria agrícola. Esta falta haría que no circulasen en aquellos lugares el periódico y demás publicaciones de la sociedad y quedasen privados de importantes conocimientos los Agricultores, que cabalmente tienen más necesidad de ellos.20
De acuerdo con este mismo oficio, que fue difundido en el Valle Central e inspirado en los ideales de ilustrados, la Sociedad sería clave para introducir en las distintas zonas el “espíritu de adelantamiento” en las provincias. Con el objetivo de que las informaciones de esta Sociedad pudieran difundirse de forma eficaz, el presidente envió una circular al arzobispo de Santiago, al obispo de Concepción, a los intendentes y jueces de las provincias, a los gobernadores y municipalidades a través de los intendentes.21 El documento, que puede encontrarse en los archivos de varias gobernaciones, permite conocer cómo funcionaban las redes de comunicaciones del Estado, y la Iglesia era uno de los principales mecanismos de difusión con que contaba la incipiente república. Esto explica, entre otras cosas, el interés de los primeros independentistas en reconocer en los primeros reglamentos constituciones a la Iglesia y a la religión católica apostólica romana como la exclusiva de Chile, aunque la mayoría de estos hombres eran masones y no necesariamente católicos.Y sucedió por último para completar este cuadro triste i verdadero, que mientras recibíamos bajo arcos triunfales a los bravos que habían ido a derramar su sangre por aquella causa completamente estéril, el país repleto de gloria, se moría de hambre, poblándose nuestras más ricas provincias de hordas de pordioseros que era necesario sostener a ración con los escasos dineros que la voracidad de la guerra no había aniquilado (El Ferrocarril, 26 de diciembre de 1878).
Entre las medidas llevadas a cabo producto de esta tragedia, el gobierno financió un estudio que analizara un sistema de regadío en la provincia del Maule. Por su parte, el intendente de Concepción propuso la construcción de graneros públicos, destinados a tener un depósito permanente de cereales. El presidente apoyó esta medida otorgando fondos para la adquisición de granos (Sotomayor, 1903, p. 161).Sin embargo, y a pesar de la dura situación alimenticia interna, lo que corrobora nuestra pespectiva sobre el conflicto, el mercado peruano siguió siendo prioritario y se reestableció rápidamente después de la guerra. Como se ha indicado, las cifras que son recurrentes en la década de 1830, aun cuando se trate de datos globales y no necesariamente exactos, están de acuerdo con el desarrollo estadístico que se produce a partir de 1844 y que nos permiten apreciar el valor del trigo chileno para el mercado peruano y cómo este efectivamente se mantuvo en los años inmediatamente siguientes al conflicto. Con base en las nuevas estadísticas oficiales que se suceden a partir del año indicado, Sergio Sepúlveda (1959) presentó las exportaciones hacia el Pacífico, mostrando con nitidez la importancia del mercado peruano (véase cuadro 4).[ii] Fuente: elaboración propia/adaptación con base en Sepúlveda (1959, cuadro 4, p. 34).
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[1] Valparaíso, 13 de junio de 1837, Fondo Ministerio de Guerra, vol. 247, Archivo Histórico Nacional de Chile (en adelante ahnch).
[2] El tema de la Confederación también ha generado debate y discusión en la historiografía estadunidense. Para Robert Burr, por ejemplo, la causa de la guerra estaba relacionada con la necesidad por parte de Chile y su ministro Portales de preservar el equilibrio en América: “The pivotal point in Chile´s justification for war was that it had to restore the balance or power for the sake of its own security” (Burr, 1974, p. 41). Simon Collier atribuye a Diego Portales la idea de que la Confederación era una amenza para la posición comercial y política de Chile, y es imposible afirmar cuán compartida era esta idea en una época en la que “era la opinión de Portales la que contaba” (Collier, 2008, p. 91).
[3] Claudio Gay (2009) señala como fecha de inicio de este intercambio el terremoto acaecido en Lima en 1687: “Las tierras de sus alrededores se volvieron casi del todo estériles y las cosechas disminuyeron considerablemente. En este conflicto los habitantes se vieron de repente privados del trigo necesario para su consumo y los panaderos precisados a recurrir a Chile para procurárselo. Se estableció desde aquel tiempo entre los dos países un sistema de retornos, que resultó a favor de esta capitanía [Chile]” (p. 18). Un análisis detenido del comercio entre Chile y Perú, con énfasis en los principales ítems de intercambio, trigo y azúcar, han sido estudiados por Cavieres (1996); 2003).
[4] Carmagnani (2001, pp. 325 y 326) explica las razones por las que la clase mercantil prefirió las inversiones agrícolas en desmedro de los sectores productivos no vinculados al comercio exterior. Lamentablemente las cifras y datos (1680-1830) dejan fuera el periodo de estudio que aquí revisamos.
[5] Carta de Diego Portales a Miguel Zañartu, Santiago, 23 de noviembre de 1830, en Fariña (2007, núm. 133, pp. 107-108). El término guaso se refiere al huaso, representante típico de los agricultores chilenos.
[6] Carta de José Mariano Escobedo a Luis Orbegoso, Valparaíso, 12 de septiembre 1834, en McEvoy y Rénique (2010, pp. 1042-1043).
[7] Las cifras son sólo referenciales, para el caso de Chile; por ejemplo, el registro estadístico de la producción de trigo y harina en el ámbito estatal se inició en 1844.
[8] Este tema ha sido analizado por Rosenblitt (2009, p. 175). Sin embargo, este autor (2013, p. 323), a partir del estudio del comercio de la región de Tacna y Arica, llega a la conclusión de que los apoyos a la Confederación respondieron más que a convicciones políticas y doctrinas económicas, a una lucha entre empresarios por mantener una mayor participación en los mercados.
[11] Hay tres cartas de Andrés de Santa Cruz enviadas a los generales Ramón Herrera, José Trinidad Morán y Andrés María Torrico, todas fechadas el 14 de julio de 1836, en las que se refiere a los efectos negativos de esta expedición (Santa Cruz y Santa Cruz, 1992, pp. 240-248). Pese a la insistencia de El Araucano y la historiografía tradicional de Chile de repetir la vinculación de Santa Cruz con la expedición de Freire, no existe ningún documento que la avale.
[12] “Artículo 1.° Atendiendo a los estragos que ocasionó el temblor de 20 de febrero último en las provincias de Talca, Maule i Concepción, se exime en los años de 1835, 1836 i 1837, a la primera mitad del impuesto de catastro, i a dos restantes de las cuatro partes. Art. 2° Quedan por igual término exentas las tres provincias de pago de derechos de alcabala por las ventas i permutas que se hicieren de ellas de los predios urbanos i sitios eriales”. Prieto a Manuel Renjifo, en Anguita (1912, p. 254).
[13] Intendente de Coquimbo al gobernador de Vallenar, Serena, 14 de febrero de 1837, fondo Sergio Fernández Larraín, Serena, vol. 51, ahnch.
[14] Remarks on return of trade 1837, British Consul at Consul at Concepcion. Foreign Office 16/19 Cavieres (1999, p. 87).
[15] La cantidad de trigo exportada desde Concepción a Perú es la misma que consignaba El Mercurio Peruano en 1793.
[17] Miguel Concha al Ministro de Justicia, Talca, 10 de abril de 1838, Fondo Ministerio de Educación, Laja, vol. 2, ahnch.
[18] Esta fue la primera Sociedad Nacional de Agricultura, alcanzó a durar cinco años y tuvo como órgano difusor El Agricultor. La segunda se fundó en 1856 y tuvo por órgano El Mensajero de la Agricultura. La tercera se fundó el 15 de agosto de 1869 (Schneider, 1904, pp. 165-203).
[19] Este fue el inicio de una obra superior: Agricultura, que formó parte de su Historia física y política de Chile. De la misma forma como ocurrió con los artículos de la Sociedad, “Gay se transformó a través de su obra en vocero de los agricultores y sus intereses” (Sagredo, 2009, p. xi).