Reseñas

 

Mariano Ardash Bonialian, El Pacífico hispanoamericano: política y comercio asiático en el imperio español, 1680-1784, México, El Colegio de México, 2012, 466 pp.

 

El título de la obra de Mariano Ardash Bonialian ubica al lector en el espacio geográfico y en las dimensiones de análisis trazadas en su investigación. El libro, producto de su tesis doctoral, es un estudio riguroso de los múltiples espacios económicos articulados en torno al Pacífico y su gravitación en el otro gran espacio mercantil de la monarquía hispánica, el Atlántico. A lo largo de 466 páginas, el lector podrá identificar la formación de un espacio económico que Mariano A. Bonialian denomina Pacífico indiano y la gravitación de este sobre el resto de los circuitos mercantiles existentes en América, Europa y Asia. La obra, dividida en cuatro grandes capítulos, parte de la premisa de que el Pacífico fue un espacio económico y político en el que confluyeron los variados intereses que circularon a lo largo de la monarquía y que como tal fue sensible a condiciones de la oferta y la demanda de bienes, suscitadas en Europa, América y Asia.

La investigación se incorpora al debate historiográfico en los marcos de la expansión de la monarquía hispánica, un debate renovado que bajo una perspectiva global busca superar planteamientos limitados a construcciones políticas nacionales y propone mirar el mundo construido entre finales del siglo XV y las primeras décadas del siglo XIX, en los marcos de un imperio que se extendió en varios continentes. Es decir, la obra de Bonialian no forma parte de una historiografía interesada en mirar los espacios económicos virreinales, coloniales, provinciales o consulares como aislados y limitados a la jurisdicción económica o política de cada circuito. Por el contrario, el autor nos sitúa en una perspectiva global más allá de las fronteras políticas, jurisdiccionales e incluso económicas trazadas por la monarquía. Para ello se apoya en una amplia documentación que le permite seguir a los actores comerciales, individuales y corporativos y su participación en los variados circuitos mercantiles construidos en la oferta y la demanda de mercaderías y de plata que se movieron por la infinidad de puertos –legales e ilegales– distribuidos a lo largo del Pacífico.

La hipótesis central de la investigación es mirar al Pacífico como un eje geohistórico marítimo que logró incidir sobre los otros ejes comerciales transatlánticos del imperio español. Dicha hipótesis, sustentada a lo largo de la investigación y con un cúmulo de fuentes de variada procedencia, mantiene un diálogo constante con una amplia historiografía que bien participa de la perspectiva del autor o con la que discrepa en su metodología y análisis. Esto sin duda es uno de los aciertos de la investigación, pues enriquece el diálogo y facilita al lector conocer los avances y cambios de la historiografía tanto en la metodología como en el uso de nuevas fuentes, discusión historiográfica que es expuesta en cada capítulo y en cada apartado, lo que en algunas ocasiones lo hace reiterativo. En el tema de la consulta de los acervos, la investigación revela un amplio registro de archivos que permite seguir las interrelaciones comerciales establecidas entre América y Asia y en cada uno de los puertos, el registro es sometido al ojo crítico del autor con una metodología explícita y cuidadosa, especialmente cuando se trata de dimensionar el volumen de los intercambios o el arribo legal o ilegal de mercancías. Los registros de procedencia oficial, es decir, generados por la autoridad monárquica y la de los actores mercantiles, son apoyados con una selección cuidadosa de informes de testigos, súbditos españoles o extranjeros, observadores críticos de la política comercial de la monarquía en el espacio americano. Es importante señalar que, en el uso de fuentes, el autor consultó un acervo poco conocido para los estudiosos de las relaciones mercantiles en el Pacífico, el archivo personal del profesor Luis Muro Arias, investigador de El Colegio de México, entidad que resguarda el citado archivo. La consulta de este acervo, de quien por muchos años estuvo a cargo del seminario Historia del Comercio y la Navegación en el Pacífico, y que reunió documentación de los intercambios mercantiles realizados entre los virreinatos de México y Perú, es sin duda una veta importante para futuros trabajos y una guía imprescindible en el análisis para conocer los intercambios en la mar del sur. El cruce de todos estos acervos e información de distinta procedencia le permite al autor trazar un cuadro general de los múltiples intereses que se movieron entre Asia y América.

La temporalidad de la investigación responde a las dimensiones políticas, económicas e institucionales analizadas por el autor. Así, el punto de partida, 1680, responde al fortalecimiento del circuito mercantil rector, Filipinas-México-Perú, con sus variados y complejos puntos de intercambio en puertos intermedios entre la ruta Acapulco y el Callao. Este punto de partida muestra ya el desarrollo de un mercado interno en ambos virreinatos americanos y la identificación de patrones de consumo privilegiando bienes asiáticos frente a la oferta de bienes europeos, una dimensión económica ampliamente desarrollada a lo largo del libro. La dimensión institucional también muestra un punto de confluencia en la temporalidad, pues le permite identificar al autor una mayor incidencia de la política legislativa de la monarquía por regular, limitar y prohibir la intensidad de intercambios que se realizaban en el Pacífico, una política que estuvo lejos de ser exitosa. Por último, es posible mirar la confluencia en la dimensión política en las conflictivas relaciones entre la monarquía hispánica y el resto de las monarquías europeas y su incidencia en la definición de una política mercantil en el Pacífico. El periodo de término por su parte, 1780, muestra también una confluencia en las tres dimensiones de análisis, pues para esta década la política comercial, legislativa y los intercambios a lo largo del Pacífico sufrieron transformaciones significativas como la legalización –a veces paulatina y tibia y otras veces condicionada por conflictos bélicos entre España e Inglaterra– de los circuitos entre Asia y América, pero más importante aún en la formulación de una política regia destinada a debilitar el control americano del Pacífico y favorecer la presencia de peninsulares en el lucrativo mercado de la mar del sur. Así, entre 1680 y 1780 es posible seguir las transformaciones políticas, económicas, institucionales y las prácticas de comercio y sus efectos en el Pacífico hispanoamericano. La investigación ofrece entonces variadas y complejas lecturas, destaco las que a mi juicio permiten la comprensión general de la problemática señalada por el autor en su hipótesis de trabajo.

Un elemento central de la discusión es la identificación, caracterización y funcionamiento de las rutas mercantiles que se configuraron en el Pacífico indiano desde mediados del siglo XVII y sus efectos en el mercado americano, que para la época presentaba un aumento en la demanda de bienes y un crecimiento de los instrumentos de intercambio, es decir, la plata. Los virreinatos americanos, Perú y Nueva España, tuvieron en el siglo XVIII el periodo más importante de esplendor político, económico y cultural. El aumento de la población y el crecimiento de sectores productivos, agricultura, ganadería y minería, constituyeron los ingredientes principales en la formación de patrones de consumo de todo tipo de bienes para amplios sectores de la población. Una demanda de bienes que encontró en la oferta proveniente de Asia un abasto continuo, caso contrario a la oferta proveniente del Atlántico. En este sentido, el autor identifica que para finales del siglo XVII la ruta por el Pacífico, entre Nueva España y Filipinas por el galeón, concentraba el abasto de todo tipo de géneros a los mercados americanos, pero además, que la estabilidad de dicho abasto y el volumen de los intercambios más allá de los permitidos por la política comercial de la monarquía facilitaron la construcción y mantenimiento de rutas subsidiarias desde Nueva España a puertos mayores y menores en la costa sur del Pacífico. No obstante el peso que en esta ruta tendría el abasto por el galeón de Manila, Mariano Bonialian amplía su perspectiva de análisis y nos traza que la rutas mercantiles que se desprendieron desde Acapulco rumbo a Perú se construyeron bidireccionales, dando ocasión a un intenso intercambio de géneros y plata a lo largo de la mar del sur, que incluía una amplia oferta de mercancías locales y de monedas peruana y mexicana que circularon en los mercados internos de la mar del sur y, por ende, en el mercado asiático. Para ello, el autor aporta datos de comisos de embarcaciones a lo largo de los capítulos dos y tres, que dan cuenta de dicho intercambio y que le permiten definir estos intercambios como una estructura semiinformal de comercio y que por el volumen de intercambios que se movía por ella, el virrey novohispano duque de Linares llegó a recomendar su "legalización".

El tráfico transgresor, nos dice el autor, mostraba la actuación a contracorriente de los actores mercantiles frente a las disposiciones a los que la corona quería limitar los intercambios en ambos virreinatos. El registro cuidadoso que realiza de dichos intercambios muestra también las transformaciones de las prácticas mercantiles en ambos virreinatos. Así, contrario a una historiografía que priva el análisis de los comerciantes a partir de la red consular como el único eje de los intercambios, Bonialian sigue la pista a los actores, a los individuos que participan de dicho comercio, que bien pudieron o no tener una red clientelar con miembros del Consulado, pero no es el objetivo develar dicha red, sino los mecanismos extensos de participación de los actores en el circuito mercantil entre los virreinatos de Perú y México; mecanismos políticos y económicos sustentados en una larga lista de autoridades de ambos virreinatos, permisivos con dichas prácticas debido a que obtuvieron beneficios de tales flujos mercantiles.

La riqueza de datos que la investigación aporta respecto a las prácticas de comerciantes, menores y mayores, para participar en el lucrativo negocio comercial por la mar del sur es otro de los importantes aciertos de la investigación, al mostrar el abanico de mercaderías que se demandaba y la especialización de la oferta de producción en cada territorio. Esto sin duda ofrece datos para futuras investigaciones en torno al fortalecimiento de mercados internos en ambos virreinatos y en las capitanías de Guatemala y la Audiencia de Quito, por ejemplo. Respecto a los actores participantes, conviene señalar que es el siglo XVII y la primera mitad de la centuria siguiente cuando la investigación muestra una mayor fortaleza de actores individuales en las transacciones realizadas. Es decir, no es que los dos grupos consulares, México y Lima, perdieran importancia, también fueron partícipes en un número mayor por el monto de sus intercambios, pero entonces lo que tenemos es que la estabilidad del circuito de intercambios por el Pacífico, la definición de patrones de consumo y la oferta de plata segura para los intercambios motivó a un mayor número de comerciantes a participar en la ruta del mar del sur. En estas prácticas, llama la atención el desarrollo de compañías mercantiles entre novohispanos y peruanos que fortalecieron la continuidad de los intercambios, compañías que dan cuenta del monto de los capitales invertidos y de la profesionalización en un área mercantil en manos de los americanos. Un elemento fundamental en este tráfico es el control de las reexportaciones de los mercaderes novohispanos, de productos asiáticos y también de productos castellanos, que una vez ingresados por Veracruz eran reexportados al virreinato peruano y otros puertos intermedios, esto sin duda hace necesario abundar en la fortaleza de los capitales mexicanos, en las redes mercantiles desarrolladas por la mar del sur y en la existencia de un mercado de crédito que tuviera en México, Perú y Filipinas representantes y que sin duda nos invita al análisis de circuitos financieros en el Pacífico.

A partir de una extensa caracterización de los intercambios en el Pacífico, el autor analiza los efectos de dicho tráfico en la otra ruta importante de abasto de géneros para los americanos, el Atlántico. Los efectos en esta son analizados desde dos perspectivas, la incidencia sobre las ferias mercantiles, Jalapa-Veracruz para el caso novohispano, y la feria de Portobelo para el peruano. Y la segunda perspectiva hace énfasis en la respuesta de la monarquía para fortalecer el abasto a América por la ruta del Atlántico y las variadas respuestas de comerciantes, peninsulares y americanos al privilegio de una ruta. Este análisis le permite al autor abundar en la incidencia del Pacífico en ambas ferias y los efectos disruptivos que el comercio por la mar del sur tiene especialmente en la feria de Portobelo. En la caída de este espacio de intercambio, Bonialian se suma a lo dicho por otros colegas sobre un abanico de factores que hicieron declinar dicha feria en la primera mitad del siglo XVIII, aunque difiere en la periodización al cifrar la decadencia de Portobelo desde la segunda parte del siglo XVII, periodo en el que confluye una mayor presencia de ingleses y holandeses en Portobelo y su entorno, concesiones de asientos comerciales al Consulado de Lima y el intenso tráfico ilícito entre Nueva España y Perú. En estas condiciones, la feria de Portobelo resultó un espacio con altos costos para los comerciantes peruanos frente a la amplia oferta de bienes que en mejores condiciones de intercambio obtenían por la mar del sur.

Los efectos del Pacífico en el espacio novohispano parecen tener una dirección distinta, pues si bien es cierto que no es tratado por el autor con la misma profundidad con la que se detiene en la feria de Portobelo, la presencia de una feria en Jalapa en la primera mitad del siglo XVIII y los cada vez más frecuentes registros de peninsulares adentrándose en el mercado novohispano, parecen revelar la existencia de consensos distintos en este mercado y entre los actores mercantiles –peninsulares y novohispanos– para la continuidad de los intercambios por la flota del Atlántico. Acuerdos y negociaciones que no parecen presentes en el espacio peruano o que, por lo menos, en las fuentes consultadas por Bonialian no aparece información al respecto. Una segunda lectura a la continuidad de la feria novohispana ligada al Atlántico y la caída de Portobelo puede buscarse en el análisis del mercado interno y la capacidad de distribución por parte de los novohispanos que mantenían el control de los géneros que llegaban por ambas rutas a otros espacios económicos. Pero también en las respuestas diferenciadas, en los mecanismos de negociación, en la producción, en el consumo y en la capacidad de actuación del Consulado mexicano frente a las transformaciones de la política comercial que la monarquía borbónica inició en el siglo XVIII.

Las transformaciones de la política mercantil borbónica en el espacio americano es un tema desarrollado en el último capítulo. En este el autor hace confluir factores políticos, institucionales y económicos en el análisis del Pacífico indiano. Bonialian traza la ruta a seguir por la política borbónica respecto a la búsqueda de beneficios fiscales y económicos de los extensos intercambios que se realizaban por el Pacífico y bajo el control de los americanos. Es conveniente destacar que la política de regularizar y fiscalizar prácticas ilegales en cada uno de sus territorios no fue exclusiva del Pacífico, otros espacios comerciales en la monarquía sufrieron el embate del poder regio del siglo XVIII, un poder político también en transformación. La singularidad en el Pacífico, que es bien explicada por Bonialian, fue la búsqueda de una política comercial capaz de regular el intenso tráfico, las multiplicidad de actores participantes y el control de un espacio geohistórico con profundos y largos vínculos entre Asia y América. Desde el gobierno de Felipe V hasta los distintos proyectos de Carlos III respecto a la regulación de este espacio, es posible identificar la continuidad de una política regia tendente a debilitar el papel de los comerciantes mexicanos en el Pacífico, el fortalecimiento de comerciantes peninsulares en la región, el fortalecimiento de un consulado en Manila, como un nuevo espacio de interlocución y obtener beneficios fiscales del tráfico por el Pacífico. En este sentido, es importante identificar las transformaciones de la política regia en materia comercial, pues si bien es cierto que en el siglo XVII el Pacífico fue objeto de las más variadas regulaciones mercantiles para limitar el control de los novohispanos sobre este espacio, los proyectos eran esfuerzos individuales y focalizados, Manila, el galeón, Acapulco, Lima, aislados del resto de los espacios y destinados a acabar con la ilegalidad. Por el contrario, el proyecto borbónico del siglo XVIII, y especialmente el de Carlos III, parece estar encaminado a formular una política mercantil en la que el poder regio y no los actores locales será el que determine quién participa y cómo participa de dicho intercambio. En estas condiciones, Bonialian señala que el Pacífico indiano vio amenazada su característica americana, y comerciantes peninsulares iniciaron su participación en el tráfico de bienes asiáticos y en los beneficios de la plata que circulaba entre América y Asia.

En el esfuerzo conjunto de la política económica de Carlos III conviene tener en cuenta que el Pacífico fue visto como un espacio estratégico para la continuidad de la monarquía, en vista de la toma de Manila y de la captura del galeón. En ese sentido, la hipótesis del Pacífico como un espacio geoestratégico es sostenida hasta el periodo de reformas, sin embargo, lo que cambió en esta denominación fue en manos de quién quedó el control de dicho espacio. De acuerdo con el autor, el proyecto reformista en el marco de las sucesivas coyunturas bélicas mantiene el carácter geoestratégico del Pacífico, y no obstante las interrupciones en la participación de los americanos en dicho espacio y las transformaciones en la reglamentación para los intercambios por la mar del sur, el intercambio entre los puertos, viejos y nuevos, mayores y menores, tuvo un inusitado resurgimiento en el periodo de 1779 a 1783, una coyuntura mercantil que evidenció, una vez más, la continuidad de la fortaleza de los vínculos entre novohispanos y peruanos.

La investigación realizada por Mariano A. Bonialian permite entender el peso del continente americano en la construcción de circuitos mercantiles, no sólo como consumidor y productor de plata, sino como un espacio complejo de relaciones e intereses de corporaciones consulares y actores mercantiles. El análisis del Pacífico desde la perspectiva hispanoamericana permite entender también la articulación de oferta y demanda en América y las ventajas comparativas que esto representó para la formación de un mercado con vínculos con Asia y el Atlántico, un tráfico que se alimentó de mercaderías de cada espacio, pero también de la oferta y la demanda de plata, de moneda mexicana y peruana. Es evidente que este tráfico mercantil tuvo periodos de expansión y contracción tanto en su oferta como en su demanda, de fortalezas en los consulados o fortalezas en los actores, pero durante un tiempo largo no dejó de estar presente en la economía de la monarquía, de los virreinatos y en general en cada espacio económico que tuvo o buscó la oportunidad de vincularse con el Pacífico. El libro de Mariano A. Bonialian ofrece un análisis de los procesos mercantiles en el Pacífico, un análisis económico, político e institucional de un fenómeno complejo que involucró autoridades e intereses en Asia, América y Europa. Sin duda el trabajo invita a realizar nuevas lecturas en torno a los actores y sus distintas prácticas en el comercio, corporativas o individuales, al análisis de los distintos bienes traficados, a la capacidad de circulación y penetración de las monedas americanas en Asia y en general al análisis de las economías virreinales no dependientes de la metrópoli, sino por el contrario, capaces de generar su propia oferta y demanda; el Pacífico hispanoamericano es una muestra de ello.

 

Yovana Celaya
El Colegio de México
Ciudad de México, México