Am. Lat. Hist. Econ., núm. 36, julio-diciembre, 2011, pp. 214-216. http://alhe.mora.edu.mx/index.php/ALH


Reseña

 

Roy Hora,
Historia económica argentina en el siglo XIX
Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, 269 pp. (Biblioteca Básica Argentina).

 

Como parte de una de las varias colecciones generales de historia que el bicentenario de las revoluciones de 1810 ha promovido, la obra que aquí reseñamos busca dar cuenta de los rasgos fundamentales de la evolución económica en el siglo XIX. Y lo hace con notable solvencia. En un breve y dinámico volumen, Hora logra construir una imagen clara y convincente de la evolución de la economía rioplatense desde los tardíos tiempos coloniales hasta el auge que precedió a la gran guerra. La colección en la que se inserta la obra, dirigida por Luis Alberto Romero, busca dar cuenta de los notables avances en el conocimiento histórico sobre Argentina que se han consolidado en las últimas dos décadas y del radical cambio de interpretación de varios de los fenómenos más significativos del proceso. Su núcleo central está conformado por cuatro tomos dedicados a la evolución política argentina, desde la revolución hasta nuestros días, y dos a su desarrollo económico: el presente y uno de Juan Carlos Korol y Claudio Belini, que abordará el siglo XX, aún no aparecido. Los tomos tienen una estructura orientada a la difusión, combinando un relato dividido en múltiples acápites, con breves textos intercalados que abordan aspectos particularmente significativos, ya sea por su importancia específica o por las controversias que su análisis ha generado. Se complementan además con cuadros y gráficos tomados de otros trabajos, extractos de fuentes e ilustraciones, cada uno de los cuales va acompañado de un texto explicativo.

Quizá el rasgo más notable de este trabajo es que se trata de una historia económica escrita por un profesional que, si bien ha abordado aspectos de la evolución de la economía argentina en sus trabajos, no es principalmente un historiador económico. El resultado es muy adecuado a una obra destinada en principio a un público amplio, ya que su autor elude el tecnicismo con naturalidad, da un marco sociopolítico amplio a su relato y un peso significativo a la evaluación social de los procesos económicos que describe. Aun así, la obra no carece de profundidad, sobre todo en lo que se refiere a su esquema interpretativo.

Si bien en el ámbito profesional el rigor analítico y el uso de la teoría económica en el estudio del pasado ha ido consolidándose en las orillas del Río de la Plata en las últimas décadas -con algún retraso, es cierto, respecto de otros países de la región, como México, Brasil, Colombia o Perú- la persistencia de un enfoque dependentista acrítico y de una visión fuertemente ideologizada del pasado no sólo perdura en mucha literatura histórica de consumo masivo, sino incluso se percibe, con más o menos fuerza, en obras relativamente recientes vinculadas al ámbito académico, como los masivos libros de texto de Mario Rapoport y de Guillermo Vitelli, o las difundidas obras de Aldo Ferrer o Jorge Schvarzer. Despegando de esta tradición, el libro de Hora revisa, con gran equilibrio, interpretaciones largamente establecidas sobre el pasado, exponiendo argumentos que, si en la mayor parte de los casos no son, naturalmente, novedosos para el especialista, ofrecen una precisa discusión de la evidencia empírica y de los problemas conceptuales, que ha llevado a reemplazar aquellas interpretaciones por otras que dan mejor cuenta de la evolución de la economía en el siglo XIX. Más aún, en algunos casos la síntesis sirve para proponer ideas cuyo desarrollo o discusión bien podrían llevar a nuevas lecturas de algunos aspectos específicos de aquella evolución.

La obra divide el estudio de la economía decimonónica en tres etapas clásicas, precedidas por un breve capítulo inicial dedicado a la economía colonial. Cada etapa es revisada en dos capítulos; respecto a las dos primeras (1810-1850 y 1850-1880), abre el análisis de cada periodo con uno destinado a sus aspectos más dinámicos (en el segundo estudia la apertura comercial y la expansión ganadera, y en el cuarto, la era de la lana), y lo cierra con otro que aborda la evolución del equilibrio (o más bien, desequilibrio) regional de la economía rioplatense. En la etapa final, desde 1880 hasta la guerra, la estructura general no cambia: el sexto capítulo se centra en la gran expansión exportadora. El séptimo, sin embargo, incluye ahora no sólo el diferenciado impacto de la expansión sobre Buenos Aires y los centros del interior, sino también una visión del desarrollo industrial y la urbanización, la diversificación social y del consumo. Sin duda, desde su misma definición la obra escoge poner mayor énfasis en los aspectos más dinámicos de la evolución económica y, por lo mismo, la región pampeana ocupa un lugar que podría juzgarse desproporcionado, relegando a las economías del interior a un claro papel de actores de reparto, cuando no de meros extras que apenas aportan unas breves líneas a la pieza. Sin embargo, no sería difícil argumentar que este desequilibrio no hace más que reflejar el desigual desarrollo historiográfico -aunque en tiempos recientes ha habido un fuerte repunte de la investigación sobre las economías del interior, del cual el libro sólo da cuenta en parte- pero, sobre todo, el hecho de que la clave principal para sintetizar el ciclo económico argentino del periodo se encuentra en las regiones que mejor se adaptaron a las oportunidades que brindaba el mercado internacional y, luego de la expansión ferroviaria, el mercado interno que esta permitió expandir. Un capítulo final intenta una mirada a largo plazo que retoma un argumento que se encuentra también en los balances de cada etapa: una apreciación de la expansión guiada por las exportaciones primarias -seguramente, como señala la obra, la más exitosa de América Latina-, sin descuidar sus desiguales efectos sociales y regionales.

Sin duda, hay aspectos del relato que pueden generar polémicas. Por ejemplo, luego de introducir los ricos matices sobre la estructura agraria pampeana en tiempos tardocoloniales y la expansión pecuaria posindependiente que la investigación de los últimos 30 años ha exhumado, remarca el quiebre en la lógica económica que el desarrollo lanar introdujo, dejando de lado el énfasis "continuista" de algunas visiones recientes. Pese a ello, en un breve acápite en el que discute el desarrollo del capitalismo (pp. 114 y ss., uno de los mejor logrados de la obra), destaca en el plano institucional las lejanas raíces coloniales de un proceso consolidado sólo después de la organización nacional en la segunda mitad del siglo XIX. En este plano -el de la relación entre instituciones y desarrollo económico-, la obra quizá sigue mejor que en otros las tendencias más recientes de la historia económica. Comprensible en un historiador tout court, que ha preferido presentar un tratamiento mucho más somero de los aspectos monetarios y financieros de lo que sería esperable de la historia económica como disciplina específica (en beneficio del lector lego, claro está). Igualmente, poco se encontrará de los ejercicios o argumentos más sofisticados a los cuales tiende esa disciplina en tiempos recientes, especialmente cuando es practicada por economistas. Pero si lo que se busca es un texto breve y de lectura no tan compleja que dé cuenta de la evolución de la economía argentina en su etapa expansiva y formativa, la obra cumple muy bien con el objetivo.

 

Eduardo José Míguez
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires