Am. Lat. Hist. Econ., núm 35, enero-junio, 2011, pp. 318-324. http://alhe.mora.edu.mx/index.php/ALH


Reseña

 

María Inés Barbero y Raúl Jacob (eds.),
La nueva historia de empresas en América Latina y España,

Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2008, 204 pp.

 

Esta obra tiene su origen en dos notables iniciativas. Por una parte, pertenece a la tradición que iniciase Carlos Dávila a mediados de los años noventa de revisión de la literatura sobre historia empresarial que se producía en América Latina. Dicha tradición se vería reforzada por los trabajos similares, o sólo de ámbito nacional, desarrollados en buena medida por los propios autores de los capítulos del presente libro. Por otro lado, este libro es heredero de la mesa redonda coordinada por Raúl Jacob y organizada por María Inés Barbero para el Primer Congreso de Historia Económica celebrado en Montevideo en 2007. La mesa versó sobre el estado de la historia de la empresa en algunos de nuestros países. Finalmente, el resultado del trabajo de Barbero y Jacob es este libro que ofrece un exhaustivo estado de la cuestión para México, Brasil, Uruguay, Colombia, Argentina y España, siendo sus autores, respectivamente, Carlos Marichal, Armando Dalla Costa, Raúl Jacob, Carlos Dávila, María Inés Barbero y Javier Vidal.

El valor de este libro es doble. Inicialmente nos informa de la situación en cada país sobre la producción en historia de la empresa. Podríamos, por lo tanto, hacer una descripción pormenorizada de cada uno de los capítulos–países, sin embargo, esto no mostraría bien el valor auténtico que tiene el hecho de hacer una lectura conjunta; el valor de permitirnos ver los puntos en común y la relativa coherencia y trayectoria del conjunto. Por lo tanto, ya adelanto que no es mi intención pormenorizar sobre lo que se nos cuenta en cada uno de los capítulos. En este sentido creo que es mejor acercar al lector de esta reseña la segunda de las perspectivas y centrarnos en varias de las preocupaciones que son comunes a los diferentes autores.

En cualquier caso, es ineludible que antes de iniciar esta descripción haya que indicar que todos los capítulos suponen un trabajo muy bueno, hechos por destacados especialistas que han desarrollado tanto una loable tarea de recopilación, como de estudio de la situación de la materia en cada país. Todos ofrecen una panorámica de la actividad que las distintas comunidades académicas han conseguido hasta la fecha. Los capítulos son, en este sentido, necesariamente similares. Tan sólo hay una cierta diferencia entre, por un lado, los de Carlos Dávila y Raúl Jacob, que proporcionan un mayor grado de reflexión sobre los problemas y los ámbitos en los que se desarrolla la historia de la empresa en sus países (Colombia y Uruguay) y los del resto de los autores, que se ven obligados a ser más descriptivos, ya que la producción de artículos y libros en sus países es, como es lógico por el propio tamaño de sus economías, más abundante. Esto último conlleva un trabajo más extenso de enumeración y clasificación frente al de análisis.

La primera sensación que se tiene tras la lectura de esta obra es que la historia de la empresa goza de buena salud y expectativas en los países analizados. Casi todos los países cuentan con estructuras, grupos o asociaciones que sostienen congresos, seminarios y jornadas. Además se dicta un buen número de asignaturas de historia de la empresa en las diferentes universidades. Por lo tanto, esta disciplina está institucionalizada y esta es nuestra primera conclusión.

Una vez presentado el libro creo que la mejor manera de continuar esta reseña es intentar contestar a la pregunta que nos plantea Raúl Jacob en su capítulo: "¿A cuántos lectores les interesa un libro sobre empresas y empresarios?" Supongo que la respuesta que tenemos en mente nos haría decir que a pocos. Imaginemos entonces una pregunta más particular, ¿a cuántos lectores les interesa un libro sobre la bibliografía de empresas y empresarios en América Latina y España? La respuesta a estas preguntas está en saber en qué consideración tienen nuestras sociedades a los empresarios y a la actividad empresarial, tanto en general como en lo que se refiere a los académicos. Cualquier análisis sociológico en nuestros respectivos países nos devuelve una imagen que está lejos de considerar héroes a los empresarios. En nuestra cultura no hay nada semejante a la literatura de cuentos holandesa del siglo XVII, donde en vez de príncipes aparecen comerciantes. O sin ir tan lejos en el tiempo, nos resultaría extraña una novela en castellano como el actual éxito Millenium, del fallecido autor sueco Stieg Larsson, en la que viéramos ensalzar con normalidad a los viejos capitanes de la industria del periodo de posguerra. Estos hechos culturales son, definitivamente, un tanto extraños en nuestras sociedades. Raúl Jacob indica que 56% de los uruguayos no pondría a un empresario como ejemplo de vida para sus hijos, ya que 70% piensa que llegar a ser rico, el objetivo principal que se considera que tiene todo empresario, es incompatible con la honestidad. Con este punto de partida son pocos los lectores fuera del ámbito académico a los que la historia empresarial puede concitar, a no ser que sea para leer sobre empresarios envueltos en escándalos, confabulaciones y actividades delictivas. En todos nuestros países recordamos dos o tres libros de este cariz, más o menos periodísticos, que han vendido decenas de miles de ejemplares. ¿Qué revela todo esto? Sencillamente que la historia de las empresas no es un asunto de primer orden en las preocupaciones de la sociedad ni, en buena medida, de la academia. ¿Quiere decir esto que tenemos un diferencial gigantesco con las sociedades anglosajonas y similares? En realidad no estamos tan lejos unos de otros. Pero es innegable que la valoración positiva sobre los empresarios es mayor en ellas, se retrotrae en el tiempo más que en nuestras economías y, tal vez, el peso relativo que en su día tuvo la historiografía de corte marxista, ciertamente contraria a ensalzar a la burguesía emprendedora, ha sido menos intenso que en las nuestras.

Esta última matización sobre el peso de nuestra historiografía de corte marxista aparece varias veces a lo largo del libro. Para hacer historia de la empresa primero nuestras universidades han tenido que "desprenderse" del excesivo maniqueísmo que sostenía que el empresario era tan sólo un usurpador de la plusvalía del trabajador. Mantener este punto de vista supone poner el foco de atención en las relaciones sociales (laborales e industriales). Lo importante desde este enfoque son los agregados, por un lado el mundo del trabajo con sus conflictos y luchas (el movimiento obrero), por otro, el mundo de las elites económicas como reflejo de las clases sociales dominantes (las burguesías terratenientes, industriales o financieras). Algo queda de esta perspectiva, y desde esta la historia de las empresas queda relegada, en el mejor de los casos, a una colección de estudios, una suma de conflictos particulares poco interesante frente a la reconstrucción de la actividad industrial (la historia de la industria textil, o la metalúrgica, por ejemplo). Sin embargo, la historia de la empresa es otro asunto. Es una disciplina que trata de poner el foco de atención, sirviéndose del análisis microeconómico, sobre una determinada empresa, grupo o sector para descubrir, a través de su historia, la historia de una economía. De aquí la valoración que hacen todos los autores sobre la necesidad de dotar a nuestra historia de la empresa de mayor calado teórico.

Es lícito mantener una posición crítica frente a la historia de la empresa, pero no se puede opinar que la labor de los historiadores de la empresa es ensalzar los valores propios del capitalismo y salvar así la cara a los empresarios. Aunque son muchos los libros hechos por encargo no debemos olvidar que ellos no forman el núcleo de la reflexión sobre la historia de la empresa. Creo que esta discusión debe afrontarse empezando por admitir que la historia de la empresa es una parte más de las "ciencias" sociales. Las ciencias sociales tienen poco de ciencia al tener un grado bajo de experimentalidad. Los experimentos sociales realmente no se pueden realizar, si no es bajo condiciones tan restrictivas que nos plantean incluso la pertinencia del experimento. En consecuencia, la historia de la empresa es una disciplina, un método de análisis que tiene sus premisas. El relato histórico del devenir de una empresa no es historia de la empresa. Claro que contribuye al conocimiento, pero no es historia de la empresa. La comparación más similar es la de las biografías. ¿Qué tiene que tener una biografía para ser un libro de historia? Sencillo, el personaje debe ser analizado como un agente histórico, es decir, no se trata de describir una vida, sino de dilucidar el papel que desempeñó en su ámbito social, en las relaciones con sus similares, bien por la clase social a la que pertenecía, bien por su labor como trabajador, empresario, parado, excluido, mujer, infante, etc. A las empresas les pasa algo parecido. Debemos contrastar qué es lo que sucede en ellas al someterlas a la lupa de las muchas herramientas que la microeconomía nos ofrece: desde un análisis sobre los costes de transacción y teoría de la agencia, pasando por dilucidar juegos y equilibrios en mercados competitivos o no competitivos, hasta la deducción de sus rutinas y capacidades desde una perspectiva de economía evolutiva. Serán nuestra perspicacia y preferencias analíticas las que nos llevarán por un lado u otro. Pero lo que es innegable es que, si estamos haciendo historia de la empresa, es imprescindible implicarnos, en alguna medida, en análisis microeconómicos. Al hacer esto nuestros trabajos son estudios que validan, falsean o refutan las teorías. Por consiguiente, ponen contra las cuerdas los modelos y los fuerzan a tener que "sofisticarse" y explicar las excepciones a la norma.

Ya he indicado que la relativa carencia de este componente teórico es una de las quejas que repiten casi todos los autores de este libro. Por ejemplo, María Inés Barbero lo hace de una manera general, y más analíticamente Carlos Dávila. En ambos casos llegamos a preguntarnos por los problemas a los que conduce esa relativa pobreza teórica de la historia de la empresa que hacemos en nuestros países. Esta pobreza refleja una cierta debilidad de nuestras tradiciones académicas y su dependencia de las tradiciones de estudiosos procedentes en especial de Estados Unidos. Tal vez sean el caso colombiano y el uruguayo donde esta situación haya sido más destacada en la presente obra. Dávila y Jacob señalan el peso que han tenido y siguen teniendo los historiadores de la empresa del primer momento, así como los trabajos pioneros de historiadores estadunidenses, y reflejan las dudas sobre un posible proceso potente de renovación en la actualidad. No parece ser esta la situación ni la preocupación en Argentina, Brasil y especialmente México, y menos aún en España. Sin duda, el tamaño de las comunidades científicas es la pieza clave. No obstante, se trata de una carrera por conseguir una homologación con lo que se hace en Estados Unidos e Inglaterra y, por lo tanto, el éxito tiene el riesgo de caer en una dependencia que no nos permita ver lo que hay de singular, si es que existe, en nuestros modelos empresariales y sistemas productivos. ¿Hasta qué punto tenemos una historia empresarial que contar? ¿Hasta qué punto nuestra historia empresarial es una historia ya vivida en otras economías, cuyo estudio y divulgación poco pueden aportar? Por ejemplo, la historia empresarial de Japón está ligada a la producción flexible, la automatización y los grupos empresariales (zaibatzus y keiretzus). O la de Italia, que está ligada a la historia de los distritos industriales y la permanente adaptación a la moda. Sus empresas tienen una idiosincrasia, y contar sus historias muestra una manera en la que la empresa, como ente económico, salió adelante en determinadas circunstancias.

¿Qué peculiaridades empresariales a estudiar del sistema productivo se deducen para América Latina y España a raíz de esta obra? Yo creo que lo que sucede es que nuestra historia empresarial, me refiero a lo que ha ocurrido en nuestros países y no a la disciplina, tiene claroscuros. Vo y a referirme a dos periodos que los autores del libro suelen citar. Una época muy atractiva y con un buen número de obras en todos los países es el final de la colonia, que coincide con el inicio de la actividad emprendedora por parte de empresarios de la metrópoli y, a la vez, con la entrada de diversas culturas empresariales procedentes de emigrantes europeos. Todo ello conformó unas sociedades muy diversas, con lo de riqueza que ello supone, pero también trajo una estructura empresarial constituida por grupos étnicos, incluso familias, que ha tenido su peso hasta nuestros días. Esto hace que las sociedades no estén tan integradas, que las reglas anónimas e individualistas del capitalismo y el mercado no estén tan claras, y que el factor de pertenecer a un grupo, etnia o ser descendiente de alguno de aquellos emigrantes, se desempeñe como variable institucional a tener en cuenta. La literatura sobre este periodo es abundante y el estudio de las elites y sagas familiares ha permitido llegar con un buen número de monografías hasta el periodo agroexportador.

Sin embargo, el siguiente periodo ha sido menos estudiado. Ello se ha debido a que un inicial éxito se ha transformado en buena medida en la historia de un fracaso, del fracaso en general de la política de la industrialización sustitutiva de importaciones (ISI). El modelo se fue derrumbando antes o después hasta su completa desaparición desde finales de los años setenta en todos nuestros países. En contra de aquello, es cierto que España, México, Brasil, y algo menos Argentina, han generado un potente cuadro de "pequeñas multinacionales" muy competitivas, y algunas grandes empresas, estas últimas nacidas en los años ochenta de las liberalizaciones de los monopolios estatalizados propios de la ISI. A su vez, estos procesos no han sido ajenos al crecimiento o consolidación de grupos empresariales, que sin llegar a los modelos japoneses o coreanos, logran tener una cierta coherencia y organización muchas veces basada en las relaciones familiares, tradiciones que, como ya he señalado, vienen de antiguo. Unas relaciones que en ocasiones se alían con la corrupción allí donde la legalidad no se había conseguido imponer plenamente por problemas de índole política. Además, incluso en situaciones de claro éxito, la recurrente aparición de crisis y sus difíciles salidas, muestran las debilidades estructurales de nuestros modelos empresariales y económicos. ¿Qué es lo que sucede en estas condiciones? Pues que no se puede contar una historia de éxito absoluto, una historia de cómo unas empresas lograron crear nuevos sistemas de producción, una historia de empresas que modernizaron totalmente las economías de sus países y mostraron nuevos caminos a las empresas de otras naciones. Estamos "condenados" como historiadores a mostrar más sombras que luces y a sacar lecciones más de los fracasos que de los relativamente escasos éxitos. Por lo tanto, nuestras historias empresariales a veces tienen que explicar más el retroceso que el avance, la adaptación a peores condiciones que la creación de nuevas ventajas competitivas. Consecuentemente, estas historias no son tan interesantes, no reciben tanta atención por parte de los journals internacionales y son vistas por algunos de nuestros colegas de administración y dirección de empresas, así como por unos pocos de los de teoría económica, como investigaciones de segundo orden. Olvidan que de los fracasos se aprende, y más aún de los éxitos logrados a partir de fracasos iniciales.

Espero que estas breves notas alienten a los futuros lectores del libro a fijarse en los aspectos que he señalado, pero caben otras muchas lecturas dada la variedad y extensión de la recopilación bibliográfica que los autores han hecho.

 

Santiago M. López
Universidad de Salamanca