Am. Lat. Hist. Econ., vol. 17, núm. 1, enero-junio, 2010, pp. 205-211. http://alhe.mora.edu.mx/index.php/ALH


Reseñas

 

Bernardo García Martínez, Las regiones de México: breviario geográfico e histórico, México, COLMEX, 2008, 351 pp.


La geografia regional no siempre ha sido aceptada como una rama de Ia geografia humana. En la opinión de ciertos geógrafos, la mayoría de los estudios de las regiones resultan ser meras monografías sobre las características generales de los espacios geográficos analizados. Señalan, además, que hablar de geografía regional es una redundancia, pues el análisis geográfico es por definición análisis de las regiones.

Sin embargo, desde hace poco más de una década se habla del surgimiento de una "geografía regional reconstruida". En efecto, ha ocurrido una fuerte recuperación de los estudios regionales, pues se han perfeccionado las formas discursivas en que se expresa y se ha renovado el contenido de sus conceptos y categorías más importantes. Junto a ello, también ha renacido el interés por la lectura de los autores clásicos de la geografía regional (Paul Vidal de la Blache, Carl Sauer, Max Sorre, entre otros).

Otro hecho significativo en el resurgimiento de la geografía regional es que una gran cantidad de investigadores de diversas disciplinas sociales ha incrementado su interés por comprender los usos de las escalas geográficas (local, regional, territorial, etc.) en la explicación de fenómenos sociales. La escala regional es la más utilizada, pues lo mismo puede ser empleada para referirse a espacios nacionales como a internacionales.

El libro de Bernardo García Martínez, Las regiones de México: breviario geográfico e histórico, es un ejemplo de ese conjunto de trabajos de geografía regional renovada. A diferencia de otros estudios de geografía regional de México, el libro de Bernardo García Martínez no se mantiene en la línea descriptiva tradicional, pues vincula los datos sintéticos de las regiones de México con los aspectos temáticos presentes en estos espacios (economía, población, vías de comunicación, recursos, división política, etcétera).

Otra característica que diferencia este libro es que se apoya en información histórica, procesos de poblamiento y crecimiento poblacional y de expansión de los espacios urbanos; ello con el fin de comprender de mejor manera los aspectos que definen la identidad de cada región. No obstante esta mirada histórica que distingue a la obra, el autor precisa que no se trata de un libro de geografía histórica, pues su interés son las regiones del presente. Afirma que las regiones son producto de las actividades humanas enlazadas a un medio físico, pero son de naturaleza histórica en tanto que se van conformando con el paso del tiempo.

El libro está dividido en seis capítulos, cada uno dedicado a los grandes componentes que agrupan las regiones de México. En la introducción se hace la explicación metodológica y terminológica que se utilizará a lo largo del texto. En realidad esta es la parte teórica del trabajo y, por lo tanto, la más útil para comprender y entender los usos de la geografía regional renovada. Los seis apartados siguientes están dedicados a la caracterización y descripción de las áreas fundamentales y sus sistemas regionales.

La novedad del libro Las regiones de México es que si bien es un trabajo descriptivo, la argumentación es a manera de guía, como una especie de guía de viajero, en la cual se hace un repaso general del medio físico (recorrido panorámico) de cada componente y donde, poco a poco, lo va detallando en los aspectos de geografía humana de cada región. En el recorrido panorámico de las regiones de México, el autor delinea las características del espacio físico y proporciona datos actualizados sobre poblamiento, producción, urbanismo, vías de comunicación e historia, de manera que el lector logra percibir con claridad las diferencias entre cada región.

Otro aspecto novedoso del libro es que la descripción de las regiones no se realiza con base en la división política del país. La manera tradicional de estudiar las regiones de México ha sido precisamente la de encontrar características similares en aspectos temáticos y de medio físico para definir una región, la cual comúnmente era delimitada con base en las fronteras políticas estatales.

Antes de proceder a analizar, delimitar, caracterizar y describir las regiones de México, el autor consideró importante definir el concepto "región", explicar el método de análisis regional que utiliza en su estudio y precisar las variables de la geografía física y las temáticas en las que apoya su argumentación. Precisamente la introducción del libro se refiere a estas consideraciones de orden metodológico y conceptual.

El concepto región, señala el autor, es sumamente elástico, pues puede adquirir diferentes definiciones y usos. Ello se debe en gran medida a que la región es un espacio geográfico cambiante en el tiempo y de difícil configuración.

La región es la parte de un cuerpo espacial mayor (áreas fundamentales), de manera que lo difícil no es identificar esa parte, sino delimitar ambas, es decir, establecer la magnitud y los límites (fronteras) del espacio geográfico mayor y de las regiones que agrupa. Una manera práctica para establecer los límites de una región es a partir de líneas geoespaciales (meridianos y paralelos), con lo cual obtendremos cuadros perfectos, bien delimitados y fácilmente ubicables en un mapa —tal y como lo hizo Auguste Lösch con las regiones económicas hexagonales. Sin embargo, como bien señala el autor, esto no nos sirve, pues es mera geometría, y las regiones no existen en la realidad como figuras geométricas perfectas.

Las regiones pueden ser grandes o pequeñas, sus límites pueden coincidir con las fronteras administrativas o políticas, o estar delimitadas de manera ambigua —tal como ocurre con los mares y océanos. Las regiones pueden estar sobrepuestas y variar en sus dimensiones espaciales según los criterios seleccionados para su caracterización. De esta manera, para el autor, una región puede definirse como "un espacio funcional y dinámico, que alberga relaciones, intercambios e identidades culturales integrados históricamente y cuya individualidad es percibida por quienes viven en ella".

Para comprender esta definición se debe tener presente la regla con base en la cual fue elaborada. García Martínez dice que la regla a seguir es que la delimitación geográfica de una región debe ser "razonable y razonada", es decir, que cada región identificada debe ser "consistente con los principios usados para determinarla, y congruente con las regiones que tiene como vecinas". Es una obviedad, agrega, que no puede definirse una región "sin que haya otras más o menos equivalentes frente a las cuales distinguirlas".

La propuesta de división regional descrita en el libro forma parte de una lista muy larga de modelos de delimitación regional del país. García Martínez lo reconoce y señala que su modelo no es ni el mejor ni el más acabado, sólo es su manera de expresar los componentes del espacio mexicano desde su experiencia como historiador y geógrafo.

El punto de partida del modelo de análisis regional que utiliza García Martínez es el aspecto de "identidad del espacio mexicano". Este es el elemento caracterizador que guía la identificación de las regiones en este trabajo. Otros elementos caracterizadores conducirían a una dimensión diferente del espacio geográfico, por ejemplo, si la variable central para caracterizar el espacio mexicano fuera el geológico, la identificación de una región estaría necesariamente vinculada a espacios físicos colindantes con las cadenas montañosas o las placas continentales; de igual manera, si el elemento caracterizador fuera el lingüístico, se conduciría a la identificación de otras formas de regiones.

La identidad como factor de caracterización de las regiones de México está definida por la existencia del Estado-nación llamado república mexicana, es decir, el país, en un sentido más coloquial. El Estado-nación es producto de una experiencia histórica compartida, un desarrollo político e institucional, y de valores y prácticas sociales desarrollados históricamente. En concreto, la geografía del espacio mexicano es la geografía de la nación mexicana.

Para García Martínez, la geografía de la nación mexicana es un tipo de conocimiento que lleva a comprender cómo el espacio geográfico ha tomado forma, cómo se ha organizado y cómo se ha modificado. En este sentido, ejemplifica, la conformación histórica del espacio mexicano se remonta a la conformación de México-Tenochtitlan como centro hegemónico.

El asentamiento de los mexicas sobre el altiplano central, en particular sobre el Valle de México, se expandió hacia las zonas bajas y serranas del Golfo y del Pacífico. El dominio mexica sobre estas zonas —a las cuales el autor denomina vertientes— permitió integrar un conjunto funcional y ambientalmente activo, generó un comercio rico y variado, además de que permitió un sistema tributario eficiente y la presencia dominante del sistema ideológico y cultural de los mexicas. Todo este espacio estaba interco-nectado con una serie de caminos que favorecían esos intercambios.

En términos geográficos, la hegemonía mexica sobre las vertientes del Golfo y del Pacífico puede ser representada como "una cumbre y sus vertientes", es decir, la cumbre es el punto nuclear o central y sus vertientes son espacios subalternos, dependientes o complementarios que convergen hacia aquella. De esta manera, durante la época de hegemonía imperial mexica, centro y vertiente conformaron "un sistema espacial armónico y bien estructurado, de ahí su integración ecológica".

El sistema de hegemonía espacial de los mexicas fue retomado —incluso reforzado— por los conquistadores. Cuando los ibéricos llegaron al altiplano para conquistar la capital del imperio mexica, ya intuían que la caída de Tenochtitlan también significaba la captura del centro y sus vertientes, en una de las cuales (la vertiente del Golfo) estaba su ruta de comunicación con Castilla. Así pues, los españoles se apropiaron del corazón del sistema espacial integrado de los mexicas y no sólo eso, también adoptaron la misma capital y el mismo nombre de esta, México.

Los españoles dieron continuidad al funcionamiento de este sistema, pues retomaron los patrones de poblamiento, los patrones de intercambio comercial, las rutas de transporte y de defensa. Mantuvieron el altiplano central como espacio hegemónico y fomentaron algunos de sus componentes, principalmente el recaudatorio y de explotación económica de recursos. En las acciones de reforzamiento estuvieron la asimilación política de Michoacán y el poblamiento del Bajío y áreas vecinas.

Para García Martínez, la geografía colonial consistió en consolidar las tierras del altiplano como un área dominante o nuclear con sus áreas dependientes. Estas áreas dependientes son denominadas vertientes y corresponden a las dos conquistadas y construidas por los mexicas (la vertiente del Golfo y la vertiente del Pacífico), y a la expansión y transformación española (la vertiente del norte). La vertiente del norte está dividida en cuatro sectores dispuestos en abanico: sector central, sector noroccidental, sector nororiental y sector de la península de Baja California. Estos sectores son producto de una combinación de características del medio físico y del proceso de configuración que tuvo por medio de la expansión colonial.

Estos espacios del México colonial sufrieron profundas reconfiguraciones después de la independencia, a pesar de que las características tributarias de sus vínculos no se modificaron en lo sustancial. Estas reconfiguraciones ocurrieron primero con el rompimiento de la dependencia comercial hacia la metrópoli española; después, con la guerra con Estados Unidos y la pérdida de gran parte de los territorios septentrionales. A pesar de estos cambios, el funcionamiento del sistema de dominación del México central permaneció intacto, no sólo como nodo de integración política, sino también como promotor del crecimiento demográfico y económico.

Además de las tres vertientes mencionadas, García Martínez identifica dos zonas más que por sus características de medio físico, poblacional, estructura social y económica, y por la manera en cómo fueron incorporadas al territorio mexicano, no pueden ser denominadas vertientes. El autor las denomina cadenas (la cadena centroamericana y la cadena caribeña) y las caracteriza como grupos de regiones que privilegiaron sus propias redes de interacción y que generaron sistemas ecológicos desvinculados del centro. El proceso de incorporación a la geografía mexicana significó vincularlas al México central y con ello establecer los lazos de dependencia que hoy las distinguen.

García Martínez agrupa las regiones de México en seis áreas fundamentales, o sistemas espaciales integrados, los cuales son: México central, vertiente del Golfo, vertiente del Pacífico, vertiente del norte, cadena centroamericana y cadena caribeña. Cada uno de estos sistemas, o componentes como el autor también los denomina, determina las divisiones básicas de las regiones. Estas seis áreas fundamentales agrupan la gran diversidad de sistemas regionales que existen en México.

El modelo que propone el autor para el estudio de las regiones de México permite elaborar un patrón de clasificación y agrupamiento de las regiones, más claro y preciso. También este modelo facilita comprender a las regiones como producto de la historia y distinguir cuando una región experimenta un cambio estructural, es decir, permite descubrir cuando están ocurriendo cambios profundos en la relación entre el medio físico y la ocupación humana.

Es evidente que las regiones están en cambio permanente, que ciertas áreas pueden estar en camino a convertirse en regiones o, por el contrario, regiones que tenderían a fragmentarse o ser absorbidas por otras para desaparecer. Estos procesos pueden ser percibidos, pero sus resultados son difíciles de predecir. Sin embargo, como señala García Martínez, esto es parte de la incertidumbre que siempre está presente en el estudio de las regiones, o dicho en sus propias palabras, "forma parte de la naturaleza histórica de las regiones".

En resumen, Las regiones de México es un análisis novedoso dentro de los estudios regionales en México. Es un libro escrito de manera clara, rico en conceptos útiles para el análisis histórico de la geografía mexicana, y riguroso en la metodología del análisis regional. Por tanto es una obra recomendada para los historiadores, economistas, geógrafos y para aquellos profesionales de los estudios regionales y la planificación del desarrollo regional.

Una ausencia notable en el libro, sin embargo, es la referencia de las fuentes de información consultadas y utilizadas en la investigación. Ciertamente muchos académicos e investigadores renombrados en sus comunidades científicas no acostumbran citar sus fuentes, pero hay que reconocer que siempre es sano dar fe de la paternidad de las ideas.

Bernardo García Martínez es doctor en Historia por la Universidad de Harvard y actualmente es profesor del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Se ha especializado en temas de historia ambiental, geografía histórica e historia de las instituciones del siglo XIX. Ahora incursiona en el campo de la geografía regional con Las regiones de México.

Juan Carlos Arriaga Rodríguez
Doctorado en Historia Moderna y Contemporánea

Instituto Mora