Am. Lat. Hist. Econ., núm. 31, enero-junio, 2009, pp. 101-126. http://alhe.mora.edu.mx/index.php/ALH


Artículos

 

La industria textil uruguaya (1900–1960)

 

Magdalena Bertino

 

Fecha de recepción: septiembre de 2007
Fecha de aceptación: enero de 2008

 


Resumen

La industria textil uruguaya se inició a comienzos del siglo XX con la instalación de algunas fábricas de tejidos de lana y de una gran hilandería de lana peinada. Desde la crisis de 1929, sustentada en la protección cambiaría, se expandió en forma acelerada durante el periodo conocido como de industrialización por sustitución de importaciones. Alcanzó su apogeo entre fines de la segunda guerra mundial y comienzos de la década de los cincuenta, al instalar hilanderías de algodón y de fibras sintéticas y cuando las exportaciones industriales laneras adquirieron una importante dimensión. El progresivo agotamiento de la sustitución de importaciones, los frenos opuestos a las exportaciones, junto al estancamiento económico del país y el desmontaje de la protección estatal, la sumieron en una profunda crisis y en la pérdida creciente de significación en la industria y en la economía uruguaya.

Palabras clave: Orígenes de la industria textil uruguaya, sustitución de importaciones.


 

Abstract

The Uruguayan textile industry started in the early xxth century based on the production of woven fabric and wool spinning mill (tops). From the years of the 1929's crisis onwards, it went through a great expansion due to a protectionist policy based on favourable exchange rates. Those were the times of the Import Substitutive Industrialization (ISI) in the country. After the Second World War and, particularly, during the fifties it reached its height with the production of cotton fabrics and synthetic fibers. Meanwhile, wool exports would grow strongly. However, in the late fifties, the ISI strategy was in trouble and the obstacles for export's growth and the economic stagnation together with the removal of the protectionist's policies, put an end to the textile industry development. As a consequence, it experienced a deep crisis and lost importance both for the industry and for the economy as a whole.

Key words: Origens Uruguayan Textile Industry, Import Substitutive.


 

Introducción

El objetivo de este trabajo es contribuir al estudio de la industria manufacturera uruguaya, partiendo del análisis de una rama de importante significación como la textil, tratando de profundizar más allá de la información que ofrecen las variables macroeconómicas y sectoriales.

La industria textil uruguaya (ITU) ha tenido dentro del conjunto de la manufacturera nacional una significación especial y creciente a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Para calibrar su importancia cuantitativa en la economía uruguaya, es útil recordar algunas cifras de 1961: el valor bruto de la producción (VBP) textil era 18% del total industrial, 14% del valor agregado (VA) y 24% del valor de la maquinaria industrial. La rama ocupaba a 13% de los trabajadores industriales, generaba 12% de la masa salarial industrial y elaboraba 23% de la lana que se producía en el país.1 Su significación cualitativa se deriva de la diversidad de los mercados de destino de su producción (interno y de exportación), y de los insumos utilizados (industrialización de materia prima nacional en la rama lanera e importada en las subramas algodoneras y de fibras artificiales y sintéticas). Su interés como objeto de estudio se deriva entonces de su importancia económica y de su complejidad, que hacen que, a través de su análisis, podamos aproximarnos a las diferentes situaciones y problemas que debió enfrentar la industria nacional.

Al abordar la investigación sobre la ITU fue necesario enfocar la atención sobre los distintos sectores que integran el mercado textil. La fabricación de hilados y tejidos planos, incluyendo el lavado y preparación de la fibra, era el núcleo fundamental de la ITU, ocupando 76% del personal en 1961 e integrando los mercados textiles más importantes; en este rubro fue en el que se estableció la gran mayoría de las fábricas de tamaño significativo: peinado de lana (tops), hilado y tejido plano de lana e hilados, y tejidos planos de algodón y fibras artificiales y sintéticas. El resto (24%) estaba ocupado en la producción de tejidos de punto, dispersa en una multitud de talleres y pequeñas fábricas, y en menor medida en la fabricación de medias, en la elaboración de fibras duras y tejidos elásticos y en el apresto y terminación de tejidos, especialización que aún estaba muy poco desarrollada.

La metodología utilizada en este trabajo combina el enfoque agregado sobre la rama textil, los mercados de productos que conforman las subramas textiles y la trayectoria de algunas firmas significativas, sobre las que se ha logrado reunir información. El esfuerzo de análisis se centró en la compatibilización de la información agregada con la producida desde las empresas.

Dada la ausencia de una industria artesanal previa, la ITU tiene sus orígenes en los primeros años del siglo XX con la instalación de algunas fábricas de tejidos de lana, cuya producción logró sustituir las importaciones de los artículos textiles de tecnología más simple. En los años siguientes se fundaron algunas fábricas de tejidos de algodón que trabajaban con hilados importados2 y comenzó la fabricación de tejidos finos de lana a partir de la instalación de una hilandería de lana peinada, pero la sustitución de este tipo de artículos encontró dificultades más serias, a pesar de la protección arancelaria.

Fue con el quebranto del comercio internacional a partir de la crisis de 1929 y sustentada en la protección cambiaría, que la industria textil se expandió en forma acelerada durante el periodo conocido como de industrialización por sustitución de importaciones (ISI). La ITU alcanzó su apogeo entre finales de la segunda guerra mundial y comienzos de la década de los cincuenta, al instalar hilanderías de algodón y de fibras sintéticas y cuando las exportaciones en la rama lanera adquirieron una importante dimensión.

En los años cincuenta, el crecimiento de la industria textil estuvo pautado por sucesivas crisis parciales; el estancamiento no sobreviene al final como un hecho imprevisto, sino que se va anunciado en el agotamiento de la sustitución de diferentes productos, frente al cual se utilizaron distintas estrategias para continuar con la expansión.

Durante el progresivo agotamiento de la sustitución de importaciones, el estancamiento económico del país que frenó la expansión de su mercado interno –erosionando el Estado de bienestar– y el desmontaje del aparato de protección estatal en el que se sustentaba, la ITU se sumió primero en una profunda crisis y luego en una pérdida creciente de significación en la industria y en la economía uruguaya.

Comenzando con una breve descripción de los trabajos de investigación referentes al tema y de las fuentes para su estudio, se estudia la industria textil temprana, sus orígenes, las causas de su aparición tardía a pesar de la ventaja comparativa que significaba la producción lanera y las dificultades que enfrentó la sustitución de importaciones. A continuación se periodizan sus ritmos de desarrollo durante el periodo ISI: el avance sostenido de los años treinta, su aceleración durante la segunda guerra mundial, la incertidumbre que envuelve el accidentado recorrido de la industria durante los años cincuenta y que culmina en su estancamiento, que se adelanta al de las otras ramas manufactureras. Finalmente, se estudia el desarrollo de las exportaciones textiles y los obstáculos opuestos por la industria lanera de los países centrales.

 

El estado del arte sobre la industria textil uruguaya

Los análisis sobre el proceso de industrialización uruguayo, como parte de las preocupaciones por el desarrollo económico, cobraron fuerza en la década de los sesenta, cuando se hizo evidente el agotamiento de la ISI. La Comisión para la Inversión y el Desarrollo Económico (CIDE), fue creada en 1960 y su extensa investigación sobre la economía del país abarcó sus diferentes sectores.3 De manera simultánea, el Banco de la República abordaba la elaboración de las cuentas nacionales.4 En los años siguientes, desde el ámbito universitario, el Instituto de Economía elaboraba otra obra colectiva de análisis del proceso económico nacional.5

Los estudios históricos sobre la industria uruguaya en el periodo demarcado tienen un notable antecedente en otro trabajo del Instituto de Economía, realizado por Julio Millot, Carlos Silva y Lindor Silva, sobre la etapa 1930–1947.6 En los años ochenta vieron la luz dos estudios panorámicos sobre la historia de la industria uruguaya desde sus orígenes, realizados por Raúl Jacob y Mario Lamas y Diosma Piotti de Lamas.7 Llegando a los años noventa se contó con un nuevo enfoque sobre la industria uruguaya en el libro de Luis Bértola sobre el periodo 1913–1961, basado en el estudio sectorial.8 Finalmente, cabe mencionar las dos mediciones del PBI histórico, realizadas en años recientes, una por Luis Bértola y la otra por Magdalena Bertino y Héctor Tajam,9 que permitieron contar con estimaciones del valor agregado del sector manufacturero y del textil en particular.

Los estudios específicos sobre la industria textil, casi inexistentes hasta hace quince años, alcanzaron recientemente un importante desarrollo, sustentado en gran parte en la recuperación de la papelería de la empresa Campomar y Soulas. El único antecedente significativo anterior fiíe el estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 1961 sobre la industria textil en Latinoamérica y en particular en varios países entre los que se encontraba Uruguay.10 Las investigaciones recientes han abordado la industria textil desde distintas perspectivas. Magdalena Bertino ha realizado varios trabajos desde el ángulo del estudio sectorial de la industria y el de la historia de empresas, en particular sobre la integración del capital.11 Otros trabajos han incursionado en lo textil a partir del estudio de empresas, en particular de Campomar. Entre estos se puede mencionar los de Dieter Schonebohm,12 Graciela Sapriza13 y María Camou; esta última enfocando su análisis en la relación salarial.14

Para periodos más recientes y desde el enfoque de la economía se han realizado trabajos sobre la industria textil lanera y sus perspectivas.15

 

Las fuentes para su estudio

A nivel agregado las fuentes más importantes son los censos industriales y los precensos textiles. En el periodo hubo sólo tres censos, de los primeros: el Censo General de la República de 1908 cuyos resultados para la industria son confusos y poco confiables; el Censo Industrial de 1930, y el más completo y confiable realizado en 1936, después del cual no se llevó a cabo otro censo industrial hasta 1968. De los segundos, realizados en 1948 y en 1951, se ha conservado la información sobre la rama textil.

La escasez de fuentes agregadas realza la importancia de la documentación referente al proceso de fundación y desarrollo de las principales empresas, tanto aquella de carácter público, como los estatutos y balances publicados en el Diario Oficial, en el que se ha hallado el registro de los estatutos de alrededor de 200 firmas textiles, como la de manejo interno de las empresas, principalmente actas de directorio, actas de asambleas de accionistas, memorias y balances anuales. Sólo se cuenta con la papelería completa de una empresa, Campomar y Soulas, S. A.; si bien se trata de la más importante, la más antigua y de mayor permanencia en la industria textil. La información puede ser ampliada con las memorias de otras empresas, con la revisión del Registro Nacional de Leyes y Decretos (RNLYD) y en diferentes revistas, en particular la editada por la Unión Industrial Uruguaya.

 

La industria textil temprana

La aparición tardía de la industria textil en el Uruguay

La ausencia de una industria textil artesanal en el país encuentra su explicación en la debilidad de la agricultura y del campesinado, en la extrema pobreza demográfica de su campaña, formada por extensas praderas donde predominaban las grandes haciendas dedicadas a la ganadería extensiva vacuna y, a partir de los años sesenta del siglo XIX, ovina.

Por lo tanto, se puede afirmar que la historia de la industria textil uruguaya comienza con la instalación en Montevideo de dos fábricas de tejidos de lana, Salvo Hnos., en 1898, y Campomar Hnos. y Cía., en 1900, las dos firmas que darán origen mediante su fusión en ese último año a Salvo, Campomar y Cía.16 Esta asociación mostró desde su origen la tendencia a la concentración, una marcada característica de la industria textil uruguaya.

Fue un comienzo muy tardío, aun sí lo comparamos con los inicios de la industria textil en Argentina, cuyo retraso ha sido señalado.17 Esta aparición tardía de la industria textil en Uruguay se puede explicar en parte por la inestabilidad política casi permanente en el transcurso del siglo XIX, que retrasó la organización del Estado y la modernización de la economía y, también, por la reducida dimensión del mercado interno, base de desarrollo de una industria textil en el país.

Este es un aspecto a remarcar: país pequeño y escasamente poblado. Según el censo de 1860, la población del país se reducía a 223 238 individuos. En las décadas siguientes se produce un acelerado crecimiento causado por la inmigración europea; el censo de 1908 contabiliza 1 042 686 habitantes, de los cuales 309 321 residían en la capital, única ciudad importante del país. Desde finales del siglo XIX, en divergencia con la mayor parte de los países de América Latina, el crecimiento de la población era lento, debido a que ya operaba la transición demográfica caracterizada por la disminución de la natalidad y también al debilitamiento de la corriente inmigratoria y al incremento de la emigración de pobladores del campo hacia los países vecinos. En 1963 la población sólo alcanzaba la cifra de alrededor de 2 600 000 habitantes.

La escasa disponibilidad de capitales y de crédito para la inversión industrial desempeñó también un papel determinante. El capital proveniente de las exportaciones tendía a invertirse en tierras, construcción civil, hipotecas, deuda pública e intermediación. La restricción monetaria producida por la sujeción al patrón oro favoreció a la importación y limitó el circulante para inversiones, permitiendo que el capital comercial monopolizara el crédito, al que sólo accedían las casa importadoras y exportadoras, y, en menor medida, los grandes hacendados. En las primeras empresas textiles predominó el capital extranjero por sobre el capital integrado en el país, que tuvo su origen, por otra parte, en inmigrantes que hicieron su primera acumulación en el comercio.

En lo que respecta específicamente a la industria textil, es posible afirmar que el predominio del capital comercial, estrechamente ligado al mercado europeo, especialmente británico, principal productor de los tejidos importados, obstaculizaría el desarrollo de una industria que los desalojaba del mercado, no trabando en cambio el desarrollo de otras industrias como la de artículos para la construcción, alimentación, bebidas, productos de transporte costoso y que no provenían mayoritariamente del principal centro imperial. Es significativo que las casas importadoras de telas (registros), se negaron e distribuir los productos de las primeras fábricas textiles, las que tuvieron que tratar directamente con el comercio minorista.

Los Salvo eran inmigrantes italianos que había hecho fortuna en el comercio minorista. Los Campomar eran inmigrantes mallorquinos radicados en Buenos Aires, donde poseían fábricas de tejidos de lana. En los años siguientes se asociaron a Emilio Soulas, inmigrante francés que poseía lavaderos de lanas.

En 1906 la firma Salvo y Campomar instaló en Juan Lacaze (Colonia) una gran hilandería de lana peinada. Hasta ese momento sus fábricas de tejidos producían paños bastos de lana cardada, frazadas, ponchos, que se vendían especialmente en el interior del país. Con la hilandería, la empresa va a incursionar en una tecnología más compleja, comenzando la producción de tejidos finos, en especial los casimires que se importaban de Inglaterra. Hasta 1933 tendrá el monopolio de la producción de hilados de lana peinada.

De forma paralela al crecimiento de su producción lanera, invertía en 1909 en la incipiente rama de tejidos de algodón, adquiriendo la fábrica Enrico Dell'Acqua y Cía., perteneciente a un industrial textil y comerciante mayorista italiano que poseía fábricas de tejidos de algodón en San Pablo y Buenos Aires y que se instaló en Montevideo en 1906. En 1909 Enrico Dell'Acqua y Cía. cambia su nombre por Algodonera Uruguaya, S. A., y en 1913 pasa a ser propiedad absoluta de Salvo y Campomar.

La industria textil temprana tuvo un crecimiento sostenido hasta que sufrió, como otras ramas industriales, los efectos de la primera guerra mundial. Hacia finales de la guerra y durante la posguerra, sorteando los problemas de abastecimiento de insumos y con la protección adicional que le significaba el descalabro de la industria europea, reinició su ritmo de crecimiento.

 

Las dificultades para la sustitución de importaciones

En cambio, a partir de 1924 la industria textil experimenta una importante caída durante tres años consecutivos, y no retoma su crecimiento hasta 1930 (véase gráfica 1). Fue este un comportamiento peculiar, ya que en esos años la industria manufacturera continúa creciendo, aunque sin recuperar el peso relativo en el producto total, logrado en los años previos a la guerra.

En la segunda mitad de los años veinte la economía uruguaya se restablece de la crisis de la posguerra, aumenta el poder de compra de sus exportaciones, permitiendo la recuperación del valor de la moneda y el incremento de las importaciones. En los mismos años culmina la recuperación económica de Europa, cuyos productos industriales presionan en el mercado local. La protección parecía ser insuficiente para contener la entrada de los tejidos importados. Los industriales reclamaban el incremento de los derechos de importación a los tejidos, arguyendo que su abaratamiento se debía al dumping practicado por los fabricantes europeos y a las diferencias de cambio (la valorización de la moneda uruguaya abarataba la importación). Los importadores aducían que sólo había aumentado la importación de los casimires finos, los de pura lana y que los recargos solicitados sólo favorecían a siete u ocho fabricantes, "algunos de ellos han podido levantar el único rascacielo que ostenta nuestra urbe", aludiendo obviamente al Palacio Salvo que habría de inaugurarse en 1928.18 El cuadro 1 muestra cómo efectivamente crece la importación de casimires finos de pura lana y también el predominio de Gran Bretaña en este rubro. La sustitución encontraba dificultades en los artículos que requerían una tecnología más avanzada.

¿Por qué la recuperación europea y la presión de sus exportaciones no afectaron de la misma forma al conjunto de la industria manufacturera? Una respuesta certera a esta pregunta podría lograrse comparando un estudio suficientemente desagregado de la evolución de las importaciones de artículos industriales con el crecimiento de los diferentes sectores de la industria uruguaya. En lo que respecta a la industria textil es necesario fijar la atención en las importaciones provenientes de Gran Bretaña, tradicional proveedor de la mayor parte de los tejidos de lana y algodón, y en la cotización de la moneda nacional en relación con las principales monedas, y en particular la libra esterlina, relación que podía favorecer u obstaculizar las importaciones. De Gran Bretaña provenía casi la mitad de los productos textiles antes de la primera guerra mundial y por encima del tercio en la posguerra. Por otra parte, desde la instalación de los frigoríficos en Uruguay, en la primera década del siglo, Gran Bretaña fue el gran destino de exportación de las carnes uruguayas, lo que les dio un especial poder de presión a favor de sus intereses, entre los que era significativa la importación de sus tejidos de lana y algodón y de sus hilados de algodón y sintéticos.19

La gráfica 2 muestra las fluctuaciones en la cotización del peso en relación con la libra esterlina y el dólar. En el lapso 1924–1928, la caída de la producción textil coincide con la recuperación del valor del peso uruguayo, lo que contribuye a explicar la ineficacia de los aranceles aduaneros para detener la importación de tejidos. Lo contrario sucederá luego de la crisis de 1929, cuando la devaluación de la moneda uruguaya y el alto valor de la libra esterlina y el dólar (incluso luego de las respectivas devaluaciones de 1931 y 1933), se constituyó en un factor proteccionista más para la ITU frente a los tejidos importados.

Partiendo de la hipótesis generalmente aceptada que sostiene que la concentración de capitales se produce en periodos de retracción, no es extraño que en esos años difíciles para la industria textil, uno de sus grupos fundadores, la familia Salvo, se retire de ella e invierta en el sector inmobiliario y agropecuario, y que la antigua empresa Salvo y Campomar, convertida en Campomar y Soulas, S. A., pudiera absorber en 1929 a tres fábricas de tejidos de lana.

 

La gran expansión a partir de los años treinta

En la escritura china el vocablo crisis se forma con dos signos: uno significa peligro y el otro oportunidad. Para la industria textil las medidas de política económica adoptadas frente a la crisis de 1930 supusieron la gran oportunidad que su desarrollo previo le había preparado. La evolución de esta rama industrial –que intensifica significativamente su ritmo de crecimiento a partir de la crisis– ayuda a comprender percepciones como las de la CEPAL, que ubicaron el origen y la explicación del proceso de industrialización de América Latina a partir del shock externo que habría dado lugar al proceso de sustitución de importaciones, restándole importancia al desarrollo industrial anterior.

Basado en el necesario desarrollo fabril previo sin el cual no habría habido "oportunidad", el ritmo de crecimiento de la industria textil luego de la crisis adquiere un dinamismo sustancialmente diferente, logrado en función del proteccionismo que le brindó el Estado mediante las herramientas de política cambiaría y el control del comercio exterior. Las resoluciones adoptadas por el gobierno a partir de 1931, estableciendo el control de cambios y el contralor de las exportaciones, fueron el comienzo de una serie de medidas de regulación que culminaron con la ley 10.000 de Contralor de Exportaciones e Importaciones de 1941, a cuya sombra se operó un crecimiento sin pausas de la industria textil hasta mediados de los años cincuenta. Mediante la creación de diferentes tipos de cambio y la asignación de cuotas de cambio Ubre para las exportaciones y las importaciones, el Estado poseía un arma mucho más poderosa que los aranceles para alentar el desarrollo industrial.

La textil fue una de las ramas industriales que tuvo un mayor incremento entre 1930 y I960, con una tasa acumulativa anual (tasa a. a.) de 8% que duplicó el experimentado en el conjunto de la industria manufacturera (véase gráfica 1). La comparación entre el intenso desarrollo de la ITU durante el periodo de cerramiento de la economía que se inicia en 1930, una vez que superó los efectos de la crisis, con las dificultades que enfrentó en los últimos años veinte, al final de la etapa de desarrollo hacia afuera, permite comprender mejor el escaso vigor que se le atribuyó en algunas concepciones a la industria temprana. También lleva a reflexionar sobre lo expuestas que estaban algunas industrias competitivas frente a la producción europea, durante el periodo agroexportador.

Dentro de un lapso de crecimiento continuo de la industria textil se pueden distinguir tres momentos: los años treinta con una tasa de crecimiento a. a. de 10% que triplicó el del total manufacturero; los años de acelerada expansión durante la segunda guerra mundial (más de 16% de tasa a. a.) y la posguerra, cuando, si bien el crecimiento sigue siendo muy importante (11.4% a. a.), son notorios los problemas que enfrenta el desarrollo de la ITU, y un tercer periodo caracterizado por la tendencia al estancamiento desde 1951 y por el retroceso desde 1956, cuando el mercado interno cesa su crecimiento, la sustitución de importaciones ya ha sido en gran parte realizada y las exportaciones de lana peinada fueron contenidas por las barreras proteccionistas impuestas por Estados Unidos y algunos países europeos.

La crisis del '29 no tuvo efectos importantes sobre el desarrollo de la industria textil. De acuerdo con los censos industriales de 1930 y de 1936, el valor de la producción textil se duplicó en esos seis años. En plena crisis del país, la empresa líder, Campomar y Soulas, sólo interrumpe su producción durante tres meses en 1930 y no distribuye dividendos en dicho año, continuando su expansión en los años siguientes. Además se instalan varias empresas nuevas: en 1930 la Sociedad Anónima Fabril Uruguaya (SAFU), del grupo Bemberg, vinculada a la expansión de la industria textil algodonera y los plantíos de algodón en Argentina; en 1932, la Textil Uruguaya S. A., fábrica de tejidos de algodón propiedad del belga Leonard Steverlinck, y en 1933 la Industria Lanera de Uruguay (ILDU), que crecerá rápidamente compitiendo con Campomar en artículos de lana peinada.

El censo industrial de 1936, que suministra cifras confiables sobre el conjunto de la rama, registra 100 establecimientos que ocupaban a 5 835 obreros. Además de mostrar un gran crecimiento de la rama respecto al censo industrial de 1930 (575% en el número de establecimientos y 183.2% en el personal ocupado), las cifras de 1936 denotan la gran concentración que se venía operando en la industria textil. Los 29 establecimientos con más de 50 obreros ocupaban a 5 256 operarios; es decir, 29% de los establecimientos ocupaban 90% de los trabajadores del total de la rama.20

Esta concentración se advierte especialmente en la industria textil lanera: de los 100 establecimientos censados en 1936 los quince que se dedicaban a producir lana peinada (tops), hilados y tejidos planos de lana reunían 40% de los obreros empleados y aproximadamente la mitad del valor del capital, del valor de la maquinaria y del valor bruto de la producción.

El poderío de la principal empresa Campomar y Soulas muestra también la tendencia a la centralización de capitales. Ocupaba a 1 717 obreros en sus cuatro plantas dedicadas a la elaboración de la lana y a 279 en La Algodonera Uruguaya. Estas cifras significaban 38% de la fuerza de trabajo ocupada en la industria textil en establecimientos de más de 50 obreros y 34.2% de la ocupada en el total de los establecimientos. En cuanto al capital empleado, significaba 35% del total textil y 74% de la subrama lanera.

La expansión fue alentada por diversas medidas proteccionistas establecidas en 1931: prohibición de importar por un mes una lista de artículos que incluía los casimires y otros artículos textiles, medida que fue luego sustituida por un recargo de 50% en los derechos de importación, establecimiento de un arancel de 48% a las mercaderías con similares de fabricación nacional, obligatoriedad del pago de 25% de los derechos aduaneros de importación en oro, y preferencia por los productos nacionales en las adquisiciones del Estado.

La textil lanera, que contaba con importantes ventajas comparativas (abundante producción nacional de lanas de buena calidad), era la subrama principal de la industria textil. Creció a buen ritmo en los años treinta, logrando la sustitución de gran parte de los tejidos de lana importados. Este crecimiento fue hegemonizado por la veterana Campomar y Soulas, que suministraba el hilado de lana a las pequeñas y medianas fábricas de tejidos. La única competidora que contaba con hilandería propia de lana peinada era ILDU (la otra fábrica importante, "La Aurora", trabajaba en lana cardada, no produciendo hilado peinado).

La industria algodonera, que no contaba con dichas ventajas por no existir prácticamente en el país cultivos de algodón, carecía además de hilanderías, por lo que se limitaba a la producción de tejidos con hilados importados. Las fábricas de tejidos de algodón continuaron creciendo en los años treinta. Aunque para esta industria "la oportunidad" fue la segunda guerra mundial, cuando se instalan las primeras hilanderías y la importación de hilados se sustituye por la de algodón en rama proveniente de los países vecinos.

 

El apogeo durante la segunda guerra mundial

Luego de superados los problemas de abastecimiento (insumos, materias primas, maquinaria y repuestos) de comienzos de la guerra, se inició la expansión más intensa y más importante en la historia de la industria textil. A la protección natural que implicó la guerra –la casi imposibilidad de importar tejidos y la dificultad para importar hilados de algodón que alentó el establecimiento de las primeras hilanderías–, se agregaba, para la rama lanera, el estímulo de la exportación. Crece la exportación de hilados y tejidos y comienza en pequeña escala la de tops. Estas exportaciones eran favorecidas con tratamientos cambiarios con altos porcentajes de cambio libre. En 1944 llegaba a 75% para casimires, bufandas y tejidos de lana en general y a 40% para los tops (que contenían menor valor agregado).

La producción se incrementó entre 1936 y 1948 a una tasa acumulativa anual de 14%, con importantes inversiones en maquinaria, que superaron el crecimiento de la fuerza de trabajo.

El gran crecimiento alcanzado en el conjunto del sector textil se constata también al observar la aceleración del ritmo de fundación de empresas durante esos años, el crecimiento de las utilidades repartidas, de las cotizaciones en bolsa y también al revisar las papelerías de las empresas, tanto en la rama lanera como algodonera. Campomar muestra en su Memoria de 1943 los esfuerzos realizados para satisfacer a los mercados externo e interno: "Para intensificar la producción nos hemos visto obligados a exigir, de la maquinaria, el maximun de rendimiento, trabajando algunas secciones hasta 24 horas al día." La Fábrica Uruguaya de Alpargatas, S. A., presenta en su Memoria de 1944 "los resultados de un año muy bueno, que supera en ventas y ganancias al mejor ejercicio anterior, debiéndose estos resultados, en gran parte, a la extraordinaria demanda de nuestros productos, provocada por la situación mundial". Y en la Memoria correspondiente a 1945 se ufana de presentar un "balance general sin par en la larga historia de Alpargatas de Uruguay".

La industria textil algodonera, de desarrollo más tardío que la lanera, tuvo un importantísimo crecimiento entre 1936 y 1948. En 1936 su valor de producción representaba algo más de un tercio del valor de producción del sector lana. Entre ambos años, si bien los dos sectores tienen un crecimiento importante, es muy superior el crecimiento del algodonero, cuya producción alcanzó y en algo superó en 1948 el nivel del lanero. El incremento fue de 869% en el transcurso de doce años, con una tasa a. a. de 21%. Es este el periodo de la gran sustitución de importaciones en la rama algodonera, especialmente en productos comunes, hilados y tejidos cardados. La fuerte inversión en maquinaria se explica por el establecimiento de nuevas tejedurías y de las primeras hilanderías.

Las dificultades para la importación de hilados durante la guerra obligan a concretar la fundación de hilanderías, que trabajarán procesando algodón en rama de la región. Si bien a lo largo de los años treinta se venía planteando su necesidad, así como la de incentivar el cultivo de la fibra, fueron las dificultades de abastecimiento causadas por la guerra las que provocaron su instalación. Ofrecía la oportunidad de grandes ganancias abasteciendo de hilado a las diferentes fábricas de tejidos. En 1942 comienza a funcionar la Primera Hilandería Uruguaya de Algodón, S. A. (PHUASA), fruto de la asociación del argentino Grupo Bemberg con Campomar y otras firmas textiles uruguayas. Al año siguiente Alpargatas instala la suya. La gráfica 3 muestra el salto que se produce en esos años en la importación de algodón en rama y el descenso en la importación de hilados.

 

Desde la posguerra: crecimiento con incertidumbre

En la posguerra la industria textil mantiene un buen ritmo de crecimiento que encierra en realidad comportamientos diferentes según el producto. El sector que produce para el mercado interno siente el impacto del regreso de las importaciones, que se ve facilitado por la devaluación de la libra esterlina. La industria algodonera sufre, además, una crisis importante en la inmediata posguerra debido a la expansión, excesiva para el mercado, de las hilanderías y a las dificultades para competir con el hilado importado. El mejoramiento de la protección en los años siguientes le permitirá superar la crisis y continuar el proceso sustitutivo.

Las consecuencias de la reactivación de las economías centrales que se produce al fin de la guerra se dejan sentir en 1947: la industria textil se resiente con la disminución de sus exportaciones y la gran importación de tejidos de ese año. En noviembre de 1947 la Revista de la Unión Industrial Uruguaya daba cuenta de cómo la crisis de posguerra golpeaba a la industria de todo el continente:

La industria textil sudamericana en los años de la guerra no sólo trabajó intensamente y con grandes ganancias, trabajó, sobre todo independientemente de lo que ocurría en el resto del mundo. En los últimos meses esta independencia ha sido perdida y ha ingresado nuevamente en el cuadro de la industria mundial. Ingresando en una atmósfera de incertidumbre ha inevitablemente perdido su equilibrio.21

En la industria algodonera, la información utilizada converge en la constatación de la detención de su crecimiento entre 1948 y 1951. El precenso de 1951 muestra la disminución del valor real de su producción respecto a 1948, El crecimiento de las importaciones de algodón en rama se estanca en esos años, al igual que la disminución en la importación de hilados (véase gráfica 3). Por último, la gráfica 4, referida a la sustitución en la importación de tejidos, muestra el estancamiento entre 1947 y 1950 en la sustitución de los de algodón.

A la competencia de las importaciones se suma el aumento de la competencia entre las empresas debido a la instalación de nuevas hilanderías. Desde 1947 varias fábricas de tejidos de algodón terminan su dependencia de PHUASA, instalando sus propias hilanderías: La Aurora, de J. Martínez Reina, y la Textil Uruguaya, de L. Steverlinck, entre otras. En 1951 ya existían once hilanderías de algodón y tres de fibras artificiales y sintéticas.22 Además, en 1949 comienza la producción en la multinacional Sudamtex y también se instala un buen número de pequeñas y medianas fábricas de tejidos de algodón.

Los comentarios que acompañan el precenso textil de 1951 resaltan el aumento de la producción y denotan el temor por el rápido agotamiento de la demanda. Los tejidos cardados estaban sustituidos, el crecimiento rápido se daba sólo en algodón peinado, tejidos elásticos, rayón y en las novedosas medias de nylon.

El sector de fibras artificiales y sintéticas (seda artificial en la terminología de la época, compuesto principalmente de rayón), que había comenzado su desarrollo en los años treinta, se expande con fuerza en los años siguientes, triplicando en 1951 su valor de producción de 1948 y sustituyendo los tejidos de rayón importados.

A pesar de la saturación en algunos productos, la producción textil lanera continuó creciendo a tasas similares y aun mayores que las de los años anteriores, realizando importantes inversiones de capital. El sector exportador lanero, restablecida la protección a las exportaciones en 1947, creció sin pausas entre 1949 y 1953, ahora orientado a la exportación de tops.23 Luego, la disminución de la demanda y la baja de los precios de sus productos que acompañó al fin de la guerra de Corea, y las presiones de los países productores de tops, que lograron se redujera la protección, provocaron la crisis del sector.

 

Crisis y estancamiento

El agotamiento de la sustitución de importaciones en varios subsectores y artículos textiles se va acentuando durante los años cincuenta, hasta llegar al estancamiento de la producción y, a partir de 1956, al decrecimiento. En esos últimos años la situación crítica del sector se manifiesta en el desempeño de la mayoría de las grandes empresas sobre las que se cuenta con información. Algunas dan pérdidas, otras están intervenidas o fuertemente endeudadas. Los problemas se manifiestan especialmente en las grandes fábricas toperas creadas en los últimos años (Manufacturera Forti, Lanasur, SADIL, Tupian), pero también en las empresas más antiguas como Campomar, El Telar de Manuel Martínez Reina, phuasa e incluso Alpargatas, empresa extranjera de capital angloargentino, con apariencia de gran solidez en los últimos años. En 1953 el director de Industrias denunciaba;

Faltó la racionalidad en la constitución de nuestro acervo industrial y como todas las improvisaciones se pagan, hoy hay renglones de nuestra industria que ven llegada la hora del duro tributo a una realidad magra y descarnada. Las fábricas textiles se levantaron por doquier. Durante los años de la guerra y los primeros de la posguerra se colocaba todo en el mercado interno o externo. La materia prima textil llegó a precios fabulosos. Pasado el torbellino, reajustados los países productores hemos entrado en el periodo de la dura realidad. De 311 establecimientos textiles fundados desde 1890 a la fecha, 58 han cerrado ya sus puertas. Más de 30 trabajan a ritmo lento, en jornadas espaciadas y los grandes productores carecen de mercados para colocar los saldos exportables.24

El consumo interno de textiles por habitante deja de crecer. Sólo aumenta la demanda de los productos de mayor calidad, tejidos de lana peinada, de algodón peinado y de sintéticos o mezcla con sintéticos.25 Las empresas intentaron diferentes caminos para mantenerse en el mercado: la sustitución de parte de la fuerza de trabajo por nueva maquinaria, la presión por incrementar la protección a la producción nacional y la promoción de las exportaciones abriendo nuevos mercados.

Los salarios reales venían incrementándose por la instalación en 1945 de los consejos de salarios tripartitos y por la acción de fuertes sindicatos. La incorporación de maquinaria, alentada por los beneficios cambiarlos concedidos a su importación, acarreaba reducción de la fuerza de trabajo, con la consiguiente resistencia de los trabajadores. A finales de 1953, para poner fin al conflicto textil surgido por despidos ocasionados en un establecimiento por compra de nueva maquinaria, se aprueba un proyecto en la Cámara de Representantes que establecía que no se importarían máquinas nuevas para la industria sin la previa autorización del Consejo Nacional de Gobierno, que podría prohibir su uso entre tanto no se ajustara al personal de las fábricas desplazado a un nuevo puesto en las mismas condiciones de economía y seguridad laboral. La Cámara de Industrias, bregando por impedir la aprobación del proyecto, se dirige al Senado manifestando "su alarma por la aprobación en diputados de un proyecto que intenta resolver por vía legislativa un conflicto existente en la industria textil [...] Los obreros textiles tendrían el privilegio de inamovilidad en el cargo y de readmisión obligatoria."26

La ley no fue aprobada y los problemas de desocupación y de capacidad ociosa seguían presentes a nivel de la industria. En 1956 se intentaron frenar nuevas instalaciones, pasando la importación de maquinaria del régimen de cambio dirigido al de cambio libre, pero en 1958 se vuelve a establecer el cambio preferencial para su importación.27 Muchos establecimientos pequeños no estaban en condiciones de invertir en maquinaria y debieron cerrar.

La sustitución de importaciones continuó unos años más en el sector algodonero. Desde 1952 disminuyeron las importaciones y se revierte la crisis: vuelve a incrementarse la importación de algodón en rama y la sustitución de hilados y tejidos importados por nacionales (véanse gráficas 3 y 4).27 En 1950 la producción nacional satisfacía 70% del consumo aparente de tejidos de algodón y en 1960 este porcentaje llega a 96%.28 En algodón cardado el crecimiento estaba agotado, pero continuó en los años cincuenta en tejidos más finos de algodón peinado. Cuando se agota esta sustitución la crisis textil se generaliza.

Sólo había un panorama amplio de expansión en el sector de fibras artificiales y sintéticas. En 1960 la producción nacional sólo cubría 25% del consumo aparente de estas fibras. En tejidos de rayón, el grueso del proceso de sustitución estaba realizado, mientras crecía en este periodo la producción nacional de hilados. Pero el rayón va siendo sustituido por fibras sintéticas, que tendrán una enorme capacidad de expansión y en las que la innovación será un proceso continuo. El mercado de hilados sintéticos estaba predominantemente en manos de empresas extranjeras. Sudamtex lideraba la producción, creando en 1954 la Uruguay Acetatos Sociedad Anónima (URACESA); también se producían en Alpargatas y en la firma Hilados Sintéticos, S. A. (HISISA), creada en 1956 por Tejidos y Medias, S. A. (TYMSA). En 1961 se instala la gran fábrica de hilados de nylon Roberto Slowak.29

En cuanto al camino de la especialización exportadora, debió enfrentar la oposición de los países centrales y de los centros laneros mundiales.

 

Las exportaciones textiles

Con el antecedente de la exportación a Francia de uniformes de paño para el ejército durante la primera guerra mundial, las exportaciones industriales textiles con cierta continuidad se inician en los años treinta, con la exportación de hilados y tejidos de lana. Durante la segunda guerra mundial estas exportaciones se expandieron en forma extraordinaria, gozando de alta protección cambiaría. Interrumpidas al finalizar la guerra, en 1947 se reiniciaron las subvenciones para las exportaciones industriales textiles, otorgando un tratamiento cambiarío uniforme de 1.70 pesos por dólar para todas (desde tops a tejidos), que un mes después se elevó a 1.78. En octubre de 1949 se amplió el trato preferencial otorgando 2.35 pesos por dólar a todas ellas, incluyendo a los tops, mientras la lana sucia y limpia recibían 1.519 pesos por dólar.30 El exportador de tops obtenía, por lo tanto, 20% más de pesos por dólar que el exportador de lana sucia. Dos años después había once establecimientos que producían tops y 25 hilanderías de lana cardada.

Ante la oposición a la subvención cambiaría por parte de los exportadores de lana y de algunos sectores políticos, que planteaban bajar el tipo de cambio para exportación de textiles aduciendo que las fábricas de lana peinada estarían haciendo grandes ganancias al amparo del tipo de cambio preferencial, los industriales invocaban el aumento de la competencia por la instalación de nuevas empresas, la crisis de la industria provocada por el fin de la guerra de Corea y los obstáculos puestos por los países desarrollados a la importación de tops. La exportación se estancó durante los siguientes años (véase cuadro 2), aumentando la capacidad instalada ociosa y el quiebre de empresas.

La significación que los tops llegaron a tener en la estructura de las exportaciones de Uruguay ayuda a entender la importancia que el tema revestía más allá del ámbito de la propia industria textil, especialmente en el del tratamiento cambiarío a concederle. El porcentaje representado por los tops en las exportaciones uruguayas tuvo escasa significación hasta 1951 cuando llega a 8.8%. En los primeros años de la década de los cincuenta significaban en promedio 11% y en los últimos años 18% del total de las exportaciones, llegando en 1959 a 23.3 por ciento.

Wonsewer, Faroppa e Iglesias analizaron estos subsidios por tipos múltiples de cambio: entre los años 1950, 1951 y 1952 la industria manufacturera recibió 83 000 000 de pesos por este concepto, de los cuales 66% (55 000 000) correspondieron a los hilados (en su inmensa mayoría tops).31

Este tratamiento altamente preferencia! va a enfrentar la oposición de los exportadores de lana del país y del centro mundial lanero que representaba los intereses de los industriales de los países europeos y de Estados Unidos. Aquellos sostenían que la exportación de tops a cambio diferencial desarticulaba el mercado de lanas del país, argumento similar al esgrimido por el centro mundial lanero que sostenía que los tops uruguayos, que llegaban a venderse a precios más bajos que los de la lana sucia, desarticulaban el mercado mundial de tops. Las presiones de estos intereses y de los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos obtuvieron que se bajara el porcentaje de cambio libre asignado a los tops.

En 1952 se bajó el tipo de cambio a 2,15 pesos por dólar y se nombró la comisión técnica especial de estudio sobre el costo de la lana peinada en tops.32 Esto no impidió que en mayo de 1953 Estados Unidos castigara la entrada de los tops uruguayos con un impuesto compensatorio de 18% del valor del producto. Su nombre significaba que "compensaba" las ventajas que le otorgaba el tipo de cambio establecido para su exportación en Uruguay, que no se justificaba en relación con el valor agregado a la materia prima.

En 1953 se efectúa una nueva baja del tipo de cambio estableciéndose a 2.06 pesos por dólar (65% a 2.35 y 35% a 1.519).33 En enero de 1954, ante la protesta del embajador británico por la "competencia desleal" que significaban las ventajas cambiarías de que gozaba la exportación de tops, el gobierno volvió a bajar el tipo de cambio, estableciéndolo en 1.967 pesos por dólar. Los considerandos del decreto fundamentaban la baja en "el aumento del precio pagado por la lana sucia y la mayor productividad de la industria que ha permitido bajar los costos de producción".34 Entonces Estados Unidos bajó el impuesto compensatorio a 6%. Según los industriales esto no significó que dicho país recomenzara a importar tops uruguayos.

En 1954 rigió el tipo cambiario más bajo, pero al año siguiente, "debido al aumento de costos por aumento de sueldos de los trabajadores de la industria textil por convenio colectivo del 10 de enero de 1955", se eleva el tratamiento cambiario a 2.026 pesos por dólar (61% a 2.35 y 39% a 1.519).35

El decreto sobre tratamientos cambiarios para la exportación y la importación del 3 de agosto de 1956, establecía que la exportación de artículos manufacturados realizados con materia prima nacional quedarían sujetos a la entrega de divisas correspondientes al valor de su materia prima al mismo tipo de cambio que se aplicaba para la venta al exterior de esa materia prima. Por el complemento del valor de los artículos manufacturados (el valor agregado), la entrega de las divisas se efectuaba al tipo de cambio libre. Un decreto complementario establecía que, dado que la determinación de los tratamientos particulares demandarían estudios que demorarían un tiempo prudencial y no se deseaba retrasar las exportaciones, los interesados en exportar presentarían una declaración jurada con información detallada sobre las materias primas que integraban la elaboración del artículo.36 En los años siguientes, a pesar de la protección creciente que culminó en el otorgamiento en 1958 de 100% de cambio libre,37 no se logró superar el empeoramiento de las condiciones internacionales para las exportaciones del textil, agravadas por la baja cotización de la fibra.

Finalmente, en 1959 todo el sistema de exportación es modificado: se establecen las detracciones fijándose el mismo tipo de cambio para los tops que para la lana sucia.

 

Reflexiones finales

La industria textil uruguaya nació concentrada y centralizada. A pesar de la existencia de numerosos pequeños talleres, la mayoría de tipo familiar, si nos atenemos al volumen de producción y al número de trabajadores de los grandes establecimientos, se encuentra que la concentración parece ser una característica permanente de la ITU, más allá de los procesos de concentración y desconcentración que operaron en su historia. La tendencia a la asociación es otra constante en la ITU, desde la realizada entre Salvo Hnos. y Campomar Hnos. y Cía. en los orígenes de la industria, que les permitió controlar el mercado de tejidos de lana y la acumulación necesaria para la instalación de una gran hilandería de lana peinada, pasando por la asociación de varias empresas textiles que dio origen en 1940 a la primera hilandería de algodón, hasta la similar asociación que permitió en 1974 la fabricación de fibra sintética mediante la fundación de Polímeros Uruguayos.

La tardía aparición de la industria textil en Uruguay se correlaciona con la pequenez del mercado interno y la escasez de capitales con disposición para la inversión en ella, en íntima relación con el predominio del capital comercial, cuyo núcleo se encontraba en el comercio de importación, estrechamente vinculado a Gran Bretaña.

Las dificultades experimentadas por la industria textil uruguaya durante el segundo lustro de los años veinte, que contrastan con la rápida expansión durante las décadas que siguieron a la recuperación de la crisis del '29, muestran los problemas que podía enfrentar una rama industrial competitiva de las industrias de los países centrales, frente al importante grado de apertura característico del periodo agroexportador.

Desde 1930, durante casi tres décadas de gran crecimiento, se encuentran ritmos diferentes. A partir de la nueva regulación estatal que establece el control de la política cambiaría y del comercio exterior, en los años treinta se vive un sostenido desarrollo de la industria textil que desemboca en los años de febril crecimiento contemporáneos a la segunda guerra mundial. Merced a la protección adicional que suministraba el debilitamiento del comercio internacional durante el conflicto, la sustitución se acelera, se crean las hilanderías de algodón y la producción para la exportación comienza a tener una escala significativa.

Con la posguerra y la recuperación europea se inicia un periodo de incertidumbre que impregna a la industria textil durante toda la década de los años cincuenta, atravesada por una sucesión de crisis parciales cada vez que se agota la sustitución de un tipo determinado de producto, frente a un mercado interno pequeño y de expansión cada vez más lenta. A partir de 1956 la crisis se hace general, con desocupación y cierre de empresas.

Los instrumentos a los que se recurrió frente a las crisis sucesivas se vinculan con la intensificación de la protección frente a lo importado, la inversión en maquinaria para mejorar la competitividad, que terminó agravando el desajuste entre la capacidad instalada y la dimensión del mercado, y el incremento de las exportaciones protegidas, que enfrentará a la industria con poderosos intereses en los países centrales. Pero la estrategia exportadora, que era la única salida para una industria instalada en gran escala en un pequeño mercado, se enfrentó a las barreras proteccionistas establecidas en Europa y Estados Unidos a los productos de lana.

 

Fuentes consultadas

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Libros de actas del directorio de Campomar y Soulas, S. A., 1929–1960.

Libro de actas de asambleas de accionistas de Campomar y Soulas, S. A., 1929–1960.

Libro de actas de la Comisión de Presupuesto de Campomar y Soulas, S. A., 1956–1960.

Memorias y balances de Campomar y Soulas, 1932–1960.

Album de Campomar y Soulas, "Dejemos hablar a los hechos", sin fecha.

Libro de actas del directorio de primera hilandería uruguaya de algodón, S. A., 1940–1960.

Actas de reuniones del Comité de Administración de phuasa, 1957–1960.

Memorias de industria lanera del Uruguay, Sociedad Anónima (ILDU), Montevideo, s. e., varios años.

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Hemerografía

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Notas

1CEPAL, Industria, 1964, p. 17

2El cultivo del algodón en Uruguay fue siempre marginal, con escasa significación industrial. En los años cincuenta se aumentaron los incentivos creciendo algo más ía producción, pero años después los estímulos especiales fueron abandonados.

3 CIDE, Estudio, 1973.

4 Banco, Cuentas, 1965.

5 Instituto, Proceso, 1969.

6Millot, Silva y Silva, Desarrollo, 1973.

7Jacob, Breve, 1981, y Lamas y Piotti de Lamas, Historia, 1981.

8Bértola, Industria, 1992.

9Bértola, PBI , 1998, y Bertino y Tajam, PBI , 1999.

10CEPAL, Industria, 1964.

11Bertino, "Orígenes", 1993; "Trayectoria", 1996, e "Integración", 2004.

12Schonebohm, "Salvo", 1994.

13Sapriza, "Mundo", 1994.

14Camou, "Industrialización", 2001, y Empresa, 2003.

15Irigoyen, Industria, 1993.

16 Con la salvedad de que en 1890 se funda la Fábrica Uruguaya de Alpargatas, S. A., que en la primera década del siglo comienza su actividad estrictamente textil, con el tejido de la lona de algodón para sus alpargatas.

17 Panettieri, "Problemas", 1987.

18Centro de Despachantes de Aduana. Importadores y Exportadores, Importación, 1927.

19 La presión británica para obtener ventajas arancelarias en los años veinte se realizó bajo la consigna de "comprar a quienes nos compran". En los años treinta, luego de Ottawa, se reclamaba por tipos de cambio favorables y especialmente por cuotas de permisos de importación.

20 En el precenso de 1951 se realiza un comparativo con los censos de 1936 y 1948. Para volverlo comparable con los censos posteriores se redujeron los establecimientos de 1936 de 334 que figuraban en el censo a 100, eliminando aquellos establecimientos no propiamente textiles (colchoneros, bordadoras, etc.)– Aquí se ha adoptado el mismo criterio.

21 "La industria textil sudamericana", Revista de la Unión Industrial Uruguaya, noviembre de 1947 (artículo tomado de la Revista Industria Textil Buenos Aires).

22 Revista de la Unión Industrial Uruguaya, noviembre de 1951.

23Decae en cambio la exportación de hilados y tejidos, que había tomado impulso durante la guerra. La Memoria de la ILDU, correspondiente al ejercicio de 1952, informa que "se ha intentado exportar al costo sin resultados positivos".

24Discurso del director de Industrias, ingeniero Raúl Costemalle, en Revista de la Unión Industrial Uruguaya, febrero de 1953.

25CEPAL, Industria, p. 40.

26 Revista de la Unión Industrial Uruguaya, enero de 1954.

27 Registro Nacional de Leyes y Decretos (en adelante RNLYD), decretos del 6 de agosto de 1956 y del 5 de noviembre de 1958.

28 Con una interrupción pasajera en 1954, cuando se importa 1 000 000 de kilogramos de hilado. Memorias de MAUSA de 1954.

29CEPAL, Industria, 1964, p. 52.

30Las fibras artificiales se dividen en dos grupos: las regeneradas (a las que pertenecen los rayones) y las fibras sintéticas. En la producción de fibras regeneradas se moldea en forma de fibra una sustancia natural como celulosa o proteína, la fibra mantiene su estructura molecular similar a la original. Las fibras sintéticas (polímeros) son sustancias producidas por un proceso químico sin partir de sustancias naturales aptas para producir fibras. A estas pertenece el nylon y otra cantidad de fibras que presentan mayor ductilidad y capacidad para mezclarse con fibras naturales (El Mundo Textil, 1954).

31 RNLYD, decreto del 5 de noviembre de 1949.

32 Wonsewer, Política, 1954, cuadro 2, p. 28.

33 RNLYD, decreto del 27 de mayo de 1952.

34RNLYD, decreto del 23 de julio de 1953.

35RNLYD, decreto del 22 de enero de 1954.

36 RNLYD, decreto del 8 de febrero de 1955.

37RNLYD, decreto del 9 de agosto de 1956.

 


Sobre la autora

Magdalena Bertino
Tesis: "Integración y estructura del capital en la industria textil uruguaya 1900–1960". Principales obras: Historia económica del Uruguay, vols. I (1991), II (1996) y III (2005); El PBI del Uruguay, 1900–1955 (1999); "La larga marcha hacia un frágil resultado 1900–1957", en La economía del Uruguay en el siglo XX (2001). Coordinadora de tres proyectos de investigación sobre las finanzas públicas uruguayas (2002–2007). Presidenta de la Asociación Uruguaya de Historia Económica (AUDHE) durante el periodo 2003–2005.