Am. Lat. Hist. Econ., núm. 31, enero-junio, 2009, pp. 7-36. http://alhe.mora.edu.mx/index.php/ALH


Artículos

 

Irrigación, expansión de la frontera agrícola y empresariado en el Yaqui (1925–1965)

 

Mario Cerutti y Gustavo Lorenzana

 

Fecha de recepción: enero de 2008
Fecha de aceptación: abril de 2008

 


Resumen

La finalidad de este estudio es mostrar algunos rasgos básicos de la expansión de la frontera agrícola en el valle del Yaqui, en el noroeste de México, a partir de 1925. De manera paralela se analiza la construcción de un tejido productivo–empresarial alimentado por la actividad rural y derivado, sobre todo, de un conjunto de multiplicadores internos. El texto incluye una reseña del desarrollo del sistema de riego en el valle, describe la preponderancia histórica de ciertos cultivos, en especial del trigo, y la correspondiente aparición de un entramado empresarial que si bien abarcó actividades diversas operó sobre todo desde la agricultura.

Palabras clave: Agricultura, valle del Yaqui, empresario, tejido productivo.


 

Abstract

The aim of this study is to describe several important trends from the Valley of Yaqui's agricultural expansion, in the northeast Mexico, showed from 1925. At the same time, the construction of a production/enterprise web fed with the rural activity, and coming from an internal linkage is also analyzed. It is included a review of the water system development in the Valley, a description of the historical importance of certain cultivations, specially corn, and the birth of a business force which if certainly included several activities, but it was focused mainly on agriculture.

Keywords: Agriculture, Yaqui valley, entrepreneur, productive organization.


 

La finalidad de este artículo1 es mostrar algunos rasgos básicos de la expansión de la frontera agrícola en el valle del Yaqui a partir de 1925 y, de manera paralela, de la construcción de un tejido productivo/empresarial2 alimentado por la actividad rural.

El texto se divide en tres apartados: a) una historia mínima del desarrollo del sistema de riego en el valle (mapa 1); b) la preponderancia histórica de ciertos cultivos, en especial del trigo; c) la correspondiente aparición de un entramado empresarial que si bien abarcó actividades diversas operó sobre todo con las más vinculadas a la agricultura.

 

El sistema de riego: historia mínima

La Richardson (1909–1928)

Aunque la historia del sistema de irrigación bajo el dominio del capital comenzó antes de 1909, interesa aquí destacar, con brevedad, el papel que desempeñó la Compañía Constructora Richardson S. A, (CCR) a partir de 1909. Por dos razones: a) porque fue la organización empresarial que logró poner en marcha de manera programada la irrigación y ocupación de importantes extensiones de suelo en el valle del Yaqui, b) y, en particular, porque imprimió un sistema de ocupación de la tierra, es decir de colonización, que marcaría el desenvolvimiento futuro de este espacio sonorense.

Las políticas de colonización sustentadas en la inmigración habían mostrado cierta eficacia en la segunda parte del siglo XIX en otros lugares del continente. Dos casos llamativos habían sido Estados Unidos y Argentina, en ambos extremos de la masa continental. Gracias a sus sistemas gubernamental y privado de cesión del suelo considerado público,3 Estados Unidos y Argentina poblaron porciones significativas de sus extensos territorios.

Si nos detenemos parcialmente en este último caso, en especial en lo ocurrido en algunas partes de la llamada pampa húmeda,4 se observarán además notorias similitudes con los mecanismos de asentamiento que empleo la CCR. Las propuestas de esta empresa incluían una evidente planificación en la ocupación del suelo, la que progresaría en la medida en que llegaban contingentes inmigrantes con la intención de explotar la tierra. Y, para ello, demandaban un sistema de irrigación funcional para la explotación agrícola.

Aunque generó muchas protestas y no cumplió muchos de sus compromisos, tanto de colonización como empresariales,5 la CCR alcanzó a fijar mecanismos de asentamiento que sobrevivieron a su salida del Yaqui cuando en 1928 se le retiró la concesión6 y el Estado federal se hizo cargo de proseguir lo iniciado en 1909.7 Y ni la reforma agraria lanzada en los años treinta por el gobierno de Lázaro Cárdenas, ni la Irrigadora del Yaqui,8 ni la gigantesca transformación rural–urbana que habría de transitarse en el cálido valle del Yaqui entre 1940 y 1965 modificaron aspectos sustanciales de este sistema de ocupación del suelo agrícola.

Características de la ocupación del suelo

El dato central del sistema implantado por la CCR era la manzana. Medía 2 000 metros de lado, lo que suponía una superficie de 400 hectáreas. Cada manzana, por su lado, estaba dividida en 40 lotes de 200 por 500 metros: es decir diez hectáreas de superficie.9 Según el artículo 20 del contrato firmado en agosto de 1911 con el gobierno federal, no se podían enajenar "a favor de una sola persona o compañía" más de 2 000 hectáreas (cinco manzanas).

Como puede inferirse del mapa 2 y de acuerdo con el resumen de cronistas como Jaime Vargas Martínez,10 se usó en el diseño un sistema de cuadrículas que partía de dos ejes perpendiculares: uno orientado de norte a sur y el otro de este a oeste. Al primero se lo denominó calle meridiano, y a la arteria–eje que corría de este a oeste, calle base. Estos ejes constituyeron las líneas de referencia del sistema y, en función de ellas y de manera paralela se trazaron las arterias nucleares (25 metros de ancho), y se definieron las manzanas con sus calles menores intermedias (de diez metros). La ocupación del suelo, la red de riego y la frontera agrícola se desenvolvieron y avanzaron siguiendo este trazado, de norte a sur y de este a oeste.

Hacia mediados de los cuarenta, cuando estaba ya en funcionamiento la presa La Angostura y el antiguo Canal Principal proveía el agua de la presa, el sistema comprendía unas 300 manzanas,11 con quince calles de norte a sur y 25 de este a oeste. Un cuarto de siglo después, un análisis de la sección sonorense de la Secretaría de Recursos Hidráulicos no dejaba de resaltar los resultados históricos de aquel procedimiento inaugural:

Cuando se describe la forma en que fueron distribuidas las tierras, calles, canales y drenes del valle del Yaqui parece que se estuviese dando una conferencia técnica de irrigación sobre cómo debe diseñarse un distrito de riego. Así de uniforme y regular es nuestro distrito integrado en un área compacta circunscrita por un perímetro sin solución de continuidad, repartida en una cuadrícula con calles situadas cada dos kilómetros y orientadas astronómicamente de norte a sur y de oriente a poniente [...] [La] disposición de las vías de agua permite hacer un eficiente suministro de agua en riego y facilita el drenaje superficial y profundo para cada manzana de 400 hectáreas.12

Primera expansión

Cuando se cruzaba la primera mitad de los veinte, por lo tanto, la experiencia y acciones de la Compañía Richardson habían resultado lo suficientemente significativas como para que su retirada no frustrara los proyectos de colonización, ampliación de la frontera agrícola y puesta en ejecución de grandes proyectos de irrigación.13 Ya en 1917 un folleto de la constructora aseguraba que se habían abierto "unos 550 kilómetros de canales" y una presa de derivación provisional. El área cultivable llegaba "aproximadamente" a 30 000 hectáreas, y cuando los canales terciarios se terminaran aumentaría a 44 000. También había construido 630 kilómetros de caminos, 150 puentes y 80 kilómetros de líneas telefónicas "entre los puntos importantes del valle".14

Y en el momento que el ingeniero Alberto Vargas Martínez arribó a Esperanza procedente de Hidalgo, en octubre de 1923, encontró lo siguiente:

Ahí estaba ya la obra realizada por el coronel Carlos Conant y la Sonora–Sinaloa Irrigation Co., en diez años de duras tareas, impulsando la primera gran etapa del desarrollo del Sistema de Riego del Valle del Yaqui. Y seguía con mucho ímpetu la segunda etapa por la Compañía Constructora Richardson S. A., después de un receso de ocho años (1900–1908), por suspensión de contrato, y de otros trece años (1909–1922) de nuevas actividades pero con innumerables interrupciones forzosas.15

El cuadro 1 y la gráfica 1 brindan información y una semblanza sobre cómo evolucionó la superficie cultivada entre 1911 y 1932, cuando todavía, y en buena medida, la antigua dinámica de la CCRseguía orientando la ocupación de los terrenos. Se agregan en el cuadro 1 también las hectáreas dedicadas a arroz y trigo, datos que muestran que fueron los cultivos inaugurales e históricos del Yaqui.

Así, cuando Alberto Vargas Martínez arribó para trabajar en el Departamento de Ingenieros, "las actividades de la Compañía Richardson estaban en todo su apogeo y Esperanza vivía una pequeña bonanza". Cocorit era entonces el centro del valle. Con más antigüedad y habitantes que la cercana Esperanza, la cabecera municipal, contaba con oficina de telégrafos, correo, juzgados y recaudación de rentas. En Cocorit, recuerda el ingeniero, "vivían los ricos y la gente bien, entre los que sobresalían terratenientes y agricultores".

En aquellos años, confirma este autor, los principales cultivos eran "el arroz en el verano, que se sembraba en 60% de la superficie de riego; [y] trigo en el invierno, con 30%". El arroz solía ocupar la mayor superficie porque se aprovechaban las "avenidas de aguas broncas del río en la temporada de lluvias, de julio a septiembre".16

La dilatación de la frontera interior impuesta por el capital, la expansión de las hectáreas irrigadas y cultivadas, no cesaría. Como bien han recordado diversos autores, mucho tuvieron que ver en este proceso las políticas agrícolas, crediticias y de irrigación que tanto el Estado federal como el de Sonora implementaron desde finales de los veinte.17 En el mismo valle del Yaqui dos factores se sumaron desde 1925: el retorno y la actividad de Alvaro Obregón, por un lado,18 y el creciente manejo estatal de la Compañía Constructora Richardson por parte del Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, institución que, según Dabdoud, "se dedicó de inmediato a prolongar canales a fin de abrir nuevas áreas al cultivo, aumentar la capacidad de estos, reparar puentes y compuertas [...] y la producción tuvo un aumento rápido".19

Dabdoud resume asimismo que dentro de esta mecánica expansiva las hectáreas cultivadas en el valle habían pasado de 15 000 en 1923 a 37 000 antes de terminar la década de los veinte. Para el ciclo 1937–1938 se habían puesto en cultivo más de 52 000 hectáreas, dato que confirma el informe de Ortega Leite, sustentado en datos oficiales.20

De La Angostura a Oviachic (1936–1952)

Según escribía el ingeniero Armando Riemann en 1940, la decidida explotación de las tierras del valle "sólo podía resolverse con la construcción de una o más presas de almacenamiento". Estas obras "eran muy costosas para que una compañía particular pudiese construirlas". Desde 1928, cuando el gobierno federal intervino directamente en esta zona de riego por medio de la Comisión Nacional de Irrigación, se habían encargado diversos estudios.21 De allí surgió el gran proyecto del Yaqui con La Angostura como primer escalón. Es que este valle era:

por su situación, extensión y calidad de tierras la principal zona de explotación agrícola de la cuenca [...] Todas estas tierras son planas, de pendientes moderadas y uniformes, y sus mayores elevaciones alcanzan sólo 125 metros. La extensión aproximada de tierras cultivables es de 250 000 hectáreas, de las cuales 55 000 se encuentran al norte del río y el resto al sur [...] Los estudios hechos sobre la calidad de estas tierras indican que pueden producir cosechas sin necesidad de fertilizantes.22

La Angostura se levantó en la parte septentrional de la cuenca del Yaqui, sobre el río Bavispe, 130 kilómetros arriba de la confluencia de ambos ríos (mapas 1 y 3). Impulsada por el gobierno de Lázaro Cárdenas se terminó de construir en 1940, aunque las primeras extracciones de agua de manera regular se registraron en 1942. Si bien las cifras no siempre coinciden (o se brindan bajo parámetros diferentes), en general concuerdan en el progresivo incremento del área agrícola. El detallado informe de Ortega puntualizaba de qué manera, a partir de 1911–1912, habían aumentado las hectáreas cultivadas: en 1946 se habían sobrepasado ya las 85 000 hectáreas de cultivo (véase gráfica 2, diseñada con periodos de cinco años). Gracias a esta presa, la superficie potencial de riego en el bajo Yaqui pasó de unas 42 000 a 120 000 hectáreas.23

Pero fue con la presa El Oviáchic (Alvaro Obregón) que se llegó a la máxima capacidad con riego superficial en el Yaqui. Según un informe técnico de 1952,24 la construcción de La Angostura había constituido sólo la segunda etapa en el desarrollo de un gran distrito de riego y permitido ampliar la superficie regada, aunque "con deficiencias", hasta no más de 115 000 hectáreas.

La presa Alvaro Obregón haría factible, en cambio: a) "el aprovechamiento del escurrimiento total del río"; b) tornar realizable la construcción del Canal Principal Alto; c) llevar la superficie de riego a 220 000 hectáreas25 "sin deficiencias". Para eso se estaba edificando en la boquilla conocida como El Oviáchic, a unos 40 kilómetros al norte de Ciudad Obregón, en el mismo municipio de Cajeme. Sus funciones (aunque la principal era el riego) serían múltiples: además de generar casi 100 000 000 de kilowatts/hora anuales en la planta hidroeléctrica, habría de controlar las avenidas del río "para proteger contra inundaciones", controlaría azolves, estimularía la fauna acuática, sería apta para fines recreativos.

Su vaso acogería 3 000 millones de metros cúbicos, de los cuales 2 500 millones serían para riego y generación de energía. El lago El Oviáchic cubriría una superficie de más de 20 000 hectáreas. El costo de la presa, finalmente, sólo podía ser costeado por el Estado: 150 000 000 de pesos que, al cambio de la época (8.65 por dólar), suponía más de 17 000 000 de dólares.

La otra gran obra era el Canal Principal Alto, en el occidente del espacio del Yaqui o "terrenos altos del distrito", con dirección norte–sur: de 124 kilómetros de extensión, costaría otros casi 180 000 000 de pesos (más de 20 000 000 de dólares), financiados gracias a un préstamo del Export–Import Bank. Agregaría al sistema 103 000 hectáreas más de riego, con lo que se alcanzarían las 220 000: "el núcleo de tierras agrícolas más importante de nuestro país",26 La gráfica 3 refleja y el mapa 2 muestra el cambio de paisaje en el Yaqui entre 1928 y 1960, etapa en la cual el Estado reemplazó a la CCR, efectuó enormes inversiones de infraestructura y puso en funcionamiento tanto La Angostura como Oviáchic.

El protagonismo del Estado

El distrito de riego 041, que comprende el área al sur del rio Yaqui, pasó a convertirse desde los sesenta en uno de los más grandes del norte de México.27 Su desenvolvimiento fue paralelo a un creciente protagonismo tanto del Estado federal como de quienes regían Sonora: esfuerzo institucional destinado sobre todo a impulsar un tipo de agricultura comercial capaz de proveer y competir tanto en el mercado interno como en materia de exportaciones. El Estado, en su conjunto (como aparato administrativo y político), se había constituido paulatinamente, a partir de los años veinte, en un protagonista relevante. Su gestión concretaba y propiciaba inversiones, programas, creación de instituciones y formas de regulación.28

No dejaban de sobresalir, por cierto, las grandes obras de irrigación que, finalmente, agilizarían una dinámica agrícola y agroindustrial especializada en buena parte del norte de México. Según cifras sistematizadas por Hewitt de Alcántara (cuadro 2), cinco estados del norte concentraron más de 53% de la inversión federal total entre 1940 y 1970. Y en este gran espacio fronterizo sobresalía el noroeste: Sinaloa, Baja California y Sonora sumaron casi 37% del global.

No debe extrañar entonces que la expansión que se manifestaba en el Yaqui fuese paralela, por ejemplo, a la que se registraba un poco más al sur, en los valles de Culiacán y del Fuerte, en Sinaloa. En el primer caso, la presa Sanalona, cuya construcción comenzó en 1939, permitió ampliar las tierras bajo irrigación en torno a la ciudad de Culiacán de unas 25 000 hectáreas a casi 95 000 en 1956. A su vez, la presa Miguel Hidalgo, en el norte del estado, habría de beneficiar a mediados de los sesenta unas 230 000 hectáreas.29 Las tierras agrícolas irrigadas en México pasarían de poco más de 1 000 000 de hectáreas en 1936 a más de 4 000 000 en 1964, de cuyo total, 53% dependía de los distritos de riego.30 Veamos que sucedió durante esas décadas en el flamante distrito 041.

 

Cultivos: el reino del trigo

Arroz y algodón versus trigo

La ocupación agrícola bajo dominio del capital en el valle del Yaqui inició con cierta lentitud, pero se expandió de manera visible en la margen meridional del río a partir de la segunda mitad de los veinte. Dentro de este expansivo ciclo de ocupación de tierras, no lastimada siquiera por la reforma agraria de los años treinta, algunos cultivos habrían de sobresalir desde estos lustros inaugurales. Fueron el arroz y el trigo los que comenzaron a definir no sólo un paisaje rural de larga duración sino, a la vez, el carácter agroindustrial de la futura Ciudad Obregón. La síntesis de ese periodo se encuentra en la gráfica 4, que indica cómo arroz más trigo, sumados, seguían de cerca (es decir: determinaban) la cantidad de hectáreas cultivadas antes de la construcción de La Angostura.

En el cuadro 3 se pueden observar, a la vez, los porcentajes que ambos cultivos mostraban frente al global de suelo en cultivo hasta el momento en que La Angostura comenzó a operar. Si para inicios de los veinte oscilaba alrededor de 60%, arroz más trigo llegaron a comprender más de 80% al comenzar la segunda porción de aquella década. La depresión de los treinta pareció atenuar un poco esta preponderancia, pero de todos modos nunca resultó menor a las dos terceras partes de la tierra cultivada. Esta preeminencia de arroz más trigo prevaleció con vigor hasta después de la segunda guerra mundial, con porcentajes que llegaron a ser abrumadores entre 1934 y 1942.

Aunque en el largo plazo el trigo terminaría definiéndose como el cultivo histórico de las planicies del Yaqui, tanto el arroz como –posteriormente– el algodón transitaron etapas de enorme auge. Ortega indicaba a mediados de los cuarenta que el arroz se situaba entonces en un lugar preponderante: se lo consideraba en ese momento "el cultivo típico" de la zona, el que había "permitido que la agricultura [...] alcance un grado muy avanzado de maquinización, pues en la casi totalidad de sus labores intervienen motores de combustión interna".31

La disputa entre trigo y arroz por el uso del suelo y del agua en el Yaqui dibujó un escenario percibido con nitidez durante los primeros 30 años de esta historia: entre 1920 y el cierre de los cuarenta, momento este último en que comenzaban a ser notorios los primeros impactos detonados por La Angostura en el sistema de irrigación (véase esa alternancia en la gráfica 5).

El algodón, por su lado, debió esperar la coyuntura de los años cincuenta para transitar un auge explosivo, un ciclo de bonanza que logró atravesar los años sesenta. La gráfica 6 muestra la abrupta entrada del algodón en las tierras del Yaqui, y lo que resultó la casi simultánea desaparición del arroz. De las 3 600 hectáreas de algodón que se cosecharon en 1949–1950, se pasó a un máximo de 86 800 en 1954–1955. Era una cifra que se aproximaba a lo que en ciertos años críticos cosechó La Laguna, comarca especialmente productora de la fibra.32

Trigo y revolución verde

Más allá de ciertas coyunturas o altibajos sociopolíticos o de mercados, parece evidente que el trigo logró imponerse como el cultivo preponderante del siglo XX en estas tórridas tierras del sur sonorense. Su impacto agrícola y agroindustrial delineó de manera notoria tanto el aprovechamiento del sistema de irrigación como la historia económica y empresarial regional.

Según María del Carmen Hernández, ya desde los años cuarenta la producción de trigo en el sur de Sonora sobresalía "en el contexto nacional por sus índices de rendimiento sensiblemente superiores a los de la media nacional" lo que permitía que dicha entidad federativa se distinguiera "por ser la única en la que se realizaba una explotación mecanizada".33 Esta posición quedó fortalecida cuando los valles agrícolas sonorenses, con el Yaqui en primer término, fueron elegidos para poner en práctica un nuevo paquete tecnológico –la revolución verde–, que "prácticamente duplicó los rendimientos por hectárea obtenidos diez años antes".34

Es menester recordar con énfasis el impacto de la fundación, en 1955, del Centro de Investigaciones Agrícolas del Noroeste (CIANO), verdadero pionero en el México norteño en materia de vinculación entre instituciones gubernamentales, investigación científica y sectores productivos.35 El CIANO estuvo en el medio y fue sustento de la enorme transformación agrícola que se desató en el sur de Sonora.36

Un estudio publicado en Buenos Aires en 1988, sustentado en datos de la FAO,37 resumía y destacaba el extraordinario salto tecnológico logrado por México en productividad triguera a partir de mediados del siglo XX. Se pasó de unos 850 kilogramos por hectárea en 1946 a más de dos toneladas en 1963 para rematar con casi 4.5 toneladas en 1982. Estas cifras no dirían mucho si se olvidase lo siguiente: en ese mismo 1982 sólo Francia superaba a México en productividad, con 5 226 kilogramos de trigo por hectárea. Argentina apenas superaba las dos toneladas. Estados Unidos llegaba a 2 395 kilogramos y Canadá alcanzaba los 2 134 kilogramos. En 1965, momento en que se cierra este estudio, la productividad internacional comparada por hectárea, en kilogramos, era la que se sintetiza en la gráfica 7.38

Mientras Sonora se consolidaba como la zona productora de trigo "más importante de México",39 en los terrenos del Yaqui la radical expansión del sistema de riego y la revolución verde arrastraban hacia 1955 a superar las 100 000 hectáreas con este cereal. El cuadro 4 indica además que entre 1953 y 1965 el trigo nunca ocupó menos de 41% del total de hectáreas cosechadas, y hubo momentos (1955–1956) en que su impacto desbordó el 72%. Sembrar trigo en más de 100 000 o de 120 000 hectáreas se tornaría, por lo tanto, algo habitual desde mediados de los cincuenta.40

 

El tejido empresarial

Fertilidad empresarial y tejido productivo

El tejido empresarial diseñado históricamente en el valle del Yaqui, bajo la progresiva centralidad de ciudad Obregón, se habría de vincular estrechamente con la actividad agrícola.

Con y sobre esa base, la dinámica empresarial se completaría con establecimientos de servicios, comerciales, crediticios, medios de transporte y plantas de transformación nacidas al amparo del desenvolvimiento rural. En el plano agroindustrial, por ejemplo, se nutrió con factorías que elaboraban artículos de base agropecuaria, o bien que funcionaban como productoras de insumos: molinos harineros, elaboradoras de galleta y pastas, aceiteras, algodoneras, despepitadoras, plantas productoras de fertilizantes, plaguicidas y semillas mejoradas y hasta fábricas de implementos agrícolas.41

Las fuentes notariales verifican que entre 1926 y 1965 fueron constituidas de manera oficial casi 600 empresas del más diverso tipo en Ciudad Obregón y su entorno inmediato. Eso indica un promedio de quince sociedades por año, aunque, como se observa en el cuadro 5, las diferencias solían ser profundas según las épocas. Los cinco años que corrieron entre 1951 y 1955 fueron los más prolíficos en cuanto a constitución (nacimiento) de empresas (18.4 por año en promedio), pero ningún proyecto de explotación estrictamente agrícola quedó registrado. En cambio, 19411945 sobresalió tanto en constitución de empresas (83) como en la importancia de la natalidad de las agrícolas (casi 50% del total de empresas nuevas).42 Las gráficas 8 y 9 muestran la fertilidad empresarial en el Yaqui por lustros y décadas (al extenderse el registro hasta 1975 se observa una caída severa en la constitución de nuevas sociedades, tendencia sobre la cual no hemos explorado en detalle a escala regional).

El cuadro 5 brinda asimismo evidencias de los multiplicadores generados por la actividad agrícola, de la paulatina construcción de un tejido productivo alimentado desde el ámbito rural. Los años de la segunda guerra fueron particularmente ricos en este sentido. Si a los emprendimientos exclusivamente agrícolas se suman los registros de actividades empresariales directamente vinculadas (agroservicios, agrocomercio, agropecuario, agroindustria, agrofinanzas, agrotransporte),43 más del 56% de las nuevas sociedades pertenecían a este bloque sectorial entre 1941 y 1945. Y entre 1926 y 1950 nunca fueron menos de un tercio del total.

Apellidos y tejido empresarial

En el devenir de estos 40 años fue destacándose dentro de los quehaceres empresariales un racimo de apellidos sobre los cuales podrían mencionarse al menos tres matices: a) como en el valle de Culiacán, la comarca lagunera o Monterrey, su dinámica rebasaba con generosidad una sola actividad económica (agrícola, comercial o fabril, según el caso); b) por lo tanto, esos apellidos (o familias) diversificaban sus inversiones y tendían a controlar buena parte del escenario sustentado en la agricultura; c) no pocos de esos apellidos que ya sobresalían en los años treinta (y algunos desde antes) aún permanecen vigentes en el universo empresarial tanto del Yaqui como de Sonora y el noroeste.44

Para los fines de este capítulo sólo citaremos una docena de apellidos: aquellos que más reiteradamente aparecieron en las fuentes notariales y en el registro público de la propiedad (véase cuadro 6). El recuento incluye mujeres (esposas, hijas, hermanas) mencionadas en las sociedades. Las que contraían matrimonio generaban apellidos compuestos (Bórquez Parada, Cota Esquer, Casteló Antillón), que también fueron tomados en cuenta para articular esta síntesis.

Estas familias45 tuvieron y mantuvieron, en general, un comportamiento económico diversificado, con inversiones en ramos complementarios. Un mecanismo que –en no pocas oportunidades– implicaba la integración vertical u horizontal de sus actividades. El cuadro 6 permite observar a vuelo de pájaro contingentes familiares muy vigentes hasta mediados de los años sesenta (y, por lo que se observa en la actualidad, hasta inicios del siglo XXI).

Un excelente ejemplo en ese sentido es la familia Parada: un sucinto análisis (cuadro 7) alcanza para mostrar y demostrar los tres matices mencionados arriba como significativos tanto para la construcción como en la perdurabilidad histórica de un tejido empresarial. Los Parada fueron agricultores pero, simultáneamente, industriales, proveedores de servicios, comerciantes, banqueros y promotores institucionales. La mayoría de sus inversiones más fuertes, además, las efectuaron con miembros de otras familias distinguidas: el uso de la sociedad anónima, en estos casos, fue evidente. Desde la base productiva (o rumbo a ella) se tejía un entramado empresarial que iría asumiendo perdurabilidad, consistencia y capacidad de acción económica, política, social y cultural.

 

Comentario final

Tal vez sean dos los puntos que merecen ser resaltados de manera particular al finalizar este artículo: a) la importancia fundacional que se asigna a la Compañía Richardson en un tipo de parcelación del suelo y de distribución del agua que habría de marcar la futura dinámica productiva del valle del Yaqui; b) la intensa actividad empresarial que dicha dinámica de base agrícola concitó en esta porción del territorio sonorense, proceso que convoca a un breve ejercicio comparativo con lo acaecido en otros espacios rural–urbanos del norte.

El primer hecho puede dejar de ser sorprendente si se recuerda que lo que impulsó la Richardson en el Yaqui se efectuó, con mayor o menor eficacia, en otras latitudes del continente. Se trataba de operativos empresariales que procuraban buenos negocios con la ocupación de la tierra, su fraccionamiento sistemático, el tendido de vías férreas y la importación de fuerza de trabajo, proyectos con frecuencia apoyados por los mismos gobiernos.46 La llegada de miles de inmigrantes a Argentina, Uruguay, Brasil y, por supuesto, a Estados Unidos, se sustentó en políticas de colonización que en México, en verdad, no fueron demasiado fructíferas. Lo interesante del caso analizado es que el sistema que propulsó la Richardson fue continuado y ampliado en México por el Estado,47 y su sello persistió pese a enfrentar un cúmulo de situaciones adversas o no muy favorables.

El segundo tema podría evaluarse desde el mismo sesgo metodológico. Sólo que la comparación no necesita llevarse fuera de México. Lo sucedido en el Yaqui entre 1925 y 1965, con sus lógicas peculiaridades, no es sustancialmente diferente a lo que la investigación del último cuarto de siglo detectó en el valle de Culiacán (espacio hortícola de firme proyección internacional) o en la comarca lagunera (que logró transitar en el mismo periodo de una economía sustentada en el cultivo de algodón a la ganadería láctea y derivados).

En los tres casos se trató de procesos que discurrieron en el largo plazo,48 y que tuvieron o tienen a la agricultura o la actividad agropecuaria como motor central de la dinámica productivo–empresarial. Es decir, cincelaron y encauzaron su devenir sustentado en lo que se ha llamado la agriculturización del territorio,49 cuya fertilidad para estimular proyectos ligados al capital no se limitó al uso del suelo, las formas de tenencia de la tierra o el empleo más o menos eficaz del agua. Su impacto se extendió mediante una serie de multiplicadores a otros sectores que, en general, fueron puestos en marcha o usufructuados por familias y productores que habían acumulado bienes, relaciones sociopolíticas y experiencias, según el caso, con el cultivo y la exportación de hortalizas (Sinaloa), la siembra del algodón o la producción de leche (La Laguna), y el cultivo del trigo y el arroz (valle del Yaqui). En los tres casos, además, la innovación tecnológica, la asociación (dentro y fuera de las empresas), el crédito y un respaldo institucional que se prolongó durante décadas constituyeron herramientas decisivas tanto para la reproducción (o la reconversión) de la estructura económica como del tejido empresarial que sobre ella se edificaba.

Por las características del trabajo y las limitaciones de espacio, no pocos de estos puntos han sido descritos con severa brevedad. También resultó sucinta la mirada dedicada a los cultivos históricos en el Yaqui y, sobre todo, al impacto que tuvieron y mantuvieron en el escenario de la agroindustria (o de lo que los europeos del sur denominan sistema agroalimentario). Es intención de los autores profundizar en esos temas en la elaboración de materiales posteriores.

 

Fuentes consultadas

Archivos y bibliotecas

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ANS Archivo de Notarías del Estado de Sonora, Hermosillo.

AHA Archivo Histórico del Agua, ciudad de México.

RPPCCO Registro Público de la Propiedad y el Comercio de Ciudad Obregón.

ITSON Biblioteca del Instituto Tecnológico de Sonora, Ciudad Obregón.

Biblioteca del Banco de México, ciudad de México.

Biblioteca Pública Municipal de Ciudad Obregón.

 

Bibliografía

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Notas

1Resultado parcial de dos proyectos de investigación interinstitucionales apoyados por Conacyt: "Empresa y agricultura de exportación en el noroeste de México. Historia económica y tendencias actuales", ya cerrado; y "Red de investigadores del agua en cuencas del norte de México", en desarrollo. Los autores agradecen la inestimable y paciente colaboración de Marcela Preciado Nava, egresada en Historia en la Universidad de Sonora.

2El concepto tejido productivo–empresarial pretende incluir: a) las más o menos intensas interrelaciones que generan y mantienen de manera prolongada productores y empresas situadas en un mismo ámbito regional; A) los multiplicadores que se extienden hacia atrás y hacia adelante en el sistema en desarrollo, y que por lo tanto involucran desde productores de materias primas e insumos hasta servicios en general, mecanismos de crédito, unidades de transformación, operaciones de distribución e instituciones locales; c) las externalidades que derivan de la proximidad, mutuo conocimiento y cooperación entre productores; d) los vínculos económicos, societarios, organizacionales y de confianza que se establecen entre los agentes locales, con sus ramificaciones y diversificación de actividades aun cuando el espacio estudiado tenga cierto nivel de especialización. Se trata de una noción derivada parcialmente de las discusiones sobre sistemas productivos locales y distritos industriales desarrollada en la Europa del sur a partir de los años ochenta. Amplias referencias bibliográficas en Cerutti, "Crisis", 2008.

3 En ambos casos el Estado, por la vía militar, se encargó de desalojar a las poblaciones autóctonas de las tierras situadas en los respectivos espacios de frontera. Esta acción permitió denominarlas públicas o nacionales. o sea: tierras bajo el control de la civilización y recuperadas del dominio bárbaro.

4 Con mayor fuerza en la provincia de Santa Fe, en el litoral argentino, y con cierto énfasis en el oeste de la provincia de Córdoba, que colinda justamente con Santa Fe. En el sur de la extensa provincia de Buenos Aires se manifestaron fenómenos comparables.

5 Véanse los muy severos informes oficiales de principios de los años treinta en Archivo Histórico del Agua (en adelante AHA), fondo de Aprovechamientos superficiales, exp. 14679.

6 En marzo de 1928 el gobierno federal adquirió las acciones de la CCR, que fueron cedidas al Banco Nacional de Crédito Agrícola, de reciente creación. "Esta institución se hizo cargo del activo y pasivo de la compañía, procediendo desde luego a liquidar el pasivo y dando a la vez por terminados los servicios de los principales dirigentes de la empresa," Ortega, "Datos", s. a., p. 2. Riemann menciona que en enero de 1928 el gobierno federal invirtió "una fuerte suma en adquirir el control de acciones, bonos y derechos" de la CCR. Riemann, Memoria, 1940, p. 9.

7 "Desde esa fecha, por conducto de la Comisión Nacional de Irrigación, empezó a estudiarle) la forma de lograr el mejor aprovechamiento de las aguas del río para beneficiar las tierras del valle del Yaqui". Riemann, Memoria, 1940, pp. IV y 10.

8 Organismo federal creado en 1943 para hacerse cargo de los bienes de la antigua Compañía Constructora Richardson.

9Las superficies se reducían levemente porque había que dejar espacio para una calle de diez metros que cortaba la manzana en dos, y medía diez metros de ancho. En sentido estricto, pues, los lotes eran de 200 metros de ancho y 497.5 metros de largo, lo que daba una superficie algo menor a las diez hectáreas (sumaban 99 500 metros cuadrados, en lugar de 100 000).

10Vargas, Depredadores, 2003, p. 13.

11 Alrededor de 120 000 hectáreas.

12 "El valle", 1969, pp. 3–4.

13 Fenómeno verificable con amplitud en las escrituras de la época. Véanse libros de notarios del Archivo General del Estado de Sonora (en adelante AGES).

14 "Lo que hace la Compañía Constructora Richardson", Los Ángeles, 1917, p. 4, en AHA. Se afirmaba asimismo que la compañía había vendido "a unos 300 agricultores prácticos un promedio de 40 hectáreas de terreno a cada uno". Véanse también Fujigaki, Modernización, 2001.

15Vargas, Valle, 2004, p. 16. Narra luego que trabajó "bajo la adrninistración estadunidense cuatro años y medio" y siguió con la administración mexicana de la compañía "catorce años más, llegando a ocupar el puesto de jefe del Departamento de Ingeniería".

16Ibid., pp. 85 y 95–97. El cuadro 1 indica que a mediados de los años veinte ambos cultivos ocupaban casi 75% del área irrigada.

17Entre otros, Lorenzana, Tierra, 2006 y "Avance", 2006.

18Para las actividades empresariales de Obregón en el sur de Sonora antes y después de ser presidente, Gómez, "Sonorenses", 2007; otras referencias en Cerutti, "Construcción", 2006.

19Dabdoud, Historia, 1995, p. 327. Según este autor, la noticia de la compra de la Richardson "causó un júbilo muy grande en Sonora, particularmente entre los agricultores mexicanos del nuevo valle".

20Dabdoud, Historia, 1995, p. 331, y Ortega, "Datos", s. a., cuadro 3.

21Riemann, Memoria, 1940, p. 10.

22 Ibid., p. 8.

23 Vargas, Valle, 2004, pp. 145 y ss. Ortega Leite señalaba hacia 1947 que debía llegarse en la margen izquierda a 121 000 hectáreas "bajo las condiciones actuales de aprovechamiento de los escurrimientos del río Yaqui". Aclaraba asimismo que "apenas se ha sobrepasado 50% del área total que se podrá regar al aprovechar al máximo los recursos hidráulicos del río Yaqui". Ortega, "Datos", s. a., pp. 25 y 28.

24Benassini, Distrito, 1952.

25Superficie equivalente, se decía entonces, a una vez y media la del Distrito Federal. Ibid., p. 6.

26 Ibid., pp. 10–11.

27 Y lo es hasta el presente, como lo indica el cuadro de abajo (sólo alude a aguas superficiales):

28 Hewitt de Alcántara, Carton de Grammont, Aboites, Lorenzana Duran, Frías Sarmiento y Aguilar Soto se cuentan entre los estudiosos que han resaltado una o varias de esas características de la operación estatal. Véase bibliografía.

29 Frías, "Oro", 2005, pp. 71–78.

30 Hewitt, Modernización, 1999, p. 28.

31 Ortega, "Datos", s. a., pp. 52–61.

32 Y que por el contrario se encontraba caminando hacia la crisis terminal de su sistema productivo basado justamente en el algodón. Información sobre el caso lagunero, entre otros, en Aguilar, Impacto, 1996, y Cerutti y Rivas, "Algodón", 2006.

33 Hernández, Crisis, 2001, p. 157.

34 Sobre la revolución verde en el sur de Sonora véase Hewitt, Modernización, 1999.

35 "Para impulsar la investigación y apoyar el desarrollo agrícola del noroeste del país se fundó en 1955 el Centro de Investigaciones Agrícolas del Noroeste (CIANO), en un terreno de 100 hectáreas (manzana 810) con el auspicio y patrocinio de agricultores sonorenses y apoyo del gobierno federal." Vargas, Depredadores, 2003, p. 219. Se le sumarían posteriormente el Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON) y, ya en los setenta, el campus Ciudad Obregón del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), segunda unidad en México.

36 "La aportación más importante que el ciano ha hecho a la agricultura del noroeste, en sus primeros 25 años de trabajo, lo constituye la tecnología de producción que ha generado para el cultivo del trigo." Vargas, Valle, 2004, p. 222. Véanse también Hewitt, Modernización, 1999, e Historia, 1985, vol. V. Como consecuencia de los estudios aplicados que se realizaban en el valle del Yaqui desde años atrás, en 1951 se sembraba ya con nuevas variedades de trigo 70% de la superficie agrícola. Hernández, "Red", 2006, p. 36.

37 Barsky, Agricultura, 1988, pp. 83–87.

38 En 1987 el rendimiento se aproximaba a las 5.5 toneladas por hectárea, y hacia el 2000 llegaba en ciertos casos a 6.5. El primer dato en Anuario Estadístico del Municipio de Cajeme, 1992, p. 135; el segundo en Picture Yourself in Cd. Obregón, 2000, p. 33. "La región presenta una mayor competitividad productiva por hectárea con respecto a Estados Unidos y Canadá [...] Mientras que en Canadá en una hectárea se obtienen 1.9 toneladas de trigo" en Estados Unidos se obtienen 2.1. En el valle del Yaqui la media promedio de producción alcanza las 5.5 toneladas." Olmedo, "Impacto", 2006, p. 38.

39 Dabdoud, Historia, 1995, p. 379.

40 En la década de los ochenta hubo años (1987–1988) en que se llegaron a sembrar con trigo más de 150 000 hectáreas. Al comenzar el siglo XXI, por ejemplo en el ciclo 2000–2001, se sembraron más de 152 000 hectáreas. Olmedo, "Impacto", 2006, p. 46, y Hernández, "Red", 2006, p. 39.

41Los municipios, s. a., p. 101. En 1964, según Dabdoud, existían en el valle del Yaqui, entre otros, 18 despepitadoras de algodón, tres molinos extractores de aceites, cinco molinos harineros, cinco molinos arroceros, dos plantas pasteurizadoras de leche, una planta secadora de arroz, dos fábricas de productos alimenticios, una empacadora de carnes frías, tres mezcladoras de insecticidas agrícolas, 28 granjas avícolas. Dabdoud, Historia, 1964, pp. 382–383. Antes de finalizar la segunda guerra mundial operaban en Ciudad Obregón dos uniones de crédito (Unión de Crédito Agrícola del Yaqui y Unión de Crédito Agrícola de Cajeme), además de contarse con agencias y oficinas del Banco Nacional de Crédito Agrícola, del Banco Agrícola Sonorense, del Banco Nacional de México, del Banco del Pacífico, del Banco de Crédito Industrial y Agrícola de Occidente y del Banco Nacional de Crédito Ejidal. Ortega, "Datos", s. a., pp. 65–69. Sobre el crédito a los productores, véase Registro Público de la Propiedad y el Comercio de Ciudad Obregón, 1940–1950.

42 Las cifras notariales, obviamente, no reflejan toda la realidad empresarial del mundo rural. Como se ha visto asimismo en el valle de Culiacán y en la comarca lagunera, muchos emprendimientos agrícolas se llevaban adelante sin registro, muchas veces "a la palabra" o de hecho. O sea: podía haber (hubo) muchas operaciones empresariales en la agricultura sin necesariamente quedar asentadas ante notarios o en el Registro Público de la Propiedad. Sobre la agricultura en el valle de Culiacán, véase Carrillo y Cerutti, Agricultura, 2006.

43 O sea: que operan estructuraimente vinculadas al sector agrícola, ya por integración o como proveedoras o abastecedoras de insumos u otros recursos. En realidad, el impacto es mucho mayor: desde los carros de alquiler hasta los más pequeños comercios, pasando por restaurantes y gasolineras, penden y dependen de la prosperidad rural en centros urbanos como Ciudad Obregón.

44Un caso prominente, que no describiremos en este trabajo, es el de los Robinson Bours, fundadores de Bachoco y con un miembro de la familia operando en la actualidad como gobernador de Sonora.

45Otros apellidos citados con frecuencia en la actividad empresarial del Yaqui eran, según las épocas: Oroz, Gándara, Terrazas, Pablos, Félix, Camou, Vargas, Almada, Revilla, Elias Calles y Gaxiola.

46 En particular en la segunda parte del siglo XIX, tras las reformas liberales y la consolidación del Estado oligárquico.

47 Que agregaría, como se ha visto, fuertes inversiones en la construcción de un sistema de presas.

48 De allí la importancia que pueden asumir las investigaciones de historia económico empresarial.

49 Para la noción de agriculturización véase Gorestein, "Rasgos", 2001.

 


Sobre los autores

Mario Cerutti
Es autor, autor, coautor y coordinador de: Empresas y grupos empresariales en América Latina, España y Portugal, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León/Universidad de Alicante, 2006; Agricultura comercial, empresa y desarrollo regional en el noroeste de México, Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa/ Universidad Autónoma de Nuevo León, 2006 (con Arturo Carrillo); La banca regional en México (7870–1920), México, COLMEX/FCE, 2003 (con Carlos Marichal); Del mercado protegido al mercado global. Monterrey (1925–2000), México, Trillas, 2003; Propietarios, empresarios y empresa en el norte de México, México, Siglo XXI Editores, 2000, e Historia de ¡as grandes empresas en México, México, FCE/Universidad Autónoma de Nuevo León, 1997 (con Carlos Marichal).

Gustavo Lorenzana
Publicaciones recientes: Tierra y agua. Una historia política de los valles del Yaquiy del Mayo, 1934–1940, Hermosillo, Unison, 2006; "Controversias por el uso agrícola del agua en el valle del Yaqui: gobierno federal y núcleos ejidales, 1937–1939" en Carlos Maciel Sánchez, Rigoberto Rodríguez Benítez y Alfonso Mercado Gómez, Cultura, política y sociedad: miradas y reencuentros en el noroeste, centro y sur de México, México, Casa Juan Pablos–UAS, 2006.