Am. Lat. Hist. Econ., vol. 14, núm. 2, julio-diciembre, 2007, pp. 5-24. http://alhe.mora.edu.mx/index.php/ALH
Artículos
La historia económica Argentina, 1984-2004. Un balance con luces y sombras
Jorge Gelman*
Fecha de recepción: febrero de 2007
Fecha de aceptación: marzo de 2007
Resumen
Este artículo retoma y amplía la introducción realizada por el autor al libro La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas editado por la Asociación Argentina de Historia Económica en 2006. Por un lado se realiza una reflexión sobre la situación de la disciplina en el país y en el ámbito internacional, destacando su pérdida de centralidad en los estudios históricos y analizando sus causas. Luego se efectúa un balance de lo realizado en los últimos 20 años en Argentina, arribando a conclusiones matizadas. Se destaca un gran avance en ciertas áreas temáticas y en el estudio de ciertos periodos históricos y regiones, así como importantes áreas de "vacancia" que requieren ser abordadas con la mayor urgencia.
Palabras clave: Historia económica, Argentina, historiografía, 1984-2004.
Abstract
This article retakes and extends the introduction done by the author to the book La historia económica argentina en la encrucijada.Balances y perspectivas, published by the Argentine Economic History Association in 2006. On the one hand, a reflection is done on the state of the discipline, both in the country and abroad, emphasizing that it has been progresively leaved out of the core of historical studies, and analyzing the causes of that situation. Later, a balance is done on achievements reached in the past 20 years in Argentina, arriving at shadowing conclusions. It is to be emphasized that considerable success has been reached in certain thematic areas and in the study of certain historical periods and regions, but, on the other hand, important "emptiness" areas still remain, which require to be approached urgently.
Key words: Economic history, Argentina, historiographie, 1984-2004.
A Ruggiero Romano,
maestro y gran impulsor de la historia económica
En este texto se plantea evaluar la situación de la historia económica en Argentina en los últimos tiempos, aprovechando la reciente aparición de un libro que dio a conocer el desarrollo de esta disciplina en los últimos 20 años, es decir, desde el fin de la última dictadura en el país y el reinicio de las actividades académicas en un marco institucional democrático y a la vez profesionalizado. El libro en cuestión es el resultado del seminario La Historia Económica Hoy: Balances y Perspectivas, organizado por la Asociación Argentina de Historia Económica AAHE) y que tuvo lugar los días 19 y 20 de mayo de 2005 en el Instituto Ravignani de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Desde la Comisión Directiva de la AAHE nos pareció que, ademáis de realizar la tarea primordial de la Asociación que es la organización periódica de las Jornadas Nacionales de Historia Económica, era necesario promover una reflexión más sistemática sobre el estatus de la disciplina, establecer un balance de lo realizado en los últimos 20 años en el país y discutir una agenda de investigaciones que permita relanzar los estudios en historia económica, así como debatir su relación con las otras formas de abordar la investigación histórica. La idea de promover esta reflexión surgió alrededor de las XVIII Jornadas Nacionales de Historia Económica, realizadas en la ciudad de Mendoza en 2002, en medio de una de las peores crisis económica y política que atravesó Argentina en los últimos tiempos. En estas jornadas teníamos la doble sensación de estar viviendo tanto una crisis muy profunda del país como otra de la disciplina que nos convocaba.1
A nadie se le escapa que luego de haber sido la niña mimada de los estudios históricos durante las décadas centrales del siglo XX y hasta los años 1960-1970, la historia económica se convirtió recientemente en una rama relativamente marginal de las disciplinas históricas. En el caso argentino, la historia económica ocupó un lugar medular hasta un poco más allá que en el resto de América Latina, quizá por la pausa forzada establecida por la última dictadura y la necesaria vuelta al punto de partida a su final, en 1984. El lugar destacado que tuvo esta disciplina se empezó a construir a inicios del siglo XX, con algunas obras clave como la de Juan Álvarez, quien buscaba explicar fenómenos eminentemente políticos, como las revoluciones y guerras civiles, mediante la evolución de factores económicos como los precios y salarios.2 También el influyente ensayo de Jacinto Oddone, publicado en 1937 bajo el título "El factor económico en nuestras luchas civiles". Y unos años después el trabajo más académico de Mirón Burgin, doctorado en Harvard en 1945 con una tesis sobre los "Aspectos económicos del federalismo argentino",3 en el que explicaba las disputéis políticas de la primera mitad del siglo XIX en clave económica y, sobre todo, de las políticas comerciales y fiscales. De allí a la influencia de la escuela de los Annales de la segunda posguerra, con su impulso a la construcción de series cuantitativas sobre comercio, precios, población, diezmos, etc., o de ciertas corrientes de orientación marxista con un fuerte énfasis en las explicaciones de orden económico, la escuela de la dependencia, etcétera.
En casi todos los análisis históricos la economía encontraba un lugar central, si bien cada vez más la llamada "historia social" integraba ese binomio explicativo que hizo que casi todos los institutos de historia de avanzada se denominaran Instituto de Historia Económico-Social, o algo parecido, en disputa con una historia vernácula muy apegada a un relato secuencial de acontecimientos políticos. Sin embargo, como ya dijimos, entre los años setenta (en general), y algún momento de los ochenta (como en el caso argentino), esta posición de la historia económica empezó a entrar en crisis. Este desplazamiento en parte tiene razones internas a la propia especialidad, como el agotamiento de ciertos modelos explicativos, los rendimientos decrecientes de algunas investigaciones cuantitativas muy demandadoras de trabajo, etc. Pero también es el resultado del momento que vive el mundo desde entonces. Por un lado, la percepción dominante del triunfo definitivo de un modelo social y económico sin alternativas y, por el otro, la llegada del "fin de la historia", que restaba interés al estudio de un recorrido pasado que ya parecía no poder ofrecer enseñanzas a un presente inconmovible. En efecto, si una parte de la labor historiográfica hasta ese momento -tanto la de inspiración marxista como las diversas corrientes "modernizadoras", las cepalinas, etc.- parecía motivada por la voluntad de encontrar en el pasado herramientas para comprender mejor el presente y transformarlo, esta visión del fin de las alternativas frituras hacía perder interés a aquella búsqueda histórica.
A la vez esto se acompañó, en las ciencias sociales, con una poderosa renovación de disciplinas tradicionales, como las ciencias políticas y los estudios culturales, que además cuestionaban ciertas interpretaciones que las pensaban como derivadas de una base económico/social que las determinaba. Estas disciplinas renovadas parecían más apropiadas para responder algunas preguntas que reemplazaban a las anteriormente predominantes en las agendas de los gobiernos, en las agencias de financiación de la investigación y en los círculos intelectuales, como la discusión sobre la construcción de los consensos, los problemas de la gobernabilidad, el multiculturalismo, etcétera.
El empuje de estas disciplinas remozadas, así como el peso creciente del relativismo, la idea de que todo es percepción culturalmente determinada y de que el historiador apenas puede observar las representaciones que las sociedades tenían de sí y de sus entornos, con las intermediaciones de sus propias limitaciones lingüísticas y conceptuales, ayudaron a poner en duda algunos de los presupuestos básicos que informaban la labor de los historiadores económicos que se adherían, al menos en parte, a la idea de alcanzar el conocimiento de una realidad pretérita mediante la reconstrucción de fenómenos mensurables a través de las fuentes. Así se cuestionaba que sus conclusiones fueran empíricamente verificables y reflejaran, al menos parcialmente, una realidad pasada.4
Si uno observa los contenidos de las principales revistas académicas de historia, es evidente la declinación de la historia económica, al menos en términos cuantitativos. En una de las revistas líderes de los estudios americanistas en el ámbito internacional, como la Hispanic American Historical Review, se puede observar, por ejemplo, que de componer entre 30 y 40% del total publicado hasta mediados de los años noventa, pasó a constituir apenas algo más de 10% en los años siguientes.5
Algo similar se puede verificar en las principales revistas de historia que se editan en Argentina. Considerados de manera amplia, los artículos de historia económica publicados, por/ejemplo, en el Boletín Ravignani6 entre 1989 y 1995 constituían algo más dé 35%, mientras que entre 1996 y 2001 apenas pasaban de 20%. Esta declinación menos notoria que en el caso de la revista estadunidense no toma en cuenta que en realidad se crearon muchas revistas en los últimos años que dieron más cabida a otras formas de abordar la historia. Por ejemplo Entrepasados7 que en sus 16 primeros números contiene menos de 10% de trabajos de historia económica. Más todavía, este periodo fue fértil en la creación de revistas de historia especializadas en diversos temas, como la historia de las ideas y la cultura (Prismas8); pero ninguna especializada en la historia económica, con la única excepción de Ciclos que, aunque fue fundada en 1991, responde todavía al impulso del viejo paradigma de los años que siguen a la vuelta de la democracia, y no resulta casual que sea editada en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Un ejemplo más de lo dicho: las cada vez más masivas jornadas interescuelas realizadas por los departamentos de Historia9 tuvieron 66 simposios en la ciudad de Córdoba en 2003. De ellos apenas cuatro estuvieron dedicados a la historia económica, y dos o tres más, sin estarlo, podían incluir trabajos de esa especialidad.10
Este cuestionamiento a la historia tal cual se la practicaba, creo que fue beneficioso en algún sentido, al introducir en la agenda de investigaciones una serie de problemas y variables de la experiencia humana, a las cuales ciertas explicaciones simplistas y deterministas de la historia económico-social de distintas variantes no prestaban la atención suficiente. También ayudó a poner en duda el valor casi sagrado y determinante de algunos fenómenos históricos, las explicaciones unilaterales, la creencia en ciertas fuentes y datos que se suponían más "objetivos" que otros, etc. Pero a la vez llevó a la disciplina a una crisis severa, al promover el abandono de muchos campos de estudio de la historia económica que ya no eran tenidos en cuenta en las explicaciones históricas, donde ahora sólo había experiencias subjetivas, discursos, identidades, valores culturales, representaciones, símbolos.
Esta situación, que puede juzgarse más o menos problemática para el desarrollo del conocimiento histórico en general, lo fue sin duda en el caso latinoamericano y argentino, en donde, por diversas circunstancias, entre las cuales se ubica en primer lugar la larga noche de violencia represiva de los años setenta e inicios de los ochenta, no llegó a cumplirse una mínima agenda de reconstrucción histórica, que en otros lados se realizó bajo el rótulo de historia serial, cuantitativa, etcétera.11
Por un lado, si desde los nuevos Annales o de otros ámbitos de prestigio internacional se incentivaba a dejar de lado la construcción de series de precios y comercio, o las monografías regionales que daban cuenta de la evolución de la producción, los niveles de vida, los procesos técnicos, demográficos, entre otros, a favor del estudio de la lectura, las representaciones, los gustos, los sabores, o una nueva historia política que renacía con vigor y nuevos fundamentos; por el otro, esa nueva historiografía que se estaba postulando se apoyaba, en esos mismos países de donde venía la propuesta, en un conocimiento bastante profundo tanto de la evolución del territorio, de la población, las estructuras familiares, las producciones y los mercados como de los salarios y los precios, los cambios en las leyes y las instituciones, los bancos, las finanzas, entre otros.
La nueva historia política y cultural no se planteaba como una derivación de los datos de la economía (en los términos deterministas de "base y superestructura"), sin embargo, trataba esos temas sobre un terreno más o menos firme de conocimientos con el cual establecer un diálogo o una discusión. En el caso argentino, sin embargo, fue distinto. Cuando llegó esa ola arrasadora que, como de costumbre, encontró buena recepción en nuestras playas, todavía no se había logrado desarrollar el programa de lo que podríamos llamar la vieja escuela de los Annales, Y esto plantea problemas muy serios no sólo para la historia económica, sino también para la propia historia política o cultural. Así, por ejemplo, ¿es posible plantearse de manera compleja el problema de la conformación del Estado o de las identidades colectivas en el espacio estatal sin conocer la formación y evolución de los mercados, los distintos negocios de las burguesías regionales, la difusión de las monedas o la incidencia de las migraciones internas e internacionales? O ¿se puede estudiar satisfactoriamente la circulación y apropiación de discursos agraristas sin tener noción sobre la relación de los diversos actores sociales con la tierra, la difusión de la propiedad, etcétera?
No se trata aquí de proponer la primacía de la historia económica sobre las otras ramas de la disciplina. No creo que la economía sea la variable que explica todas las expresiones de la vida humana en sociedad. La vida social es una y para entenderla cabalmente es imposible dividirla en parcelas como la lectura, los precios o las relaciones de parentesco. Sin embargo, no tengo dudas de que los factores económicos son una parte importante de la misma. Por ello, creo que debemos intentar devolverle la centralidad en los estudios históricos en las universidades e institutos. Y antes que nada, y sea cual sea el modelo teórico desde el cual nos acerquemos al estudio de la historia o de la historia económica en particular, es necesario reunir esfuerzos para reconstruir las series básicas de datos que permitan reflexionar sobre ese pasado. En las grandes parcelas de la historia carecemos de las series de precios, salarios, producción, comercio interno y externo, población, familias, monedas, finanzas, por mencionar sólo algunas de ellas.
Creo, con todo, que estamos en un punto de inflexión, que esta situación de crisis se está empezando a revertir y que en ello tiene buena parte el cambio en la percepción de la etapa de éxito del desarrollo capitalista reciente y el fin del "pensamiento único" en lo económico. La magnitud de las crisis económicas, así como la constatación de que el crecimiento de la productividad y la producción no son el resultado automático de la aplicación de reglas universales de mercado, que, aun cuando se produzca ese crecimiento económico, este no resuelve los problemas del desempleo, del hambre y la desigualdad; todo ello obliga a replantearse los grandes temas de la historia económica. El fin del predominio de la idea de que sólo el modelo más liberal es el correcto favorece, más allá de cual sea nuestra idea sobre esto, la necesaria búsqueda de alternativas al desarrollo económico y también con ello una revisión del pasado de las experiencias económicas de la humanidad.
En este sentido, una historia económica más compleja puede también tener un papel político y cultural de primer orden: desnudar que las opciones de política económica que se toman no son "naturales" ni neutrales, o simplemente siguen o no la regla que la teoría económica indica. Estas políticas implican siempre decisiones que favorecen a unos u otros, sin tener necesariamente grandes consecuencias en mejorar la actuación general de la economía o sus promedios. Es decir, se trata de historiar la economía y las políticas económicas, desnaturalizar lo que parece inevitable o necesario, y de poner en evidencia los diversos arcos de posibilidades, las opciones disponibles en cada caso, en el pasado, así como en el presente.
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Ahora bien, si uno lee con cuidado los trabajos incluidos en el libro que coordiné, y estamos comentando, La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas el balance es, a pesar de todo lo dicho, bastante positivo, e inclusive en algunos casos altamente positivo.12 En algunas temáticas hubo adelantos que significaron giros profundos en nuestros conocimientos y junto a análisis más sofisticados se hicieron aportes muy relevantes a la construcción de series de datos y al conocimiento de procesos, regiones, periodos, actores. No puedo, ni tendría sentido, repetir aquí lo que dicen los diferentes textos de esta compilación, pero se podría señalar en general que hubo algunas áreas que se destacaron por la cantidad y calidad de los esfuerzos dedicados, que permitieron en algunos casos revisar radicalmente las visiones recibidas y contar con una cantidad de información nueva, organizada de manera sistemática, que permite, más allá de las más o menos sofisticadas interpretaciones, partir de un lugar muy distinto al que teníamos hace apenas 20 años.
Evidentemente, en casi todos los temas se nota un desbalance muy fuerte a favor de los estudios realizados sobre el área pampeana y sobre Buenos Aires en particular, donde la concentración de recursos humanos y financieros permitió construir una masa crítica de investigadores e investigaciones en diversos temas. Pero, tal como lo señala en el recorrido que hace en este libro Noemí Girbal, y algunos otros autores, se puede enfatizar que hubo también avances significativos en las historiografías sobre diversas realidades regionales, en donde quizá se destacan Tucumán -sobre todo por los esfuerzos realizados para comprender las diversas variables de la economía del azúcar que se convirtió en el motor de la provincia desde la segunda mitad del siglo XIX- y Córdoba, pero con avances parciales importantes para Mendoza, Santa Fe, Salta, Jujuy, Neuquén, Entre Ríos o la región chaqueña. Entre ellos creo que merece la pena subrayar también, como lo hace aquí la contribución de Susana Bandieri, la redefinición del objeto de estudio a lo que llamamos el área de "frontera indígena" de Pampa-Patagonia, que permite encarar los estudios históricos (económicos y generales) desde un punto de partida radicalmente nuevo. Si hasta hace 20 años esa frontera era pensada sobre todo como una línea divisoria y un espacio para la guerra, prácticamente todos los trabajos realizados recientemente parten de considerar al mismo también como un lugar de interacciones diversas, que incluyen por supuesto circuitos mercantiles que la atraviesan hacia uno y otro lado y que explican muchos de los rasgos de cada una de las sociedades asentados a ambos lados de esa frontera.
También hay coincidencia en los diversos balances de los autores en señalar el escaso desarrollo relativo de la historia económica del siglo XX, y los avances más que significativos producidos en diversos terrenos para el periodo colonial tardío y el siglo XIX. Para esta etapa quizá el sector más transformado es el de la historia rural que, según la interpretación que aquí hace Raúl Fradkin, conoció un cambio radical para el lapso que abarca entre mediados del XVIII y del XIX, tanto por la gran cantidad de evidencia nueva aportada como por las interpretaciones innovadoras que han transformado nuestra manera de pensar esa temática.13 Para la segunda mitad del siglo XIX, como señala por su parte Eduardo Míguez, parece más bien haberse producido un proceso de consolidación, revisión y ampliación temática de un proceso de cambio historiográfico iniciado anteriormente (en los años setenta).14
En el área referida al comercio, los comerciantes y los mercados, también hubo adelantos significativos referidos al mismo periodo. Con todo, no cabe duda de que estos temas iniciaron un cambio decisivo unas décadas atrás, en los años sesenta y los setenta, sobre todo bajo el influjo de trabajos como los de Assadourian,15 que pusieron de relieve la importancia de los mercados locales y regionales, antes que (pero articulados con) los externos. Esto permitió que en los últimos 20 años se produjeran avances importantes retomando aquella renovación interpretativa, que permiten conocer mucho mejor hoy ciertos mercados, circuitos de comercio interregional, así como a varios de los actores de los mismos, tal como lo señalan los ensayos de Roberto Schmit y Silvia Palomeque.16 Empero, algo que se destaca aquí es la escasez de estudios del mismo tipo para periodos que excedan la segunda mitad del siglo XVIII o la primera del XIX y vayan hacia atrás o adelante en el tiempo. De la misma manera, se pueden poner de relieve los logros importantes en cuantificar la evolución del comercio exterior desde el siglo XVII al XIX a través de Buenos Aires, aunque no se han logrado los mismos resultados todavía sobre el comercio internacional realizado desde otros puntos del territorio. Como señala la contribución de Susana Bandieri, es imposible estudiar la economía de la Patagonia sin evaluar cuidadosamente las relaciones entabladas con el Pacífico a través de la cordillera, discurso que se puede hacer extensivo a muchas otras regiones argentinas en distintos periodos.17
La historia de la población y la familia también conoció desarrollos importantes. Dentro de ellas, una de las temáticas más investigadas fue la de las migraciones, donde no sólo se aportó mucha información nueva, sino que se emprendieron interesantes debates para explicar estos procesos, así como sus resultados. Como destaca el artículo de Hernán Otero, ese plus de esta área en relación con otras de los estudios de población está vinculado con la inclusión de la misma en un contexto de debate histórico más amplio y no se limitó, como a menudo sucede en otros campos, a medir fenómenos, a veces de manera muy sofisticada, aislados del contexto histórico.18 Igualmente hubo avances significativos en la historia de la familia, aunque limitados a ciertos temas, periodos y regiones, como señala José Luis Moreno. Así, por ejemplo, desde los años noventa se estudiaron de manera sistemática fenómenos que parecen ser de larga duración, como la ilegitimidad en la constitución de las parejas y en los nacimientos, así como las diversas formas familiares existentes en distintos contextos, en su vinculación con esas tramas económicas y culturales.
Quizá en lo que respecta al periodo más reciente de nuestra historia se destacan algunas áreas como la historia de los trabajadores o la nueva historia de las empresas. También hubo algunos avances significativos sobre las relaciones económicas internacionales que involucraron a Argentina en el siglo XX, incluyendo los procesos de endeudamiento y la relación con los organismos financieros internacionales, o más recientemente la incidencia de la integración argentina en el MERCOSUR, tal como lo analiza en este libro Mario Rapoport. Igualmente se hicieron aportes destacados referidos al sistema bancario y las políticas crediticias, estudiando a fondo algunas instituciones bancarias oficiales y privadas, aunque se trata de un área temática que necesita todavía muchos más esfuerzos de investigación.19 Como recalca la contribución de Fernando Rocchi, ha despuntado también una nueva problemática, como es la historia del consumo, que ha producido una ampliación temática y conceptual importante en el campo de la historia económica y ha aportado nuevas posibilidades de interpretación sobre los problemas del crecimiento económico pero, como también se pone de manifiesto en ese texto, ha tenido todavía un eco muy débil en la historiografía económica argentina.
En el caso de la historia de las empresas y los empresarios ha sido clave la introducción de una nueva mirada desde los propios actores y no sólo desde las grandes estructuras, los mercados, las instituciones o las políticas económicas, tal como coinciden en señalarlo los diversos ensayos, reunidos en este libro, de María Inés Barbero, Beatriz Bragoni, Andrea Reguera y Blanca Zeberio. Numerosos estudios de caso están empezando a permitir revalorizar las trayectorias específicas y los mecanismos que llevaron al éxito o al fracaso de algunas empresas. Estos muestran los cambios en el tiempo y la gran heterogeneidad de situaciones, aunque eso mismo dificulta, por ahora, llegar a conclusiones generalizadoras sobre diversos periodos o ramas de la economía argentina. En todo caso, el área de la historia de las empresas y los empresarios muestra una gran vitalidad que se refleja no sólo en las numerosas publicaciones y la participación de un buen número de historiadores jóvenes y formados, sino también en un conjunto de iniciativas que estimula esa producción, como reuniones y simposios específicos, así como formación de redes y edición de boletines electrónicos de buena calidad.20
En cuanto a la historia de los trabajadores, se incluyen aquí dos ensayos con perspectivas bastante distintas a cargo de Nicolás Iñigo Carrera y Juan Suriano. Sea cual sea la interpretación que se haga al respecto, se puede observar que hubo un cambio significativo en esta área de estudios desde los años ochenta en el sentido de que, por primera vez, se aborda el tema de manera sistemática desde la historia académica, cuando antes había tenido buenos cultores, pero mayormente provenientes del campo de la ensayística y la militancia de izquierda. Sin embargo, muchos de los temas importantes encarados por esta historia no son específicos a la historia económica. Así, por ejemplo, como explica Suriano, el tópico de las condiciones de vida de los trabajadores entre finales del siglo XIX y principios del XX fue uno de los más tratados, en donde se enfrentaron también interpretaciones diversas. Pero este fue abandonado relativamente pronto en beneficio de aproximaciones que buscaban en la política o en la cultura las claves para entender los procesos sociales. Del mismo modo, en sendos balances se plantea, aunque con una valoración distinta, la existencia de una transición desde una historia del "movimiento obrero" o de la "clase obrera" -definidos por su organización o por su posición en las relaciones de producción- hacia una historia más difusa, múltiple, sobre los "sectores populares", el mundo del trabajo, que tiene más en cuenta las experiencias de los actores individuales y colectivos, sus prácticas, identidades múltiples, las cuestiones de género, etcétera.
En varios de estos textos se refleja también la aparición de ciertos debates importantes, junto a algunos ya evocados, que seguramente alentarán nuevas investigaciones en el futuro inmediato. Uno de ellos se refiere al carácter de los "empresarios" de los siglos XIX y XX y la incidencia del desarrollo institucional en su definición. En algunos casos se han discutido ciertas visiones sobre la relación que habrían entablado con el Estado y el poder en general, como se observa en los balances polémicos de Jorge Schvarzer, María Inés Barbero, Marta Bonaudo o Beatriz Bragoni, incluidos en el libro. Estudios de caso han mostrado la relevancia de las estrategias individuales y la construcción de redes, en las cuales no es necesariamente la relación privilegiada con el Estado la que define la trayectoria exitosa.21
En este sentido, puede ser de alguna utilidad contrastar esas experiencias contemporáneas con los estudios sobre las "oligarquías coloniales" y los "dispositivos institucionales" de antiguo régimen, tal como lo plantea la contribución de Zacarías Moutoukias. Allí destaca la necesidad de analizar de manera articulada estos dispositivos, que definen en gran medida los límites para invertir, competir o cooperar de los actores con las redes sociales que explican, en buena parte, la capacidad de movilizar recursos e imponer objetivos.
También se encuentra abierto un debate en torno a las raíces de diversas crisis que conoció la economía argentina, como la de 1890, una de las más trabajadas en los últimos años por los historiadores. La introducción de factores endógenos en su explicación, en especial las políticas monetarias locales,22 ha cuestionado interpretaciones tradicionales centradas en el contexto internacional y en el comportamiento de la balanza de pagos. Sin embargo, como señala el texto de Andrés Regalsky, las nuevas explicaciones dejan abiertas preguntas que deben ser integradas o discutidas y generan reservas desde otras perspectivas de análisis, que obligan a revisar las hipótesis clásicas.
Junto a esto, los autores de los ensayos señalan también cuáles son las principales lagunas en la disciplina. En primer lugar, hay periodos que han sido virtualmente abandonados por la historiografía económica, como los siglos XVI, XVII y el temprano XVIII, tal como lo señala Nidia Areces.23 Pero también, como ya dijimos, muchos temas de historia económica del siglo XX esperan ser abordados, a veces por primera vez, por los historiadores. Como lo destaca la contribución de Claudio Belini y Marcelo Rougier, resulta inexplicable que no se haya escrito ningún libro sobre la economía del peronismo en los últimos 20 años o sobre algunos temas centrales en el discurso político-económico, como las nacionalizaciones de empresas, etc. Pero lo mismo se podría decir sobre muchos otros temas anteriores o posteriores. Igualmente en el caso de la historia agraria del siglo XX, que ha avanzado en diversos terrenos de manera notable tal como lo analizan Osvaldo Barsky y Julio Djenderedjian, se señala la necesidad de redoblar los esfuerzos por comprender un sector que sigue siendo central en la economía argentina actual. Así por ejemplo, si bien hubo algunos avances significativos en los estudios sobre los cambios empresariales y la innovación técnica para fines del XIX, así como sobre los mecanismos de financiación y comercialización de la producción rural para el temprano siglo XX, es mucho lo que falta por saber en ese terreno.
En este mismo aspecto se hace evidente (y más de uno de los artículos aquí incluidos así lo reclama) la necesidad de establecer miradas temporales más amplias, que permitan comparar estructuras y procesos de periodos que se suponen distintos, según esquemas historiográficos previos, pero que la investigación reciente tiende a matizar. Así por ejemplo, el agro de la colonia y la primera mitad del siglo XIX, como también el de esta última y la segunda parte de él. Este mismo razonamiento es válido para las miradas regionales. Como lo destaca el artículo de Sara Mata, referido al noroeste argentino, muchos de los nuevos descubrimientos de la historia agraria de esas regiones pusieron de relieve que, junto a algunos rasgos específicos, varias experiencias tienen a veces más similitudes con las del Litoral que con las del mundo andino en el que se observan. Otro problema a discutir, como destaca el texto de Silvia Palomeque, es que muchas veces el trabajo del historiador "regional" se encuentra definido por las fronteras que le marca "su" archivo, sin discutir los fundamentos mismos del espacio social o económico que se encuentra estudiando. Igualmente, el estudio de algunas realidades regionales casi no ha conocido avances más allá de algunos trabajos más bien excepcionales y puntuales. Y esto, que es grave para el conocimiento de esas realidades, lo es también para la historia económica argentina en general, que resulta indescifrable en muchos de sus aspectos sin la integración de todas sus partes.
Diría que faltan entonces muchos esfuerzos de historia regional para algunos periodos en particular. También falta reconstruir las series básicas de la economía, sin las cuales toda discusión y análisis no sólo se vuelven tentativos, sino vacíos, tanto de precios y salarios como de fiscalidad, comercio, población, producción, transporte, tecnología, monedas, etc. ¿Cómo puede ser que no se haya ensayado todavía un estudio sobre la convergencia o divergencia de los precios de algunos bienes básicos en los distintos mercados regionales a través del tiempo? Es evidente que una respuesta a esta pregunta sería de enorme utilidad para discutir problemas muy variados sobre el desarrollo económico argentino, la conformación de los espacios regionales, las posibilidades de negocios, y aun, si se quiere, sobre diversos temas de la historia política.
El esfuerzo en la búsqueda de buenos datos y la reconstrucción de series fiables en los distintos problemas enunciados no debería ser reemplazado por el empleo de complejos métodos cliométricos, aunque estos sean bienvenidos para tratar a aquellos. Claro que, para que este tipo de trabajo de largo aliento sea posible, es necesario que las instituciones académicas, los institutos, departamentos, las agencias que financian la investigación reconozcan su importancia y modifiquen ciertos criterios de evaluación que exigen la presentación de resultados inmediatos, que en esta clase de estudios requiere a veces una perspectiva de varios años.
También es necesario llevar a cabo una historia económica más sistemáticamente comparativa, ya que es la única forma de delimitar mejor los factores explicativos de los procesos económicos, así como para evitar "descubrir" en cada caso algo que ya se manifestó en muchos lugares; también se necesita vincular los distintos periodos históricos para no revelar los inicios de procesos y "modernidades", muchas veces presentes desde tiempos bastantes remotos. Es importante, junto con esto, una mayor reflexión teórica y utilizar más a menudo los estudios de caso locales para discutir con otras historiografías y otras experiencias históricas, así como también apoyarse en estas para abordar a aquellos.
Al fin, creo que es necesario volver a los grandes temas que preocupan a la sociedad y que supieron interesar a los historiadores económicos más importantes: el crecimiento y sus factores, las crisis, la desigualdad, la pobreza. Asimismo, reabrir las investigaciones y la discusión sobre las causas, cronología y características de los procesos de crecimiento de la economía argentina, tanto las de la llamada "gran expansión" como de otros ciclos de auge y de su declinación posterior. Los historiadores tienen que intervenir más decididamente en las investigaciones y debates sobre las razones y modalidades de las crisis económicas que con regularidad azotan a Argentina, sus relaciones con la política y sus efectos en el crecimiento de la desigualdad y la pobreza, etc. Sólo así, quizá, la historia económica pueda volver a ocupar un lugar destacado en las explicaciones históricas
Anexo. Índice de Jorge Gelman (comp.), La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas, Buenos Aires, AAHE/Prometeo Libros, 2006
Jorge Gelman, "Un balance con luces y sombras".
POBLACIÓN Y ECONOMÍA
José Luis Moreno, "Población y economía. La familia en el campo historiográfico argentino: un balance".
Hernán Otero, "Población y economía en la historiografía argentina del periodo estadístico: personajes en busca de un autor".
COMERCIO, CRÉDITO Y FINANZAS
Silvia Palomeque, "Las investigaciones sobre comercio, circulación y mercados del 'interior argentino1 durante el periodo colonial y su crisis".
Roberto Schmit, "El Río de la Plata entre el mercantilismo y el capitalismo: mercados, comerciantes y medios de pago, 1810-1860".
Andrés Regalsky, "Modernización, expansión y crisis: una aproximación a la historiografía de las finanzas, la moneda y el crédito entre 1870 y 1930".
EMPRESAS, NEGOCIOS Y FAMILIA
Andrea Reguera y Blanca Zeberio, "Volver a mirar. Gran propiedad y pequeña explotación en la discusión historiográfica argentina de los últimos veinte años".
Beatriz Bragoni, "Familia, negocios y empresas en los estudios históricos referidos al caso argentino. Balance de un recorrido".
María Inés Barbero, "La historia de empresas en la Argentina: trayectoria y temas en debate en las últimas dos décadas".
HISTORIA RURAL
Sara Mata, "Historia agraria colonial del noroeste argentino en las últimas décadas".
Raúl O. Fradkin, "Caminos abiertos en la pampa. Dos décadas de renovación de la historia rural rioplatense desde mediados del siglo xvín a mediados del XIX".
Eduardo J. Míguez, "¿Veinte años no es nada? Balance y perspectivas de la producción reciente sobre la gran expansión agraria, 1850-1914".
Marta Bonaudo, "La historia rural pensada desde una periferia".
Osvaldo Barsky y Julio Djenderedjian, "Problemas y desafíos de una gran cuestión abierta. La historiografía agraria pampeana del siglo XX".
MUNDO DEL TRABAJO
Nicolás Iñigo Carrera, "La historia de los trabajadores".
Juan Suriano, "Los dilemas actuales de la historia de los trabajadores"
INSTITUCIONES Y POLÍTICAS ECONÓMICAS
Mario Rapoport, "Relaciones internacionales e historia económica: un análisis sobre la historiografía reciente".
Jorge Schvarzer, "La industria argentina en la perspectiva de la historia".
Claudio Belini y Marcelo Rougier, "Los dilemas de la historiografía económica sobre el peronismo: certezas dudosas, vacíos persistentes. Aportes para la construcción de una agenda de investigación.
HISTORIA REGIONAL
Nidia R, Areces, "La historia regional y la historia económica en la historiografía argentina de las etapas coloniales durante los últimos veinte años. A modo de balance y hacia una agenda renovada".
Susana Bandieri, "La Patagonia: mitos y realidades de un espacio social heterogéneo".
Noemí Girbal, "La historia regional hoy: balances y perspectivas con enfoque agrario".
HISTORIA Y TEORÍA ECONÓMICA
Zacarías Moutoukias, "Fenómeno institucional e historia económica: debates para un enfoque renovado". Fernando Rocchi, "Cronos, Hermes y Clio en el Olimpo del mundo académico: historia y teoría económica, 1960-2005".
Bibliografía citada
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Assadourian, Carlos Sempat, El sistema de la economía colonial Mercado interior, regiones y espacio económico, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1982.
Burgin, Mirón, Aspectos económicos del federalismo argentino, Buenos Aires, Hachette, 1960 (la. ed. en inglés Harvard University Press, 1946).
Coatsworth, John, "Structures, Endowments and Institutions in the Economic History of Latin America", Latin American Research Review, vol. 40, núm. 3,2005, pp. 126-144.
Conti, Viviana, "Circuitos mercantiles, medios de pago y estrategias en Salta y Jujuy (1820-1852)" en M. A. Irigoin y R. Schmit, La desintegración de la economía colonial, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2003.
Cortés Conde, Roberto, El progreso argentino, Buenos Aires, Sudamericana, 1979.
----------, Dinero, deuda y crisis, Buenos Aires, Sudamericana, 1989.
Della Paolera, Gerardo y Alan Taylor, A New Economic History of Argentina, Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
Díaz Alejandro, Carlos F., Ensayos sobre la historia económica argentina, Buenos Aires, Amorrortu, 1975 (la. ed. en inglés 1968 y la. ed. en castellano 1970).
Fradkin, Raúl O. y Jorge Gelman, "Recorridos y desafíos de una historiografía. Escalas de observación y fuentes en la historia rural rioplatense" en Beatriz Bragoni (ed.), Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004, pp. 31-54.
Gallo, Ezequiel, La pampa gringa. La colonización agrícola en Santa Fe (1870-1895), Buenos Aires, Edhasa, 2004 (la. ed. 1983. La tesis doctoral que este texto traduce fue defendida en Oxford en 1970).
Garavaglia Juan Carlos y Jorge Gelman, "Rural History of the Rio de la Plata, 1600-1850: Results of a Historiographical Renaissance", Latin American Research Review, vol. 30, núm. 3, 1995, pp. 75-105.
Irigoin, María Alejandra y Roberto Schmit (eds.), La desintegración de la economía colonial Comercio y moneda en el interior del espacio colonial 1800-1860, Buenos Aires, Biblos, 2003.
Kuntz, Sandra, "La historiografía económica reciente sobre el México decimonónico", Mexican Studies/Estudios Mexicanos, vol. 21, núm. 2, 2005.
Marichal, Carlos, "Avances de la historia económica de México", Históricas, núm. 57, 2000, México, pp. 32-39.
Míguez, Eduardo, "El capitalismo y la polilla. Avances en los estudios de la economía y la sociedad rural pampeana, 1740-1850", Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, núm. 21, 3a. serie, Buenos Aires, UBA, 2000, pp. 117-133.
Oddone, Jacinto, El factor económico en nuestras luchas civiles, Buenos Aires, Editorial la Vanguardia, 1937.
Rougier, Marcelo y Jorge Schvarzer, Las grandes empresas no mueren de pie. El (o)caso de SIAM, Buenos Aires, Norma, 2006.
Van Young, Eric, "La pareja dispareja: breves comentarios acerca de la relación entre historia económica y cultural", Historia Mexicana, Colmex, vol. LII, núm. 3, 2003, México, pp. 831-870.
Notas
* Agradezco la invitación formulada por Guillermina del Valle para escribir este texto para América Latina en la Historia Económica. El mismo retoma en gran parte y amplía la introducción que escribí al libro La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas, Buenos Aires, editado por la Asociación Argentina de Historia Económica y Prometeo Libros, 2006.
1 Para dar sólo un dato numérico, luego de varias Jornadas de Historia Económica en que se presentaban más de 200 ponencias, en Mendoza no alcanzaron el centenar.
2 Álvarez, Guerras 1966, p. 21. Así, por ejemplo, en la introducción de la obra explica: "aspiro a demostrar que las guerras civiles argentinas ofrecen un sentido suficientemente claro en cuanto se las relaciona con ciertos aspectos económicos de la vida nacional".
3 Oddone, Factor 1937, y Burgin, Aspectos 1960.
4 Esto no significa que los historiadores que se adhieren al llamado "posmodernismo" nieguen la existencia de una realidad separada del discurso, pero sí discuten la posibilidad de aprehenderla escindida de su forma discursiva de representación. Como señaló Patrick Joyce en un conocido artículo en la revista Past and Present, 1991, p. 208: "Es menester que los historiadores tomen nota del principal avance del 'posmodernismo', a saber, que los acontecimientos, las estructuras y los procesos del pasado son indistinguibles de las formas de representación documentales, de las apropiaciones conceptuales y políticas y de los discursos históricos que los construyen." Tomamos la traducción de Historia Social núm. 50, 2004, p. 79.
5 Van Young, "Pareja", 2003. Es curioso que, en contraposición con lo hasta aquí sostenido, recientemente se han publicado algunos balances sobre historia económica en América Latina y en particular sobre México que no comparten este diagnóstico de crisis disciplinar. Inclusive en algunos casos son francamente optimistas, como es el caso de John Coatsworth, que escribió: "La historia económica de América Latina se hizo más voluminosa, compleja y fascinante en la década pasada" (refiriéndose a los años noventa). Coatsworth, "Structures", 2005. Para el caso mexicano véase, por ejemplo, Kuntz, "Historiografía", 2005, o Manchal, "Avances", 2000. Creo que esta divergente percepción se debe en algunos casos a qué se valora como positivo en la producción en historia económica, y en el caso mexicano en particular, a la solidez y trayectoria bastante excepcional de esa disciplina en el contexto latinoamericano.
6 El Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani (se comprenderá por qué se lo suele llamar sólo Boletín Ravignani es editado por el Instituto homónimo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Se trata de una de las revistas más prestigiosas de las disciplinas históricas en el país y la de más larga trayectoria. Su primer número apareció en 1922 y, aunque sufrió dos interrupciones transitorias, no ha dejado de ser un referente central de la disciplina en el país y el exterior.
7 Se trata de una revista cuyo primer número apareció en 1991, fundada por un grupo de historiadores jóvenes, independiente de las instituciones académicas argentinas, que buscaba reflejar la investigación de avanzada del momento. Como resume un índice de sus primeros 16 números elaborado por su comité editor, "Entrepasados ha publicado importantes investigaciones históricas y debates y ha ganado reputación internacional como una revista abierta al diálogo, la discusión y a la innovación en el campo histórico en sus dimensiones teóricas, social, política, cultural e intelectual." Como se puede observar entre las dimensiones mencionadas del "campo histórico", la economía no aparece, aunque la suponemos sub sumida en lo "social".
8 El nombre completo es Prismas. Revista de Historia Intelectual Es editada por la Universidad Nacional de Quilines desde 1997, y fue creada por el Programa de Historia Intelectual que allí dirige Óscar Terán.
9 Estas jornadas, que se realizan cada dos años, organizadas por los departamentos y escuelas de historia de las universidades argentinas, se crearon a fines de los años ochenta para discutir los avances en la investigación histórica en el país. Hasta ese momento existía como casi única instancia de reunión periódica de historiadores las Jornadas de Historia Económica, lo que también habla del papel de esta disciplina hasta entonces.
10 De cualquier manera, la existencia de la AAHE y la realización primero anual, luego cada dos años, de sus jornadas, ayudó a mantener el impulso de los estudios de historia económica, aunque también se nota un deslizamiento de muchos de sus cultores hacia temas de historia política y cultural. Quizá una de las excepciones a esta situación provenga de los seguidores de la New Ecomomic History y la New Institutional Ecomomics que, representando a un grupo pequeño dentro de la disciplina y con un enfoque particular, se ha mantenido mas concentrada en la necesidad de reconstruir las grandes líneas de la evolución económica argentina. Un resultado reciente de este esfuerzo en Delia Paolera y Taylor, New, 2003.
11 Como es sabido, en los años sesenta se iniciaron diversos emprendimientos de historia serial en Argentina, en temas tales como el comercio interior de muías, la población, el comercio exterior, etc., pero estos quedaron truncos en la medida en que el golpe militar del 66 expulsó a buena parte de sus impulsores de las universidades (y a veces del país), situación que se agudizó con la ola represiva inaudita de los setenta. En algunos casos latinoamericanos se pudo emprender con más ímpetu esta tarea de historia económica serial en los setenta y comienzo de los ochenta. Quizá el ejemplo más notable es el de México, al que ya aludimos, y que contó con grandes cultores e impulsores de la disciplina, como Enrique flor escaño. En este desarrollo tuvieron una participación no menor algunos historiadores argentinos exiliados en esas mismas circunstancias, como Carlos Sempat Assadourian, Juan Carlos Garavaglia, el añorado Juan Carlos Grosso y Mario Cerutti, que habían tenido una experiencia en ese sentido antes de su salida del país. Véase una reconstrucción del caso mexicano en Marichal, "Avances", 2000.
12 Desde aquí intentaremos reflejar muy resumidamente algunos contenidos de los balances escritos por los 26 autores que participaron de este libro. No citaremos la enorme bibliografía analizada por estos autores (cuyo listado comprende 87 páginas del libro), sino que remitimos a sus balances. La lista completa de los capítulos del libro la incluimos al final. Por otra Darte nos limitaremos a reseñar la producción analizada en dicho libro, por lo que dejaremos de ado algunos -muy pocos- desarrollos que han aflorado a la superficie muy recientemente. Entre estos merece destacarse el campo definido como "historia de las innovaciones y las tecnologías" (tal es el título del simposio organizado por primera vez en el marco de las XX Jornadas de Historia Económica en Mar del Plata en 2006) que promete convertirse en un terreno importante y renovador de la disciplina.
13 La amplitud del esfuerzo realizado desde 1984 y la renovación temática y del conocimiento que la acompañaron dieron lugar ya a numerosos ensayos de tipo historiográfico sobre este exclusivo campo de estudios, a los que remitimos al lector interesado. Citamos sólo a modo de ejemplo los de Garavaglia y Gelman, "Rural", 1995; Míguez, "Capitalismo", 2000, y Fradkin y Gelman, "Recorridos", 2004.
14 Según este autor, los textos que provocaron cambios importantes en la interpretación de esta etapa del desarrollo agrario argentino fueron escritos más bien a finales de los años sesenta y en los setenta, sobre todo dentro de perspectivas neoclásicas, por ejemplo, Díaz, Ensayos, 1975; Cortés, Progreso, 1979, o Gallo, Pampa, 2004, mientras que en los últimos 20 años se amplió y se diversificó el campo temático y se produjeron avances en el conocimiento de áreas y temas antes poco conocidos, como la innovación tecnológica, el crédito agrario o la diversidad de los sistemas de tenencia de la tierra. Sin embargo, estos no parecen alterar sustancialmente los paradigmas interpretativos vigentes desde los años setenta.
15 Assadourian, Sistema, 1982. Pese a la fecha de edición de este libro, buena parte de los capítulos allí incluidos, como otros del mismo autor de gran influencia, fueron publicados por primera vez a inicios de la década de los setenta.
16 En este sentido, además de varios estudios cuantitativos muy detallados que reconstruyen los contenidos de diversos circuitos mercantiles coloniales y de la primera mitad del siglo XIX, se ha mostrado la complejidad de los mecanismos del comercio en sus distintos niveles, la intervención de actores de distintos tamaños, el papel de las redes interpersonales, etc. Un libro muy representativo de lo mejor de este recorrido es el compilado por Irigoin y Schmit, Desintegración, 2003.
17 Es de notar que muchos trabajos, aun recientes, se refieren al "comercio exterior argentino" cuando hablan de las exportaciones e importaciones por Buenos Aires, cuando sabemos muy bien que en distintos momentos históricos una parte no despreciable del comercio exterior, atlántico se realizaba fuera del control del puerto de esta ciudad. Y, mucho más importante muchas regiones del interior del territorio se conectaban con el mercado internacional a través de Bolivia, Perú o Chile. Para dar un ejemplo extremo, en 1830 apenas 1% de las exportaciones de la provincia de Jujuy se dirigen a Buenos Aires. El resto va a otros sitios, en especial hacia Bolivia y Perú. Para este último caso, véase Conti, "Circuitos", 2003.
18 Así, estudios, muy buenos a veces, sobre natalidad, mortalidad o nupcialidad, por mencionar algunas variables básicas del comportamiento demográfico, pierden algo de interés por haber dejado de lado su relación con otras variables y el valor explicativo que podían tener dentro de algunos modelos del cambio histórico.
19 Como señala el capítulo de Andrés Regalsky, se hicieron, por ejemplo, algunos estudios importantes para entender tanto el volumen y los ritmos como los mecanismos de financiación del sector agrario por instituciones formales de crédito o informales; pero todavía son escasos los trabajos sobre este tema para la expansión industrial desde fines del siglo XIX.
20 En este sentido, cabe destacar la aparición del boletín de la Red de Estadios de Historia de Empresas, coordinado por María Inés Barbero y Andrea Lluch.
21 Un buen ejemplo reciente, que integra viejas y nuevas perspectivas, es el estudio exhaustivo sobre una empresa emblemática del siglo XX argentino, si am, fundada por Torcuato Di Tella en 1910, cuya expansión parece haber tenido una estrecha relación con los vínculos establecidos con algunos gobiernos. Véase Rougier y Schvarzer, Grandes, 2006.
22 Sobre todo el trabajo de Cortés, Dinero, 1989.
23 Con algunas honrosas, pero también muy escasas, excepciones. Si a principios de los años ochenta se hicieron varias tesis doctorales de historia económica de estas etapas tempranas, muchas de ellas dirigidas o inspiradas por Ruggiero Romano, los poquísimos trabajos que se refieren actualmente a este periodo son casi exclusivamente de historia cultural o política.
Sobre el autor
Jorge Gelman
Doctorado en Historia en 1983 en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París. Es profesor de Historia en la Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Conicet en el Instituto Ravignani. Fue presidente de la Asociación Argentina de Historia Económica. Es autor de numerosos libros y artículos sobre historia económica y social argentina y americana referidos al periodo colonial y al siglo XIX. Su último libro (en colaboración con Daniel Santílli) se titula De Rivadavia a Rosas, Desigualdad y crecimiento económico, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.