http://dx.doi.org/10.18232/20073496.1519
Reseña

Rigoberto A. Román y Arturo Carrillo (2021). La agricultura comercial en Sinaloa en el siglo xx: diversificación, reconversión y cambio tecnológico. Universidad Autónoma de Nuevo León. ISBN 978-607-27-1498-4.

José Roberto Leyva Romero1, * image 0000-0002-5360-5420

1 Universidad Autónoma de Occidente, Sinaloa, México.

Correspondencia: jose.leyvar@uadeo.mx

En el libro La agricultura comercial en Sinaloa en el siglo xx: diversificación, reconversión y cambio tecnológico que se adscribe a la línea de investigación de historia económica, senda en la que los autores Rigoberto Arturo Román Alarcón y Arturo Carrillo Rojas tienen una vasta producción sobre el estado de Sinaloa y sus regiones, se hace una caracterización del desarrollo de la agricultura durante todo el siglo xx.

De entrada, se identifican los primeros cultivos que se realizaban desde el siglo xix, se observan también conflictos por el abastecimiento de recursos, la diversificación de la producción agrícola, una gran inversión en infraestructura hidráulica, los cambios en el uso de tecnología, en las leyes y en la planeación en materia económica, así como la importancia de cada cultivo, su despegue, declive o consolidación productiva. Son todos estos aspectos lo que se abordan dentro de este libro.

Román y Carrillo dan muestra de cómo el sector agrícola en un estado como Sinaloa, con los recursos naturales, inversiones y un marco institucional que promueve una mayor competitividad, resulta tan relevante para el desarrollo económico. Se convierte así en uno de los estados con mayor volumen de producción agrícola, de ahí que sea conocido como el granero de México.

La estructura del libro consiste en dos grandes apartados que dividen su análisis sobre la agricultura en la primera y segunda mitad del siglo xx respectivamente. La primera parte escrita por Román se enfoca en estudiar y analizar la primera mitad del siglo xx como un primer corte que, a su vez, consta de subperiodos que van desde los inicios de la agricultura comercial principalmente en las regiones centro y norte con la caña de azúcar y el tomate. Luego los sucesos más relevantes y los conflictos que afectaron la producción agrícola mientras sucedía la revolución mexicana, para llegar a los efectos que tuvo la Gran Depresión como una variable externa y el reparto agrario cardenista como variable interna. Por último, describe en qué condiciones se dio el despegue del algodón en los años cuarenta, cómo impactó su valor comercial, el cambio tecnológico y la diversificación en los productos.

La producción agrícola de finales del siglo xix no tiene comparación con el crecimiento que ha tenido en la actualidad, ya que en aquellos años la producción se destinaba más que nada para consumo local en el estado. Los más importantes empresarios se dedicaban en gran medida a la minería y al comercio, además eran prestamistas e inversionistas en pequeñas empresas. Se ubicaban en Mazatlán y Culiacán, los centros urbanos más grandes y desarrollados. Fue durante el porfiriato que la producción agrícola mostró un crecimiento considerable proveniente de la región centro y norte debido a la instalación de ingenios dedicados a la producción de azúcar, por lo que la siembra de caña se extendió en estas regiones, lo que Román señala como diversificación agrícola.

Ya entrados en el siglo xx, gracias a esta diversificación, el tomate entra en escena de la mano de los colonos estadunidenses que se asentaron en el distrito de El Fuerte, sin tener mucho éxito los primeros años, pero ya con capacidad de exportar a Estados Unidos y obtener ganancias por medio de empresas que constituyeron con este fin. Al llegar a la década de los 20, estas exportaciones se cuatriplicaron al aumentar de 7 920 a 35 435 para el año de 1929. De igual forma aumentó su valor considerablemente a $4 233 000 dólares a finales de esta misma década, diez veces superior a su valor inicial.

Dentro de las variaciones que se dieron por estos años, Román hace una división por tres fases. La primera que va de 1910 a 1914, es bajo el proceso más álgido de la revolución y su impacto en Sinaloa, reflejado en escasez de alimentos ya que muchos pobladores abandonaron sus tierras para unirse a la gesta o huir al extranjero. La segunda de 1915 a 1926 que marca el inicio de una recuperación económica para los sectores que fueron mermados por la lucha armada, gracias a la construcción de infraestructura hidráulica que permitiera el surgimiento de la agricultura comercial.

Por último, de 1926 a 1930 debido a una declinación económica general, en la que la Gran Depresión influyó en una disminución de las exportaciones de tomate, así como el reparto agrario que restituía las tierras enajenadas por la ley de desamortización de 1856 como fruto de los gobiernos posrevolucionarios. Para este reparto algunos dueños de tierras operaron de forma que pudieran sacar ventaja dividiendo en lotes, para vender o cambiar de dueño sus propias propiedades que se repartían entre sus familias.

El despegue de la agricultura comercial va de la mano con grandes obras de irrigación a las que se les dio continuidad durante la segunda mitad del siglo xx debido al éxito que representaron en años anteriores, considerando las ventajas que la geografía del estado tiene. Esto repercutió de forma directa en los volúmenes de producción, ya que para 1950, incrementaron en 224% las tierras laborables, 840% de riego, 178% de humedad y 155% de temporal. Otra cuestión que agrega valor a las actividades económicas en el estado va de la mano con la nueva ley de Fomento Industrial en Sinaloa, que fortaleció el establecimiento de nuevas empresas que se dedicaban a transformar materias primas y productos del campo, con beneficios como exenciones fiscales, de ahí que se señale la ventaja de contar con un marco institucional favorable para el desarrollo de estas actividades, lo que representó un incentivo y dio certidumbre según a lo planteado por la teoría del neoinstitucionalismo de Douglass North.

A partir de la segunda mitad del siglo xx, Carrillo muestra en el segundo apartado cómo surgen cultivos como el algodón, el ajonjolí, el cártamo entre otros. Al igual que señala la importancia de las hortalizas y crecimiento acelerado a partir de este periodo, en el que el tomate fue protagonista. Las obras de infraestructura hidráulica y la irrigación modificaron y ampliaron tanto en extensión como en posibilidades para los agricultores, ya que se notó un incremento muy claro en la producción agrícola a lo largo y ancho del estado. Se crearon organizaciones gremiales para proteger los intereses de los agricultores en Sinaloa y se hicieron algunas reformas a las leyes, incluso se crearon instituciones como las encargadas de apoyar en innovación y aprovechamiento de recursos. Ya entrados en los noventa, es posible observar el uso de nuevas tecnologías que incrementaron la calidad de los productos que crecen en ambientes más controlados.

Es notable la fuerza que tiene el campo sinaloense dentro de la economía estatal, en el ámbito de comunicaciones, a partir de la década de los cincuenta se invirtió en una nueva carretera internacional, aeropuertos federales y la expansión obras portuarias. El parteaguas en este periodo es la consolidación del desarrollo de infraestructura hidráulica por medio de presas de almacenamiento y presas derivadoras, nuevos canales y drenes, así como la ampliación de la frontera agrícola y el abasto de luz eléctrica gracias a las plantas hidroeléctricas.

Entre las décadas de los cincuenta y los sesenta es notorio el volumen en las exportaciones de tomate para Estados Unidos. Para México solamente las toneladas enviadas desde Sinaloa se encontraban por encima de 90% en 1950, llegado el año de 1959, se redujo hasta 60% estando todavía por encima de la mitad de lo que se enviaba desde los demás estados de la república. En lo que concierne al cultivo del algodón, surge la Asociación Algodonera de Sinaloa en 1951, seguida de su industrialización en gran medida por despepitadoras, venta de semillas y empresas comercializadoras.

Las presas más destacadas se ubicaron entre 1948 y 1969 en la cuenca del Río Culiacán y en la del Río Fuerte. La Sanalona y la Adolfo López Mateos en el afluente del río Tamazula y del Humaya, respectivamente, que corresponden al municipio de Culiacán. Para El Fuerte, se cuenta con la Miguel Hidalgo y la Josefa Ortiz de Domínguez por lo que es notable la localización geográfica de estas obras de gran envergadura en el centro y norte del estado, sin dejar fuera la región sur pero que no tuvo una inversión de la misma magnitud, ni la agricultura tuvo el peso que presentó por ejemplo el sector turístico representa una mayor derrama en el puerto de Mazatlán.

Ya entrados los años sesenta organizaciones como la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (caades), jugaron un papel preponderante en la defensa de los intereses de los agricultores sinaloenses, así como en las relaciones con actores políticos de distintos niveles. En ese mismo tenor, surgieron centros de investigación, organismos financieros, leyes e instituciones de apoyo a la producción agrícola. Se usaron nuevos métodos y técnicas de cultivo y se crearon nuevas empresas agrocomerciales y agroterciarias con la intención de aprovechar estas condiciones favorables para sus inversiones.

Entre los años de 1969 y 1988 se consolidó el sistema de irrigación con la creación de nuevas presas, en el río Mocorito la presa de nombre Eustaquio Buelna que pertenece al municipio de Salvador Alvarado; la Gustavo Díaz Ordaz en Guasave que aprovecha las aguas del río Sinaloa; en Cosalá, por el río San Lorenzo la presa José López Portillo; además, en Sinaloa de Leyva, la Guillermo Blake en el afluente del arroyo Ocoroni, y por último, en Elota, pasando por el río que lleva el mismo nombre, la presa Aurelio Benassini. Esto llevó a un incremento en términos de irrigación y por consiguiente de las hectáreas cosechadas que en 1980 ascendió a 25 410, en contraste con 1970, cuando eran cerca de 14 000 hectáreas. Es en este contexto que en los setenta se consolidó una elite económica surgida de las actividades ligadas a la agricultura, con una mayor influencia política dentro del estado , así como dentro de otros sectores productivos.

Al llegar a la década de los noventa, el agua se concesionó a los productores rurales quienes desempeñaron un papel más activo para la administración de este recurso, concentrado en distritos y módulos de riego. Es durante estos años que el maíz tuvo un crecimiento por encima de los demás cultivos, que fluctuó desde las 800 mil toneladas, a inicios de la década, hasta llegar en el año 2000 a una producción por encima de los 2.3 millones de toneladas.

En cuando a la modernización agrícola, las innovaciones tecnológicas fueron varias, desde el ahorro de energía natural, la reducción del uso de agroquímicos, el uso de adelantos de la biotecnología para obtener semillas más resistentes, la maduración homogénea del producto y frutos de larga vida de anaquel entre otras. Es destacada la labor de centros de investigación tanto públicos como privados dentro del estado, así como de la Universidad Autónoma de Sinaloa por medio de su Facultades de Agronomía.

El nuevo tejido empresarial que se formó con la explotación comercial de la agricultura en Sinaloa pasó por diversos estadios que no deja fuera conflictos entre las mismas elites y frente a sus trabajadores, incluso ante agraristas que pretenden apropiarse de sus tierras de cultivo. Las fluctuaciones en los mercados nacional e internacional, las condiciones climáticas —que en ocasiones fueron determinantes—, la capacidad de adaptación a distintos contextos, instituciones y organismos de gobierno, así como la fuerza de trabajo del campo, que es fuente de estudios para fenómenos como la migración desde otros estados de la república, son todos factores que se abordan en esta obra.

La consulta de censos de producción agrícola e industrial y el uso de fuentes diversas como informes de los gobernadores del estado, mapas, así como otras investigaciones hacen que sea indispensable la lectura de este libro para aquellos interesados en el crecimiento económico de Sinaloa en temas referentes a la agricultura y todo lo que hay detrás de esta actividad que, así como es fuente de empleo y de riqueza, también lleva alimento a millones de personas dentro y fuera de México.