http://dx.doi.org/10.18232/20073496.1444
Reseña

Scheinkman, L. (2021). La fábrica de chocolate: trabajo, género y edad en la industria del dulce, Buenos Aires 1900-1943

Juan Odisio1, * image 0000-0001-6134-0103

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Correspondencia: odisio@gmail.com

La fábrica de chocolate: trabajo, género y edad en la industria del dulce, Buenos Aires 1900-1943 es el resultado de la tesis doctoral de Ludmila Scheinkman en la Universidad de Buenos Aires en 2017, realizada gracias al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Dos años más tarde, el trabajo ganó la primera edición del certamen para tesis de doctorado organizado por la Asociación Argentina para la Investigación en Historia de las Mujeres y Estudios de Género (aaihmeg). Por este premio la tesis se transformó en libro, enlazando así a dos de las universidades públicas más destacadas en la investigación histórica de la Argentina actual. Más allá de las adecuaciones de tono y argumentación, en el proceso de reescritura (posiblemente debido a la extensión del trabajo de investigación original) se excluyó el primer capítulo, titulado “Barracas dulce: territorio industrial y barrio obrero”, texto heredero-homenaje a la magnífica historia del paisaje industrial del Riachuelo (límite sur de la ciudad de Buenos Aires), ensayada hace más de 20 años por Graciela Silvestri en El color del río: historia cultural del paisaje del Riachuelo (2003).

No sorprenderá a quienes hayan leído otros trabajos de Scheinkman que se trate de un texto sólidamente escrito. En efecto, el libro se destaca por su elaboración que denota una laboriosidad de años. No solo porque muestra un fluido nivel literario y de argumentación, sino porque se asienta fundamentalmente sobre un conjunto formidable de fuentes primarias. La investigación de la autora recurrió a la compulsa y estudio de documentos oficiales, archivos obreros y de agrupaciones de izquierda y publicaciones de empresas, patronales y de agrupaciones de derecha (llamativamente, la mayor cantidad de fuentes citadas caen en esta categoría). Esta primera aproximación ayuda a descubrir uno de los elementos distintivos de La fábrica de chocolate…: el cruce de temas y enfoques para analizar un fenómeno de difícil aprensión analítica, como lo es el estudio de una rama medular (las fábricas de dulce) en el momento de auge y consolidación de la moderna industria argentina, en particular de su relevante subsector alimenticio.

Sin fingida modestia recuerdo que con Marcelo Rougier hemos escrito, en “Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos”. Las ideas sobre el desarrollo nacional, 1914-1980 (2017), que “la industrialización no es sólo un conjunto de fábricas, sino un sistema social, [] la industria es tanto una formación económica como social y cultural; en consecuencia, hablar de industria supone utilizar un concepto complejo y amplio a la vez, y su estudio implica abordar diferentes dimensiones de análisis”. La investigación de Scheinkman se hace cargo de ese desafío y emprende un estudio multifocal y relacional, sin atarse a una única dimensión de análisis.

En ese sentido, no se construye un discurso lineal, ya que cada capítulo obedece a una lógica argumental diferente que va edificando una imagen polifacética. En términos temporales, cada apartado recorre la geografía del espacio fabril del sur de la ciudad de Buenos Aires (en particular del barrio de Barracas) durante el mismo periodo histórico: el medio siglo que transcurre entre la crisis de 1890 hasta el golpe militar de 1943, un periodo marcado por la consolidación y quiebre del aparentemente exitoso (si se atiende a su dinámica macroeconómica global) “modelo agroexportador”. El inicio coincide, no casualmente, con el surgimiento de la moderna industria nacional y el auge del sindicalismo organizado y se cierra con el gobierno del que surgiría el peronismo. En términos políticos, ese medio siglo vio el fin de los gobiernos conservadores tras la sanción de la Ley Sáenz Peña, que en 1912 estableció el sufragio universal masculino, secreto y obligatorio y el sistema de lista incompleta que otorgó representación legislativa a las minorías. Al eliminar el voto calificado, se puso fin al fraude electoral y a partir de 1916 permitió que la Unión Cívica Radical llegara al poder. Luego, el golpe militar de 1930 abrió un nuevo periodo de fraude y proscripción política bajo la égida de una alianza denominada la Concordancia, que fue a su vez expulsada del poder en 1943 por un grupo de coroneles reunidos en el Grupo de Oficiales Unidos (gou). En ese golpe de Estado ya participaba el ascendente Juan Perón, llamado a fundar el movimiento que profundizaría la cesura con la tradición política y cultural del país, y marcó una redefinición de la dinámica económica y social de Argentina que explica la decisión de la autora de cerrar allí la temporalidad del libro.

En cinco capítulos, Scheinkman (re)construye la historia de las fábricas de dulces de la ciudad de Buenos Aires con un enfoque transversal que afronta distintas superficies analíticas de una historia industrial efectivamente “compleja y amplia”. Luego de una introducción que presenta algunos nudos problemáticos y estrategias metodológicas, el primer capítulo expone una detallada historia de la industria productora de dulces. El segundo acápite plantea las características y los límites de la relación político-económica entre empresarios y el sector laboral, mostrando además una paulatina feminización de la mano de obra en el sector. El tercer capítulo se detiene en las condiciones y experiencias laborales y sociales producidas dentro de las fábricas por el conjunto obrero. El cuarto refiere a la acción colectiva de protesta, al papel desempeñado por trabajadores infantiles y mujeres en ella y las respuestas patronales suscitadas. El último capítulo analiza las contradicciones y los cambios generados dentro de las organizaciones sindicales frente a la creciente importancia del trabajo de las mujeres. El libro concluye con unas breves reflexiones sobre los aportes y matices que aporta la perspectiva de género elegida sobre los distintos campos económicos, políticos, sociales y culturales cruzados por la investigación.

En una mirada más detallada, el primer capítulo, titulado “Producción industrial de dulces”, aborda la dinámica del mercado de dulces, su conformación y el funcionamiento de las principales empresas con sus particulares dinámicas de producción y trabajo, combinando escalas de análisis diversas. En ese sentido, conecta la evolución de las mayores firmas productoras (entre las que se identifican –según el orden cronológico de su fundación– Noel, Bagley, Águila Saint Hermanos, Canale y Terrabusi) con una visión que desborda hacia lo sectorial y en vinculación a las decisiones de política económica, en tanto su espacio de acción quedó definido por las medidas arancelarias, financieras, de mercado, etcétera, negociadas con y desde el Estado.

El segundo capítulo, llamado “Trabajo y disciplina. Políticas patronales de control y gestión de la mano de obra”, reduce el foco para ingresar en las fábricas. El nudo problemático que ordena la exposición del apartado se ubica en las características de la relación capital-trabajo. En particular, se estudian las modalidades que aplicaron los empresarios en su intento por disciplinar un vínculo, de por sí conflictivo, con sus trabajadores y trabajadoras. En este sentido, un sesgo fuerte de la investigación de Scheinkman tiene que ver con la prerrogativa de (también) hacer una historia fabril-obrera con perspectiva de género. Si bien la contratación de mujeres en la industria era entendida como un “trabajo excepcional, transitorio y complementario”, los datos que la investigación arroja son contundentes respecto a lo inadecuado de esa representación: entre 1904 y 1935 los varones pasaron de representar 80% de la mano de obra en el sector de “chocolates, galletitas y afines” a 45%, y si bien ese reemplazo se dio en parte por el incremento del trabajo infantil, fue sobre todo la participación de las mujeres las que desplazaron a los obreros de las fábricas, ya que pasaron de menos de 7% a la mitad del total en ese periodo.

A partir de la constatación estadística del avance del trabajo femenino en esta rama manufacturera, los siguientes capítulos del libro enseñan cómo ese proceso de feminización (que, como dije, corrió en paralelo a la consolidación de la actividad industrial y la modernización cultural de Argentina), puso en tensión tanto las actitudes en las fábricas como resignificó, a un mismo tiempo, las representaciones asociadas a una vida proletaria supuestamente típica. En este sentido, se ensayan distintos cortes analíticos que exploran las transformaciones en las prácticas y relaciones políticas y sociales, asimismo las asociadas a las imágenes y sensibilidades en disputa. Esas temáticas exteriorizan las mudanzas materiales o simbólicas (que podían ser más o menos conflictivas dependiendo de cada caso y contexto) dados tanto al interior de la clase obrera como en las relaciones extraclase.

En atención a esa lógica, el tercer capítulo reduce de nueva cuenta la escala de análisis. Se titula “Trabajar en las fábricas. Condiciones y experiencias laborales” y en su presentación se produce un deslizamiento desde una narrativa histórica con anclaje más marcado en dinámicas económicas (como el presentado en el primer y segundo capítulos) hacia una historia sociocultural en clave thompsoniana de “rescate del sujeto”; una deuda debidamente reconocida en las páginas del libro. Una de las mayores apuestas del libro es su defensa de la importancia de considerar la experiencia específica de las mujeres en la construcción de su particular ser social en tanto obreras. Por ello vale la pena recuperar la argumentación que realiza la autora:

[] es posible que los promedios estadísticos y las experiencias humanas sigan distintos caminos. Al abordar las diferentes dimensiones de la experiencia laboral, los análisis se han centrado predominantemente en las formas del trabajo, la protesta y la acción sindical y política, dejando afuera otros aspectos del mundo del trabajo que fueron, sin embargo, centrales en la experiencia vital de los sujetos. En particular, las vivencias de las mujeres y menores encajan poco o sólo tangencialmente con una visión de las fábricas como sitios de enfrentamiento radical entre trabajadores y gerencias. Por el contrario, siguieron un camino más sinuoso y contradictorio, que apuntó a las relaciones horizontales entre trabajadoras, y entre ellas y los trabajadores. Relaciones de solidaridad y amistad, pero también de conflicto, tensión o romance.

Tras esta redefinición crítica del enfoque de los estudios del trabajo, Scheinkman explica que de allí deriva, en oposición, una mirada centrada en “las sociabilidades, las formas del ocio, el empleo del tiempo libre, y los lazos afectivos”. El resultado del análisis histórico es la efectiva constatación de una experiencia obrera diferenciada, género-específica, que impide equiparar los resultados obtenidos del estudio de las experiencias de los trabajadores varones adultos con las de menores y mujeres en las fábricas, tanto en las condiciones de trabajo impuestas respectiva como en las prácticas de sociabilidad.

El cuarto capítulo nos ubica en el nudo más dramático del relato. Bajo el título “Huelga y conflictos. Mujeres y niños en la acción colectiva” explora, en primer lugar, los límites de una sociedad que los sectores dominantes intentaban propugnar como perfectamente armónica. Por el contrario, la autora muestra que todavía en los años de la segunda guerra mundial los reclamos y protestas revelaban que la legislación social y laboral (impulsada por los socialistas desde hacía décadas) sufría una “violación descarada” por parte de los sectores empresarios que pagaban “jornales de hambre”, no respetaban los derechos ganados y eran protegidos mediante “métodos netamente reaccionarios” de la policía, de acuerdo con esas mismas demandas obreras. Las duras condiciones de trabajo femenino e infantil impulsaban a estos actores a participar, a su manera, en las acciones de lucha y huelga.

También en este apartado se reitera y reafirma una idea que está muy presente en trabajos pioneros de Jorge Schvarzer y de otros que han estudiado el origen de las organizaciones patronales en Argentina. La hipótesis es que su conformación obedeció menos al descubrimiento de un terreno común de intereses a defender que al despertar de las organizaciones obreras. En parte importante, las estrategias de contención del conflicto en el ramo de “dulces, confites, caramelos y chocolates” se moldeó al calor de la lucha del sector trabajador. En el periodo estudiado, las acciones de los empresarios agremiados oscilaron (similar a otras industrias) entre el paternalismo y la coerción, dependiendo de la fuerza con que se presentaba cada reclamo y del particular contexto político en que se producían.

El quinto y último capítulo, “Sindicalización, izquierdas y cuestiones de género. La lucha por construir una identidad común”, es otro de los puntos altos del libro, sobre todo porque sustancia una de las hipótesis centrales de la autora: que la política de unidad de clase impulsada por los líderes gremiales, a principios de siglo, se vio debilitada porque su discurso y acción no dieron cuenta de la creciente feminización, y recién en la década de 1930 la incorporación sindical de las mujeres permitió darle espacio a sus reclamos y consolidar un discurso y una identidad más incluyentes. En este apartado aparecen dibujadas con trazos contundentes las contradicciones que enfrentaron los hombres al frente de la organización sindical del sector y las limitaciones que a sus reclamos, acciones y modos de organización impusieron sus propias consideraciones sobre lo femenino, que no eran otra cosa que la manifestación de los prejuicios y convencionalismos de su tiempo.

En la década de 1920 en particular, en un contexto en que las mujeres comenzaban a ser mayoría en los planteles laborales, el discurso de los militantes anarquistas (que era entonces la orientación dominante en el gremio), se volvió cerradamente sexista, recalcando la necesidad de “ser machos” en los lugares de trabajo y a la hora de reclamar por sus derechos. De esa manera, alejaron por años a las mujeres obreras de una lucha que las convocaba. Solo cuando se hizo evidente que la feminización se había configurado como un rasgo permanente del colectivo laboral se comenzó a revertir la situación.

En las conclusiones, Scheinkman relata brevemente la historia de Maria Sinesia y Roberto Baccino, una pareja de trabajadores de la fábrica Águila, y agrega que “reúne, como en un caleidoscopio, múltiples dimensiones de la experiencia obrera de las mujeres y varones, adultos y menores, que vivieron y trabajaron en las fábricas de dulces”. En ese punto, es dable pensar en un traslado desde lo que se plantea a partir de estos nombres propios hacia a una generalización mayor porque todo el libro conforma un caleidoscopio mayor al que su autora admite, aunque esa delimitación sea de difícil solución. La fábrica de chocolate no sólo es una historia con claves de género de un sector relevante de la industria argentina a comienzos del siglo pasado. Es una investigación que cruza y aporta a distintos campos historiográficos: la historia de la industria y las empresas, de la política económica, de los mundos del trabajo, del género, de la familia y las infancias, entre los principales, pero no únicos. Es una historia de muchas problemáticas que seguramente se multiplicarán a la luz de las inquietudes personales de quienes la lean. Además, para cada una de esas posibles claves de lectura se pueden encontrar puntos de conflicto o acuerdo con autores ya clásicos, pero el debate está en gran parte implícito (más allá de la mención de algunos lineamientos y orientaciones en la introducción).1

Además de las cuestiones específicas estudiadas en cada capítulo, la mirada en conjunto de ese caleidoscopio nos informa del ambiente que está más allá del libro. Los cinco capítulos nos permiten pasar de la situación particular del sector de la industria del dulce a cuestiones más generales de la política, la sociedad y la economía de la época retratada. Subyace a la experiencia histórica de las fábricas estudiadas el proceso inestable, contradictorio y a todas luces fascinante de consolidación de la Argentina moderna durante las primeras décadas del xx. Razón por la que el libro se sumará a la importante tradición argentina de estudios históricos referidos al periodo previo a 1943, en particular aportando desde la problemática del género (y de las infancias) un diálogo franco con la historiografía económica, política y cultural que permitirá rediscutir aspectos como: la relación capital-trabajo, la regulación estatal del mundo del trabajo, la conformación de las organizaciones patronales, los cambios en las acciones y el discurso del sindicalismo, las condiciones de vida obrera y de trabajo industrial y un largo etcétera.

Para finalizar, recalco que la autora no ofrece esa reflexión, pero es importante tomar en cuenta sus señalamientos, porque evidencian los límites de la Argentina de los ganados y las mieses, ese supuesto pasado dorado al que hoy añoran regresar tantas voces conservadoras, y que por interés o ignorancia pasan por alto las duras condiciones en que vivían las mayorías trabajadoras de la época.


  1. En ese diálogo imaginario se presentarían como posibles interlocutores Dora Barrancos, Isabella Cosse, Ricardo Falcón, Daniel James, Elizabeth Jelin, Mirta Lobato, Silvana Palermo, Graciela Queirolo, Fernando Rocchi, Marcelo Rougier, Jorge Schvarzer, Juan Suriano, entre otros grandes historiadores e historiadoras de la Argentina moderna.