http://dx.doi.org/10.18232/20073496.1413
Reseña

Bleynat, I. (2021). Vendors' Capitalism. A Political Economy of Public Markets in Mexico City. Stanford: University Press.

Raphaële Plu-Jenvrin1, * image 0000-0001-6312-9184

1 Université Sorbonne Nouvelle, París, Francia.

Correspondencia: raphaele.plu-jenvrin@sorbonne-nouvelle.fr

¿Por qué la historia del México contemporáneo debe interesarse en la expansión de los mercados públicos y en la agencia económica, social y política de sus vendedores? ¿Por qué se ha de enfocar este fenómeno en su relación con las instituciones locales, federales y las organizaciones sindicales? El libro de Ingrid Bleynat Vendors’s capitalism. A political economy of public markets in Mexico City constituye una respuesta tanto sólida como alentadora para la investigación histórica, ya que estudia las redes que involucraron a cada sector y al quehacer de los vendedores de los mercados públicos en la Ciudad de México, y son el objeto de estudio en el que se despliegan sus interacciones durante el periodo 1867-1960.

Como explica la autora en su introducción clara y perfectamente estructurada, los vendedores de los mercados públicos no constituyeron un grupo homogéneo. Estos comerciantes abarcaron diferentes categorías atravesadas por necesidades e intereses distintos que las instituciones de los gobiernos locales y federales sucesivos atendieron parcialmente, reactivando su diversidad intrínseca y condicionando la evolución de sus modalidades de organización. Ingrid Bleynat valora su singularidad como agentes activos y pasivos del capitalismo, derivada de su condición de vendedores “propietarios” que siempre trabajaron por cuenta propia, sin capital o con capital muy modesto, y que experimentaron, en conflictos con proveedores, compradores y acreedores, la “explotación a través del intercambio”.

Además, analiza su agencia social, económica y política en diferentes coyunturas, en las cuales la expansión capitalista coexistió con diferentes modos de producción mucho más antiguos e identificados con sus costumbres y actividades. Con este análisis, propone una “economía política” de mercados que ubica la intersección de la empresa privada y del servicio público, y proporciona un formidable enfoque sobre los límites “borrosos y cambiantes” entre “lo económico y lo no económico”.

Uno de los grandes logros del libro está en el manejo sistemático e impecable de las diversas escalas dictadas por la exposición de los contextos económicos y políticos que orientaron las decisiones de los gobiernos y el estudio de sus repercusiones, tanto a de las instituciones encargadas de aplicarlas a escalas nacional y local, como a de los mercados cuyos vendedores nunca dejaron de exponer sus necesidades y demandas ante las autoridades. La tesis que recorre el libro busca explorar, precisamente, hasta qué punto los mercados y sus vendedores orientaron las transformaciones políticas, económicas e institucionales a lo largo del periodo estudiado, sacando conclusiones inéditas de los límites de dichas transformaciones en los campos económico, social y político.

La investigación se estructura en cinco capítulos de progresión cronológica que se apoya en la explotación de fuentes de prensa y en los archivos del Ayuntamiento de la Ciudad de México –el cual reúne la comunicación entre las autoridades y los vendedores entre 1867 y 1903–, así como en los fondos “Presidentes”, Departamento de Trabajo, Consejo Consultivo de la Ciudad de México (1903-1929), Secretaría de Gobernación y de la Dirección Federal de Seguridad, entre otros materiales disponibles en el Archivo General de la Nación. Al exhibir y valorar la agencia social, económica y política de los vendedores de los mercados públicos y su contacto con instituciones locales y nacionales, el riguroso y fino trabajo de archivos realizado por Bleynat compensa ampliamente la ausencia de los archivos de la cnop y del ddf y constituye otro gran logro de la investigación, más allá del sólido marco teórico y disciplinario que sustenta este trabajo de historia económica. Lo mismo puede decirse de la rica y diversificada bibliografía que sustenta al libro.

La noción de economía moral, forjada por E. P. Thomson en 1971 y revisada en 1991, establece el trasfondo teórico del primer capítulo dedicado al periodo de la restauración republicana (1867-1876), durante el cual la Ciudad de México contaba con unos 25 mil habitantes y conocía importantes limitaciones económicas. La autora explica que en este periodo los mercados, aunque carentes de infraestructura moderna, cumplieron una doble función, social y “estratégica”, en tanto proveedores de bienes básicos cuyo acceso constituyó una garantía contra cualquier foco de inestabilidad. Después de describir la organización de los mercados, la gran variedad de sus vendedores en función de su ubicación en la cadena de suministro de bienes y las iniciativas del Ayuntamiento para racionalizar la organización de los mercados públicos, el capítulo explora la actitud ambivalente de las autoridades. Por un lado, el establecimiento de controles fiscales y la imposición de reglas de funcionamiento generaron una progresiva institucionalización de normas que demuestra la función de los mercados en el proceso de institucionalización y legitimación de la autoridad local; por otro lado, la disposición a adoptar actitudes de conciliación con vendedores en busca de comprensión y “compasión” siguió siendo una práctica generalizada, en virtud de una moral católica ampliamente compartida. Así, del frágil equilibrio entre “impuestos” y “compasión” surge cierto pragmatismo que asegura a los vendedores un atisbo de visibilidad institucional y prefigura su intervención en la esfera pública. Este proceso es paralelo al desarrollo de la prensa que, junto a los políticos y funcionarios municipales, estableció su propia versión del bien público al abordar cuestiones relativas a la regulación de los mercados, ilustrando la exclusión de los vendedores de los debates prescriptivos dedicados a la organización del espacio público y al desarrollo del “bien público”.

El segundo capítulo analiza cómo esta exclusión persiste durante el periodo del “boom” capitalista (1880-1903), cuya inserción en la economía global se impone como garantía de paz y estabilidad internas. Después de exponer las modalidades económicas y políticas de la instauración de un nuevo discurso (de transformación y de modernización acorde con la “república imaginada” que la elite de empresarios, políticos y periodistas se esfuerza en celebrar mediante la inauguración de nuevos mercados y nuevas regulaciones) Ingrid Bleynat subraya la incapacidad del Ayuntamiento para sostener los costos fiscales de las infraestructuras requeridas por la sed de construcciones del nuevo grupo de inversionistas nacionales y extranjeros cercanos al poder federal. Describe la paradoja de un Ayuntamiento forzado a endeudarse al largo plazo para aparentar cierto control de las infraestructuras, mientras multiplica las concesiones a empresas privadas encargadas de la construcción y del mantenimiento de los mercados. Sobre este endeble equilibrio institucional, se edifica una nueva era durante la cual los mercados se convierten en nuevas vitrinas de modernidad y sus vendedores en paradigmas del “buen vendedor”. Sin embargo, resistiéndose a ocupar estos nuevos espacios y a someterse a nuevas normas –y nuevas tasas– la mayoría de los vendedores sigue ejerciendo su actividad al margen, vendiendo sus productos en las inmediaciones de los mercados públicos o dejando vacantes los espacios construidos por las autoridades por adquirir locales propios.

En la década de 1890, a través de la represión o del acoso que sufren los vendedores informales, se cristaliza la escasa autoridad del Ayuntamiento en el manejo del espacio público como consecuencia de una constante que atraviesa todo el libro: la falta crónica de mercados y de infraestructuras, siempre insuficientes para contener la expansión urbana. En la última década del siglo xix, hasta 1903, cuando el ejecutivo federal impuso a sus representantes como únicos interlocutores a raíz de la reorganización administrativa del Ayuntamiento de la Ciudad de México, el pequeño grupo de vendedores que aceptó y se benefició de aquellas nuevas normas del “progreso capitalista” contribuyó a legitimar; junto con la prensa, la dinámica de regulación e institucionalización forjada por las autoridades locales.

El tercer capítulo analiza las consecuencias para los mercados de la Ciudad de México de esta reconfiguración institucional sobre la gestión de las infraestructuras y las políticas sociales aplicadas. Las expone en el contexto de las reconfiguraciones urbanas que excluyeron a los vendedores de las viviendas modernas edificadas al oeste y el sur del Zócalo. Mientras se consolidaron los controles de licencias, tasas e higiene a cargo de la policía, y en el ámbito institucional se multiplicaron los vacíos de poder que desestabilizaron a los actores involucrados y fragilizaron aún más la posición de los vendedores como interlocutores de autoridades locales, reducidas a tres órganos subordinados a la Secretaria de Gobernación.

Asimismo, Ingrid Bleynat analiza las consecuencias de la caída del régimen encabezado por Porfirio Díaz en cuanto a las condiciones laborales de los vendedores y en sus modalidades de organización. Pone especial énfasis en las luchas obreras de los vendedores en el periodo y su familiarización con nuevos lenguajes derivados de estas luchas, que resulta preponderante a la hora de enfrentar las arbitrariedades de autoridades administrativas, entonces más disfuncionales que nunca. A través del análisis de las quejas y solicitudes enviadas por los vendedores a las autoridades, la autora muestra cómo, aunado al proceso de sindicalización creciente que siguió la promulgación de la Constitución de 1917, este nuevo contexto permitió que encontraran espacios de lucha en el ámbito político y sindical, navegando entre estos y las reconfiguraciones sindicales posteriores a la creciente hegemonía de la crom.

Lo mismo se desprende del análisis cuidadoso de los relatos de sus manifestaciones y represión por una prensa que seguía retratándolos como víctimas pasivas de la violencia y de la manipulación política. Bleynat demuestra que, al final de la década 1920, las autoridades de la Ciudad de México, cuya población se había triplicado en tres décadas, eran incapaces de incluir a los vendedores de mercados en sus planes de modernización cuando, paradójicamente, la construcción del Estado postrevolucionario se caracterizó por la implementación de iniciativas encaminadas a canalizar los conflictos de clases.

Enfocándose en el funcionamiento del Consejo Consultivo, establecido en 1929 para sustituir definitivamente al Ayuntamiento de la Ciudad de México como mediador entre el Estado y los sectores populares, el cuarto capítulo examina las relaciones de fuerza entre los vendedores de los mercados y las autoridades locales y policiales, esto en el marco de la nueva etapa de expansión capitalista auspiciada por una política de industrialización por sustitución de importaciones, generadora de crecimiento económico y de numerosas “experimentaciones económicas”. Una vez más, la institución local y el gobierno federal se muestran incapaces de resolver las tensiones generadas por la implementación de políticas sociales y económicas requeridas por el crecimiento de la población urbana y la proliferación de vendedores informales en las inmediaciones de los mercados.

Por un lado, las tensiones entre ricos empresarios capitalistas y vendedores propietarios, proveedores y encargados de la planificación urbana se articulan en torno a tres ejes bien identificados: el control de precios, la regulación de los locales y el uso del espacio público. Por otro lado, los vendedores informales buscaban interlocutores directos en las administraciones de los mercados y se esforzaron por organizarse de manera autónoma, acercándose al movimiento obrero. Finalmente, debido a la incapacidad de las autoridades locales de asignar un lugar a la mayoría de los vendedores en los mercados públicos y, por ende, de institucionalizar su presencia en el espacio, sus divisiones y conflictos se reactivaron constantemente. Uno de los desafíos del Departamento de Distrito Federal, creado en 1932, consistiría precisamente en canalizar las tensiones existentes entre los vendedores, ya que éstas amenazaban constantemente con echar abajo el entramado corporativo y la búsqueda de arreglos institucionales.

Hasta 1940, pese a la inyección de recursos y a la construcción de nuevos mercados, las autoridades del ddf fracasaron en resolver las tensiones entre los vendedores titulares de licencias que ejercen en los puestos fijos de los mercados públicos y los vendedores informales. Como lo demuestra la autora a través de ejemplos muy concretos de gestiones administrativas incoherentes, que suscitan reacciones continuas por parte de los vendedores, este fracaso se explica, a mayor escala, por la insuficiencia de recursos públicos y por las reconfiguraciones políticas nacionales y locales, incapaces de crear mecanismos institucionales orientados hacia las necesidades de los vendedores y la canalización de sus conflictos. El final del capítulo expone las tensiones suscitadas en los últimos años de la tercera década, caracterizados por el deterioro de la economía y la irrupción de la inflación. En 1936, la instauración de un control de precios sobre los productos de primera necesidad complicó aún más las relaciones entre los vendedores y el Estado. Bleynat estudia cómo el capitalismo de Estado se apoyó en mecanismos de control corporativista que, al interponerse con los circuitos de suministro de los vendedores mediante la promoción de productos subsidiados, limitaron fuertemente su autonomía y la de sus organizaciones sindicales, contribuyendo a un recrudecimiento de sus divisiones y tensiones. De hecho, al igual que numerosos sectores de propietarios independientes y de la clase media urbana, las diferentes categorías de vendedores difícilmente cupieron en las estructuras corporativistas del prm. En 1942, dos años después del inicio del sexenio de Manuel Ávila Camacho, la creación de la Federación de Ligas del Sector Popular en el Distrito Federal y su incorporación de la Federación de Comerciantes e Industriales en pequeño pretendería remediar la escasa atención prestada a estos sectores. En realidad, esta nueva estructura corporativa, que nació como el principal antecedente de la cnop, creada en 1943, debe verse como otra tentativa de controlar la creciente influencia de los líderes surgidos al margen de los sectores del prm.

El quinto capítulo explora el periodo 1945-1966, analizando los nuevos mecanismos de control y los arreglos implementados bajo los auspicios de la cnop, las modalidades de funcionamiento que imprimieron los operadores del PRI a partir de 1946 y los grandes cambios introducidos por la administración de Ernesto P. Uruchurtu, nombrado a la cabeza del ddf en 1952. En un contexto de crecimiento sostenido de la población urbana y de desarrollismo económico, respaldado por un capitalismo “de Estado”, los episodios de fuerte inflación que abarcó el periodo 1940-1950 impusieron la necesidad de controlar los precios. Este marco condiciona tres factores que explicarían lo esencial de las iniciativas de los vendedores y los mecanismos implementados por los gobiernos del PRI. El primer factor consiste en la perpetua desventaja de los vendedores propietarios ante iniciativas de control de precios, basadas en la promoción de productos subsidiados que favorecían su monopolización en manos de wholesalers y cientos de intermediarios (bodegueros), generando maniobras especulativas, compras caras y numerosos focos de competencia desleal. El segundo factor radica en la vulnerabilidad de los vendedores ante el público, pues al constituir la cara visible y cotidiana del aumento de precios, sufrieron la desafección de los clientes atraídos por la competencia de los mercados agrícolas, subsidiados y promovidos por los gobiernos hasta finales de la década de 1940. El tercer factor estriba en las fuertes tensiones derivadas de la enconada división entre una minoría de vendedores incorporados en la cnop y una mayoría que, por no encontrar su espacio en la estructura corporativa del PRI, siguió enfrentándose a las autoridades o permaneció en una creciente informalidad. La administración de Ernesto P. Uruchurtu atacó precisamente este problema a partir de 1952 al imponer una reorganización de los mercados mediante nuevas reglas fiscales y la reubicación de muchos vendedores, aprovechando más recursos y la construcción de nuevas infraestructuras, un proceso que culminó con la inauguración del Mercado de la Merced en 1957.

Matizando ciertos análisis, más bien esquemáticos, centrados en la gestión y la personalidad de Uruchurtu como “regente de hierro”, Ingrid Bleynat se enfoca en la estrategia con que su administración pretendió consolidar la cnop dentro del PRI. Decenas de miles de vendedores integraron sus filas durante la década de 1950. Analizando la operación política de los administradores del partido, se demuestra de manera magistral lo que tal implementación de reformas por los actores institucionales reveló del funcionamiento vertical, arbitrario y corrupto del PRI.

El epilogo del libro expone las consecuencias de estas políticas de “inclusión excluyente” y los límites de un proceso inconcluso a través del cual los vendedores incorporados en la cnop contribuyeron a moldear ese poderoso sector del PRI en la década de 1960. Deja abiertas valiosas pistas de investigación sobre las insuficiencias de la cobertura institucional que siguió padeciendo la mayoría de aquellos actores esenciales de la vida económica del México contemporáneo. Concluye con una sugerente síntesis de lo mucho que revelan los mercados públicos y sus principales actores sobre la turbulenta historia del siglo xx en México hasta el presente, y de lo que nos queda por investigar y aprender de los conflictos institucionales traídos por su acelerado desarrollo económico. En definitiva, los obstáculos que enfrentaron los vendedores para imponerse como agentes económicos, sociales y políticos exhiben los límites de un “progreso” capitalista y sus representaciones públicas en los discursos y las agendas oficiales de más de un siglo de historia.

Al colocar a los vendedores en el centro de su investigación, la economía política de los mercados de la Ciudad de México estudiada por Ingrid Bleynat nos ofrece secuencias inéditas de la historia de las cambiantes redes económicas, sociales y políticas en las que se forjó la expansión del capitalismo en México entre 1867 y 1960. Estas secuencias, de entrecruzamiento de continuidades propias del modo de vida de los vendedores de mercados y de las transformaciones dictadas por las autoridades políticas en turno, nos remiten nada menos que a la construcción de instituciones económicas, sociales y políticas que han venido forjando el México contemporáneo desde finales del siglo xix, y de forma todavía más interesante, a la evolución de la esfera pública. Por ello, la lectura de este libro debería ser una prioridad para cualquier investigación de historia social y económica del México contemporáneo.