http://dx.doi.org/10.18232/1410
Reseña

Marcelo Rougier (2022). El enigma del desarrollo argentino. Biografía de Aldo Ferrer. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Ignacio Andrés Rossi1, * image 0000-0003-3870-1630

1 Universidad Nacional de Luján, Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

Correspondencia: ignacio.a.rossi@gmail.com

La nueva biografía de Aldo Ferrer se nos presenta como una obra de relevancia, no sólo para Argentina, teniendo en cuenta la gran trascendencia que tuvo en su país natal el economista Aldo Ferrer, sino para la región latinoamericana. La vacancia y alcance de sus ideas, proposiciones políticas y teorías económicas, desarrolladas en el trayecto intelectual de Ferrer durante la segunda mitad del siglo xx, constituyen un aporte invaluable para los problemas del desarrollo actualmente presentes en América Latina. Fruto de un enorme trabajo de análisis documental que va desde la prensa periódica, la producción intelectual del economista y los testimonios propios y otros producidos en diferentes momentos, el trabajo realizado por el historiador económico Marcelo Rougier se presenta como una interesante entelequia para leer la historia económica argentina desde la perspectiva de un economista del desarrollo.

Así, en la primera parte de la obra se retoma una breve historia de sus orígenes familiares, estudiantiles y de socialización primaria donde se destaca un claro ascenso social amasado al calor de las oportunidades que daba Argentina en la segunda mitad del siglo xx. También, en el marco de esta reconstrucción sociofamiliar, puede advertirse alguna tradición vinculada a las izquierdas antifascistas de la época, como la desafección por el fraude local, el autoritarismo criollo y, en definitiva, el impacto que tuvo en las aulas de la Universidad de Buenos Aires (uba), donde Aldo daría sus primeros pasos académicos filiado al antiperonismo (movimiento político con el cual tuviera ambivalencias posteriormente). Como muestra Rougier, durante la carrera de contador y el doctorado en economía que cursara posteriormente, el economista Raúl Prebisch, con quien Ferrer trazó una relación por el resto de sus días, tuvo una influencia importante en su vida. En el segundo capítulo, el historiador analiza los primeros pasos de las preocupaciones de Ferrer por el tema del desarrollo. Aquí destaca la estadía del joven Ferrer en la Organización de Naciones Unidas (onu), en donde tuvo oportunidades de relacionarse con importantes economistas como Michel Kalecki y John Maynard Keynes. Así, se advierte que, en los tempranos años cincuenta, Ferrer cultivó una importante preocupación por el papel del Estado en el desarrollo, por el mercado interno como organizador del ahorro y por la inversión tanto pública como extranjera. Sin embargo, el economista nunca dejó de intervenir en la vida política argentina, espacio que articuló con sus preocupaciones académicas por el resto de su vida; lo cual se analiza en el tercer apartado, donde el historiador Rougier repasa su colaboración con el entonces candidato, y después presidente, Arturo Frondizi (1958-1962), involucrándose en sus primeras colaboraciones con la Unión Cívica Radical (ucr).

Luego de un interesante periodo político donde Ferrer casi fue ministro de Economía de Frondizi, quien finalmente se inclinó por Rogelio Frigerio, este tuvo su primera experiencia de gestión pública en el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Como muestra Rougier en el cuarto capítulo, Ferrer tuvo oportunidad de encarar ambiciosas iniciativas heterodoxas en materia de reforma tributaria y agraria bajo el eje de promover un Estado desarrollista, aunque los avatares políticos entre la nación y la provincia, e incluso entre Ferrer y los funcionarios nacionales por la política económica, terminarían con su salida anticipada. Luego, en los años sesenta, el economista emprendió una aventura en el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), donde tuvo oportunidad de relacionarse con economistas importantes como Carlos Díaz Alejandro, aunque no dejó nunca sus preocupaciones sobre la política y la economía argentina; tanto así que compartió su labor internacional con el desarrollo de una de sus obras maestras, La economía argentina, con la que guardó esperanzas de influir en la discusión económica de su país. Como recrea Rougier, la publicación de este libro suscitó importantes debates intelectuales en Argentina, de la mano de reconocidos cientistas sociales como Tulio Halperin Donghi, Ezequiel Gallo, Jose Luis Romero y Gino Germani, entre otros.

A estas alturas, la trayectoria y el aporte de Ferrer se inscribían en los debates sobre la Industrialización por Sustitución de Importaciones (isi) y las posibilidades de superar el estancamiento para lograr el desarrollo argentino, así como los efectos negativos de las devaluaciones, los problemas del sector externo, el incentivo a las industrias de base y, en definitiva, la transformación estructural que tanto le preocupó en aquellos años. Así, mientras Rougier repasa estos aportes, también muestra cómo el economista articuló su actividad intelectual con el compromiso social, asesorando y participando de diversas instituciones que iban desde los sindicatos locales hasta la Organización de Estados Americanos (oea) y la uba. Luego de este desarrollo en el sexto capítulo, en el séptimo el historiador Rougier reconstruye la etapa “el cenit del experto”, años donde Ferrer participó en debates televisivos y revistas académicas junto a referentes intelectuales y económicos de diversa afinidad ideológica como los economistas ortodoxos Carlos Moyano Llerena, Álvaro Alsogaray, Roberto Alemann, entre otros. Eran los años sesenta en los que Ferrer se convirtió en un economista de alta trascendencia, dada su trayectoria y los debates en torno a la industrialización argentina –debates que tuvo con otros colegas de importante talla intelectual, como por ejemplo Guido Di Tella–, pero también por su seguimiento de la política nacional, como fue el plan de Adalbert Krieger Vasena (1966-1969).

Así, en el octavo capítulo, el historiador aborda la trayectoria de Ferrer como ministro de Obras Publicas de la Nación, cargo que cumplió para el gobierno dictatorial de Agustín Lanusse (1971-1973), durante una fase progresista de la dictadura de ideología más conservadora de Juan Carlos Onganía (1966-1970). Como narra Rougier, si bien el economista debió enfrentar dudas, dado que se trataba de un gobierno de corte militar, finalmente encaró el compromiso afanoso de colaborar para el desarrollo de su país. Fue en estos años que Ferrer contó con la colaboración del ingeniero y economista Marcelo Diamand y el impulsor de la Comisión Nacional de Energía Atómica (cnea) Ernesto Sábato, quienes lo influenciaron enormemente en sus ideas económicas. Durante su gestión, Ferrer emprendió proyectos orientados a las empresas nacionales y a la coordinación desde el Estado en áreas como la infraestructura energética y el transporte, siempre bajo el denominador común de la búsqueda del desarrollo industrial. Su ley de “compre nacional” y la activación de la potencia compradora del Estado constituyeron los vértices de su política, que luego trasladaría al Ministerio de Economía de la Nación en 1970. En el noveno capítulo, Rougier analiza esta experiencia, nacida del fruto de un recambio ministerial en una sociedad que, desde su prensa, consideraba que se trataba de un economista técnico y liberal, aun sin llegar a la ortodoxia, quizá clave del enorme prestigio que había cosechado Ferrer a pesar de sus proposiciones heterodoxas. “La nueva política económica”, como la denominara el economista, buscó canalizar el ahorro nacional e impulsar las exportaciones industriales, incentivar el desarrollo tecnológico y la industria de base con apoyo crediticio, fomentar las obras públicas y la tecnificación de la agricultura, y otras medidas que permitieran crecer y apuntalar al salario real. Aunque varios economistas desconfiaban de que el ahorro interno alcanzara, el Plan Ferrer mostró signos positivos que, sin embargo, no pudieron resistir a una desafiante conflictividad sindical, inflacionaria y de política nacional que, finalmente, propiciaron su salida del cargo.

En el décimo capítulo, Rougier analiza el repliegue a la vida académica de Ferrer y su inclinación por la consultoría privada, actividad última que siempre ocupó un lugar marginal en su vida. Ya en los años setenta, dio importantes cursos en el Instituto del Desarrollo Económico y Social (ides), la uba y otras instituciones públicas y privadas, aunque, como supone Rougier con justos argumentos, seguía preocupado por el devenir político y económico de su país en los años del tercer peronismo (1973-1976), incluso al punto de esperar una convocatoria formal, sin importar el signo político. En estos años, el economista hizo importantes aportes sobre la dependencia tecnológica, el fomento de la industria, la crisis monetaria y otros asuntos. Luego, en el undécimo capítulo, se abordan los “años trágicos” de la última dictadura argentina (1976-1983) que marcaron el episodio irremediable de la desaparición física de su hermana a manos de las fuerzas militares. Luego de varios intentos de búsqueda, como muestra Rougier, Ferrer rechazó ofertas de trabajo internacional y se refugió en lo que mejor sabía hacer. Así, en los años de “El proceso” se ocupó del problema del péndulo político-económico entre ortodoxos y populistas, y cuestionó abiertamente al régimen en medios masivos de comunicación y revistas especializadas por su inviabilidad política económica centrada en la desregulación financiera y la apertura comercial. Tanto así que fue partícipe activo de la Multipartidaria, una agrupación de partidos políticos que tuvo un papel importante en la apertura democrática frente a la dictadura. También en estos años denunció la guerra de las Malvinas emprendida por los militares, y advirtió que las pérdidas económicas de la política liberal de la dictadura tomarían tiempo en revertirse, dado el fuerte endeudamiento externo, la crisis financiera y la inflación, entre otras causas. Fueron los años del regreso de la democracia los que lo llevaron una vez más a la gestión pública, nuevamente al Banco de la Provincia de Buenos Aires, institución que había visto reducirse fuertemente sus recursos internos en aquel entonces. Rougier aborda esta etapa del economista en el decimosegundo capítulo, donde explica las iniciativas por reactivar el crédito a la vivienda, tecnificar la tecnología administrativa y fomentar la eficiencia mediante el crédito orientado al desarrollo tecnológico en energía nuclear, biotecnología, robótica, componentes eléctricos y comunicaciones, siendo de avanzada para la época. Sin embargo, los avatares electorales en la provincia lo alejaron nuevamente de sus funciones. Además, en estos años, Ferrer comenzó a desarrollar otro de sus importantes aportes en torno a la globalización y los procesos económicos que esta involucraba con una mirada histórica.

El capítulo decimotercero aborda la década de los noventa en la vida de Ferrer, años donde, como entiende Rougier, la mirada desarrollista del economista perdía peso ante la avanzada de los consensos neoliberales y la nueva globalización. Sin embargo, este no perdió oportunidad de continuar estudiando la globalización, a lo que sumó la discusión en torno a la integración con el Mercado Común del Sur (Mercosur). El desarrollo de la primera dimensión lo llevó a embarcarse en la historia, comenzando por la expansión comercial del siglo xv y delineando diferentes etapas, de acuerdo con las influencias del brasilero Celso Furtado en esta mirada histórica. Preocupado por los diferentes estilos de inserción internacional, su obra reivindicaba para la actualidad una integración inteligente con mirada periférica, cuestionando la globalización fundamentalista contemporánea, dada su vulnerabilidad. Respecto de su actividad política, Rougier muestra cómo la convocatoria a Ferrer al círculo económico de la ucr de cara al nuevo milenio terminó siendo una ilusión, dada la poca atención que recibió su mirada crítica frente a las ideas económicas imperantes, especialmente frente al consenso que todavía tenía el régimen de convertibilidad. Sin embargo, este terminó aceptando presidir la Dirección Nacional de Energía Atómica (cnea) para el gobierno de la Alianza (1999-2001).

Más importante fue aún la formación del llamado Grupo Fénix, un espacio de pensadores económicos heterodoxos opuestos a los consensos neoliberales que agrupó a importantes referentes como Julio Olivera, Eduardo Basualdo, Daniel Azpiazu, Luis Beccaria, Jorge Katz, Saúl Keifman, entre otros, reflejando una pluralidad importante. Como explica Rougier en el catorceavo capítulo, Ferrer fue convirtiéndose en el líder del grupo en momentos críticos como la crisis de 2001, donde la agrupación propuso la salida del régimen de convertibilidad, la suspensión temporal del pago de la deuda externa, un programa económico de reactivación económica y equilibrio macroeconómico, entre otras medidas, teniendo gran repercusión pública. Luego, en años posteriores que coincidieron con la era de los Kirchner (2003-2015), Ferrer desarrolló su concepto de densidad nacional, el cual remitía a un trasfondo teórico que impulsaba los pilares de la inclusión social, el liderazgo nacional, la estabilidad institucional y la visión nacional en el desarrollo socioeconómico. Fueron los años donde Ferrer fue identificado como padre del modelo económico de los Kirchner, dado que la política nacional de estos siguió varias de sus orientaciones, aunque no se involucró de forma directa en la política económica. De hecho, sostiene Rougier, fue uno de los primeros que comenzó a advertir la necesidad de que el modelo ingresara en una nueva etapa luego de la reactivación económica desarrollada entre 2002 y 2006, para lograr el bienestar social, la integración productiva y la inserción efectiva en la globalización, resolviendo los principales problemas como la insolvencia fiscal, la inflación y el sostenimiento de un tipo de cambio competitivo.

Finalmente, el quinceavo capítulo, retiene la última experiencia pública de Ferre como embajador en Francia en 2009 y sus últimos años de actividad. De avanzada edad, a pesar de sus funciones públicas, no dejó de manifestar sus preocupaciones por la inflación, la restricción externa y otros problemas que, sin embargo, consideraba resolubles. No por esto, dejó de apoyar las medidas más importantes de los gobiernos kirchneristas, tanto la estatización de la Administración de Jubilaciones y Pensiones (afjp) y de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales (ypf), como al gobierno frente al conflicto con el campo en 2008 por las retenciones móviles. Incluso, cuando en diciembre de 2015 ganara el candidato Mauricio Macri (2015-2019) con la coalición Cambiemos, de orientación económica ortodoxa totalmente opuesta a las prácticas de los Kirchner, siguió mostrando una intensa actividad opositora. De avanzada edad, con más de 80 años, siguió mostrando una intensa preocupación por el devenir político-económico del país, específicamente preocupado por la inclinación neoliberal que efectivamente se le adjudicaba al nuevo gobierno. Como muestra Rougier mediante el análisis de esta última etapa, a pesar de sus críticas, Ferrer no dejó de advertir que se trataba de un fenómeno nuevo en la historia económica del país, y no se equivocaba.

La trayectoria de Ferrer cuenta con un bagaje conceptual de gran envergadura. Además, constituye un aporte fundamental para la economía, la historia económica y, más generalmente, para las ciencias sociales. En la actualidad, sus conceptos elementales sobre el desarrollo nacional en materia industrial, tecnológica y rol estatal, cobran una importancia significativa frente a los problemas crónicos de la economía argentina, como los nuevos debates que el siglo xxi impone. Además, su importante reflexión en torno a la globalización nos permite repensar la inserción internacional en clave nacional, sosteniendo el bienestar de la población, la integración productiva y priorizando las necesidades y particularidades locales, evitando simplismos fundamentalistas como los que denunciara en sus últimas décadas. Sin dudas, la obra de Ferrer encuentra en esta biografía un importante recorrido, descripción y análisis detallado que se convertirá en una referencia, no solo para quien desea o necesite consultar las ideas del economista del desarrollo, sino también para la comprensión de la historia económica argentina durante la segunda mitad del siglo xx. En este sentido, merece una mención de especial la labor del historiador Rougier, quien construye en esta obra las principales claves interpretativas y la evolución de las ideas económicas de Ferrer mediante el exhaustivo examen de un complejo corpus documental. Interceptadas por la cotidianeidad, el relato biográfico que propone Rougier no escapa a los entramados de la vida personal. Entramados que entrelaza con admirable éxito con la intensa participación pública y académica de su biografiado. Eso, aun considerando la relación personal que el historiador tuvo con el economista, a quien acompañó y homenajeó hasta sus últimos días, sin por eso perder la rigurosidad historiográfica necesaria para emprender un trabajo de estas características.