http://dx.doi.org/10.18232/20073496.1370
Reseña

Jeffrey D. Sachs (2020). The ages of globalization. Geography, technology, and institutions. Nueva York: Columbia University Press.

Santos López-Leyva1, * image 0000-0002-8463-4718
José G. Aguilar-Barceló1** image 0000-0002-6378-6886

1 Universidad Autónoma de Baja California, México.

Correspondencia: *slleyva@uabc.edu.mx
**gaba@uabc.edu.mx

Introducción

Jeffrey D. Sachs, profesor de la Universidad de Columbia, recientemente publicó el libro Las edades de la globalización. Geografía, tecnología e instituciones, en el cual, a lo largo 248 páginas divididas en nueve capítulos, busca explicar el proceso de globalización de la humanidad, desde el Paleolítico hasta la era digital. El autor expresa que el desarrollo del ser humano ha comprendido siete etapas, las cuales denomina “edades de la globalización”. El recorrido empieza en el periodo Paleolítico, donde el hombre era recolector y cazador; pasando luego al Neolítico, periodo en el cual tuvo la capacidad para desarrollar la agricultura y emprender la sedentarización; transita entonces a la etapa ecuestre, llamada así por el intenso uso del caballo, animal utilizado en múltiples tareas, desde bestia de tiro hasta la montura para el transporte y poderosa arma de guerra; le sigue la Antigüedad Clásica, donde se establecieron grandes imperios, como el mesopotámico, el persa, el romano y la dinastía Han en China; continúa la edad de los océanos, etapa en la cual el hombre es capaz de atravesar los mares y establecer el intercambio ultramarino a través del avance de la navegación; le sigue la edad industrial, con la transformación de materias primas en mercancías como actividad principal, y con ello el surgimiento del maquinismo; finalmente, llega la era digital, donde el mundo se encuentra interconectado a través de las nuevas tecnologías de la información. El autor brinda una explicación de cada una de estas siete etapas haciendo girar su narrativa en torno al comportamiento de la geografía física, la tecnología y las instituciones.

El contenido

El primer capítulo de esta interesante obra ofrece un panorama a través de ocho dimensiones de cada una de las edades: las fechas aproximadas de duración; las fuentes de energía utilizadas; los medios de comunicación; el comportamiento de la agricultura; el nivel de desarrollo de la industria; los medios de transporte; la fortaleza militar, y la forma de ejercer la gobernanza. Esta unidad muestra cómo se comporta la aceleración constante de las transformaciones de la humanidad, de tal manera que las primeras edades son de larga duración; en tanto que las recientes son de lapsos cortos en términos relativos. El cambio en el largo plazo se observa en la evolución de las sociedades, en los rasgos inherentes a la población, tales como la esperanza de vida, las formas de convivencia y de asentamiento humano, los tipos de ocupación y las vías de obtención de los ingresos y el sustento. A partir de la edad de la industrialización, los tres factores en los que el autor centra su análisis experimentaron significativos cambios; lo anterior se manifiesta, primero, en los seis elementos de la geografía: clima, biodiversidad, ambiente y salud, proximidad a costas, ríos y montañas; fuentes de energía y disponibilidad de materias primas. Un segundo factor es la tecnología, con trasformaciones significativas desde las primeras máquinas, herramientas de aplicación industrial. El último factor son las instituciones, las cuales han posibilitado la gobernanza de los países.

El capítulo dos se refiere al periodo Paleolítico, el cual abarca, de forma aproximada, de los años 70000 a los 10000 antes de Cristo. El hombre era cazador, recurriendo a la piedra como principal herramienta. Es la época de la gran dispersión, pues el homo sapiens emigra de África hacia Eurasia, y sobrevive al neandertal por sus mejores habilidades y capacidades de adaptación al medio. Surgen entonces las primeras organizaciones humanas como las bandas u hordas, las cuales llegaron a estar integradas hasta por 50 individuos; después se conforman los clanes, donde llegaban a militar hasta 150 elementos; estas fueron sociedades igualitarias. Después se constituyeron las tribus, con una cantidad mayor de integrantes, ya dotadas de sencillas estructuras de poder.

El periodo Neolítico, que se ubica entre los años 10000 y 3000 a. C., es la edad donde se creó la agricultura, actividad necesaria para iniciar con el sedentarismo. Esta actividad surge de forma paralela en varias regiones del mundo, tan disímiles como las riberas fértiles del Valle del Nilo, la Mesopotamia entre los ríos Tigris y Éufrates, las vegas del Yangtsé en China, la isla de Java y zonas de los Andes y de México. La difusión de la agricultura se dio por dos vías. La primera a través de la imitación de técnicas y, la segunda, a través de los grupos migrantes. El autor introduce el concepto de “latitudes afortunadas” para referirse a una cinta del globo terráqueo que va de los 25 grados latitud Norte a los 45 grados latitud Sur, zona que comprende 28% de la superficie terrestre y donde se desarrollaron las principales civilizaciones del mundo antiguo. Para el año 100 d. C., en esta región se encontraba 64% de la población. Estos temas son tratados en el capítulo tres.

En la unidad cuatro se aborda la edad ecuestre, que aproximadamente ocurrió entre los años 3000 y 1000 a. C. Los principales asentamientos humanos se encontraban en la región de Eurasia occidental, en las costas del Mar Negro, en las estepas del este asiático, en lo que es Mongolia, y en el norte de China. Esta etapa se caracteriza por la utilización de la fuerza animal en las diferentes actividades del hombre; el proceso de domesticación ya se había iniciado desde el neolítico. El primer animal que se domesticó fue el perro, en China, usualmente para las labores de caza y de defensa; después siguieron los rumiantes (cabras, ovejas y ganado vacuno), el burro, que vino del norte de África, y el camello, de Arabia. Al final se domesticó al caballo, alrededor del año 3500 a. C, cuya utilización catapultó la vida productiva de la sociedad, ya que ofreció velocidad, durabilidad, fuerza y agilidad en múltiples labores. Además del uso de la potencia animal, esta época se caracterizó por la creación de los sistemas de escritura como medio de comunicación y algunos desarrollos tecnológicos para la transformación de los metales. Se avanzó también en la creación de instituciones para la administración de la sociedad, además de que se sentó el avance de las religiones, así como la creación y florecimiento de imperios como el egipcio y el de los asirios, el cual conquistó la Mesopotamia.

Una de las épocas más interesantes en el desarrollo de la humanidad es la llamada Antigüedad Clásica, con duración aproximada de 2 500 años (del año 1000 a. C. al 1500 d. C.). Durante esta época se desarrollaron otros grandes imperios, cuyos avances, de acuerdo con el autor, resultan asombrosos. Entre estos destacan cuatro: el grecorromano, el persa, el islámico y el chino; en particular, es preferible dividir Grecia y Roma, dado que mantuvieron diferencias muy marcadas. Para el año 1000 a. C., Eurasia albergaba 85% de la humanidad, y para el 1500 d. C. esta ocupación se redujo a 77%. Durante esa edad se dieron las guerras imperiales, la expansión del imperio romano, lo cual no hubiera sido posible sin la conformación de grandes y disciplinados ejércitos. Se avanzó en la administración de las naciones, la creación de la república y el derecho romano, la paz de la dinastía Han y el espíritu innovador de la dinastía Song. Fue la edad de oro del islam con el califato de Bagdad, civilización que envió a Europa grandes innovaciones como la contabilidad de doble entrada, el álgebra, la geometría y el ajedrez. Se vivió el auge e incluso la caída del imperio romano, tanto el de Occidente con capital en Roma, como el de Oriente, con sede en Constantinopla.

La edad de los océanos, que comprende de 1500 a 1800 de nuestra era, es tratada en el capítulo seis. El Viejo y el Nuevo Mundo se conectan debido a la expansión más allá de los océanos, con la llegada de Cristóbal Colón a América y de Vasco de Gama a la India, rodeando el continente africano. También navegantes chinos, durante la dinastía Ming, habían surcado las costas de África entre los años 1413 y 1415. Sin duda, tres acontecimientos marcaron el surgimiento de Europa en esta época: 1) la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos en 1453; 2) el inicio del movimiento renacentista, y 3) la invención de la imprenta. Esta etapa marca el surgimiento del capitalismo global, el cual se caracteriza por: a) un poder imperial más allá de los océanos, a través de la colonización de las nuevas tierras descubiertas; b) un sistema de producción globalizado con materias primas llevadas desde el nuevo continente hacia Europa; c) el nacimiento de corporaciones orientadas al comercio cuyo principal fin era la ganancia, y d) el desarrollo de compañías ligadas al poder militar, el comercio internacional y el poderío bélico, que se convirtieron en la base del expansionismo. Un elemento que es necesario agregar es el surgimiento de la economía como una disciplina científica con la aparición de los trabajos de Adam Smith. De acuerdo con el libro Theorizing global studies (2011), de Darren J O’Byrne y Alexander Hensby, es a partir de esta época cuando empieza formalmente lo que convencionalmente se entiende por “globalización”.

El autor denomina al periodo de entre los años 1800 y 2000 como edad industrial, la cual se marca con el desarrollo de la primera revolución industrial en Inglaterra, por lo que sería más adecuado empezar su análisis a partir de la década de 1760; pero Sachs sugiere que un buen parteaguas sería en 1776, debido al advenimiento de la independencia de Estados Unidos, la incursión de este país al contexto de las naciones libres, la publicación de la Riqueza de las naciones, de Adam Smith, y la invención de la máquina de vapor. Lo cierto es que la primera revolución industrial marca sus inicios en la segunda mitad del siglo xviii. A partir de entonces se observa un gran avance tecnológico, acelerando tanto la producción como la difusión de la tecnología. En todo el periodo se observa el auge del poderío económico y bélico de Inglaterra, llegando a su máximo dominio entre 1870 y hasta 1914, con el inicio de la primera guerra mundial. También este país nos hereda la democracia parlamentaria como forma de gobierno. asimismo, aparecen las instituciones financieras y de comercio de carácter mundial y Estados Unidos emerge como país dominante en el contexto global, lo cual se manifiesta con el triunfo en la guerra contra España en 1898, pero, sobre todo, después de la segunda guerra mundial. Otra manifestación es la utilización del inglés como idioma universal. Se trata de una etapa de liberalización de las colonias; primero las colonias en América, tanto españolas como portuguesas; después, ya en el siglo xx, se observa la liberación de las colonias europeas en África. Por otra parte, el último cuarto del siglo xx fue testigo del ascenso económico de algunos países asiáticos, sobre todo el caso de China a partir de 1978.

La séptima y última de las edades de la globalización, según Sachs, es la edad digital, la cual comprende lo que va del siglo xxi, y que se caracteriza por el gran volumen de información que se maneja, calculada en 44 zeta bytes por día. Ello hace que múltiples y variadas actividades se realicen de manera electrónica, tales como el comercio y la investigación científica. Las tecnologías han transformado todas las actividades del ser humano: industria, comercio, salud, ocio, educación, convivencia, etc., pero a pesar de este gran avance tecnológico, siguen latentes y se agudizan muchas amenazas a la convivencia humana, entre ellas la desigualdad económica –ya sea entre países como entre personas–; la devastación del medioambiente, la producción a gran escala, aunque algunas de estas tecnologías propician un alto grado de contaminación. Otro elemento que siembra la desconfianza en el mundo es la constante amenaza de guerra, lo cual se encuentra presente, incluso, en los discursos de los líderes mundiales. Lo anterior se atiende en el capítulo ocho del libro y no puede estar más de actualidad con el momento de tensión geopolítica que se vive ante la invasión rusa a Ucrania.

Con el propósito de afrontar la globalización de mejor manera, el capítulo nueve busca hacer propuestas para los países: “conducir la globalización en el siglo xxi. Entre los problemas a los que recomienda poner atención están la desigualdad, así como la falta de convergencia económica entre países, pero también entre individuos. Si bien el pib de los países ha crecido y lo mismo ha hecho el ingreso de los individuos, la desigualdad sigue presente y tiende a acentuarse; otro elemento es lo que se llama “las fronteras del planeta”, es decir los límites que tiene nuestro planeta para alimentar a su población, esto en cuanto a recursos naturales y sustentos vitales como el agua y el oxígeno. Para evitar tal suceso, se recomienda atender los Objetivos del Desarrollo Sostenible, fortaleciendo la coordinación y la colaboración entre los países. El autor también sugiere reformar los organismos internacionales, de forma primordial, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para incrementar el número de miembros de quince a 21, con once elementos permanentes y diez rotativos.

Algunas consideraciones

En primer lugar, es necesario dejar clara una idea acerca del concepto de globalización. Esta puede considerarse como un proceso similar al constante desarrollo de la humanidad. El avance permanente que ha tenido el ser humano no es adecuado equipararlo a un proceso de globalización. Estos acontecimientos se inscriben en perspectivas, circunstancias y propósitos diferentes.

La globalización debe verse desde otros enfoques. Por ejemplo, Francisco Comín menciona en su obra Historia económica mundial. De los orígenes a la actualidad (2011) la existencia de dos épocas de la globalización. La que denomina “la primera globalización”, que va de 1870 a 1914, la cual termina con el inicio de la primera guerra mundial. Esta época encontró su sustento en los grandes avances en los transportes a través de los barcos y el ferrocarril –los cuales disminuyeron los costos del comercio internacional–; la transformación del sistema financiero, las masivas migraciones internacionales de población y de capitales y los cambios institucionales derivados de la segunda industrialización en Europa. Comín ubica una segunda globalización a partir de 1973, la cual se mantiene a la fecha. Esta se da al finalizar la edad dorada del capitalismo, cuando se abandona el patrón oro y se presenta la primera crisis del petróleo. Su sustento se encuentra en la liberalización del comercio internacional, el estancamiento en los costos de los fletes marinos, y las nuevas tecnologías informatizadas que han permitido la deslocalización de producción, facilitando la comunicación y transformando los mecanismos de comercialización de las mercancías.

Otra posición es la sustentada por O’Byrne y Hesby (2011), quienes, tomando como punto de partida el trabajo de Robertson (1992), sostienen que el proceso de globalización se inicia en la Europa de mediados del siglo xv y que este se aceleró con los grandes descubrimientos geográficos. Dividen la globalización en cinco fases: 1) la germinal, la cual corre de mediados del siglo xv a mediados del siglo xviii; 2) la incipiente, de mediados del siglo xviii hasta 1870; 3) la de despegue, de 1870 a 1920; 4) la de lucha por la hegemonía, de 1920-1960, y 5) la de incertidumbre, a partir de 1960.

Eve Darian-Smith y Phillip McCarty, en su obra de 2017, The global turn. Theories, research designs, and methods for global studies, influenciados por los trabajos de Manfred B. Steger, adoptan el término “imaginario global”, el cual considera que se pudo haber gestado a partir de las últimas dos décadas de los noventa del siglo xix, cuando el mundo se empieza a concebir bajo un dominio global.

Las tres últimas opiniones, aunque disímiles entre sí, contrastan con el trabajo de Sachs que hoy se reseña; la humanidad no nació siendo global, y no se puede pensar en un imaginario global para los casos del imperio romano o en la dinastía Han, que, aunque ambos fueron muy grandes para su tiempo, no se equiparan a la existencia de un mundo globalizado. Los dominios romanos fueron muy amplios para su tiempo, pero apenas ocupaban una superficie similar a la del actual Estados Unidos.

No es posible concebir la globalización como el avance y desarrollo de la humanidad, desde su surgimiento en las tierras africanas, pasando por su dispersión por Eurasia y toda su historia y hasta nuestros días. No resulta pertinente hablar de globalización en el Paleolítico, en el Neolítico y ni siquiera en la Antigüedad Clásica que menciona Sachs. Quizá resulta acertado empezar a marcar la globalización en la edad de los océanos o de los grandes descubrimientos geográficos más allá del continente europeo. Tal vez, una de las debilidades del libro de Sachs es el hecho de que se equipara la historia de la humanidad con un proceso constante de globalización. A pesar de ello, este es un gran libro, el cual hace un rico análisis del desarrollo de la humanidad desde su surgimiento hasta nuestros días. Es una obra didáctica, bien documentada y fácil de entender. Por todo lo anterior, su lectura resulta muy recomendable.