http://dx.doi.org/10.18232/20073496.1361
Reseña

Manuel Pérez-García (2021). Global history with Chinese characteristics. Autocratic States along the silk road in the decline of the Spanish and Qing empires 1680-1796. Palgrave Macmillan

Antonio Ibarra1, * image 0000-0003-0169-9979

1 Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Correspondencia: ibarrara@unam.mx

La historia global ha ocupado el interés de quienes, interesados en el futuro de la globalización, pusieron en estos términos el pasado. Entre el asombro y la preocupación por la aceleración que produjo la globalización financiera, los historiadores miraron en el pasado una nueva cronología y espacialidad del mundo interconectado.

La publicación del libro de Kenneth Pomeranz,1 y los trabajos precedentes de la Escuela de California interesada en el desempeño de la economía china en la formación del capitalismo moderno, del cual formó parte y más tarde se apartó en su trayectoria, puso una serie de interrogantes que aún gravita en la discusión académica, aunque el mundo cambió vertiginosamente en este .

La aspiración de un giro espacial en la historia económica llevó a observar la centralidad de China imperial como un conjunto de economías en acelerado crecimiento, entre el siglo xvii y hasta el xix que, sin embargo, parecía cerrado a Occidente y constituía la gran codicia de la globalización comercial de fines del siglo xviii.

El giro historiográfico, que dejaba atrás la explicación centrada en las economías atlánticas y su dominio, acompañó a la emergencia de la China contemporánea como gran potencia manufacturera, comercial y financiera que se benefició de la globalización y puso fin a los proteccionismos regionales.

Mirar a China impuso una nueva lectura de su papel en el largo proceso de conformación de la economía moderna, su centralidad, que dejó de ser un misterio para convertirse en un reto de explicación sobre los vínculos que la unían con el mercado occidental.

Desde luego que la historia global prometía superar la narrativa decimonónica que ponía en el centro de los procesos económicos y políticos al Estado-nación, sus formas modernas de articulación regional (federalismo-centralismo) y las (dis)continuidades poscoloniales para explicar la integración de un mercado mundial, con fragmentaciones nacionales de sus mercados económicos y políticos. Sin embargo, la historia global en sus distintitas vertientes reprodujo implícitamente el modelo eurocéntrico que partía de la espacialidad de los imperios modernos, sus desgajamientos, pugnas militares y comerciales, para entender las redes de comunicación entre distintos espacios focales de un mundo entretejido en múltiples escalas.

La movilidad de mercancías, creencias, prácticas de consumo, apropiación de valores y hasta modas híbridas de aculturación, dibujan un mundo más interconectado que lo descrito por los contemporáneos y los estudiosos de los imperios atlánticos.

La historiografía francesa recurrió a la metáfora de la mundialización para explicar un conjunto conectado social y culturalmente (de Braudel a Gruszinski)2; la historiografía británica no abandonó su carácter autorreferencial, al dibujar el mundo en los contornos del imperio británico y su expansión,3 mientras que la historiografía ibérica refirió al mundo en función de sus hallazgos y expansión militar, económica y religiosa.4 El mundo global era más una metáfora que una realidad historiada tangible.

El tránsito de las grandes narrativas imperiales, la discontinuidad de los espacios nacionales y sus comunidades imaginarias (las naciones siguiendo la metáfora de Benedict Anderson)5 dieron a la historiografía moderna un doble sesgo, colonial y nacionalista, que vino a ser cuestionado frontalmente por los historiadores poscoloniales que señalaron el carácter “provinciano” de la narrativa histórica europea, más concretamente británica.6

No escapa a esta crítica de la historia global (re)semantizada, la visión que desde la microhistoria destacó la dificultad de entender lo global sin aprender su inscripción en lo local donde tiempos, cruces culturales, circulación de actores y mercancías configuraron micromundos de la globalidad moderna. La mirada crítica de Guinzburg, Levi7 y recientemente Trivellato8 ha destacado que las macroestructuras interconectas son poco significativas si no se examina el juego de escalas de lo local a lo global y de vuelta. Una práctica sumamente difícil porque supone encontrar esas corrientes subterráneas que se cruzan en los tiempos y espacios locales, que las hacen fractales de un mundo global interconectado.

Las temporalidades de la mirada global, por su parte, también transforman los tiempos lineales de la narrativa de imperios o grandes coyunturas globales, como la crisis del siglo xvii, la ilustración o la revolución industrial: el mundo se entiende ya no como un flujo continuo, sino como un cruce intertemporal e interespacial. ¿Qué agentes lo explican, conducen, (de)construyen o garantizan su continuidad? La agencia dejó ser observada solamente en los Estados y en las elites político-económicas para ver, en su compleja diversidad, a una miríada de actores, agentes y mediadores.

El libro de Manuel Pérez, Global history with Chinese characteristics. Autrocatic States along the silk road in the decline of the Spanish and Qing empires 1680-1796,9 constituye una lectura contemporánea y crítica del proceso histórico que ha definido la centralidad de China en el mundo moderno y su proyección a futuro.

El autor ha elegido la perspectiva de la historia global, de acuerdo con O’Brien10 (2006), porque busca conexiones a través de comparaciones de macro a microescalas que presentan divergencias y o convergencias entre espacios. Lo que se propuso nuestro autor fue hacer un juego de escalas espaciales y temporales que considera el ejercicio de “la historia global a través de comparaciones y reducción de escala a través de estudios de casos locales. […una] historia global en China, así como en historias conectadas con otros espacios [América y Europa], separando los sesgos políticos e ideológicos del trabajo académico” (pp. 78 y ss.).

En este encuadre historiográfico y analítico se inscribe una muy bien documentada investigación que devuelve la mirada occidental sobre China para entender la historia global de la China de hoy, desde las “políticas neo-confucianas” que organizan la vida y sociedad contemporáneas. El sentido pragmático de la clase dirigente china, inscrita en un sistema político “muy intervencionista, autocrático y burocrático” y en una economía de mercado compulsiva, configura sistema polimórfico y no lineal que en la heterogeneidad de culturas, tradiciones y economías locales no pierde su carácter “patriótico y nacional” en el mundo globalizado actual. En opinión del autor, “las direcciones de la nueva era global y cómo adaptarse a los desafíos globales con los asuntos internos constituyen el verdadero desafío en China”.

La historia global con “características chinas” implica un desafío para realizar una lectura polícroma de procesos económicos, socioculturales y características políticas de dominación burocrática que muda de símbolos, valores y narrativas de pasado para fortalecer aspiraciones de futuro: el mito de la ruta de la seda (silk route, según Ferdinand von Richthofen) y el proyecto estratégico de un cinturón, un camino (one belt, one road) son sometidos a crítica por Pérez-García para dibujar una nueva narrativa sobre el sistema de intercambios que han marcado su relación con Occidente:

Hoy en China, el papel de la historia global es desarrollar una nueva narrativa nacional para fomentar la unificación del país a través de un pasado común compartido de más de cincuenta minorías étnicas. Por lo tanto, este libro tiene la intención de deconstruir ese nuevo nacionalismo e historia global con “características chinas” al nuevas comparaciones en la diversa geografía de China, así como hacer algunas comparaciones y compromisos con las regiones occidentales durante el período Qing (p. 4).

Es por tanto una historia que refiere a un proceso actual de construcción de una narrativa en que se mezclan el honor imperial, la tradición confuciana y el giro dado por Mao Zedong con la apertura de los años de 1970 y la política de Deng Xiaping y Xi Jinping, con la nueva ruta de la seda.

Deja de lado la imagen manida de la autarquía, según la cual el emperador Qianlong, en su entrevista con la embajada de McCartney –que ilustra la portada–, dejó saber que China no requería nada de Occidente, para mostrarnos una imagen completamente distinta de un activo intercambio de objetos como portadores culturales que modelaron el comercio entre China, América y Europa.11

La investigación de Manuel Pérez entiende la historia global como una serie de procesos entrecruzados, intertemporales y centrado en nodos de articulación entre el Mediterráneo y el Mar de China: Macao y Marsella como “invitados inesperados” de una historia que vincula estos espacios locales con un conjunto de agentes imperiales, actores desplazados y agentes integrados a un amplio mundo de negocios, información y transferencias culturales que tocaron los nervios del mundo y que hicieron tangible el mundo de interconexiones en espacios locales de la globalidad.

Macao y Marsella sirven como unidades de comparación y ejes de los mercados del Mediterráneo y del sur de China para comprender cómo los actores sociales (principalmente comerciantes) interfirieron con las reglas mercantilistas y el rígido intervencionismo económico de gobernantes autocráticos como los monarcas españoles del siglo xviii y los emperadores de la dinastía Qing. La correlación de los comerciantes de Marsella y Macao como agentes y mediadores en las economías locales y los asuntos comerciales en el sur de China (por extensión en la zona del Pacífico) y el Mediterráneo occidental contribuyó a definir un nuevo escenario económico en el que los languidecidos imperios español y Qing no tenían una posición predominante. Y lo que es más intrigante, esto plantea la pregunta de cómo se conectaron estos espacios con la llamada Ruta de la Seda imaginaria (p. 80).

Las fuentes chinas, europeas y americanas fueron confrontadas y entrecruzadas para entender las coyunturas de esta espacialidad del tráfico y asignarle a la agencia de comerciantes, artesanos, misioneros, intelectuales y viajeros la manera como se fue creando una red de alianzas transnacionales, en muchos casos “a través de instituciones no oficiales y diversas formas de comercio, con comunidades nativas y extranjeras”.

El consumo vicario español, y los intereses del comercio francés contra la política proteccionista y de sustitución de importaciones de la corona española, penetró en el gusto de localidades modificando profundamente las culturas de consumo, que no solamente identificó a las elites, sino que expandió su radio de apropiación conforme los costos de transacción disminuían y los bajos precios hacían posible el consumo social expansivo. Se produjo un arcaico proceso de globalización del consumo que hizo fracasar la política imperial de encontrar “sustitutos de las importaciones”. Marsella, como escala de observación, “fue el lugar de negocios, el nuevo dominio económico en el mercado mediterráneo durante el siglo xviii, interfiriendo en el desarrollo económico de España”.

En combinación con ello, al otro lado de la masa continental asiática, Macao fue capital para los mercaderes chinos, al eludir las regulaciones y la supervisión de los funcionarios Qing, como un lugar central para el “drenaje de la plata americana y la corrupción del gobierno local en áreas de las provincias de Guangdong y Fujian”. De esta manera, el contrabando y la evasión fiscal caracterizaron prácticas mercantiles en los márgenes de las rutas institucionales del comercio con China, que son materia privilegiada de los historiados, para revelar una espacialidad alternativa y un sistema de conexiones transversales a la espacialidad imperial.

Solapadamente, el comercio legal era controlado por familias y redes comerciales de diversos orígenes, principalmente francesas, armenias, macaenses, cantonesas, fujianesas y del sudeste asiático, y otras comunidades europeas. Estas cadenas que ahora se manifiestan a través de las fuentes chinas, portuguesas, francesas y españolas, permiten problematizar las visiones lineales del tráfico legal y directo, gobernado por instituciones porosas a la corrupción y al poder de negociantes locales, que eran los gobernantes de facto de los galeones y los tomadores de decisiones de la gobernanza comercial en el mar de China meridional.

El análisis de la comunidad de los sangleyes, comerciantes chinos de las regiones del sur de China a quienes se les permitió comerciar con el imperio español en Manila, es fundamental para comprender el comercio no regulado y las reglas informales en el mar de China meridional.

Esta nueva apreciación metodológica, que orienta una nueva mirada sobre el poder local de la gobernanza global del mercado y la política comercial, constituye un nuevo acercamiento que para la historia global de América estimula investigaciones sobre las rutas ocultas, los márgenes de la circulación y la agencia de agentes locales.

El libro nos convoca, en suma, a no seguir una historiografía signada por el enfoque eurocéntrico que sigue mirando el Atlántico como el eje del mundo moderno, o el sinocentrismo que quiere invertir la mirada, pero padeciendo la misma miopía. La investigación de Pérez-García, quizá nos mueva a releer el papel de América como totalidad diversa, interconectada localmente a un mundo globalmente complejo, donde el fino hilo de la plata americana es la costura de una diversidad de tejidos locales, en una trama compleja que no ha terminado de constituirse.

Mirar a la China del futuro, con un ejercicio de análisis histórico, cobra la mayor importancia considerando que, para la cultura e historia chinas, los siglos son temporalidades cortas y el dibujo de sus ciclos de historicidad son más dilatados que nuestra noción secular de la historia. Nos queda la tarea de historizar ese futuro en conexión con América y África también, para lo cual la historia global es una perspectiva promisoria.


  1. K. Pomeranz (2000). The great divergence. China, Europe and making of the modern world economy. Princeton: Princeton University Press.

  2. S. Gruzinski (2015). Las cuatro partes del mundo, historia de una mundialización. México:FCE.

  3. G. Magee y A. Thompson (2010). Empire and globalization. Networks of people, goods and capital in the British world, c. 1850-1914. Cambridge: Cambridge Univesrity Press.

  4. J. Elliot (2009). España, Europa y el mundo de Ultramar (1500-1800). Barcelona: Taurus.

  5. B. Anderson (2006). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: FCE.

  6. S. Subrahmanyam (2004). Imperial and colonial encounters: some reflections. Nuevo Mundo Mundos Nuevos. DOI: 10.4000/nuevomundo.433

  7. G. Levi (2018). Microhistoria e historia global. Historia Crítica, 69, pp. 21-35. DOI: 10.7440/histcrit69.2018.02

  8. F. Trivellato (2011). Is there a future for Italian microhistory in the age of global history? California Italian Studies, 2(1). DOI: 10.5070/C321009025

  9. El libro es producto del Proyecto Encuentros Globales entre China y Europa: Redes Comerciales, Consumo e Intercambios Culturales en Macao y Marsella, 1680-1840 (gecem) organizado por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España, <www.gecem.eu>. El proyecto gecem está financiado por el European Research Council (erc)-Starting Grant, en el marco del Programa de Investigación e Innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea, ref. 679371. Esta investigación también ha sido parte de las actividades académicas de la Red de Historia Global en China: www.globalhistorynetwork.com

  10. P. O’Brien (2006). Historiographical traditions and modern imperatives for the restoration of global history. Journal of Global History, 1(1), 3-39. https://doi.org/10.1017/S1740022806000027

  11. “La declaración ‘No hay nada que no tengamos que necesitemos de usted’ hecha por el emperador Qianlong a la embajada de McCartney puede cuestionarse a través del caso de Macao, que muestra que hubo muchas cosas que el imperio Qing (principalmente funcionarios, la nobleza y las elites empresariales de las provincias de Fujian y Guangdong) necesarias de las potencias extranjeras y los imperios europeos. Esos artículos eran la plata americana y la demanda progresiva de productos occidentales” (p. 85).