http://dx.doi.org/10.18232/1211
Reseña

Bonialian, M. A. (2019). La América Española: Entre el Pacífico y el Atlántico. Globalización mercantil y economía política, 1580-1840. México: El Colegio de México.

José Sovarzo1, * image 0000-0003-3435-7449

1 El Colegio de México

Correspondencia: jsovarzo@colmex.mx

Entre la amplia variedad de libros sobre historia económica, hay investigaciones que son valiosas por sus trabajos de archivo y comprobación de hipótesis acerca de un tema específico y acotado. Asimismo, existen otros libros cuyo capital radica en las interrogantes planteadas y en la mirada de conjunto que se intenta realizar, tal es el caso del libro de Mariano Bonialian. Más allá de ser una crítica, las hipótesis planteadas por el autor son necesarias dentro del campo historiográfico, donde cada vez más las investigaciones, así como los investigadores, se híperespecializan y acotan sus rangos de estudio. Vivimos lo que décadas atrás Françoise Dosse llamó la Historia en migajas (1987). Ante ello, La América Española de Bonialian es una investigación que intenta dar explicaciones de largo aliento que permitan comprender mas allá de una espacialidad y temporalidad acotadas. Por supuesto, una obra de esta explicativa presenta algunas ideas como “provisorias y abiertas a la discusión” (p. 13) por lo que me parece interesante para adentrarnos en su debate.

En primer lugar, el libro de Mariano Bonialian se encuentra dividido en una introducción y en dos partes bien marcadas que representan los postulados centrales de la obra, llamadas: el Atlántico pacíficado y el Pacífico atlantizado. En la introducción se analizan dos aspectos generales que fueron tratados en trabajos anteriores del autor, y que dan un marco general a la presente investigación: el papel de América dentro de la globalización temprana y los ejes geohistóricos hispanoamericanos. En el primer aspecto, el autor se introducirá en dos discusiones historiográficas actuales: el debate por definir si la globalización temprana, comenzada en el siglo xvi, fue bipolar o multipolar, y la definición por comprender el papel jugado por América dentro de la globalización temprana. Por otra parte, en el segundo aspecto, el análisis de los ejes geohistóricos hispanoamericanos le permiten a Bonialian entender los modos de incorporación que asumieron las distintas estructuras suprarregionales americanas a la monarquía y a la misma globalización; estos fueron: el eje novohispánico, el peruano, el de Cabo de Hornos y, por último, el de Jamaica-Panamá-San Blas.

En la primera parte del libro llamada “El Atlántico pacíficado”, Bonialian analizada el periodo histórico de 1580 a 1740 a partir de los ejes geohistóricos peruano y novohispano. La hipótesis del autor, en este caso, es que la economía mercantil del Pacífico, en donde sobresale la relación entre los puertos de Manila-Acapulco y El Callao, fue de mayor importancia que lo sucedido en los circuitos atlánticos de la economía americana. En otras palabras, Bonialian entiende que aquellas economías del Pacífico centralizaron la dinámica mercantil en el continente, dejando en un segundo lugar los deseos de la corona de una centralidad atlántica. De esta manera, el autor adhiere a las tesis que refutaron la centralidad económica de las flotas y galeones llegadas a Portobelo. Sus trabajos previos sobre el galeón de Manila y las dinámicas del intercambio comercial, no oficial, en el Pacífico han servido para echar por tierra aquella tesis clásica, por ejemplo El Pacífico Hispanoamericano. Política y comercio asiático en el Imperio español (1680-1784). La centralidad de lo marginal (2012).

Asimismo, en esta primera parte del libro se encuentra un apartado llamado “la (in) dependencia económica del Perú” durante el periodo 1580-1620 que es plausible de discutir. Bonialian describe la fragilidad y posible ruptura que existió entre el territorio peruano y la metrópoli durante ese periodo. Sostiene su análisis a partir de tres argumentos: el primero de ellos se apoya principalmente en la documentación oficial elaborada por virreyes y religiosos, quienes manifiestan “la situación terminal que sufre el lazo de ‘dependencia’ del Perú” (p. 44) en relación con la metrópoli; el segundo argumento, sostiene su postulado al apoyarse en la teoría del “espacio peruano” de Assadourian para plantear la autosuficiencia económica de Perú, y por último, se hace hincapié en la movilidad espacial de los agentes peruleros.

De forma crítica, es posible señalar que, en relación con la documentación oficial, si bien se expresa una “dependencia forzosa”, esta se manifiesta dentro del juego de poder que fue realizado por la Corona para sostener su dominación en el continente. Sabemos que, en este juego de poder las instituciones, las corporaciones y la Corona misma traslapan su poder y, por consiguiente, realizan escritos altisonantes para lograr su cometido. Las fuentes históricas al respecto son tan numerosas como contradictorias entre sí; abundan las quejas y súplicas de funcionarios que señalan las pésimas condiciones económicas de sus regiones para pedir ayuda de la Corona. De esta forma pareciera que expresan más la necesidad de asistencia y demanda de los funcionarios, que la situación real de sus territorios. En todo caso se dificulta pensar en un intento seudoindependentista en ese momento histórico solo mediante esas fuentes. Sí es posible pensar en un intento por obtener mayor autonomía siempre para mejorar los beneficios a nivel local.

El segundo argumento que sostiene la explicación de la (in)dependencia de Perú se relaciona con la autonomía económica, que, por medio de la riqueza argentífero del Potosí, aquel territorio pudo sostener. Perú lograba aprovisionarse de casi todo lo necesario para su economía mediante su comercio con la Nueva España y, en menor medida, por la vía oficial por medio de la feria de Portobelo. De esta manera se podía cubrir la dieta mediterránea, (vino, aceite de oliva y trigo) prescindiendo de los productos europeos. Sin embargo, los textiles, aunque muchos de ellos llegaban desde Asia, vía Acapulco, no eran los producidos en Europa. ¿Eran mejores? No es posible afirmar eso, pero sí hay que comprender que en un contexto en donde el mestizaje es predominante, la única posibilidad de diferenciarse socialmente de los “otros” es mediante el consumo. No bastaba con tener sangre española, sino que se debía vestirse como tal. Por ejemplo, Jean Paul Zúñiga, en “Figuras del poder, presentación y representación en la América hispana: de la identificación étnica como símbolo del poder (siglos xviixviii)” (2011),1 ha señalado la importancia del consumo y el de vestir a la española, con telas y modas europeas, para ser de la parte del vértice superior de la pirámide social. Por todo ello, sin las telas europeas no es posible hablar de que Perú se provee así mismo de todo lo necesario. En todo caso, como se señala en otra parte del libro, se puede hablar “…de una autosuficiencia desequilibrada con alto grado de control del exterior” (p. 126).

El tercer argumento de Bonialian, en relación con la (in)dependencia de Perú, es sobre el accionar de los comerciantes peruanos. Estos, comúnmente llamados peruleros, llevaban capital de los encomenderos y de la elite limeña, recorriendo el imperio hispánico en busca de cubrir los encargos que les habían realizado. Ante ello, es de soslayar el “atrevimiento” de estos comisionistas y comerciantes por ingresar en la jurisdicción de otros agentes, por ejemplo, yendo a Sevilla, a aprovisionarse, pasando por encima a los comerciantes locales. Sin embargo, no se debe pensar que se trata de comerciantes “peruanos” yendo a “España”, sino que son súbditos del rey de España yendo a otros espacios geográficos, pero siempre dentro de la jurisdicción del rey. Este accionar de avances en búsqueda de nuevos mercados en donde aprovisionarse ha sido parte de la lógica comercial desde que tenemos fuentes para demostrarlo, como se puede ver en el trabajo de Avner Greif “Reputation and Coalitions in Medieval Trade: Evidence on the Maghribi Trader” (1989).2

En relación con la segunda parte del libro, titulada “El Pacífico atlantizado”, Bonialian analiza cómo la economía del Pacífico indiano entra en crisis y descomposición a partir de 1740, dando inicio a una etapa que duró hasta 1840. En esta nueva fase, los ejes geohistóricos serán el de Cabo de Hornos y el de Jamaica-San Blas. De este modo, perderá su centralidad tanto el galeón de Manila, como proveedor de mercaderías, como la ciudad de México, como redistribuidor de aquellas. Los navíos de registro, oficializados a partir de 1749, y los buques balleneros ingleses y norteamericanos desde 1790, fragmentaron las antiguas rutas de abastecimiento y de igual modo impusieron nuevos patrones de compra y un consumo masivo de textiles británicos.

En este apartado, Bonialian discute con los postulados historiográficos clásicos que señalan la centralidad de las medidas tomadas por los borbones, como eje central de la explicación de los cambios acaecidos en América del siglo xviii. Sin desconocer la importancia de aquellas medidas, el autor suma otros elementos que explican en mejor medida las transformaciones que acontecieron en las economías americanas. Ellos son, la apertura de la vía comercial por el Cabo de Hornos, la crisis del Galeón de Manila y de la Feria de Portobelo, y, por último, la penetración y dominio efectivo de la economía europea en América con el consiguiente retraimiento de la economía China a escala planetaria. Teniendo en cuenta esto último, se refleja mediante el trabajo de Bonialian, la importancia de contar con una mirada global para entender los procesos que se sucedieron en el continente americano. Ya que no sólo fue el impulso de la economía británica el que produjo los cambios económicos en el continente, sino que se los debe complementar con el retroceso de la economía china y la emergencia de la India como espacio asiático representativo de la economía global.

Sobre este apartado resulta interesante repensar tres aspectos. En primer lugar, Bonialian justifica el corte historiográfico hacia 1840 por dos grandes motivos: la construcción de la vía férrea interoceánica por Panamá en 1855 y el descubrimiento de las minas de California en 1840. Ambos acontecimientos configuraron un nuevo tejido de redes comerciales internacionales. Al respecto, si bien se entiende que la centralidad del trabajo se encuentra en el rubro económico global, se debe pensar si no se desestima la importancia de las revoluciones políticas americanas y el consiguiente surgimiento de los estados-nación americanos en el siglo xix. ¿Ellas no provocaron cambios de importancia en las dinámicas económicas? Si pensamos en las convulsiones mercantiles y financieras que provocaron las guerras independentistas, y en cómo los agentes extranjeros tuvieron que renegociar los acuerdos realizados previamente, es posible considerar su importancia como hito histórico, y por lo tanto cuestionar el corte realizado hacia 1840.

Otro punto que es sugestivo repensar es el papel de las economías atlánticas del sur como proveedoras de mercaderías hacia los viejos centros de consumo. Al respecto, Fernando Jumar en “El comercio ultramarino por el complejo portuario rioplatense y la economía regional, 1714-1778” (2016),3 ha demostrado cómo, por medio del puerto de Buenos Aires desde el siglo xviii se abasteció de distintos mercados americanos por rutas terrestres, inclusive llegando al Perú y Potosí. De esta manera, la ruta del Cabo de Hornos tal vez esté sobreestimada por Bonialian en su análisis. Sin contar que mercaderías de importancia, como los esclavizados, la yerba mate y otros alimentos perecederos resultaban imposibles de ser transportados por aquella ruta de condiciones climáticas extremas.

Por último, Bonialian señala los cambios en la demanda de productos textiles a iniciativa de los consumidores americanos a partir de la segunda mitad del siglo xviii. A partir de allí los pobladores americanos oudieron elegir sobre qué comprar y consumir. Retomando argumentos esgrimidos, cabe señalar la importancia del consumo de textiles europeos para la diferenciación social en el Antiguo Régimen, pero desde el comienzo mismo del proceso de asentamiento europeo en el continente en el siglo xvi. Sin embargo, este punto es interesante para dilucidar como afectó a la demanda de productos el aumento poblacional que se señala como general a partir de mediados del siglo xviii. ¿Cayeron o aumentaron los precios de los textiles a partir del crecimiento de la demanda? ¿Solo creció la demanda o también la oferta de textiles?

Para finalizar, como he dicho, es de valorar el intento realizado por Mariano Bonialian en realizar una explicación de largo aliento, que intente dar cuenta de los procesos de globalización mercantil y economía política sucedidos en América en un periodo tan extenso, como lo es el de 1580-1840. La bibliografía y los temas tratados son inmensos y por eso, como señala el mismo autor, muchas de ideas expuestas son provisorias y abiertas a la discusión. Eso mismo se intentó realizar en este escrito considerando que lo peor que le puede suceder a un libro es permanecer en la indiferencia y su mayor valor reside en las discusiones que puede generar. Justamente La América Española: Entre el Pacífico y el Atlántico. Globalización mercantil y economía política, 1580-1840 de Mariano Bonialian es un libro que invita a debatir y a partir de allí demuestra toda su valía.


  1. Mazín, O. (2012). Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas. México: El Colegio de México.

  2. Greif, A. (1989). Reputation and Coalitions in Medieval Trade: Evidence on the Maghribi Traders. The Journal of Economic History, 49(4), 857-882

  3. Jumar, F. (2016). El comercio ultramarino por el complejo portuario rioplatense y la economía regional, 1714-1778. Magallánica. Revista de historia moderna, 3(5), 166-259.