http://dx.doi.org/10.18232/alhe.1130
Reseña

Mario Cerutti, Problemas, conceptos, actores y autores. La historia económica y empresarial en el Norte de México (y en otras latitudes), San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 2018, 334 pp.

Salvador Calatayud1, *, 0000-0002-1714-8760

1 Universidad de Valencia, España.

Correspondencia: Salvador.Calatayud@uv.es

El presente libro nace del compromiso académico del autor al ser nombrado titular de la Cátedra Primo Feliciano Velázquez, en El Colegio de San Luis durante el año 2015, y que incluía la publicación de un volumen sobre la materia impartida. Como veremos, este origen marca el carácter del libro que aúna investigación, síntesis y reflexión sobre una temática amplia situada en la intersección entre historia económica e historia empresarial o historia de empresas.

Mario Cerutti es un historiador bien conocido en la profesión, tanto en Latinoamérica como en España. Y lo es tanto por sus trabajos de investigación como por haber inspirado y aglutinado numerosas iniciativas académicas y proyectos en torno a las temáticas del libro. Los frutos de esta trayectoria se han incorporado ya a la interpretación de la historia económica del continente, pero están arraigados en el análisis regional, y de ahí proviene gran parte de su capacidad explicativa. El espacio multirregional en cuestión es el inmenso norte de México, un territorio caracterizado, en palabras del autor por “la aparición y desenvolvimiento de áreas de base agrícola capaces de nutrir tejidos productivos regionales de comprobada perdurabilidad” (p. 15). En este breve fragmento se encuentran, en síntesis, los elementos esenciales del enfoque del autor y, en buen medida, de la amplia literatura que él mismo y otros estudiosos han animado: el origen agrario de muchas de las iniciativas empresariales, la capacidad de esa base primaria para generar efectos de arrastre en otros sectores y la persistencia en el tiempo del tejido productivo, a partir de cambios y adaptaciones.

Con esa inspiración como trasfondo, el libro reúne cuatro trabajos de características muy diferentes que aparecen como cuatro formas distintas de acercarse a la temática citada. En un primer capítulo, el autor reúne algunos conceptos fundamentales útiles para el estudio de la historia económica y empresarial: tejido productivo, familias empresariales, tejido empresarial, reconversión productiva y sistema agroalimentario. No se trata aquí de definiciones rígidas o acabadas, sino de aproximaciones abiertas y que se matizan y se transforman al dialogar con el material empírico y tratar de interpretarlo. Aunque se trata de conceptos con una filiación teórica bien definida (Marshall, Malassis, De la Garza, etc.), Cerutti los lleva a un terreno propio, amplía su significado y señala derivaciones que, a la postre, los enriquecen y los hacen más complejos. En el centro de este empleo creativo de los conceptos señalados está una cuestión básica que debo reiterar: los vínculos, diversos y cambiantes, entre la agricultura y la industria. De la aplicación de aquellos conceptos al estudio de las diferentes áreas de desarrollo en el norte mexicano, sobresale también su imbricación práctica; es lo que sucede, por ejemplo, cuando se trata de explicar la persistencia del tejido productivo en una determinada zona: la presencia de familias de productores y empresarios que con sus relaciones de parentesco, sus redes o sus negocios conexos, han generado un tejido empresarial persistente en el tiempo, y a su vez ha configurado los fundamentos de aquel tejido productivo.

Por su parte, la idea del sistema agroalimentario se muestra con todo su potencial para superar la separación entre la historia agraria, la historia del sector agroalimentario y la historia de la alimentación. Si los lazos entre producción, transformación y consumo han sido siempre diversos y complejos, esa complejidad se acentúa conforme nos aproximamos a la actualidad, cuando las cadenas alimentarias configuran una realidad bien visible. Esta creciente centralidad ha sido el resultado de la reconversión productiva -otro de los conceptos planteados aquí-, que se desencadenó tras la crisis de la década de 1970 y la posterior globalización de los sistemas alimentarios. Si la cadena de valor es cada vez más global, el norte mexicano ofrece un terreno privilegiado para su estudio, habida cuenta de la larga trayectoria de vínculos exteriores y las diversas respuestas que se han dado, a lo largo del tiempo, a crisis parciales generadas, a veces, en el mercado mundial.

Los conceptos teóricos y las reflexiones metodológicas se llevan al encuentro de la investigación empírica en el segundo capítulo: casi cien páginas dedicadas a reconstruir la historia empresarial de la familia Sada. Aquí el lector tiene la posibilidad de valorar, al tiempo, el alcance de aquellos conceptos y el quehacer investigador de Mario Cerutti. A partir de una abundante información procedente de los archivos, en particular documentación notarial, el autor indaga en casi siglo y medio de una trayectoria empresarial nacida en Monterrey y pródiga en ramificaciones de todo tipo. Reconstruye los lazos familiares que se fueron tejiendo entre esta familia y otros miembros de las elites de negocios regiomontanas; las asociaciones para llevar a cabo determinadas iniciativas empresariales, con la presencia de numerosas combinaciones de nombres en la propiedad de una serie larga de empresas, los cambios generacionales o las sucesivas adaptaciones a los vaivenes políticos y económicos que el país experimentó.

Desde los orígenes, en el siglo xix, como grandes terratenientes, con dedicación varia (algodón, ganadería, entre otras) y explotaciones dotadas de capital y concesiones de aguas, el lector asiste al nacimiento de la primera empresa industrial importante: Cervecería Cuauhtémoc. A partir de ahí, una expansión muy rápida del número de iniciativas emprendidas y de la escala de las mismas, que ni la Revolución ni la crisis de la década de 1930 frenaron. Esta capacidad de adaptación a condiciones cambiantes, bastante generalizada en el tejido industrial de Monterrey, le permite al autor poner en juego la idea de perdurabilidad y analizar sus fundamentos específicos.

Los nombres de los protagonistas de las sucesivas generaciones familiares son importantes en este análisis. De ellos depende la continuidad o cambio en las estrategias empresariales; la adquisición de formación de alto nivel en universidades de Estados Unidos; o los enlaces entre miembros de las elites del norte mexicano. La diversificación productiva y las frecuentes ramificaciones en empresas más especializadas a partir de la empresa matriz derivan, en parte, de estos cambios en la estructura familiar (con una extraordinaria proliferación de parientes). Así, vemos surgir, sucesivamente, industrias del vidrio (los envases para la cerveza estarían en el origen de esta línea, llamada a perdurar), acero, electricidad o química. Aunque las relaciones de la saga familiar con los poderes públicos reciben menos atención, se explica algún aspecto importante, como el salto de un Sada al liderazgo en la organización de los intereses empresariales en la década de 1930, frente a los cambios legales en la regulación de las relaciones laborales.

El autor presta una atención destacada al momento crucial en el que el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones, con su crecimiento hacia dentro, se agotó y las empresas mexicanas hubieron de adaptarse a la liberalización y al mercado mundial. Lo hace a través de una de las ramas que alcanzaron mayor proyección en el grupo empresarial: la fabricación de vidrio. Nacida a partir de la provisión de botellas para envase, pero ampliada y diversificada a vidrios de construcción, la empresa Vitro se expandió por todo el territorio nacional hasta alcanzar una cuota de mercado del 80%. La asociación con capital extranjero en la segunda mitad del siglo xx culminó con la adquisición, en 1989, de un gigante estadounidense del vidrio. Este arriesgado salto adelante en pleno auge de la globalización mostró las dificultades de adaptación al nuevo contexto internacional: los problemas gerenciales, el elevado endeudamiento derivado de esta y otras operaciones y la coincidencia de todo ello con el cambio de los envases de vidrio a los de plástico, generaron una crisis sin precedentes en el grupo empresarial que sólo comenzaría a superarse, en los años más recientes, tras un proceso de reestructuración y ventas. Para Cerutti éste no es el final de la historia, sino un episodio más -tal vez el más difícil de los vividos en siglo y medio- de la dinámica empresarial ante condiciones cambiantes en el país y en el mundo.

Aunque muy destacado, Sada es sólo uno de los apellidos que han pautado la historia económica y empresarial del país. El desarrollo de la investigación sobre el gran norte mexicano en el último cuarto de siglo ha sacado a la luz muchas otras trayectorias y, más genéricamente, ha producido un salto cualitativo muy notable en el conocimiento de su pasado económico. Esta historiografía, ya bien consolidada, es objeto de un excelente estado de la cuestión en el tercer capítulo del libro. El repaso a esta abundante bibliografía, que el autor conoce bien por haber sido uno de los que más han contribuido a impulsarla y a perfilar sus enfoques, se completa con un apéndice dedicado a recopilar 708 referencias, que constituirían el material evaluado. El resultado de estas décadas de investigación ofrece algunas conclusiones importantes que han cambiado muchas perspectivas en la historia económica de México. La primera sería la ruptura producida respecto a la centralidad que, tradicionalmente, los estudios daban a la capital como foco de desarrollo económico. Por el contrario, de este conjunto de investigaciones emerge un área multirregional de especial dinamismo, conectada con el mercado interior e impulsora del mismo, pero también orientada, de diferentes maneras, a los intercambios con el país vecino, Estados Unidos. La segunda conclusión apunta a la rectificación de una idea muy arraigada: la de un país de agricultura atrasada predominantemente “campesina”. Esta generalización de lo que habría sido característico tan sólo de algunas regiones, salta por los aires al explicar el desarrollo de la agricultura norteña, con sus fuertes componentes empresarial, intensivo y exportador. En relación con este descubrimiento del dinamismo agrario y agroindustrial, se ha demostrado la importancia de los vínculos rural-urbanos en el proceso de desarrollo económico: la agricultura como motor, pronto completado por la multiplicación de iniciativas industriales y de servicios, parcialmente derivadas de aquella. Y, finalmente, el papel de los empresarios en este proceso de desarrollo. La investigación reseñada por Cerutti ha consolidado al empresario como objeto de estudio, lo que no resultaba evidente a partir de premisas previas que se movían, en un juego de extremos, entre la condena de las elites de negocios o su tratamiento hagiográfico y acrítico. Ahora, la historia económica del norte de México tiene protagonistas, con luces y sombras, que han reforzado la vertiente de historia empresarial adoptada por un buen número de los estudios.

Por último, el libro incluye un largo capítulo dedicado a tres destacadas figuras de la historia económica y empresarial latinoamericana. Aquí, Mario Cerutti ensaya un género muy poco habitual entre los historiadores, como es la entrevista a colegas sobre el estado de disciplina. Los resultados son sugerentes y completan los planteamientos del resto del libro. Los tres historiadores entrevistados son la argentina María Inés Barbero, el colombiano Carlos Dávila y el estadunidense-mexicano Carlos Marichal. De sus conversaciones con Cerutti, va surgiendo información biográfica y, en particular, sobre sus respectivas trayectorias científicas. Ahí destaca la inicial heterogeneidad de los intereses intelectuales de cada uno; el carácter internacional de los procesos de su formación como historiadores; con el tiempo, las coincidencias en torno a unas preocupaciones sobre la historia empresarial, que han ido haciendo de la disciplina un campo de estudio compartido por encima de las dinámicas estrictamente nacionales (aunque arraigado profundamente en ellas).

A través de la experiencia y las aportaciones personales de los entrevistados, el lector conoce la propia historia de la disciplina en Latinoamérica, con sus hitos investigadores y su institucionalización académica, los cambios de perspectiva, que muestran una destacada tendencia a la renovación, la ampliación del foco analítico, el intenso intercambio producido entre los resultados de los diferentes países, lo que constituye una característica muy marcada de la especialidad, o la creación de grupos de investigación regionales, nacionales e internacionales.

De manera significativa, hay un nombre que aparece citado en las tres entrevistas: el de Alfred D. Chandler. La influencia del autor estadunidense se muestra como decisiva, tanto por sus descubrimientos sobre la organización interna de la gran empresa, como por la voluntad de combinar el análisis histórico con propuestas teóricas sobre las estrategias empresariales. Como en otras latitudes, la amplitud de su análisis ha permeado la historia empresarial latinoamericana, a pesar de las diferencias de contexto y de modelos de negocio respecto al caso estadunidense. Esta aspiración a dotar de fundamentos teóricos la exploración histórica es compartida por los tres académicos. En palabras de Dávila, “no era posible escribir historias de empresa fundamentadas sin penetrar en su organización y funcionamiento” (p. 209). Y esta exploración se ha hecho, sobre todo, desde perspectivas que superaban la visión neoclásica de la empresa como simple enlace entre los mercados de factores y de productos. Por el contrario, otros enfoques permitieron abrir la caja negra y descubrir los mecanismos por los cuales la empresa contribuía también a configurar los mercados: el institucionalismo, el análisis de los costes de transacción, la teoría de la agencia y la de la evolución.

Por otro lado, el interés por el empresario en tanto que sujeto historiográfico se vincula, según muestran estas entrevistas, con el contexto en el que iniciaron su auge estos estudios. Desde la década de 1980, la hegemonía teórica y política del mercado en todo Occidente despejó el camino para afrontar los estudios sobre el empresario lejos de las “visiones heroicas o satanizadas” (p. 205), a lo que se sumó el soporte institucional derivado del auge de los estudios universitarios empresariales. Sin renunciar un ápice al rigor científico, percibimos en las respuestas de los tres historiadores, latente o explícita, la voluntad de contribuir a redefinir el lugar del empresariado en las sociedades latinoamericanas de estas primeras décadas del siglo.

De esta manera se cierra la parte central del libro, a la que siguen varios apéndices ricos en información. La heterogeneidad de puntos de vista en torno al tema general de la historia empresarial constituye uno de los valores más destacados de este excelente volumen. Por esta razón, el lector puede encontrar en estas páginas diferentes motivos de interés, sea la inspiración teórica, los resultados de la investigación o la reflexión de académicos destacados sobre su propio quehacer historiográfico.