Maria-Aparecida Lopes y María Cecilia Zuleta (coords y eds.) (2017). Mercados en común. Estudios sobre conexiones transnacionales, negocios y diplomacia en las Américas (siglos XIX y XX), México, El Colegio de México, 698 pp.

http://dx.doi.org/10.18232/alhe.1078
Reseña

Veremundo Carrillo Reveles1, * 0000-0001-7279-6966

1 Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México

Correspondencia: vcarrillo@colmex.mx

Una de las virtudes de Mercados en común, que lo hace funcional en tanto estudio colectivo, es la convicción con la que los catorce capítulos siguen una misma hoja de ruta hacia un objetivo claro: traspasar fronteras temporales, geográficas, metodológicas e historiográficas. Esta flexibilidad hace del libro coordinado por María-Aparecida Lopes y María Cecilia Zuleta un ejercicio exitoso de análisis interdisciplinario para procesos y fenómenos históricos de carácter trasnacional.

La obra, editada por El Colegio de México, estudia las dinámicas de interacción y articulación económica en distintos espacios del continente americano. Está dividida en dos partes. En la primera de ellas se enfatizan las relaciones comerciales, a partir de los flujos de mercancías y las negociaciones entre productores, intermediarios y consumidores. Los capítulos que componen la segunda parte analizan la definición de estrategias de diplomacia económica desde sus artífices, los intereses en torno a ellas –públicos y privados– y las conexiones internacionales de gobiernos, organizaciones y actores involucrados. Un aporte importante de los trabajos compilados es la atención que ponen a la esfera de lo político.

Si bien, en conjunto el marco temporal del libro es bastante elástico, hay dos procesos fundamentales que definen las coordenadas generales. En primer término, la primera globalización (c. 1870-1914) que tuvo un impacto particular, de proyección atlántica, en Norte y Sudamérica. Así lo evidencian, por ejemplo, Marc Badia-Miró, Anna Carreras-Marín y Agustina Reyes en “La diversificación de exportación latinoamericano, 1870-1913”. Este capítulo ofrece un análisis comparativo sobre el comportamiento de las exportaciones de los tres países en el marco de una economía globalizada. En segundo término, el estrechamiento de las conexiones económicas entre las naciones del hemisferio occidental como consecuencia de las dos guerras mundiales, la gran depresión y el ascenso de Estados Unidos como potencia global, que implicó su consolidación como centro de gravedad comercial-financiero.

Estas coordenadas, hay que recalcarlo, no marcan límites cerrados, sino que son referentes en una carta de navegación flexible. De este modo, la primera frontera que se traspasa es la de los cortes temporales impuestos por la historiografía tradicional. La de Mercados en común es una mirada amplia desde finales del siglo xix y hasta principios del xxi que indaga en los procesos de integración, exitosos y no. Aunque existe una centralidad obvia en el periodo previo a la segunda guerra mundial, esta coyuntura no es, como tal, una barrera. Cinco de los capítulos desembocan en la década de 1950, fundamental por el impulso de los modelos desarrollistas en parte de la geografía latinoamericana y por el inicio de la Guerra Fría, que redimensionó el rol político y económico de Estados Unidos.

“Contratos petroleros, intervención estatal y Santo Domingo”, de María Cecilia Míguez y Leandro Morgenfeld, tiene su ancla temporal en uno de los momentos más álgidos del mundo bipolar a nivel intercontinental: la década de 1960. Este capítulo es en suma sugerente, puesto que se estudian los actores y agencias que influyeron en las relaciones entre Argentina y Estados Unidos, desde tres temas que, de acuerdo con los autores, se vincularon entre sí: el control del petróleo, la política económica intervencionista, y la definición de una postura en el sistema interamericano respecto al conflicto en Santo Domingo. Es una muestra bien acabada de la imbricación entre la política externa y la interna, así como de la multiplicidad de factores que impactan una interacción bilateral.

Finalmente, dos capítulos exploran procesos de integración en los albores de la segunda globalización. Uno de ellos, “Economía política de la energía en clave regional” de Reto Bertoni y Emiliano Travieso, incluso concluye la investigación en las primeras décadas del nuevo milenio. Los autores exploran el proceso de integración energética en América del Sur, desde la década de 1970 y hasta el presente, a partir de distintos esfuerzos multilaterales. Es un aporte importante a la historiografía, que ofrece una mirada completa sobre los elementos que han influido en la no consolidación de una integración regional plena, a partir no sólo de las deficiencias en el marco institucional, sino también de los patrones de comercio y de la dinámica internacional del capital.

Los trabajos compilados por Lopes y Zuleta tienen como punto de referencia en sus horizontes analíticos a naciones latinoamericanas, sin embargo, es una constante el reconocimiento de la relevancia de la presencia estadunidense en la dinámica económica, a través de actores privados, agencias gubernamentales, inversiones, mercancías y el intercambio de saberes. Como las propias coordinadoras lo señalan, una de las preocupaciones que motivaron el proyecto colectivo fue estudiar la historia económica contemporánea de las Américas, destacando los ámbitos de colaboración y de intercambio desde una perspectiva multidireccional. Se supera así una segunda frontera historiográfica, que analiza las relaciones entre la América latina y la anglosajona desde visiones dicotómicas y unidireccionales: norte-sur, centro-periferia, etcétera.

Esta perspectiva panamericana no sólo es refrescante, sino también uno de los grandes aciertos de Mercados en común, en tanto permite vislumbrar la complejidad de los procesos de integración económica sin cortapisas y considerando una infinidad de variables. Es el caso, por ejemplo, de “Carne para las ‘masas hambrientas’. Interconexiones del comercio de ganado vacuno en el Atlántico Norte, 1884-1914”, de María-Aparecida Lopes, quien estudia la consolidación de un mercado vacuno y cárnico entre Estados Unidos, México y Canadá justo en el contexto de la primera globalización y con una proyección transcontinental, toda vez que la demanda británica desempeñó un papel crucial en el proceso de integración. Se trata de un ejercicio puntual de análisis trasnacional, rico en el empleo de fuentes documentales y que reconstruye los flujos que le dieron forma al mercado de América del Norte.

Es relevante hacer notar la presencia en Mercados en común de Canadá, un actor sobre el que todavía se repara poco en la historiografía latinoamericana. Además del texto de Lopes, el país más septentrional del continente aparece en dos capítulos. En “La cadena de lácteos en Brasil desde el Mercosur: temas para una historia transnacional”, José Lanes explora las transferencias de tecnología canadiense a la industria láctea brasileña, en el contexto de la integración regional del Mercosur en la década de 1980. Por su parte, en “Demarcando una estrategia latinoamericana: las iniciativas del sector privado canadiense en Colombia, 1904-1953”, Stefano Tijerina estudia las inversiones de compañías canadienses en la nación sudamericana, en un periodo marcado, inicialmente, por el alejamiento de las potencias europeas y las tensiones con Estados Unidos por la separación de Panamá.

Ahora bien, si es de aplaudir la inclusión de Estados Unidos y de Canadá en los estudios que componen Mercados en común, la ausencia de Centroamérica y las islas del Caribe es muy notoria. Más allá de una cuestión de mero equilibrio regional, el vacío toma relevancia tanto desde una dimensión geopolítica, como desde una mirada económica, dada la circulación internacional de productos como café, azúcar y banano procedentes de esas zonas. Sin restarle méritos a este trabajo colectivo que estamos reseñado, la ausencia de ambas regiones en el marco analítico denota la necesidad de construir puentes de comunicación entre las distintas historiografías que estudian el continente.

Pese al énfasis en la mirada panamericana, el libro no se encierra en el ámbito continental, sino que, apuesta por una lectura de carácter global en la que contempla actores allende los océanos Pacífico y Atlántico. Una muestra bien lograda de ello, desde ángulos distintos, son los textos de Paolo Riguzzi y Fabián Herrera: “Política monetaria y diplomacia de la plata en el New Deal. Estados Unidos, China y México, 1933-1940” y “México y España: mediadores interamericanos de la Sociedad de Naciones, 1932-1935”, respectivamente, que estudian a través de una lectura trasnacional un periodo, la década de 1930, en la que predominó el proteccionismo comercial, las tensiones a nivel internacional frente a la definición de un patrón monetario y una ascendente polarización político-ideológica. Una etapa, por cierto, que tiene ciertos rasgos similares al mundo que vivimos hoy en día.

Paolo Riguzzi abre una ventana para apreciar el peso de la esfera política sobre el mercado internacional de la plata y el nivel de interconexión entre geografías distantes, a partir de las repercusiones que tuvieron en China y en México las decisiones de las políticas estadunidenses en la década de 1930. Riguzzi ofrece un detallado análisis de los procesos de negociación, de los actores involucrados y de los intereses particulares generados alrededor del metal blanco, en un contorno geopolítico complejo, como lo fueron los años previos al inicio de la segunda guerra mundial. Al considerar a uno de los mayores productores de plata del periodo –México– y al principal tenedor –China–, el estudio de Riguzzi es bastante completo y, sin duda, será un referente ineludible para la historiografía de orientación trasnacional.

Herrera, por su parte, estudia la participación de México y España como mediadores en los conflictos del Chaco y Leticia en Sudamérica, a través de la Sociedad de Naciones. Si bien, el texto expone el horizonte de intereses económicos en el que se desarrollaron ambos eventos bélicos, su mayor aportación reside en que brinda un marco para repensar los alcances del multilateralismo del periodo de entreguerras y los intentos por crear directrices de gobernanza global. Conocer estos antecedentes es fundamental para comprender la creación de organismos multilaterales durante la segunda mitad del siglo xx, que permanecen vigentes.

La centralidad de lo político y su dimensión internacional en las conexiones económicas es un aspecto que, como se resaltó antes, permea a lo largo del libro. En este sentido, el Estado-nación está implícito en los trabajos compilados. Una de sus manifestaciones más claras es el marco institucional que desempeña un papel trascendental en las posibilidades de la dinámica económica. Así lo evidencia de manera muy clara, por ejemplo, el texto de Octavio Herrera Pérez “La fiebre aftosa en México y la disputa por el control sanitario y el mercado del ganado entre Estados Unidos y América Latina en los años de la posguerra mundial”. Este capítulo muestra el impacto que tuvo la instauración de regulaciones sanitarias en el flujo de productos pecuarios desde América del Sur, México y Europa hacia Estados Unidos.

Una segunda manifestación del ámbito estatal se da en la diplomacia, en la que los intereses gubernamentales guían la búsqueda de vínculos económicos. Destaca, en este sentido, “América Austral ante la expropiación petrolera mexicana: negociaciones e intereses, 1938-1940” de María Cecilia Zuleta. El texto presenta las estrategias del gobierno de Lázaro Cárdenas para tratar de colocar combustibles en Sudamérica –Chile, Argentina y Uruguay–, con una intencionalidad doble. Por una parte, encontrar alternativas comerciales frente las dificultades de exportar crudo a Europa y Estados Unidos por el conflicto con las compañías petroleras. Por la otra, legitimar en la arena internacional las políticas del cardenismo, de ahí que la táctica diplomática contemplara una campaña dirigida a la opinión pública. Se trata de un texto innovador, que contribuye a redimensionar el papel que otorga la historiografía mexicanista a las relaciones con América Latina.

El ámbito estatal desempeña un rol importante, pero no es un limitante. En “Sears como agente de diplomacia comercial en Latinoamérica”, Julio E. Moreno muestra el papel del sector empresarial en la definición de las relaciones económicas internacionales, en este caso entre México y Estados Unidos. El texto trasciende fronteras metodológicas, al abordar con herramientas propias de la historia cultural, la construcción de patrones de consumo a partir de la publicidad y otras estrategias de mercado. En este sentido, una virtud que comparte con otros trabajos de Mercados en común es que no se circunscribe al análisis del intercambio y la circulación de bienes, sino también de concepciones sociales y culturales que influyen en el desempeño económico. Moreno explora, además, la capacidad de adaptación de una empresa trasnacional frente a políticas proteccionistas, como las que instauró el gobierno mexicano, al igual que muchos otros de Latinoamérica, tras el fin de la guerra mundial.

La definición de relaciones comerciales entre países vecinos, contemplando los procesos de negociación y la participación en los mismos de agentes públicos y privados, es un tema que tocan varios de los trabajos compilados por Zuleta y Lopes. Destaca el capítulo de Isabel Avella Alamino “El tratado comercial de 1942 entre México y Estados Unidos y el flujo comercial bilateral (1943-1950)”, donde, más allá de las condiciones intrínsecas de asimetría, analiza la capacidad de agencia de México para obtener ventajas en la negociación comercial con su vecino del norte, además, a partir de una sólida base documental, permite dimensionar el alcance de la cooperación bilateral, desde la perspectiva de las dos naciones norteamericanas. En este sentido, desecha añejos determinismos historiográficos que veían las relaciones norte-sur en una sola dirección.

La relación entre México y Estados Unidos es también objeto de estudio de Luis Anaya en “Lecturas platista de la depresión, México y Estados Unidos”. En este presenta un panorama general sobre los diversos factores que influyeron en la definición de una política mexicana favorable a la plata en el periodo de entreguerras, entre ellos la relación con el país del norte. El horizonte contextual trazado por Anaya, que se remonta a finales del siglo XIX, permite que su texto sirva como un marco complementario para los de Riguzzi y de Avella, que ya hemos reseñado, en tanto permite entender algunos aspectos de la dinámica bilateral de las dos naciones norteamericanas.

La interacción entre vecinos es también foco de atención de José Antonio González Pizarro en “El despegue de Arica y sus instituciones en la década de 1950 en el marco de las relaciones entre Chile y Perú”, donde analiza las interconexiones entre dos ciudades situadas en una de las zonas fronterizas históricamente más conflictivas del continente americano: Tacna en Perú y Arica en Chile. Si bien, la pertenencia a realidades estatales distintas provocó que el desarrollo económico de cada una tuviera particularidades, hay una coincidencia importante: la atención que pusieron en ambas sus correspondientes gobiernos nacionales generó, sobre todo en el caso de Arica, la instauración de políticas públicas que beneficiaron su despegue económico.

Además de la ausencia de Centroamérica y el Caribe, algo que se podría reprochar a la obra coordinada por Zuleta y Lopes es que carece de un texto general de cierre. Más que una conclusión como tal, un epilogó que reflexione sobre las herramientas metodológicas para pensar y analizar las conexiones trasnacionales desde una perspectiva histórica hubiera sido pertinente, sobre todo porque la materia prima está ahí. Los capítulos reunidos son trabajos empíricos que emplean una gama amplia de recursos para examinar procesos trasnacionales, de ahí que como obra colectiva tenga todo el potencial para convertirse en una carta de navegación para nuevos investigadores.

Mercados en común es un libro de lectura necesaria y obligada no sólo para los historiadores, sino también para politólogos, internacionalistas, economistas y todos aquellos interesados en estudiar la interacción en escenarios trasnacionales entre actores y organismos públicos y privados. La obra editada por Lopes y Zuleta es una invitación abierta a repensar las maneras en las que se articulan intereses políticos y económicos en el plano internacional. Por la riqueza de los textos reunidos es deseable, y así lo espero sinceramente, que se trate de un primer esfuerzo que en un futuro próximo arroje nuevos frutos, tanto en el aspecto individual –de cada uno de los autores–, como en el colectivo.